20.000 leguas de viaje submarino, (1870), unos de los libros más conocidos de Julio Verne, pertenece a la primera etapa del autor, llamada por algunos críticos literarios como de los Descubrimientos.
El libro, además de un relato de aventuras, es un compendio de conocimiento marino, que abarca todos los océanos y los dos polos y que hace uso de la exhaustiva descripción en el inventario riguroso de especies y peces.
Para ello, Verne se sirve del personaje del profesor Aronnax, del Museo de historia natural de París, un erudito estudioso de los mares, personaje narrador y punto de vista principal de la novela. Junto a su fiel ayudante Conseil y el valiente arponero canadiense, Ned Land, los tres son rescatados por el Nautilus (o deberíamos decir secuestrados?) y se embarcan en ese viaje de 20.000 leguas.
El otro gran recurso narrativo es alimentar y gestionar el misterio que plantea el personaje del capitán Nemo: hombre fascinante, misterioso, sabio, sensible pero también renegado, misántropo y justiciero cuyo secreto y motivaciones propulsan la trama hasta la revelación final (aunque nunca lleguemos a conocer del todo).
Importante también es, cómo no, el papel del propio Nautilus, ese fantástico submarino, prodigio tecnológico construido por El Capitan Nemo, infinitamente más rápido que una ballena, que desafía las leyes naturales y que protagoniza las más maravillosas aventuras en este intrépido viaje marino.
En definitiva la obra de Verne nos ofrece una mezcla de anhelo explorador y conocimiento científico que, aunque es un reflejo de las ambiciones y gustos del siglo XIX, sigue conquistando a tantos lectores a través de las generaciones.
Se ha catalogado muchas veces a Julio Verne como autor juvenil pero yo creo que 20.000 leguas es un libro difícil para los jóvenes de hoy por su amplio vocabulario y sus descripciones enciclopédicas. Un libro sin embargo que todo lector puede disfrutar, si se enrola en el Nautilus y se sumerge en la aventura con curiosidad y sentido de la aventura.