Veinte mil leguas de viaje submarino

20.000 leguas de viaje submarino, (1870), unos de los libros más conocidos de Julio Verne, pertenece a la primera etapa del autor, llamada por algunos críticos literarios como de los Descubrimientos.

El libro, además de un relato de aventuras, es un compendio de conocimiento marino, que abarca todos los océanos y los dos polos y que hace uso de la exhaustiva descripción en el inventario riguroso de especies y peces.

Para ello, Verne se sirve del personaje del profesor Aronnax, del Museo de historia natural de París, un erudito estudioso de los mares, personaje narrador y punto de vista principal de la novela. Junto a su fiel ayudante Conseil y el valiente arponero canadiense, Ned Land, los tres son rescatados por el Nautilus (o deberíamos decir secuestrados?) y se embarcan en ese viaje de 20.000 leguas.

El otro gran recurso narrativo es alimentar y gestionar el misterio que plantea el personaje del capitán Nemo: hombre fascinante, misterioso, sabio, sensible pero también renegado, misántropo y justiciero cuyo secreto y motivaciones propulsan la trama hasta la revelación final (aunque nunca lleguemos a conocer del todo).

Importante también es, cómo no, el papel del propio Nautilus, ese fantástico submarino, prodigio tecnológico construido por El Capitan Nemo, infinitamente más rápido que una ballena, que desafía las leyes naturales y que protagoniza las más maravillosas aventuras en este intrépido viaje marino.

En definitiva la obra de Verne nos ofrece una mezcla de anhelo explorador y conocimiento científico que, aunque es un reflejo de las ambiciones y gustos del siglo XIX, sigue conquistando a tantos lectores a través de las generaciones.

Se ha catalogado muchas veces a Julio Verne como autor juvenil pero yo creo que 20.000 leguas es un libro difícil para los jóvenes de hoy por su amplio vocabulario y sus descripciones enciclopédicas. Un libro sin embargo que todo lector puede disfrutar, si se enrola en el Nautilus y se sumerge en la aventura con curiosidad y sentido de la aventura.

Colaboración en Xàbia Negra

Este año he tenido la oportunidad de participar en Xàbia Negra, el festival de novela negra que está creciendo cada año en aceptación y participación.

Además de seguir de cerca las evoluciones de Xàbia Negra Express, el concurso-maratón de cortos de género negro, impulsado por La Escola de Cinema Riurau (donde tengo el orgullo de impartir clases de guion), he disfrutado de mi colaboración en la sección Personajes fuera de las páginas.

El reto consistía en realizar (escribir e interpretar) una dramatización a partir del libro «Púa», de Lorenzo Silva, autor premiado y reconocido este año en el Festival.

Ha sido estimulante escribir a partir de un material previo pero con la idea de crear una escena poderosa, capaz de transmitir algo de la esencia del libro a los espectadores. A tal efecto, decidimos poner la atención en Irene y Eva, dos personajes secundarios en el libro pero que tienen mucha importancia para entender a los personajes principales. Una historia de mujeres en la sombra de las sombras, tratando de entender una historia que ni sabían que se estaba escribiendo.

Fue una satisfacción recibir las elogiosas palabras de Lorenzo Silva y disfrutar de una actividad que cumplió con las expectativas de todos.

He de agradecer además la ocasión de compartir esta experiencia (y el escenario) con Inma Sancho, una estupenda actriz y creadora, talentosa, generosa, trabajadora y siempre entregada.

Lista para el próximo reto creativo

Lorenzo Silva, Inma Sancho, Marta Català , Noemí Trujillo y Aitana Morell

Lo que la persona que escribe tiene para ofrecer

“Uno de los sentimientos más grandes que conoce el ser humano, es el sentimiento de ser el anfitrión, de acoger a las personas, de ser la persona a quien acuden en busca de comida, bebida y compañía. Esto es lo que el escritor tiene para ofrecer”.

Bird by bird, Anne Lamott.

Me pregunto a menudo si los libros -no ya la Literatura- tendrán siempre el sentido y la preponderancia que les ha dado nuestra cultura en los últimos siglos (porque esto no siempre fue así). Todo cambia tan deprisa que, lo que era de un modo antes, va perdiendo vigencia y cediendo al avance de los cambios sociales. Pocas cosas quedan intocables. Supongo que eso es una ley de vida, la del constante cambio, el sobrevenir de los ciclos. Nacimiento, plenitud, maduración y muerte. A veces en una escala temporal minúscula, a veces con una ventana temporal tan amplia que nos parece contemplar lo inmutable….

¿Cuál será el papel, el propósito, de la persona que escribe?, ¿cuál su aportación? Con la generación automática de texto, con la sobreinformación, ¿seguirá existiendo la persona que escribe?, ¿segura existiendo la que lee?
No lo sabemos, pero creo que vamos viendo el cambio desplegándose ante nuestros ojos, insinuando que todo es posible (nos guste o no).

Yo no creo que sea negativo que la persona que escribe, el autor, la autora, pierda el aura de ser superior y especial. Quizá sea bueno recibir una lección de humildad, del papel tan prescindible que tod@s parecemos tener. Me parece muy democrático. El autor ya no es Dios porque sus creaciones se han vuelto tan numerosas que ya no se perciben como especiales. Quizá incluso empiezan a parecer excesivas. Y lo excesivo suele resultar problemático si nadie lo quiere. Molesta, se acumula… deviene pura decadencia.

Ante eso quizá hay que replantearse las cosas, buscar otros alicientes. ¿Qué puede aún proporcionar a los demás la persona que escribe? Es en ese sentido en el que me gusta la cita de Anne Lamott que encabeza esta entrada. Si quien escribe no es un Dios, sino un anfitrión…, si ofrece alimento, refugio, y un fuego en el que calentarse (o agua fresca con la que refrescarse), entonces quizá….. quizá aún tiene un valor que dar.

Supongo que la pervivencia y el rol necesario de quien escribe no será tanto debido al montón de palabras, la cantidad que es capaz de generar, sino a esa indefinible esencia, la calidez (y la calidad) del mensaje, su valor nutritivo, su poder de saciar la sed. O de arrancar una carcajada cuando todo es miseria alrededor. Un conjunto claramente perceptible que tenga el poder y la contundencia innegable de hacer sentir a quien se acerca a ese autor (y a su obra) reconfortado, acogido, reconocido, sorprendido y agasajado. De eso, siempre estaremos necesitad@s

Foto de Wendy Wei

Escritores Brújula y Escritores Mapa

En el mundo de la escritura, hace ya tiempo que se han popularizado dos enfoques creativos que dividen a los escritores de ficción en dos bandos: los escritores Brújula y los escritores Mapa. Estas dos categorías delinean diferentes enfoques hacia la creación literaria pero también revelan la riqueza de la diversidad de los autores. En este post, nos aventuraremos en el universo de los Escritores Brújula y Escritores Mapa, explorando sus características distintivas y desafíos. Veremos que no hay un enfoque superior al otro, sino un amplio y maleable espectro que acoge infinitas variantes.

Escritores Brújula: navegando con la intuición

Por definición, los Escritores Brújula son aquellos que comienzan su viaje creativo con una dirección en mente, pero sin una ruta definida. Siguen el impulso de la intuición, la emoción y la chispa de inspiración que puede surgir en cualquier momento. Estos escritores tienen un gran sentido de la aventura y el descubrimiento y confían en la capacidad de su intuición para guiarlos en medio de la incertidumbre. Sus historias toman giros inesperados y, a menudo, sorprenden incluso a su creador. Los Escritores Brújula abrazan la espontaneidad y se aventuran en territorios desconocidos, permitiendo que la trama y los personajes se desenvuelvan de manera natural.
Para ellos, la escritura es descubrimiento o no es.

Características de los Escritores Brújula:

  • Intuición como brújula: se dejan llevar por su voz interior y permiten que la historia fluya de manera orgánica.
  • Flexibilidad: están dispuestos a adaptarse a los cambios y desviaciones que surgen durante el proceso de escritura.
  • Sorpresa constante: tanto el autor como el lector experimentan giros y revelaciones emocionantes a medida que la historia avanza.
  • Creatividad desinhibida: no temen explorar ideas audaces y revolucionarias, ya que su enfoque es más experimental y fluido.

🤯 Desafíos Para los Escritores Brújula

Siendo navegantes audaces en el vasto océano de la creatividad, los Escritores Brújula enfrentan ciertos desafíos intrínsecos a su enfoque espontáneo. Aunque su intuición los guía valientemente, esta ruta también presenta algunas aguas turbulentas que pueden convertir la travesía en una odisea. Veamos algunos de los inconvenientes que pueden encontrar en su viaje:

Falta de Estructura Definida: la espontaneidad puede llevar a la falta de estructura en la narrativa. Los Escritores Brújula podrían encontrarse con desafíos para mantener la coherencia y evitar subtramas desconectadas o carentes de tensión. La libertad creativa puede dar lugar a una obra desorganizada.

Dificultad para Finalizar Proyectos: el proceso impulsivo puede llevar a la proliferación de ideas en lugar de un enfoque dedicado en un proyecto. Esto puede resultar en una serie de obras inacabadas. La falta de una dirección clara podría dificultar concluir lo que se ha empezado.

Bloqueos Creativos y Frustración: la ausencia de un plan definido puede llevar a bloqueos creativos. Cuando el instinto no ofrece una dirección clara, los Escritores Brújula podrían sentirse atrapados en un mar de indecisión y frustración.

Coherencia de Personajes y Trama: la narración espontánea puede llevar a inconsistencias en los personajes y la trama. Los Escritores Brújula podrían luchar por mantener la fidelidad de los personajes y la lógica interna de la historia a medida que evolucionan de manera impredecible y desconcertante.

Satisfacción a Largo Plazo: si bien la emoción inicial es fuerte, los Escritores Brújula podrían encontrarse cuestionando la satisfacción a largo plazo de sus obras. La falta de planificación podría resultar en obras que carecen de profundidad y madurez.

Afrontando los Desafíos: Superar estos desafíos requiere un enfoque equilibrado. Los Escritores Brújula pueden beneficiarse al combinar su intuición con cierta planificación. Aprovechar momentos de inspiración, pero también reservar tiempo para la reflexión y la estructura, podría ayudarles a navegar estas aguas complicadas. La práctica en el arte de tejer espontaneidad con orden puede transformar estos inconvenientes en oportunidades para un crecimiento literario significativo.

Escritores Mapa: diseñando el camino

Por otro lado, los Escritores Mapa son meticulosos planificadores. Antes de pasar al papel, trazan una hoja de ruta detallada para su obra. Cada personaje, escena y giro argumental están previamente estructurados en su mente o en sus notas. Para estos escritores, la planificación previa es esencial para mantener la coherencia y la estructura narrativa a lo largo de su obra y es el secreto de su éxito.
Para ell@s, la escritura es coherente o no es.

Características de los Escritores Mapa:

  • Planificación exhaustiva: cada detalle está delineado antes de comenzar la escritura, lo que facilita mantener la cohesión y la lógica interna.
  • Eficiencia: al tener una guía clara, pueden evitar bloqueos y pérdida de tiempo durante el proceso de escritura. Las obras funcionan con precisión.
  • Control sobre la trama: pueden manipular los elementos de la historia para crear efectos emocionales específicos y mantener el enfoque deseado.
  • Menos sorpresa, más estructura: los lectores pueden experimentar un sentido de anticipación, ya que la narrativa sigue una trayectoria preestablecida.

🥱 Los Obstáculos Que Enfrentan los Escritores Mapa

Los Escritores Mapa, dotados de planificación y meticulosidad, también encuentran su camino marcado por ciertos obstáculos en el sendero de la creación literaria. Aunque sus mapas detallados les proporcionan dirección, estos caminos trazados pueden presentar desafíos propios. Vamos a explorar algunas de las dificultades que podrían surgir en su travesía:

Limitación Creativa por la Planificación: la rigidez de la planificación puede restringir la libertad creativa. Los Escritores Mapa pueden sentir que sus personajes y trama están constreñidos por los esquemas predefinidos, dificultando la incorporación de nuevas ideas impulsivas y originales.

Bloqueos al Adaptarse a Cambios: si una parte del plan no funciona como se esperaba, los Escritores Mapa pueden experimentar dificultades para adaptarse. Cambiar un elemento en el mapa podría afectar toda la estructura y requerir un esfuerzo adicional para ajustarse.

Perderse en los Detalles: el enfoque minucioso en la planificación puede llevar a perderse en los detalles. A veces los Escritores Mapa gastan tiempo valioso en aspectos menores, perdiendo la visión general y la fluidez narrativa.

Falta de Espontaneidad: la meticulosa planificación puede disminuir la capacidad de sorprenderse a sí mismos y a los lectores. La ausencia de giros inesperados podría hacer que la narrativa resulte predecible y carente de emoción.

Presión por Cumplir con el Plan: la presión de seguir un plan definido puede generar estrés. Los Escritores Mapa podrían sentir que deben cumplir con cada detalle planificado, incluso si la historia parece pedir un enfoque diferente.

Superando las Dificultades: Superar estos desafíos implica encontrar un equilibrio entre la planificación y la flexibilidad. Los Escritores Mapa se beneficiarán si permiten momentos de improvisación dentro de su estructura prevista. Abrazar giros inesperados y ajustar el plan en lugar de adherirse rígidamente a sus esquemas previos puede enriquecer su narrativa.

En última instancia, la clave reside en comprender que la planificación es una herramienta poderosa, pero no debe ser una cadena. La combinación de la meticulosidad con la adaptabilidad les permitirá superar estos obstáculos y crear obras que sean tanto estructuradas como estimulantes y vivas.

Celebrando la Diversidad Literaria y Superando las Etiquetas

El debate sobre si es preferible ser un Escritor Brújula o un Escritor Mapa es tan absurdo como discutir si el océano es más fascinante que el cielo. Dependerá del momento, la situación y la persona. Es fundamental recordar que estas categorías no deben encasillarnos ni reducirnos. No somos solo brújulas o mapas; somos creadores con infinitas posibilidades.

No hace ninguna falta encajar en una etiqueta particular. Lo que verdaderamente importa es reconocerse como creador y explorar lo que mejor funciona para una misma. Tod@s poseemos inclinaciones naturales que nos permiten disfrutar más de un estilo de escritura espontáneo o bien meticulosamente planificado. Las pasiones y el enfoque pueden variar, y eso está bien.

Además, estas categorías no son compartimentos estancos. Los grados y las combinaciones son infinitos. No existe una única forma correcta de abordar la escritura.

Como creador@s necesitamos explorar más allá de las etiquetas, divisiones o debates. El acto creativo es intrínsecamente sorprendente y no debe limitarse por reduccionismos. Es preferible jugar con estas ideas, experimentar y desafiar los límites, con curiosidad y apertura. Cada uno de nosotros somos una combinación única y compleja, capaz de trascender cualquier categoría predefinida y nos hallamos en continua evolución.

¿Hoy brújula y mañana mapa? ¡Por qué no!

Las críticas que ayudan

Cuando escribimos y compartimos nuestro trabajo, la crítica es inevitable. Es una respuesta natural (y deseable) a lo que hemos lanzado al mundo. El término «critica» tiene una connotación peyorativa, pero en realidad no es más que una reacción a lo que hemos escrito y -como tal- es muy valiosa. El silencio, el vacío son más perturbadores.

Me gusta una máxima de la PNL (programación neurolingüística) que dice: «no hay fracaso, solo feedback». Me parece un enfoque muy positivo. En realidad el fracaso es una percepción subjetiva de no haber alcanzado un ideal (ideal que puede no ser realista). Es una expectativa no cumplida, pero, en sí mismo, el fracaso no conduce a nada, es como un callejón sin salida. En cambio, interpretar el fracaso -o la crítica- como mero feedback (es decir respuesta que nos llega de vuelta) nos ofrece un panorama lleno de posibilidades. Porque ahí el fracaso -o la crítica- nos está mostrando también la clave para corregir o mejorar: vemos el camino.

Aclaración: vale, de acuerdo, hay críticas destructivas/faltonas y de las que poco se puede deducir (salvo quizá la bajeza o la escasez de población neuronal de su emisor). Como todo modo de expresión en clave «odio», esto hay que ignorarlo por completo. De hecho, puede ser muy peligroso y tóxico enredarse en las garras virtuales (o físicas) de un crítico troll. Su único objetivo es conseguir energía con nuestra emoción. Descartado.

Pero, aunque no sea muy agresiva, y más allá de la falta de gusto disfrazada de honestidad espontánea que se lleva tanto hoy en día, de poco nos sirve una crítica como: «Una mierda de libro, una basura y una bazofia…..». En fin, aquí solo hay un dato útil: no ha gustado. La intensidad de ese disgusto ya no añade nada más y puede en algunos casos deberse incluso a factores ajenos al libro (animadversión personal, odio al mundo, antagonismo ideológico, etc.). Del mismo modo, una crítica como: «maravilloso, genial, fantástico», tampoco ofrece muchas pistas de qué exactamente hemos hecho bien.

En cambio hay críticas negativas que son oro puro, si sabemos leer y dejamos los egos al margen. Por ejemplo: «este libro es totalmente tonto, la protagonista es ridícula y reacciona en plan: me enfado y no respiro; el libro lo cuenta todo deprisa y corriendo, con mucha superficialidad, y encima está lleno de faltas de ortografía…» Bueno, pues aunque no sea muy agradable, en realidad (¡y gratis!) nos han dado varias informaciones importantísimas: el desarrollo del personaje no es el mejor y quizá no he trabajado bien sus motivaciones/reacciones; he abusado del resumen en lugar de escenificar partes importantes de la trama; no he cuidado el aspecto ortográfico. Si me tomara el tiempo de revisar alguna de esas cosas (o, idealmente, las tres) mi libro mejoraría sustancialmente. Por el contrario, la opción de sentir que tod@s los lector@s son tont@s y no valoran mi evidente genialidad es bastante estúpida. Independientemente de los gustos, preferencias o inclinaciones de quién nos lee, creo que todos sabemos cuando una crítica es solo una opinión aislada (y quizá sin fundamento) y cuando esa valoración está conectando con algo que tiene sentido y por tanto, debemos atender. Desarrollar ese criterio quizá es una de las cosas más valiosas.

Así que, resumiendo: ofrecemos algo al mundo, escuchamos su reacción, descartamos el ruido pero nos quedamos con los que nos puede ayudar. Y seguimos.

En realidad, el proceso creativo funciona así (o el mío en particular). Es un continuo refinado. Produzco sin censura, evalúo con crítica y perspectiva, corrijo lo necesario y comienzo otro ciclo. Y por el camino, aprendo.

ESTO ES LO QUE PIENSO

Una parte de las dificultades de escribir tiene que ver con la técnica, con lo que se llama oficio. Y esa parte -que es muy importante- hay que dominarla a base de práctica constante. Esto por lo general no es doloroso (o solo tanto como ir al gimnasio). Consiste en una acumulación de pequeñas pruebas de creciente dificultad que hay que pasar. Además, del mismo modo que el ejercicio físico, los avances van siendo evidentes lo que produce satisfacción y alimenta las ganas de más. Esto es bonito.

Pero no era eso de lo que quería escribir hoy.

Hay otro aspecto difícil que vamos a tener que afrontar tarde o temprano. Y ese es mucho más transversal, permea nuestra vida y para prevenir sus efectos hacen falta otras herramientas. Me refiero a los miedos, inseguridades, complejos y falta de confianza que emergen cuando uno se abre al mundo y escribe. Y los efectos de estas sensaciones tan incómodas son evidentes: ocultarse, sabotearse, procrastinar, silenciarse o refugiarse en una versión empequeñecida de una misma. Esa que puede encajar, que no causa problemas. Esa que nunca dice lo que piensa de verdad. Esa que puede sobrevivir a la crítica porque no ha dicho ni escrito nada que se pueda criticar.

Seguramente haya escritor@s que no sufran esto con tanta fuerza (de hecho, el narcisismo es un buen aliado del escritor), pero creo que es un poco inevitable. Viene con el lote y es bueno saberlo. Generalmente aparece cuando estás avanzando en la buena dirección. Al ser este más un aspecto relacionado con la personalidad o las experiencias propias, el enemigo adquiere diferentes fisonomías. Nos enfrentamos a un monstruo de varias cabezas y a cada uno de nosotros se nos aparece y nos acecha con un siniestro y distintivo rostro.

Para mí por ejemplo, está el monstruo de la exposición, que a veces actúa sobre mí en forma de nube maligna parlante. Incluso aunque escriba ficción, el escritor o escritora siempre tienen que dar algo de sí mismo y mostrarlo. Y precisamente esa capacidad de exponerse y dar algo valioso o difícil está en relación directa con la profundidad o resonancia de la historia. Porque son esos detalles difíciles, esas emociones descubiertas, las vulnerabilidades del ser humano, con su vergüenza, sus contradicciones, sus aspiraciones no confesadas, su anhelo de amor o su miedo lo que hacen que un escrito tenga poder y una ficción, alcance.

Yo ni siquiera tengo que estar mostrando eso que llamaríamos episodios vergonzosos o íntimos para sentirme tremendamente vulnerable. Poco importa lo que haya escrito. Da igual que me refugie en las almas de mis personajes. Me va a pasar en cuanto publique este post. Aparece el monstruo. Es como si -al hacerlo público- del texto recién escrito o publicado emanara una vibración que queda resonando en el aire y gritando: «mira las estupideces que escribe esta mujer». Y yo estoy ahí esperando a que esa nube maligna y parlante -mezcla de mensaje negativo lanzado a los cuatro vientos y sensación física- se acalle y se disuelva y de nuevo el aire se vuelva respirable, limpio. El objetivo es superar el ataque de vergüenza. Y seguir viva.

Claro, en mi caso, la angustia ante el monstruo de la exposición produce efectos que en principio tratan de contrarrestarlo (pero que también lo refuerzan) y que podría resumir en exceso de perfeccionismo y una tendencia a la invisibilidad. La escritora que no quiere ser leída (¿Cómo???????)

Claro que quiere ser leída, la criatura. Claro que quiero ser leída (nótese la tercera persona como recurso para esconderse). Lo que no quiero es sentir la nube maligna. Lo que no quiero es exponerme a la muerte por vergüenza.

Pero ya sabemos cómo funciona esto, ¿no? Cuanto más temes a la nube maligna, más fuerza adquiere, cuánto más la combates, peor. Si tratas de ignorarla, persiste (porque solo es y tu intento de combatirla de manera pasiva). Y si cometes la estupidez de planear tu vida en función del parte meteorológico acabas por perderte todas las fiestas.

No es que tenga yo la receta mágica antimonstruos. A veces basta con encender la luz o confiar en que -por malvada que sea- toda nube viene y va y fracasa siempre ante la evidencia de un cielo azul que nunca puede ser negado.
Sí sé muy bien que lo que no funciona es conformarse con esa versión pobre de ti misma (de mí misma) temerosa de expresarse o limitar tu rango de experiencias para sentirte segura. Así que respira (respiro) y solo empieza (empiezo) por esta frase: ˝Esto es lo yo que pienso». Y sigue (sigo). No te vas a morir.

Bad choices make good stories

No hay nada como salir a pasear para desterrar la saturación mental que produce trabajar horas ante el ordenador. Y esto se vuelve especialmente placentero si, como es mi caso, tienes el privilegio de pasear junto al mar. Entonces parece que todo compensa (o que al menos aguarda un premio al finalizar la jornada).

No solo el cuerpo se vigoriza y la mente se expande al salir al aire libre, también -si no cometes el error de aislarte enchufándote a un móvil- aparece la inspiración. Puede esta venir en imágenes, pensamientos o estímulos directos de tu entorno (si miras alrededor, claro).

El otro día en mi paseo vespertino, mis ojos se posaron en una chica que cruzó en dirección al mar por delante de mí. Lo que me había llamado la atención en esa ocasión era el mensaje que llevaba estampado en su sudadera: «Bad choices make good stories».

Lo primero que pensé: vale, a otra a la que le gusta el drama, pero luego tuve que sonreír ante la especie de verdad contenida en ese lema. Esta sentencia no es solo un estímulo a tomar riesgos (o dejar de obsesionarnos por nuestros errores), algo sin duda útil para muchos de nosotros en algún momento. Es también muy relevante para quien -como a mí- le gusta escribir.

Y es que es algo que no paro de repetir: aunque en la vida, aburrirse suele ser señal de que todo va bien, en la ficción necesitamos sobresaltos, problemas y sí: malas decisiones. Para ser más precisos: nosotros como escritores tenemos que tomar la buena decisión de ayudar a que nuestros personajes tomen malas decisiones.

Tomar malas decisiones en ficción es solo una de las maneras de pavimentar el camino del personaje principal de emocionantes y terribles problemas que anticipan una lucha o un esfuerzo por superarlos. Y en ese sentido, cuantos más problemas y obstáculos, mejor.

Hay que aclarar que el personaje principal puede (y debe) tomar malas decisiones o hacer malas elecciones (por ejemplo cuando se enamora de quien no debe o cuando decide que es buena idea readmitir a un ex que le ha traicionado)…. , pero hemos de asegurarnos de dejar bien claro que son elecciones equivocadas, sí, pero muy compatibles con la premisa principal de que, en términos generales, nuestra protagonista es buena, íntegra o amable (en el sentido de fácil de amar).

Entonces y solo entonces le perdonamos esas meteduras de pata y le damos secretamente las gracias porque su odisea personal -oh, sí- nos va a hacer disfrutar.

Todo lo bueno cuesta

Todo lo bueno es costoso, y el desarrollo de la personalidad es de las cosas más costosas que hay. Se trata de decirse sí a sí mismo —proponerse a sí mismo como la más seria de las tareas y permanecer continuamente consciente de lo que se hace y mantenerlo en todos sus aspectos dudosos siempre ante los ojos —, una tarea, en verdad, que llega a la médula. —El secreto de la flor de oro--Jung

En el Camino que cada uno transitamos como podemos yo reconozco mi necesidad de llegar a un compromiso entre el deseo constante de mejorar y alcanzar la mejor versión de mí misma (en todas las dimensiones que me componen) y el respeto y conciencia de mis límites y limitaciones.

Para desarrollar ambos aspectos –y también para conciliarlos–, preciso de una conciencia activa, receptiva, despierta. Cuesta, pero recompensa. Y –además–, no conozco otra vía.

En revisión…. ✍️

Estoy revisando la que será mi próxima novela.

Cuando comienzo a escribir algo nuevo, llegar a este paso es una meta lejana que anhelo alcanzar. En la parte más rutinaria y obrera de la creación, cuando voy construyendo el muro con mis pequeños ladrillos -la suma de palabras y párrafos, el vertido de acciones y descripciones- mi preocupación se centra en mantener en pie el muro (o en no perder las ganas de seguir poniendo ladrillos).

Ahí de pronto pueden pasar dos cosas: o bien me vuelvo vacilante (¿Estaré levantando una casa bonita o se me va a hundir el chiringuito con el próximo bloque?) o bien vuelo, inconsciente, explorando sin pensar eso que se llama La Zona, hipnotizada y raptada por el proceso creador que dirige mi mente y mis manos…

En todo caso, cuando soy expulsada de la zona, en los momentos de desmayo, me digo que cuando ya esté todo medio atrapado en la página, sujeta la imaginación con los alfileres de las palabras, ahí es donde disfrutaré de verdad y  el sentido de la novela empezará a emerger y cada vez será más perfecto y podré extasiarme en los detalles. Será el momento de complacerme por haber escrito. 

Pero… ¡Qué va! Llegada por fin a este punto ya quisiera estar en otro nuevo. Tendré que asumir que -lejos de las argucias que uso para motivarme- cada parte tiene su dificultad y hoy me siento como alguien que recoge vasos de agua en el océano. Estoy perdida en el pulido de una palabra, de una frase, de una escena, de un capítulo, de un libro….

Supongo que el truco es estar en lo macro y lo micro a la vez, continuar adelante y mantener la confianza en la energía del proyecto, ayudar a realzar el impulso creativo original y minimizar la neurosis del perfeccionismo. Disfrutar, sí: trabajar y gozar.

Y después soltar.

Lección de estructura en un telefilm

Las películas comparten con las novelas el elemento narrativo, así que aprendemos de construcción de historias cuando leemos y cuando vemos una película. Y no importa que no sea muy buena, porque la estructura sigue existiendo y de todo se aprende. Y ese es el punto: abrir los ojos para fijarnos en como se cuentan las historias.

Y esto puede pasar viendo una peli se sobremesa. Ya sabemos en qué consisten: argumentos sencillos, domésticos y repetitivos, personajes estereotipados y tramas previsibles. Es lo que una espera (y busca) cuando ve un telefilm. Algo sencillo que te permita planchar o descansar la mente, o reírte o hacer la siesta 😀

Algunos antecedentes previos

Recuerdo el tiempo en que se estrenaron Mujer blanca soltera busca (1992) y La mano que mece la cuna (1992). Ambas fueron éxitos comerciales que tenían castings potentes. Se representaba ya en ellas el personaje de la mujer que (por motivos muy distintos y casi siempre un poco patológicos) quería arrebatar la vida (y la identidad) de la protagonista. Venganza o pura obsesión, se trataba de una verdadera pesadilla para la espectadora familiar media (estas pelis, dirigidas al público femenino, ponen sobre la mesa una amenaza sobre el estilo de vida de la clase media y sus valores tradicionales, pero esa es otra historia…) Si completamos estas dos películas con la previa y mítica Atracción fatal (1987) tenemos la trilogía fundacional del telefilm doméstico.

Años después, en pleno 2022, estas pelis se han alejado más del cine (con excepciones) y se consumen en su versión para la televisión. Son productos baratos y rentables que han acabado casi por parodiar aquellos primeros personajes, a fuerza de repetición y clichés. Pero no olvidemos que el objetivo es precisamente ofrecer siempre variaciones del mismo argumento (y de la misma amenaza) que -importante- siempre acaban con la amenaza neutralizada y la «buena» recuperando su vida y a su familia. Porque nadie quiere planchar y sentirse enmalrrolada mientras ve la peli, ¿no?

¿Qué nos puede enseñar un telefilm?

En las clases de escritura vemos algunos conceptos muy básicos de estructura (bueno, la confusión existente entre trama y estructura la dejamos para otro día). Una novela comercial estándar o una peli comercial suele seguir una estructura de tres actos. Pero aún podemos resumir mucho más esto en varios pasos sencillos que nos dan una idea general:

  • Inicio con el incidente incitador o detonante: tenemos al personaje en su vida ordinaria y de repente algo sucede que precipita la acción.
  • Complicaciones crecientes: básicamente se trata de problemas encadenados que se van haciendo más difíciles para el protagonista, en un claro crescendo.
  • Clímax: llegamos al punto álgido de la peli, donde la tensión llega al punto máximo.
  • Resolución: rápidamente, tras el clímax, la tensión baja y la historia se soluciona y la peli (o novela) concluye.

El interés de todo esto para el que escribe no es hacerse experto en narratología, sino entender algunos mecanismos simples que funcionan. Por eso, a mí en las clases me interesa que, ante todo, las personas interesadas en escribir ficción tengan un sentido dinámico de la historia. Una historia es movimiento y cambio. Es como la señal que marca un corazón cuando el protagonista está en el hospital, pi, pi, pi…. nadie quiere un pitido plano… Y para la historia que escribimos (sea cual sea) esa línea plana que podíamos representar en un gráfico es igual de letal… No podemos dejar que la historia transcurra de forma plana o nos la cargamos. Por eso necesitamos giros, cambios de dirección (cambio en la fortuna del héroe) y necesitamos problemas crecientes y cada vez más agobiantes o importantes o significativos. Problemas que hacen avanzar la historia y que ayudan a ver las agallas del personaje protagonista.

Más clarito, agua

La villana de la peli de Atresmedia del otro día (Reencuentro con el pasado) me proporcionó un ejemplo muy claro. Sabemos que las malas de estas pelis se caracterizan por su determinación y perseverancia. Pues bien, nuestra antagonista tenía una pizarra en su casa donde apuntó todos los pasos que quería dar en su maléfico plan:

  • Hacerse amiga
  • Trabajo
  • Hija
  • Carrera
  • Rob (marido de la protagonista)
  • Graduación

Y aquí teníamos delineadas de forma muy clara las complicaciones crecientes, pues cada ítem de su lista era un paso argumental (que seguramente se parece mucho al esquema del guionista de la peli). Desde hacerse amiga de la protagonista, conseguir empleo en su floristería, acercarse a su hija adolescente, sabotear su carrera profesional, dejar fuera de combate al marido… y -el plan final era ese-: matar a la hija de la protagonista en la graduación del instituto. Tachán!

Aquí tenemos un abrazo muy sincero y nada sospechoso de la villana de Reencuentro con el pasado

En efecto, la graduación era el clímax de esta historia (el momento de mayor tensión. Y es que ahora la vida de la hija de la protagonista está en juego). Con este último paso concluía la historia de forma circular, pues la peli empezaba precisamente en la graduación de la protagonista y la villana, -20 años antes- y que (tras una accidente que ella misma se busca) supuso el inicio del odio ciego-vengativo de la mala.

Después de este clímax (fallido para la villana) la resolución es muy rápida: la mala vuelve a fracasar (y a revivir su accidente), acaba en la cárcel medio trastornada y la protagonista buena y virtuosa recupera a su familia y es más feliz que nunca. Y el resto de espectadores podemos despertarnos de la siesta o planchar sin congoja 😀

Y tras superar el clímax de este post, resuelvo yo también de manera presta yéndome a preparar la cena. ¡Hasta la próxima!