Déjà écouté

Parece un día normal y sin embargo, despacio, alguien llora una vieja canción. Llueve y después… silencio. Y otra vez lluvia.
Qué extraño… ¿Acaso llueve de forma premeditada, al compás de cuatro por cuatro?
Terciopelo burdeos. Un coro de voces sin rostro, grave y ceremonioso, fracasa en contener los avances de un anónimo ritmo instrumental que busca protagonismo con persistencia. La travesura se consuma. El publico, que no es tonto, intuye el preludio de una revelación y enmudece.
Et voilà, Un, dos, tres, pollito inglés, se oculta el mundo. Un teclado nostálgico transporta la conciencia a otro escenario, lejos de todo lo conocido.
Aplausos. ¡Pese al bajo presupuesto, qué cambio tan inesperado! Caray, la lluvia se ha hecho música. Formidable.
Más tarde, y es inevitable, lo excepcional se torna banal y todo parece desgastado de nuevo.
La experiencia concluye y queda solo una añoranza intermitente. Algunos no recuerdan, otros se preguntan qué ha pasado. ¿Qué hacer con la cadencia de la cajita musical y el corazón conmovido? Hay visiones en la mente común del público. Una gota concéntrica se ahoga en un estanque, en un lugar escogido. Un grifo gotea en una casa solitaria, con dulzura. Una bailarina realiza piruetas en el interior de un joyero. El agua se evapora y vuelve a llorar sobre la ciudad.
Y después, lo de siempre: ¡Que nos devuelvan el dinero! ¡Canta algo divertido! ¡Me aburro!
Que nadie se alarme. Este es un espectáculo democrático. Todo está permitido y cada cual toma su decisión. Free will.
Entre los bostezos, en el patio de butacas, no hay unanimidad y suceden cosas.
Alguien que anhela en secreto llenar su vacío.
Un mensaje que promete trascender el entendimiento, pero no llega a expresarse.
En un corazón libre, un estado de ánimo rítmico y circular traza los surcos de un vinilo que aún no está a la venta pero que será disco platino.
Expectativas y esperanzas. Certezas.
También ella ha decidido, desde la última fila. Sin conformarse, continuará bailando hasta desvelar el misterio.
Un saber interno la impulsa a girar sobre sí misma, como la bailarina pálida de la visión, como la lluvia animada y la música soñada, espoleada por estímulos artificiales con resonancias naturales.
Seguirá explorando la paradoja de haber escuchado algo viejo por primera vez, con la aguja del pickup preparada, sorprendida cuando ya no lo creía posible, como si eso para lo que no tiene palabras hubiera existido siempre y le comunicara algo distinto. Como si la melodía fuera su sangre y se repitiera, cantada mil veces antes de ella, preexistente.

El proceso de escribir en tres fases

Escribiendo estos días he meditado sobre algo que -ya que se ajusta a mi experiencia- me parece útil compartir.

Tal vez a quien escribe con asiduidad esto le resulte obvio. En todo caso, nunca está de más motivarse con alguna idea o enfoque, así que allá va.

La escritura (en formato breve o largo) se puede abordar siguiendo una especie de adagio estructurado en tres partes:

«Dilo. Di lo que quieres decir. Dilo bien».

Miremos esto con detalle:

Fase uno: dilo

Lo más importante al principio es vaciar en la página todo lo que de otra manera se quedará en tu cabeza, o se perderá. ¿Elemental, no?

El tema es no dejarse intimidar por la empresa. No importa que las cosas aún no estén del todo claras y que las ideas sean vagas, con cabos sueltos.

Aquí no debe preocuparte nada más que sacar la historia (idea, post, relato…) fuera de ti. De verdad. Basta con que juntes las palabras como puedas. Una excesiva precaución nos paraliza.

Libérate de la necesidad o expectativa de expresarte de forma perfecta. Simplemente saca todo lo que tienes.

Te advierto que la facilidad de esta tarea es inversamente proporcional a la tensión que sientes y al miedo que tienes de escribir tonterías.

Mi consejo: no pienses y date prisa.

Fase dos: di lo que (de verdad) quieres decir

En esta fase en lo que has de centrarte es en llegar al núcleo de la cuestión. Sí, es el viaje al centro de la tierra, la exploración gozosa.

Hay que desvelar lo que solo ha quedado esbozado y expresarlo ahora de manera más clara. Se trata de darle forma al texto, tratando de que el resultado refleje tu intención (porque tienes una intención, ¿verdad?)

Muy a menudo sucede que al pasar por la primera fase y adentrarte en la segunda empiezas a ver el mensaje que estaba oculto, revelando de pronto un sentido más profundo… Es momento de centrarlo y eliminar ambigüedades.

Pregúntate: ¿qué tema emerge aquí? Qué quiero contar expresar, transmitir? ¿Lo estoy logrando?

En esta fase puedes disfrutar del asombro de la revelación que da más calado y resonancia a tu texto.

Por ejemplo, de repente te das cuenta de que, en lo que has escrito, hay algo que todos los personajes comparten: todos ellos creen que tendrán tiempo de resolver sus conflictos (pero no es así). Así que uno de los temas importantes que estás planteando es ese: que no habrá tiempo si posponemos mirar adentro….

En la primera fase probablemente no eras consciente de esto. No habías partido con la idea: «voy a escribir una historia sobre cómo hay que aprovechar el momento presente»… pero surge como tema dominante.

Una vez ves las cosas claras, concéntrate en decir lo que quieres decir.

Fase tres: dilo bien

Ahora -y solo ahora- es el momento de corregir y tratar por todos los medios de que tus palabras expresen con precisión y belleza tu mensaje.

Es el momento de sacar al crítico interno (que estará impaciente y renegón) y es sin duda la hora de borrar, tachar, reelaborar y esmerarse en que todo quede ajustado.

Disfruta con las palabras, con el ritmo y el tempo. Deléitate.

Ojo: hay un momento de parar de corregir y cesar de deleitarse o se nos caen los higos de la higuera mientras los observábamos embelesados… no queremos eso.

Cumplido el ciclo de las tres etapas es ideal (imprescindible) dejar reposar el escrito y abordar la siguiente relectura con ojos frescos.

Otra manera de resumir todo lo dicho es recordar que escribir es reescribir. Confiar en el proceso ayuda. Practicar, también.