El Grupo

Simon tenía miedo a las alturas. Pero Sandy le había dicho que, si pasaba la prueba, entraría en “El grupo”. El aliciente del premio bastó para convencerlo. Se acabó eso de beber cerveza barata los viernes por la tarde, solo en su habitación. Punto final a lo de dormir sin compañía. Sería un elegido.

En realidad, la cosa no podía ser de lo más sencilla. Para superar el reto tenía que subir las escalerillas de emergencia, salir por la ventana destinada a los chicos de mantenimiento y auparse desde ahí hasta el tejado de la residencia de estudiantes. Después, sacaría una cesta (estaba todo preparado), extendería un mantenido de cuadros, abriría una botella de champán y aullaría a la luna. Este punto le había resultado un poco confuso. En un principio, había esperado que fuera una “manera de hablar”, una metáfora.

––Yo no hablo con metáforas ––había dicho Sandy con tono de gran ofensa––. Y además, es que no veo la metáfora aquí por ningún lado. En todo caso, “aullar a la luna” sería hablar en sentido figurado.

—¿Entonces, hablas en sentido figurado? ––era su última esperanza de evitar el ridículo que asomaba por el horizonte.

—Claro que no. Es absolutamente literal. Tienes que aullar a la luna. ¿Por qué crees si no que hemos escogido el día 12?

—¿Porque libran los de mantenimiento?

—Porque hay luna llena, bobo ––Sandy frunció el ceño y arrugó la boca. Le recordó a los pliegues de un abanico ––. Aunque, si no quieres hacerlo, si no quieres unirte al grupo…

—Por supuesto que quiero ––dijo Simon, quien tenía muy claras sus prioridades––. Haré lo que sea.

—Vale, entonces te subes al alero a medianoche. Sacas el champán, aúllas muy fuerte a la luna (mínimo 20 segundos) y lo grabas todo con el móvil. Este punto es muy importante. Si no hay grabación, no vale.

—Y cuando te lo envíe perteneceré al grupo.

Sandy no contestó. Se estaba mirando las uñas. A veces caía en profundos mutismos observando su manicura. No era preocupante. Simon aún no era imprescindible en su vida, pero eso podía cambiar.. Aquel día Sandy no dijo nada más en toda la tarde. Después se despidió. Tenía prisa. Había quedado con Marc, para variar. Marc: su protegido del último mes. Simon no entendía qué podía ver Sandy en aquel chico. Era flacucho, pasivo y carente de chispa. Un alelado de primer curso que bebía los vientos por la chica guapa. Patético. Seguro que aspiraba en secreto a entrar en El grupo. Ridículo. A decir verdad, una de las cosas que más le irritaban, en realidad la que más, era que Marc le recordaba un poco a sí mismo. Esencialmente en lo de suspirar por Sandy. Y, teniendo en cuenta que Sandy ocupaba el 97 por ciento de su mente, eso era mucho en común. Simon podía entender que el chico no lograra despegarse de ella, pero sus intentos por llamar la atención de Sandy eran lamentables. En cuanto a él, Simon había cambiado mucho desde que conoció a Sandy. Y todo había mejorado aún más desde la tarde en que por fin la besó. Ahora era una versión mejorada de sí mismo: andaba con más aplomo y se peinaba de un modo favorecedor. La tarde del beso ella había aceptado que le acompañara a casa (había peleado con el grandullón de Jason, su novio oficial). Era un día de abril y las flores de los árboles, con su códigos de maravillosos colores y excitantes fragancias, invitaban a ser atrevido. “Now or never”, le gritaban los cerezos. Y él había aceptado el reto. Llegado el momento, Sandy no había dado el temido paso atrás. Le había dado un beso dulce aunque escaso, tan corto como si se hubieran tropezado… pero suficiente para transformarlo.

Ahora faltaba pasar al siguiente nivel. Si entraba en El Grupo, Sandy lo consideraría un igual. Simon estuvo toda la semana anhelando que llegara el día señalado. En su mente se marcaba un antes y un después de su rito de iniciación. Y, bien mirado, Sandy había sido bastante benévola con él. La prueba era fácil. Tan solo tenía que superar su vértigo y su vergüenza. Aunque Sandy guardaba gran secretismo respecto a las pruebas que hacía superar a sus seguidores, a Simon su desafío le parecía poca ofrenda comparada con la recompensa de acercarse más a ella.

Y llegó el día 12 por la noche. Simon se detuvo a los pies de la residencia y miró hacia arriba. El bloque se recortaba en la noche como la casa de un cuento de terror. “Un edificio amigable”, le había dicho el profesor Peris. “Imita a una cabaña del bosque. Buscamos el confort de los estudiantes. Un ejemplo de psicología aplicada a la arquitectura” … bla… bla… Por eso, suponía Simon, habían rematado la casa con un tejado a a dos aguas. Y por ese capricho arquitectónico, unido a la no menos caprichosa y bastante retorcida mente de Sandy, él iba a tener que hacer equilibrios sobre las tejas. Y por muy amigable que fuera, Simon veía ante sí un edificio de cinco plantas, más de 15 metros de altura.

Además de ser una noche de luna llena, en esos momentos había una sonada fiesta en la residencia vecina. Todos los estudiantes estaban reunidos allí, lo que garantizaba la discreción en su asalto a la gloria. Entró al solitario edificio.

Lo más difícil fue subir la escalerilla del tejado con la cesta en la mano y la linterna. Era como intentar subir por la escalera de un submarino con el carro de la compra, le faltaban manos y le sobraban complicaciones. Finalmente, se ancló a la muñeca el asa de mimbre de la que aún colgaba la etiqueta de un centro comercial, y subió, ignorando el dolor. Cumplió su propósito de no mirar abajo en ningún momento. Entornó los ojos. Cuando el aire fresco le picó en las mejillas, supo que ya estaba fuera. Se irguió sobre la superficie llena de tejas. Desde allí podía ver la coronilla de los árboles y le parecía que la luna estaba muy cerca. Ese disco blanco fluorescente era parte de su reto. Dejó la linterna encendida a modo de marca junto a la puerta de entrada y avanzó con precaución. De nuevo, se prohibió mirar abajo. Si lo hacía, estaba perdido. No soportaría la altura. Además, una mala caída y se partiría la crisma. Simón caminaba haciendo equilibrios, tratando de no romper tejas, de no desequilibrarse. Moverse por el tejado era más difícil de lo que había imaginado. Acabó el trayecto a gatas, sudando, a pesar de la brisa nocturna. Todo el tiempo pensaba en su recompensa: entrar en El grupo, entrar en El grupo. Después, una vez entre los campeones, ya encontraría forma de ahuyentar al resto y conquistar a Sandy. Le contarían la anécdota a sus hijos “Tuve que eliminar a muchos moscones por el camino”, “Tu madre me hizo subir a un tejado para probar mi amor”, “Sabía que eras valiente”, diría ella.

Por fin, se colocó en el lugar indicado, frente a la luna, al filo del tejado, aguantando la cesta para que no se escurriera hacia abajo. Sacó el champán y, aún de pie, descorchó la botella. El sonido del tapón al salir propulsado le infundió vigor. Tenía ganas de aullar, estaba eufórico. Imaginaba la hermosa sonrisa de Sandy, los ojos brillando con satisfacción. Simon pisó en falso y se venció hacia un lado. Recuperó el equilibrio y se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas. Aún quedaba la última parte,  la más importante. Echó la mano a su bolsillo para sacar el móvil. “Sin grabación no hay bendición”.

De pronto, una sombra cambió la tonalidad de las tejas. Simon levantó la mirada, temiendo que la linterna se hubiera caído. Para su sorpresa, Marc, el esmirriado, estaba a un par de metros de distancia, frente a él, en perfecto equilibrio. Marc comenzó a andar, seguro como un gato, y en tres pasos se plantó a su lado. Simon lo miró desde el suelo. Con lo poca cosa que era, intimidaba de pie, silueteado contra la luna.

—Qué haces aquí? ––preguntó Simon.

Marc lo apuntaba ahora con el diminuto objetivo de un móvil descascarillado. Dio un paso adelante.

—Estoy entrando en el grupo ––dijo con voz más grave de lo que Simon recordaba.

El desconcierto le impidió reaccionar al empujón de Marc.

Simon aleteó en el aire un par de veces, antes de caer al vacío.

 

Claire of the moon

Siguiendo con el visitando de películas LGTB, hoy quiero hablaros de Claire of the moon.  Es una película americana que se estrenó en 1993. Aunque ahora,  con el paso de… ¡22 años!,  puede parecer un poco desfasada, tiene cosillas interesantes.
Para situarnos, hablamos de un filme escrito y dirigido por Nicole Conn, y que contó con 130.000 dólares de presupuesto.
La película nos presenta a  Claire: una joven escritora de novelas satíricas. Mujer hetero,  independiente y liberada,  con una vida promiscua, nuestra protagonista decide marcharse a un retiro de escritoras en Portland para trabajar en una nueva novela.
Allí le toca compartir habitación con la doctora Noel Benedict, una mujer muy distinta a ella. Noel es psiquiatra experta en sexología, lesbiana, seria y circunspecta, pero no obstante atractiva (uy, ya veo venir por dónde irán los tiros). Ambas mujeres son como el día y la noche: en su trabajo, en su concepción del mundo, en su modo de comportarse, de comunicarse y, sin embargo, tras el choque inicial,  la admiración y la atracción enpiezan a surgir.
En el retiro hay otro tipo de mujeres: Maggie, la directora, lesbiana butch  que vive con su pareja y que está muy feliz con su identidad sexual;  una escritora de novela erótica romántica heterosexual hasta la médula y, además, sureña ( muy al estilo Blanche Deveraux, de Las Chicas de Oro); una pusilánime y lánguida joven  ama de casa con marido y niños pequeños… Todas ellas comparten, además de sus aspiraciones literarias, sus ideas sobre el hecho de ser mujer.
Y este punto es importante, porque Claire of the moon es una película debate. Con esto quiero decir que tiene una idea como tesis central y quiere demostrarla a toda costa. Los distintos personajes y sus actitudes son puestos por completo al servicio de la idea. Hasta le estructura del film se pliega a confirmar la tesis.
Básicamente, el mensaje es: las mujeres tienen un lenguaje propio  y exclusivo que las distingue de los hombres. Por tanto, por compartir lenguaje,  la relación lesbiana es la única manera posible de comunicación completa y verdadera.

No en vano, en la película,  Noel ha escrito un libro con ese tema: si entre hombre y mujer puede haber únicamente sexo, en las relaciones sexuales entre mujer y mujer, en cambio, se puede alcanzar la verdadera intimidad. Y alrededor  de esta idea, gira toda la película. Para bien o para mal.

Tenemos sobre la mesa una muestra del feminismo de la diferencia: el que viene  a decir que la diferencia de la mujer es la piedra de toque del movimiento. De la que hay que partir y la que hay que subrayar con orgullo. Esto con una visión además del feminismo lésbico, que en el año de producción de la peli vivía un momento efervescente (la  llamada Tercera Ola).

La peli es también el descubrimiento del lesbianismo por parte del personaje protagonista, Claire. Aunque ahora, ese acercamiento, lleno de desconocimiento, tópicos y asombro, es bastante ingenuo, no deja de ser interesante (como mínimo, para que nos alegremos de los avances conseguidos en términos de visibilidad).

Claire of the moon tiene muy buenas intenciones, pero, desgraciadamente, eso no basta para que te salga una película redonda. Apuntaba alto Nicole Conn y, a veces quizá, es demasiado intelectualista en su acercamiento. A mí me daba la impresión, por momentos,  de estar en una clase de teoría del feminismo. Y , aunque aprecio el esfuerzo, creo que la peli no consigue traducir las ideas en verdera emoción, no sé si me explico. Vaya, que queda un poco acartonada. Mucho mensaje (esto se traduce en diálogos muy filosóficos) y demasiado explícito.

Tal vez hay un exceso de «charruqueo» en la peli

Por otra parte, los personajes secundarios están algo descuidados y a veces parecen demasiado estereotipados (y eso nos impide el juego limpio con las ideas centrales). Es decir, no podemos presentar a las mujeres hétero como tontas y a las lesbianas como sensibles intelectuales. Es demasiado maniqueo.

Por contra, la relación entre las protagonistas está bien pautada, las actuaciones son aceptables (prefiero a Trisha Todd que a Karen Trumbo )y a mí me parece una bonita historia.  Una seducción y un tira y afloja. Poco a poco, vemos como Claire lucha contra sus sentimientos hasta que se entrega a la pasión y deseo que ha descubierto. Y ahí, justo cuando Claire y Noel por fin se unen, se acaba la película. Parece que el resto no importa y tenemos el riesgo de quedarnos con la miel en los labios. Pero esto sucede por lo que comentábamos antes: la intención de esta peli es que Claire se de cuenta de que la verdadera intimidad está en la relación homosexual. Este no es el punto de partida es el punto final que demuestra una idea.

A pesar de todo lo comentado, teniendo en cuenta lo minoritario de su mensaje en un mundo cinematográfico tan heterosexista, Claire of the moon es una película que vale la pena. Nos puede servir para reflexionar y entender mejor la lucha y esfuerzos de nuestras predecesoras.


The Paying Guests

En Navidad me regalaron The Paying Guests, el último libro de Sarah Waters, fresquito y aún en inglés. Conseguí acabarlo el pasado lunes. Y estas son mis impresiones:

Pocas veces un libro me deja la sensación que he tenido al acabar The Paying Guests: perplejidad y, tengo que confesarlo, hartazgo.

El corazón dividido

Para mí nos fácil reseñar un libro de Sarah Waters cuando no he quedado contenta. Y es que yo admiro su proyecto literario. Ya tiene mérito posicionarse como una de las autoras inglesas más leídas en Reino Unido (5 best selles y un buen puñado de adaptaciones en la BBC), pero es que el mérito asciende a cotas de heroísmo cuando, además, lo hace con novelas protagonizadas (en  buena parte de su producción) por mujeres lesbianas. Me quito el sombrero. Es mucho lo que le debe la literatura LGTB a Sarah Waters.

Como os decía, estoy muy segura de mi estima por Sarah Waters. La admiro como autora (sin más etiquetas). La leería, aunque sus protagonistas fueran todos heterosexuales. Me gusta su consistencia, su manera de armar las novelas, su precisión y su prosa. De hecho, si he de elegir uno de sus libros, como lectora me quedo con El ocupante (que no tiene representación LGTB).

Esta vez, con su sexta novela, regresaba con una historia con contenido homosexual femenino. Una historia ambientada en la Inglaterra de los años veinte. La expectación era máxima.

Sarah Waters se inspira en un caso real que tuvo lugar en Londres en 1920. El caso Thompson-Bywaters (del que no puedo hablar sin destripar la trama). Una época nueva, un desafío diferente. Me frotaba las manos.

Pues bien, entre el momento en que iniciaba la lectura y el momento en que cerré el libro me he visto invadida por un malestar y un agobio que a duras penas podía resistir. Leer The Paying Guests ha sido un suplicio para mí. Un ejercicio continuo de fe. Agotador.

Ya desde el principio, tenía la sensación de que el libro y yo íbamos, por así decirlo, encontrados. La sensación de que luchaba con él, esperando que se acomodara a mis expectativas; que fuera más ágil cuando él se obstinaba en ser denso; que me proporcionara más aventuras cuando se encallaba en un episodio en concreto… Al final, me temo, hemos acabados cansados el uno del otro. Una mala experiencia, en definitiva.

Cuando el decorado lo es todo

Intento comprender qué es lo que me ha pasado con el libro, por qué se me ha hecho tan insufrible, especialmente teniendo en cuenta que trata temas que me interesan y que creo tener la sensibilidad necesaria para apreciar esta obra. Aquí va una posible causa: es un libro muy leeento. Supongo que es un efecto pretendido. Sarah Waters tiene un estilo descriptivo y minucioso. A veces haciendo un guiño a las novelas de Dickens, donde el retrato de Londres es fundamental. Este efecto, sin embargo, no molesta en su trilogía victoriana. El lustre de la Perla, por ejemplo, es una novela de iniciación que no te permite aburrirte. No sucede lo mismo aquí. El gran referente de fondo es esta vez Ana Karenina. Y veo que hay un trabajo de acumulación de detalles, de espacios que oprimen,  pero, a diferencia de lo que sucede con clásico de Tolstoi, este se hace muy monótono.

Una de las bazas de Sara Waters es su trabajo de recreación de épocas pasadas. Aquí nos traslada al Londres de 1922. Nos ofrece el retrato de una sociedad que está recuperándose de los efectos de la terrible Primera Guerra Mundial. Las secuelas son económicas y morales. En el centro de la historia nos encontramos con una familia, una madre y su hija de veintiséis años, que se han quedado solas (dos hijos jóvenes muertos en la guerra, un padre fallecido) y que pierden su posición económica. Recuerda esto al caso de El ocupante. Madre e hija tratando de sobrevivir tras perder sus privilegios. Para hacer frente a la situación, deciden -pese al sentimiento de pérdida- alquilar parte de la casa. Y es  la llegada de los nuevos huéspedes -el joven matrimonio Barber- la que dispara toda la acción. Como decía, el trabajo de recreación de la época y las reflexiones que aporta la galesa son muy buenos. Apuntaré dos ejemplos que me han gustado: el sentimiento de vacío moral tras la guerra, reflejado la pérdida inútil de los jóvenes y en el sentimiento de los hombres que vuelven de la guerra. Estos excombatientes no son asimilados. Por el contrario, se encuentran de vuelta en un país que no les devuelve el esfuerzo tras la traumática experiencia de la guerra. Sin empleo, deben luchar para volver a encontrar su sitio.

Por otro lado, la situación de una mujer  tampoco es fácil (aquí se plantean temas como la dependencia económica de las mujeres; el feminismo incipiente; el aborto, la libertad sexual, etc) y no es fácil especialmente para la mujer homosexual. En una palabra, comprobamos cómo el entorno condiciona a los personajes. Los condiciona, pero no  los ahoga. De hecho, también tenemos el ejemplo positivo de Chris, que, a pesar de los obstáculos, trabaja y vive con su novia en un piso. Y eso es posible porque los años veinte también son una época de apertura y cambio. Sin embargo, Frances es una mujer atrapada en sus creencias y su educación (capaz de renunciar a su deseo y su libertad por hacer lo correcto). En el mismo sentido que El ocupante, Frances es prisionera de su sentido del deber hacia su madre.

Como digo, el libro retrata bien la época y además, consigue que empaticemos con ella, porque nos habla también de problemas que se dan en esta época de crisis que  estamos pasando en Europa.

No puedo pasar por alto el símbolo de la casa como prisión. Sarah Waters nos brinda el retrato de la mujer encerrada en el hogar y además en un hogar que se vuelve tétrico y decadente. Un símbolo de estatus que acaba siendo una losa sobre los personajes.

Es muy interesante y valioso, además,  el trabajo que hace de homenajear la prosa femenina desde la esfera del hogar. Ahí tiene sentido el detalle, el vocabulario, las tareas que se vuelven obligación y castigo.

Sin embargo, por muy bien que esté una obra ambientada, por mucho que nos haga sentir la época, lo importante, a mi juicio, es conectar con los personajes. Y aquí veo otro gran escollo del libro. Yo no he conseguido engancharme a ellos. El libro está narrado en tercera persona con punto de vista limitado a Frances, la protagonista. Es a través de sus ojos que entendemos toda la acción. Y es a través de sus ojos que conocemos a Lilian Barber. Sin embargo, Lilian es un personaje diluido y que yo no he llegado a entender. (para mí es alguien que se pasa el libro diciendo » I’m sorry, Frances».)  La madre de Frances también es una figura borrosa (que recuerda demasiado a la de El Ocupante) y , si tal vez en su caso puede ser metáfora del estado de sonambulismo en que vivía la generación pre-guerra Mundial, ya no cuela con otros personajes. Por ejemplo, Leonard (el rival amoroso), mucho más vital y jovial, es bastante antipático desde el principio. No le veo matices.

Una historia que cambia de trayectoria

***A continuación hay spoilers.

El libro cuenta la historia de amor de Frances y Lilian, mujer casada (esto es novedoso en las historias de Waters). Pero lo que empieza como un romance clandestino, que nos hace preguntarnos, ¿cómo van a ser capaces estas dos mujeres de vivir este amor y librarse de ataduras y convencionalismos? Esto (a lo que ha costado muuuchas páginas llegar), pronto da un giro inesperado que lleva el libro por otros derroteros.

En una discusión con Leonard -marido de Lilian-, en la que también se ve envuelta Frances, Lilian  golpea a Len con un cenicero y el golpe resulta fatal.  Leonard muere. Aterradas, Frances y Llilian llevan el cadáver de Leonard a la calle para hacerlo pasar por accidente. A  partir de ahí, la policía lo descubre y empiezan las pesquisas. Tenemos ya otro libro y otra pregunta: ¿Cómo van a salir de esta Lilian y Frances?, ¿las descubrirán?

Aquí, Sarah Waters nos plantea temas muy interesantes. Por ejemplo, ¿cuánto puede durar el amor cuando se pone a prueba con circunstancias duras? También reflexiona sobre el absurdo de la muerte de Leonard, en una historia en la que todos los personajes esconden traiciones y secretos (y en las que nos muestra la hipocresía de nuestros acuerdos sociales). El matrimonio y el adulterio en el ojo del huracán.

Lejos de reforzarse, la relación de Frances y Llilian se deteriora y aniquila por los nuevos giros. Además, con su secreto destruyéndolas, sucede algo más. La policía detienen a un chico inocente (un chaval que era el novio de la chica con la que Leonard se veía a escondidas!). Pero, ¿serán capaces nuestras chicas de dejar que un inocente cargue con la culpa para salvar su pellejo? Tenemos todo el proceso judicial para comprobar la pasividad y el miedo de ambas. Todo sensaciones muy humanas que descubren la talla moral de los personajes. Finalmente, el chico se salva gracias al testimonio de un excombatiente que es vecino suyo y puede apoyar su coartada ( a pesar de que supone perder su empleo). Esto está lleno de simbolismo. Nos ofrece Waters una lección. Es este hombre, paria social, el más honrado y decente de todos los personajes.

El libro pues nos lleva de frustración en frustración, al menos en lo que se refiere a la relación sentimental entre las protagonistas. En este sentido, se parece a Afinidad, salvo que aquél, amargo también y cruel, a mí me encantó.

The Paying Guests también me ha recordado a un libro que leí recientemente. En el momento equivocado, de Louise Doughty. Se plantean temas comunes: la idealización del amor clandestino; la infidelidad y la traición y la puesta a prueba del amor por un terrible episodio. Y de nuevo, aquel libro me impresionó y me fascinó. Este no.

Supongo que, analizando todo en conjunto, a pesar de los elementos a favor; a pesar de mis ganas; The Paying Guests es un libro aburrido. Así de simple, Tal vez, con la mitad de extensión, mejoraría. Al menos, no te arrancaría suspiros de exasperación.

En alguna entrevista a Sarah Waters he leído que este libro le costó mucho trabajo. Escribió muchos borradores y se sintió perdida en muchas ocasiones. Lo que yo decía antes, para mí también ha sido una lucha leerlo.

En fin,  no siempre  un autor te da buenas obras (o, dicho de una manera más justa, no siempre una sabe apreciarlas). Espero que el siguiente me guste más.

Pese a todo, le deseo mucho éxito a Sarah Waters con el libro, ya que sus éxitos son los nuestros. En poco más de un mes sabremos si The Paying Guests va nominado al Man Booker International Prize.

¿Alguien tiene una opinión del libro?

Sue Grafton en Valencia

Ayer, martes tres de febrero, Sue Grafton estuvo en el Muvim (Museo Valenciano de la Ilustración). En cuanto me enteré de que venía a Valencia, corrí a verla sin dudarlo. Para quien no lo sepa, Sue Grafton es una de las autoras de novela negra más reputadas de Estados Unidos.  Bien conocida por su serie de libros protagonizados por Kinsey Milhone. Estos libros siguen la letra del abecedario en sus títulos. Allá por lo 80, la autora se impuso el reto de escribir un libro por cada luna de las letras. Comenzó en 1982 con A is for Alibi (A de adulterio, en español). Ayer presentaba W de Whisky. Así que va por buen camino.
A sus 75 años es una mujer llena de vitalidad. Amable y humilde, nos deleitó con inspiradoras historias sobre su propia carrera como escritora, así como sobre su visión de la novela negra.

Os dejo aquí un resumen elaborado de mis propias notas.

Primeros años

Fue su padre, el novelista C.W. Grafton, quien la animó a escribir desde que era joven. Una figura que ejerció de guía y que le ofreció valiosos consejos:

  • Mantén un lenguaje simple y funcional. El objetivo es transmitir una idea, no revolucionar el idioma. De este modo, siendo directa, el lector te entenderá mejor. Preocúpate por la corrección gramatical y ortográfica.
  • Presta atención a las transiciones entre las Grandes Escenas de tu novela. Las pequeñas escenas son tan importantes como necesarias y te ayudarán a crear un mejor clímax.
  • Aprende a aceptar el rechazo. Si te vuelves flexible y te balanceas con el viento, serás capaz de tumbarte y volver a enderezarte.
Sue Grafton lee en brazos de su padre

 

Sue fue a la Universidad, donde estudió Literatura Inglesa. Se casó y tuvo tres hijos. nunca perdió de vista su propósito de convertirse en escritora. Escribía mientras los niños dormían, a veces a las dos de la mañana.

Sus primeras tres novelas nunca fueron publicadas, pero le ayudaron a dominar la técnica y mejorar. La cuarta novela se publicó: Keziah Dane (1967) . Esto le provocó gran emoción, pero continuó adelante con la misma pasión y dedicación.

Trabajó en Hollywood durante 15 años. Escribía historias para serie de televisión. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el trabajo no le gustaba. Aprendió que no es una jugadora de equipo y que no es  buena en deportes. Esto quiere decir que a menudo salía enfadada de las reuniones con sus compañeros. Entendió que debía buscar otra cosa. Estuvo un tiempo compaginando el trabajo con otras cosas. Aunque le asustaba perder la seguridad económica se decidió a escribir por su cuenta. Y el tiempo le demostraría que fue una buena decisión.

Mientras estaba divorciándose de su primer marido (que ella llama el marido malo para diferenciarlo del actual), la tensión era tal entre los dos, que ella no cesaba de imaginar modos de matarlo. Como no era una idea razonable, decidió escribir un libro en vez de matar a su marido, o , mejor dicho, matarlo solo en la ficción. No le hubiera gustado ir a la cárcel. Fue todo un acierto y el modo en que todo empezó.

En aquella época no sabía nada de procedimiento policial ni de la legislación en California. Así que empezó a investigar. Sí que sabía algo más del hecho de ser mujer, así que ideo el personaje de una detective privado en una ciudad imaginaria de California: Santa Teresa.

La inspiración para escribir historias siguiendo el abecedario le vino de un ilustrador infantil, Edward Gorey. Su libro The Gashlycrumb Tinies, tenía una serie de 26 niños (y sus nombres siguiendo el alfabeto) que iban muriendo de maneras distintas. Sue Gratton decidió que escribiría  una serie de 26 novelas y se puso manos a la obra.

 

Ilustración de E. Gorey, la inspiración

 

Claves sobre la novela de Misterio

En esencia una novela de misterio trata sobre  matar a personas y atrapara al asesino.

Aunque pueda resultar sencillo, no lo es. En absoluto, Sue Grafton considera que los escritores de novela de misterio son los cirujanos de la literatura. Es muy difícil como forma, hay que ser muy hábil. por eso, aconseja a los principiantes que no debuten con novela de misterio. Primero deberían escribir otra cosa, después, unas cien novelas de misterio y varios libros sobre cómo hacerlo. Finalmente, podrían intentarlo.

Sue se documenta mucho para sus novelas. hace mucho trabajo de investigación. En parte, bromea, porque se le olvidan las cosas de una novela a otra.

La novela de misterio es un truco de magia puesto en escena ante el lector. El escritor le enseña el asesinato; le ofrece a su detective recogiendo las pistas. El cometido del lector  es averiguar cómo se hizo el truco.

La novela de misterio es tan popular porque a todo@s nos gusta que nos asusten. A Sue le interesa especialmente el lado oscuro del alma humana. Le deja absorta observar cómo algunas personas cruzan esa línea y trata de entender por qué lo hacen. No le interesa la política, le interesa el ser humano.

Además, en la ficción, podemos tener un sentido de justicia cumplida. En la realidad, no siempre se hace justicia. En una novela de misterio, hay un personaje que remueve cielo y Tierra para atrapar al malo. Además, los crímenes en ficción son elaborados por alguien motivado y que piensa los detalles de forma brillante. La vida real ofrece crímenes violentos, patosos y no meditados.

 

A de adulterio, la historia que lo empezó todo

 

Escribir como acto de valentía

Al hablar sobre su procedimiento al escribir, Sue cuenta que lleva un diario de cada novela que escribe (hay extractos disponibles en su página personal). Básicamente, explica que las entradas de estos diarios son lamentos sobre lo difícil que es escribir. En ese aspecto, y esto me encantó, admite que lo más valiente que hace es sentarse frente al ordenador y escribir. Su editor no le paga por escribir, le paga por acabar libros escritos. Esa es la  gran diferencia. Aunque intenta no meterse demasiada presión, la ansiedad la sobrecoge con cada nuevo libro.

Trata de no contar la misma historia dos veces. es un reto personal que mantiene para conservar el interés de los lectores. Por eso, busca ideas diferentes continuamente. Encuentra inspiración en el periódico y en las conversaciones del día a día. Pero no quiere perderse en la información previa. Descubrió que a veces utilizaba la investigación y documentación como una excusa para postergar la escritura. Así que ahora investiga mientras escribe. De este modo se asegura de ser productiva.

Otro impedimento en el camino del escritor suele ser el deseo de que todo lo que escribe esté perfecto. Eso puede paralizarnos a veces. Como norma, cuando está con una novela, escribe dos páginas diarias. A veces las escribe en veinte minutos, a veces le cuesta siete horas.

En cuanto al temido bloqueo del escritor, Sue Grafton tiene una personal y original manera de verlo. Cree que el bloqueo se produce cuando nuestro inconsciente nos está avisando de que hemos cometido algún error en el camino. Cuando eso le sucede, vuelve atrás y trata de averiguar donde está el error que la ha bloqueado. Entonces lo arregla y continúa adelante.  En ese sentido, considera que el bloqueo de escritor es un don que debemos apreciar y agradecer.

Otros grandes de la novela negra

Cuando se le pide que hable de sus favoritos, Sue admite que Raymond Chandler es su escritor predilecto. También admira a los americanos Ross McDonald y Dashiell Hammet. Lamenta no poder leer a más autores. Aunque confiesa que, después de treinta y cinco años escribiendo es difícil sorprenderla. Se sabe los trucos. De ahí que no siempre pueda disfrutar de la novela negra como lectora.

En el acto también se hizo entrega del II Premio Valencia Novela Negra. El ganador, Juan Ramón Biedma, recibió el galardón de manos de Sue Gratton. Su novela, «Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado», está ambientada en Londres en 1891. Edita Lengua de Trapo. J.R. Biedma es un exitoso autor que ya ha sido premiado en varias ocasiones y que demuestra que la cantera de autores españoles está en plena forma.

 

Sue Grafton junto a juan Ramón Biedma y autoridades de la Dipu.

 

Para acabar, podemos apuntar la nostalgia por los tiempos pretecnológicos de la escritora americana. Sue Grafton sitúa todas las novelas de la serie de Kensit Milhone en una época en que no había Internet ni teléfonos móviles y no se plantea a una Milhone digital. Kensit, a diferencia de Sue, apenas ha envejecido. Empezó su andadura con 32 primaveras y ahora tiene 38.  Mujer casada dos veces, pero sin pareja y sin hijos, es un modelo de heroína y un buen referente para las mujeres.

 

Sue Grafton aún en plena forma, afronta la última parte del reto. Tres letras para acabar de contar la historia de Kensit. X, Y, Z. Disfrutemos de lo que queda por venir.

 

101 Reikiavik

Esta vez, más que una reseña voy a hacer una reflexión que me ha venido a la cabeza tras visionar 101 Reikiavik. Metámonos en materia.

101 Reikiavik es una modesta comedia islandesa (en coproducción con Francia, Alemania y Escandinavia) del año 2000. Dirigida por Baltasar Kormákur y basada en un libro de  Hallgrímur Helgason escrito en 1996.

Reikiavik cuenta la historia de Hlynur, un rarito de veintilargos, sin oficio ni beneficio, que vive con su madre y que se pasa el día vagueando y bebiendo sin decidirse a hacerse cargo de su vida. La historia se anima cuando su madre invita por unos días (estamos en Navidad) a una amiga suya: Lola Milagros, profesora de flamenco (Victoria Abril). Lola -que es lesbiana- supone un soplo de aire fresco en la vida de  Hlynur. Le anima a hacer algo útil con su vida y no a dedicarse a vivir del Estado. En Año Nuevo, mientras la madre está fuera visitando a una pariente -y después de una noche de fiesta y excesos- Lola y Hlynur se lían. Cuando regresa, la madre le cuenta a Hlynur que está enamorada de Lola y que tienen una relación.  La cosa se complica cuando Lola anuncia que está embarazada y que va a tener el niño con la madre. Aunque Lola insiste en que ha recurrido a un donante, Hlynur está convencido de que el niño es suyo y se hace mil cruces mentales pensando en que su madre y él comparten a Lola… Finalmente, todo se arregla y Hlynur, al fin, madura. Por cierto, Lola se queda con la madre y todo el mundo contento.

Confieso que, dede hace tiempo, cada vez que veía el cartel de la peli, me resistía a verla. Pensaba que era un «truño» de esos con falso reclamo lésbico. Pero el otro día me dije «bah, voy a verla». Y me sorprendió encontrar una amable comedia de esas de veinteañero que no quiere crecer y que cuenta su vida en «off». No es la película que yo creía. Es mejor. Admito que mis prejuicios me engañaron.

 Sin embargo, aunque la peli está bien, me pareció que el conflicto central (esto es: «me gusta una mujer que está liada con mi madre!!!!!») se trataba de manera un poco… mojigata. O mejor dicho: de manera exótica. En la peli, el hecho de ser lesbiana es tan raro y sorprendente como ser una española profesora de flamenco en Islandia. Y es que Lola Milagros (ole con el nombre) es un choque cultural hecho carne y hueso. En ese aspecto, la película peca un poco de jugar con el cliché: Lola es una mujer alegre, pasional, que además de lesbiana es algo promíscua -ole, ole, ole-. El hecho de que la madre del prota sea lesbiana se plantea también como una extravagancia (no hay mucha naturalidad) y lo de que Lola y ella recurran a un donante para tener un hijo juntas tampoco se plantea con normalidad (de hecho, Hlynur está convencido, con esa presunción tan masculina, de que el niño es suyo). Pero, por otra parte, tampoco es una  película que censure esta relación entre mujeres. Se agradece que Hlynur lo acepte bien y que ellas acaben juntas. Se agradece que el protagonista se de cuenta de que no es el centro del Universo y se ponga, por fin, a trabajar. Y se agradece que Lola y la madre (perdonad, pero el nombre islandés es muy raro) cumplan su sueño de tener un hijo. No se aclara si el retoño es de Hlynuv. Al final, eso no es relevante (y eso también me gusta).

Si añadimos  que las interpretaciones están bien, la película gana enteros. Victoria Abril es un vendaval que destaca en el reparto (qué sosos son en Islandia, Jesús). Además, si ves la peli  en VOS te partes con Lola y sus expresiones en español.

Como decía, al principio toda la historia me pareció un poco «naïve», pero después medité. Han pasado 15 años desde el estreno. ¡Quince! ¿Qué hacíamos en España en el 2000? Faltaban cinco años para la legalización del matrimonio gay. La visibilidad LGTB estaba en pañales.

 Para que os hagáis una idea:

Estas son algunas de las producciones que, ese año, mostraban contenido LGTB:

Almejas y Mejillones: (ufff, chico enamorado de lesbiana y viva el tópico). Muy flojita.

Km Cero: varios personajes que buscan su sitio en el mundo, con historia Gay incluida.

Primera temporada de Hospital Central: marcaría en el futuro un hito en la visibilidad lésbica en la pequeña pantalla.

Supongo que lo que quiero decir es que han pasado los años y no han pasado en balde. Hemos ganado en derechos y en visibilidad. Y tenemos que valorarlo. Del mismo modo que tenemos que valorar los pequeños pasos que se daban en el cine.

Por cierto, para ir terminando, algunos datos más:

Las parejas de hecho del mismo sexo fueron reconocidas en Islandia en 1996. Estos derechos fueron ampliados en 2006 con el reconocimiento de la adopción conjunta, la paternidad y la inseminación artificial.

En 2009 la lesbiana Jóhanna Sigurðardóttir, fue elegida Primera Ministro, siendo Islandia el primer país del mundo en que una persona abiertamente homosexual ocupó la jefatura de gobierno.

En 2010 se legalizó (por unanimidad) el matrimonio homosexual.

Hay que juzgar siempre las pelis en el contexto de su producción. No todo es posible en todas las épocas.

Así pues, 101 Reikiavik (año 2000)  no está nada mal.


L’inconnu du Lac

L’inconnu du lac (El desconocido del lago) es una peli francesa dirigida por Alain Guiraudie. Ganó el premio al mejor director y mejor película en la categoría Un certain regard de Cannes 2013. Llevaba tiempo queriendo verla y no me ha defraudado.

Se trata de un thriller de temática homosexual (masculina). La verdad es que es una película que engancha. Tiene un no sé qué fascinante. Os la recomiendo.

Ojo: Spoilers

Un cuento de deseo y muerte. Eros y Thanatos

La premisa es la siguiente: Frank un joven atractivo acude al lago, una playa nudista donde los hombres practican cruising. Allí se ve atraído por un misterioso hombre, Michel. Pero Michel ya tiene acompañante, Pascal. Una tarde, espiando a Michel, Frank observa como este ahoga a Pascal en el lago. A pesar de todo, continua la atracción. Cuando Michel, por fin, se fija en Franck, él no puede evitar ceder a su atractivo. Inician una apasionada relación sexual. Mientras tanto, se descubre el cuerpo y la policía comienza sus investigaciones. Franck encubre a Michel y se sumerge en la historia de sexo y deseo a pesar del peligro creciente. ¿Es Michel un peligroso psicópata?

La película cuenta una historia de suspense y de atracción, mientras explora el mundo del deseo masculino. Solo cuenta con una localización: El Lago. Allí vemos a  sus personajes -cuando llegan del trabajo o de la ciudad- y es en este contexto, el de la playa nudista, donde los hombres se muestran al desnudo, en el que toda la acción transcurre.  Dentro del espacio del Lago, está la playa, el lugar de mostrarse, y el bosque, donde los hombres se encuentran en privado.

 

La película tiene escenas de sexo explícito y es que el sexo es parte importante de la narración. De hecho, yo he visto esta película como una especie de fábula o de cuento. Frank es nuestro protagonista, que se ve atraído por un hombre oscuro, tan guapo como  peligroso (y que tiene un algo lupino, con ese bigote negro y espeso). Y ese deseo es el que conduce toda la película.

Muerte y sexo se confunden como pasiones entremezcladas y fuertemente relacionadas. La escena final tiene lugar en el bosque, al más estilo cuento infantil, con Michel (que ha desatado ya sus impulsos asesinos) llamando a Franck para que acuda a él. Es este del bosque un espacio muy simbólico, el más profundo, lo más prohibido. El final abierto y sobrecogedor de la película me dejó helada.

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Pierre Deladonchamps se llevó el César al mejor actor revelación.

Las escenas son largas y el tempo lento, subrayando la idea de voyeurismo, otra fuerte idea de la peli. No en vano, nosotr@s, como espectadores, nos convertimos en mirones, en testig@s de esta historia.

Se juega también con el día y la noche. Efectivamente, el transcurso de las horas avanzan hacia la oscuridad y convierten el Lago en un lugar amenazador y terrorífico. La ausencia de música te acerca a la historia de una manera muy poderosa.

He leído que alguien comparaba la peli con La ventana indiscreta. En algún aspecto, este del voyeurismo, en su intriga y su pulsión por mirar, pues sí hay parecido (especialmente en  ese estupendo plano de cuatro minutos en el que vemos -desde el punto de vista de Franck- como Michel ahoga a Pascal). Aunque a mí esta historia me trae un aire más de Higsmith que de Hitchcock. Tal vez entonces tengamos que buscar la alianza Higshmith-Hitchcock y  fijar el referente de la peli en  Extraños en un tren (con todo su contenido homoerotismo).

El desconocido del lago es, en definitiva, una película que atrapa y de la que no puedes apartar la mirada. Un cuento perfecto que os animo a ver.

Mädchen in Uniform

Después de ver Loving Annabelle (podéis leer mi opinión en el post anterior), me he interesado por la peli que la inspira: Mädchen in Uniform (1958). Esta es a su vez otro remake de una peli del mismo nombre rodada en 1931 (que espero ver próximamente y cerrar así el círculo). Os voy a contar mis impresiones:

Tengo que empezar con una alusión al título que se le dio a la peli en España. Mädchen in Uniform (esto es: muchachas de uniforme), pasó a ser Corrupción en el internado. En fin, ¿se puede ser más tendencioso con la elección? El título se convierte en un juicio de valor y una acusación clara. Afortunadamente, el tiempo deja en evidencia lo ridículo de la elección. Es mucho más acertado el título original, no solo porque no acusa, sino porque la peli es una crítica a las políticas de la educación en un internado (educación que se asemeja a la formación militar) y que hace que ser una chica de uniforme te convierta en parte del sistema.

Tengo que decir que si Loving Annabelle pretende ser una revisión de este título… lo es de una manera muy particular.  Y lo es porque se centra en la relación alumna-profesora de una manera más directa y explícita, pero se deja en el tintero la problemática base que se denuncia en la película del 58. Creo que pone el foco en otro aspecto, sin más. Lo cual es muy lícito y de hecho necesario (y más teniendo en cuenta, como os digo, que el componente lésbico es de algún modo minimizado, o mejor dicho desactivado, en la peli del 58).

Mädchen in Uniform cuenta la historia de una muchacha, Manuela Meinhardis (Romy Schneider), que acaba de perder a su madre, y es enviada a un internado para jóvenes de buena familia. Allí tiene que hacerse a la nueva y estricta vida que rige la institución. Entre las profesoras hay una que es diferente: la señorita Von Bernburg (Lilli Palmer): es una mujer joven, atractiva, interesante y justa y que tiene a todas las alumnas encandiladas. Vanessa no tarda en enamorarse de ella. Y ahí empiezan los problemas…

Tengo que dejar bien claro que el tema principal de la película de Geza von Radvanyi no es el amor lésbico y prohibido entre Meinhardis y la profesora Von Bernburg. De hecho, la profesora nunca muestra un interés romántico por la alumna. Simplemente, le ofrece su apoyo, su comprensión y su amor (pero un amor que no es sexual).  Porque aquí lo que se presenta en realidad  es la contraposición entre dos mundos: el de la férrea educación prusiana (encarnado por la directora del colegio y por su mano derecha) y el de la educación más moderna, joven y humana (representado por Von Bernburg y la profesora de inglés, la señorita Evans).

Son dos cosmovisiones que chocan de forma frontal y que orbital en torno a las alumnas. La lucha, en suma, entre la tradición y los nuevos aires. Entre el encierro y la apertura. Según la idea de la directora, el colegio es un centro que tiene la misión de formar a futuras «madres de soldados». Y en eso se las forma: cocina y matrimonio. El centro está lleno de consignas militares: las chicas marchan; recitan estrofas; pasan hambre y la disciplina es muy fuerte y represiva. En medio de ese panorama, la profesora Von Bernburg ofrece un camino de liberación. Una vía subversiva. Y es así donde se produce la mayor subversión de todas: que una alumna profese amor romántico por una profesora. Una amenaza a todo el sistema. No es gratuito que la declaración pública de amor de Meinhardis se produzca después de una representación de Romeo  y Julieta (ella es Romeo) y tras haberse emborrachado con el ponche en la fiesta posterior.
Sin embargo, como os decía, la peli no entra a fondo a explorar esa dimensión del amor lésbico, quedando en una tibia representación (ya que el amor pasional, la idealización, parte de la alumna).  A consecuencia de sus sentimientos, Meinhardis será reprendida, excluida y castigada. Y su pasión la llevará al borde de la muerte, con consecuencias también para la noble profesora. Hay que apuntar que, precisamente porque la película no acaba con un suicidio de la «pecadora», tal y como marcaba el canon americano, la película no se estreno en USA hasta 1965!

Aunque la peli no aborde la relación amorosa entre ellas, y se encargue de dejar claro que los derroteros no van por ahí, si hay bastante subtexto o contenido simbólico. Por ejemplo, el primer día, Meinhardis hereda el uniforme de una chica que ya se fue (la rueda de la vida) y ve que hay bordado un corazón con las iniciales de la profesora VB; por no hablar de  la escena en la que la profesora Von Bernburg va dando las buenas noches una por una a las chicas, que la esperan de pie junto a la cama, anhelando su beso; o cómo ella pasa lista antes de que se metan en las duchas; o la escena en la que Meinhardis, ensayando con el papel de Romeo con la profesora, la besa en los labios…
En otro momento (y será un hecho clave), la profesora von Bernburg le presta una camisa suya (que es una prenda íntima de ropa interior), para que Meinhardis pueda pasar una revisión con la directora. Esta es tomada como una prenda en el sentido romántico: un fetiche amoroso que simboliza la complicidad  y la unión entre ambas.

Por otra parte, esta es una película interpretada exclusivamente por mujeres. La atmósfera homoerótica queda bien dibujada («Aquí no entra ningún hombre vivo», se dice). De hecho una pareja de alumnas tienen una relación romántica (se escriben cartas de amor, se abrazan; siempre están juntas). Esta relación se cuela como normalizada (una fase, una amistad aún no puesta a prueba por la vida).  Se intenta presentar, en suma en un buen esfuerzo de puesta en escena, ese mundo de chicas aisladas y juntas y las diferentes relaciones entre ellas.

Todos estos elementos, no muy frecuentes en la época y en el cine de los años cincuenta (aunque esta es una producción europea que tomó parte en el octavo festival de Berlín), la hacen interesante y disfrutable.

Sin embargo, tengo entendido que la versión original, la de 1931, es más crítica y más atrevida. Y es lo que espero comprobar en breve.

Os dejo el trailer para l@s que no la conozcáis.


Loving Annabelle

Siguiendo con mi educación en cine LGTB, el otro día vi Loving Annabelle.
Vaya por delante la simpatía y respeto inmediato que siento por este nuestro cine, pero he decidido no casarme con nadie y ser crítica cuando haga falta.
Loving Annabelle es una película del 2006, pero al verla me parece más del 96. Se me queda un poco lejana en su inocencia y su contención. Se supone que el texto que la inspira es el film Mädchen in Uniform (versiones de 1931 y 1958 esta última con la gran Romy Schneider). No sé yo si el resultado final aporta mucho. Desde luego, queda espacio para otro remake.

Loving Annabelle presenta una historia del género «internados». Se centra en la arquetípica fascinación alumna-profesor (que en este caso trata de ser la concreta relación alumna-profesora). La distinción no es gratuita, pues esa diferencia, la «a» de profesora, es la que da sentido a esta historia. Lo importante es que la historia de amor sea lésbica. Bien. Aunque la teoría tiene sus riesgos. Y  la peli cae de lleno en la trampa de su propia propuesta.  El problema con Loving Annabelle es que el espectad@r tiene que empatizar más con sus experiencias y deseos que con lo que ve en la pantalla. Yo, por ejemplo, soy incapaz de ver esa fascinación que es el motor de esta historia de amor, en la película. El esquema de la historia es claro: Llegar de A a B en el contexto del internado. Pero es el desarrollo el que falla. Katherine Brooks (directora y guionista) falla en el intento de hacer avanzar esta historia y darle cuerpo. Están los elementos, pero no hay alma. La historia LGTB no es suficiente por sí misma para aguantar el viaje.
Tan insuficiente  como una cita de Proust si se usa solo como una mera cita.
«El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.»

Este lema, que se utiliza como símbolo de la complicidad entre las dos protagonistas, no es un principio-base de este film, que no alcanza en ningún momento a dar una nueva mirada a la historia de amor. No basta con citar, pues.
La película es honesta, de bajo presupuesto -aunque tampoco ínfimo- (900.000 dólares), con buenas intenciones (y, como decía, se ven los elementos), pero… a mí no me basta. Yo siempre exijo un último esfuerzo, un poco más de búsqueda; nuevos ojos. Tal vez, esta historia se hubiera podido mejorar desde el guión mismo. Tal vez quitando un poco de acartonamiento a una de sus protagonistas, Simone (Diane Gaidry). Tal vez repensando el final!

El final de la película me parece un tanto abrupto (clímax y punto final, de golpe y porrazo) y me parece, además, un poco puritano (¿es una injusticia social?; ¿es un castigo?). En cualquier caso, durante la peli, la diferencia de edad entre Simone y Annabelle, nunca ha sido cuestionada (y es un tema que también da para reflexionar).
A pesar de estos cabos sueltos, teníamos buenas secundarias y subtramas: los celos de la compañera de clase; el pasado de la protagonista (criada en el colegio católico y con una relación difícil  con su tía: la Hermana Inmaculada)… Todo ellos queda un poco diluido en el conjunto. La historia personal de Simone está bien esbozada, pero no creo que se le llegue a sacar punta. Tampoco a la supuesta represión de la educación católica, más allá de los símbolos y las formas. En fin, se pasa muy de puntillas por los puntos calientes de la historia.
En este sentido, yo prefiero otra película de internados: «Cracks». Tiene  más misterio y fascinación; más desquicie y un mejor casting (qué importantes son los buenos actores en el cine!)

Para cerrar el tema de Loving Annabelle: una pregunta planea por mi mente y me parece que es el lastre del filme. ¿Por qué ser una buena película, cuando puedes ser solo una película LGTB? And this is, Mesdames y Messieurs, la eterna cuestión…

¿Quién teme a Vagina Woolf?

Os voy a contar mis impresiones sobre una peli de temática LGTB que he visto recientemente. Se titula Quién teme a Vagina Woolf  y es una película de 2013, dirigida por la cubanoamericana Anna Margarita Albelo. Narra una historia personal de la autora que contó para el desarrollo del guión con Michael Urban.

Para empezar hay que aclarar que estamos ante un proyecto de bajo presupuesto. De los que florecen al margen de Hollywood (de hecho, es casi metafórico que la protagonista sea una directora de cine que vive en el garaje de una amiga en Los Angeles) . Como os decía, una pequeña peli «indie» de las que nos interesan a una minoría. ¡Bien!

La película cuenta la historia de Anna (interpretada por la propia Albelo), que al cumplir los cuarenta se da cuenta de que tiene que tomar las riendas de su vida. Y es que nuestra protagonista  vive en un garaje, no tiene trabajo (intenta escribir guiones mientras hace actuaciones disfrazada de vagina -sí, como lo leéis), no para de fumar y no tiene pareja.  Así que se marca unos nuevos objetivos claros: rodar una película; perder peso; encontrar novia. Un estilo a lo Bridget Jones: una antiheroína que busca su sitio en el mundo con humor y buen empeño. Un personaje  con quien puedes empatizar. Estamos pues ante una comedia romántica fresca, agradable y muy personal.

Un buen día, en una galería de arte donde Anna realiza algunas performances, esta conoce a  Katia: una chica inteligente, joven y deslumbrante (su interés romántico), que se declara, además, fan suya. Anna, encandilada con la que pasa a considerar su próxima musa, encuentra por fin la motivación para escribir su película. Su plan es darle uno de los papeles protagonistas a Katia con la esperanza de conquistarla (no olvidemos su intención de encontrar novia).

Como os decía, Anna empieza a poner en marcha su vida: primero escribe  sin descanso el guion de su futura película «Quién teme a Vagina Woolf», una historia que homenajea al clásico de Edward Albee y ofrece una versión lésbica cargada de buenas intenciones (nuestra prota tiene sus inquietudes intelectuales). Por cierto que el componente agridulce de la obra original ayudará a que en el rodaje se desaten también los conflictos personales.

Después de escribir la peli, Anna convence a sus  dos mejores amigas, que la apoyan desde el primer momento y se ofrecen a trabajar gratis para ella como actrices. Entre el equipo de gente que ayuda en la película está también Julia (interpretada por Agnes Olech, una chica con la que Anna tiene mucha afinidad, y que observa resignada cómo esta intenta conquistar a Katia -quien, por cierto, no parece hacerle mucho caso-…). Así que tenemos lío asegurado.
Mientras avanza el rodaje, la amistad y el amor se verán puestos a prueba. Y por tanto, las posibilidades de nuestra protagonista de ser feliz.

Además del amor, la historia también trata el tema de la amistad entre mujeres y de la familia. Tiene pinceladas (ligeritas) que tocan la identidad sexual, social y étnica (como os decía nuestra protagonista es hija de un cubano; Sus padres son latinos que viven en Miami y con ellos habla en español, marcando diferencias entre los contextos en que se mueve).

El reparto está bien y las actuaciones son correctas. La protagonista (que, como os decía es también la directora) tiene mucha personalidad, pero le falta un poco de fuerza como actriz. El casting cuenta con una cara conocida, Carrie Preston gran secundaria en True Blood. Destaca entre las actrices Guinevere Turner, que interpreta a Penelope, la mejor amiga de Anna. Carismática y convincente.
La peli es visualmente atractiva. Con un estilo informal, divertido y acorde al punto de vista particular de su protagonista: una creativa que trata de encontrarse a si misma.

Quién teme a Vagina Woolf es sencilla y sin pretensiones, pero también es coherente y bien trabajada. Cuenta una historia y la cuenta bien. Puede decirse que sus mayores virtudes también  suponen sus límite (pues la producción es pequeña y la historia es sencilla. Tampoco da para más. Simplemente, te ayuda a pasar un buen rato).

Lo de la protagonista vestida de vagina es un poco «boutade», porque la película no llega a ser subversiva ni gamberra, ni hacer particulares reflexiones sobre la condición de mujer. De hecho, no profundiza en nada particular. Incluso puede llegar a estar demasiado centrada en las obsesiones de la autora. Aún así, la peli tiene sus puntos a favor. Se agradecen este tipo de películas para nosotras ( y no solo para nosotras), centradas en universos LGTB con un argumento disfrutable.

Yo le pondría un seis y medio.
¿La habéis visto?

Las mujeres de Sara

Esta semana, que voy liada en mil asuntos (creativos y mundanos) he podio, entre trayecto y trayecto de tren, leerme el libro Las mujeres de Sara, de Eley Grey.
Lo tenía pendiente desde que lo compré el día de su presentación en Bartleby , allá por finales de octubre (por cierto, gran presentación de la mano de las chicas de De aquí al Pans y de la propia Eley).

Siento una simpatia especial por Eley, aunque apenas la conozco. Y la siento porque  compartimos coordenadas geográficas,  personales (creo que es un poco más joven que yo) y pasión por escribir desde la perspectiva que nos da nuestro género y orientación.  Por todo esto, tenía ganas de leer su libro.
Uhm, como siempre que leo un libro, me surgen miles de cuestiones que desearía poder debatir con el autor/a. De tú a tú. ¿por qué has hecho esto aquí?, ¿cómo se te ocurrió aquello?
Pero, en la soledad de este post, voy a intentar dar algunas pinceladas.
Cuidado con los posible spoilers!!! Trataré de evitarlos.
Para empezar, Las Mujeres de Sara transmite el entusiasmo y  la alegría vital de la propia Eley.
Esta es su primera novela publicada, de la mano de la también entusiasta editorial La Calle. Buen tándem. Me alegra mucho que nuestro catálogo colectivo de libros LGTB aumente. Es una ocasión de sentirse feliz: más historias, más personajes y más autoras con talento nuevo. Bravo 😀
Vamos con los puntos fuertes:
Las Mujeres de Sara es un libro que se lee muy fácilmente. Tiene mucha legibilidad: esa cualidad que te hace querer seguir leyendo. Y eso es sinónimo de las cosas bien hechas. La historia de Sara nos interesa y queremos saber más.
La estructura del libro me encanta. Es ambiciosa. Está estructurada en partes con nombre bíblico, pues la historia tiene una trama de crímenes con ritual religioso. Y, además, la intolerancia, los fanatismos y los sentimientos de culpa derivados de los prejuicios religiosos están bien presente. También buena parte de los personajes tienen nombres bíblicos. Y es que, en cierto sentido, asistimos  al viacrucis, muerte y resurrección del personaje principal.
La historia de la protagonista está narrada en varias líneas temporales (para entender su pasado y su presente). Con esto quiero decir que hay un esfuerzo por parte de Eley de ofrecernos una historia bien pautada y con sentido. Además, pone en acción a una galería de varios personajes y eso también tiene su enjundia y dificultad.
Ante todo, Las mujeres de Sara es un libro de descubrimiento personal. Lo que nos interesa es cómo va a reaccionar Sara a algo que sucedió en el pasado y que le causó mucho dolor. Qué decisiones va a tomar y si va a poder coger por fin las riendas de su vida y su identidad sexual. Una historia de descubrimiento y aceptación personal. De independencia y madurez.
Porque el de las elecciones personales en otro tema importante aquí. Varios personajes viven hechos traumáticos (abandono, rechazo, incomprensión) y cada uno reacciona de un modo. Es importante entonces entender que somos libres de tomar un buen camino personal o no. Eso me gusta.
Pero esta historia de descubrimiento, además está mezclada con una trama de suspense y asesinatos en un pueblecito de montaña en el que la protagonista se ha refugiado para reflexionar tras el abandono de su ex. La tensión aumenta cuando la propia Sara empieza a ser amenazada de muerte. A mí me ha gustado mucho esta parte y se me ha hecho muy corta.
Otro punto que quiero destacar es el retrato de personajes muy de España y locales (de los pueblos de interior de Alicante en este caso). Personajes que viven condicionados por sus vivencias y por sus limitaciones. Y como esa represión genera en ocasiones los frutos de la intolerancia. Yo estoy más acostumbrada a leer literatura anglosajona y me ha gustado que Eley sitúe la acción en localizaciones y contextos reconocibles. El tipismo, por así decirlo, me ha gustado.
Son bastantes cosas a favor.

En cuanto a los puntos menos fuertes…
Se nota que Eley es una escritora novel (y lo noto yo porque muchas veces me identifico en algunos titubeos) y tiene mucho camino aún para crecer y mejorar (y estoy segura de que lo hará). A mí me da la sensación de que, con la buena y sólida base que ha construido (es una historia que funciona perfectamente con el esquema : encuentro-separación-reencuentro), con esta base decía podría haberlo trabajado más aún. Yo, de haber sido Eley, me hubiera quedado el manuscrito un poco más para darle alguna vuelta.  Echo de menos un poco de profundidad en las historias de Jonás y de Ester (necesito conocerla un poco más). Además, hubiera reforzado la historia de Sara-Sofía. Un primer amor (desde mi perspectiva) es fuerte, arrebatador y muy intenso. Y a mí me falta un poco de fuerza (ya desde los primeros encuentros).
Por último, hubiera repasado el estilo para quitar alguna descripción que ralentiza y para ser más concisa en las frases. Pero esto es cuestión de repasar y repasar y repasar, algo con lo que yo tengo mucha obsesión… Siempre quiero sacar más.

Sin embargo, pesan más en la balanza los puntos fuertes. Estamos ante un libro positivo y alentador. Y ante una autora con mucho potencial. !Qué bueno que viniste, Eley!