Hablemos de aquella vez
en que metiste la pata.
Te bañaste y vestiste
con la pompa de un monarca
lleno de pretensiones
vacío de nobleza.
Ya era sospechoso
que tuvieras que ir a Zara
pero nadie lo quiso decir.
Admitamos que lucías
aunque el tuyo fuera el brillo
del oro mal chapado o mejor… del amarillo
Si nadie te daba la vuelta
bastaba.
Y ese perfume…
efectivo diez segundos
-antes de que Gaultier se transformara en Autan-
Todo era necesario
visualizaciones, rituales
automotivación,
rígidos preparativos.
El deleite diferido
del triunfo domesticado,
los laureles ya encargados
¿Cómo ganan los campeones?
“sí o sí, sí o sí, sí o sí”.
Estabas dispuesto a seducir
Era arrogante la idea.
La victoria ni nos miraba
le importábamos un carajo
especialmente tú
pero eso te daba igual.
Estabas convencido
de que ella te deseaba.
No es tu culpa, muchacho.
En determinadas latitudes
vencer es un derecho
si cumples los requisitos.
Al resto tú le llamas Voluntad
y yo, partido amañado.
Pero hay veces que no toca y
no atraes lo que piensas
por mucho que lo digan
tus cien libros de coaching
y tus tazas de Mr. Wonderful
Afirmaciones positivas
para desayunar
Repite conmigo, chaval:
Puedo lograr todo lo que
me proponga.
Puedo lograr todo lo que
me proponga
lo que me proponga
proponga.
Pro-pon-ga.
Irritabas a los vecinos
con tu optimismo neoliberal.
¿El ascensor estropeado?
Negatividad en la comunidad
¿El mundo se cae a pedazos?
Los más fuertes sobrevivirán.
Piensa en grande
aunque seas pequeño…
Si midieras cuatro centímetros más
dirigirías una empresa.
Pero por dentro es distinto
algo te delata
la tensión
los puños cerrados
tu adicción al Duphalac
y sobre todo
esa sospechosa necesidad
de ganar a toda costa.
O todo o nada
o seis cifras o ninguna
o Porsche o autobús
o top model o soltero
o triunfo o amargura.
Y fue lo segundo
A tu minuto de gloria
le sobraron segundos
Ella dijo que no.
Quería atrevimiento
y percibió cobardía,
ese aire puritano
del que mira de reojo
anuncios de lencería.
Te levantaste de un salto
pero en la sonrisa de tonto
faltaba algún diente ya.
Escupiste el polvo
y en ese momento
tuviste la oportunidad
de ser humilde y persona.
Muy poca expectación.
Esa mueca desquiciada
y la respuesta preparada
“Esa no está a mi altura”.
Sí, querido,
último recurso del triunfador:
desprecia con convicción
lo que no puedas tener.