Blue Jasmine: no habrá paz para los codiciosos

No tengo información sobre el proceso creativo  de Woody Allen en Blue Jasmine. Le preguntaría mil cosas si tuviera la ocasión. Cómo surgió la historia, qué quería contar, cómo la fue desarrollando. De momento, tengo que quedarme con lo que la historia acabada me transmite: una enorme película.

Tampoco sé si Woody Allen creó esta historia con una actriz en mente, pero parece impensable imaginar ahora una Blue Jasmine que no sea Cate Blanchett. Inmenso es el trabajo de la actriz en este film. Un regalo para ambos. Un momento perfecto en el que se encuentran dos talentos.

Cate Blanchett ante uno de los papales de su carrera


Muchos son los que piensan que W. Allen nos ofrece en su filmografía una de cal y otra de arena. Y no es raro en alguien tan prolífico (me atrevería a decir que es lo normal, lo humano). Sea como sea, ahora nos ha tocado la buena, por así decirlo. Y hay que felicitarse por ello.

¿Por qué Blue Jasmine me interesa? Al margen de ofrecernos otra magnífica película de interiores (interiores humanos), consigue reflejar una época que a todos nos ha trastocado de algún modo (la crisis financiera). Una crisis económica y también de valores, que nos  pone a prueba a todos. Pero Woody Allen no escribe un panfleto moralista, sino que arropa su mensaje en torno a un personaje fascinante. Y a partir de él nos pone a todos en el punto de mira. Una genial idea.

Alerta: a partir de aquí spolilers

Jasmine es el eje central de toda la historia. El corazón de la metáfora. Una Jasmine que viaja desde Nueva York a San Francisco para instalarse en la casa de su hermana durante una temporada. Buen punto de partida. Una mujer elegante y distinguida que va a visitar a su hermana. Parece algo normal. Pero enseguida la escena chirría. Porque el personaje de Jasmine es como el de un edificio en ruinas con una hermosa fachada. Nada más aparecer vemos las muestras de desequilibrio o desquicio de Jasmine (su gusto por la bebida, su mirada,o esos tics faciales). Pero eso no es todo, Jasmine aterriza en casa de su hermana Ginger, una mujer vulgar y de clase baja que trabaja en un súper, mastica chicle, tiene un novio mecánico y dos hijos gordos y cargantes. Un choque total. Enseguida se nos formula la pregunta: ¿podrá Jasmine desenvolverse en este ambiente?

Hay alguien que no encaja en la foto


Sin embargo, W. Allen no se contenta con ofrecer una comedia con el argumento de «Pez fuera del agua». No. Él va a ser más corrosivo. Más devastador. Nos va a explicar la historia de Jasmine.

La relación con su hermana va a quedar expuesta desde el primer momento. Dos hermanas adoptivas (dato importante) que han corrido suerte dispar. Jasmine se casó con el rico. Ginger ha ido tirando. Además en la ecuación también está el cuñado de Jasmine, el novio de Ginger, que nos brindará ocasión de rastrear un guiño  a Un tranvía llamado deseo.

Pero, volviendo a nuestra historia, Jasmine no tiene ni un centavo. ¿Cómo ha llegado una mujer como ella a quedarse arruinada y sin un sitio en el que caerse muerta?
Una de las genialidades del guion es el modo en que se nos ofrece la información. Woody Allen escoge ofrecernos flashbacks cortos y sencillos que van a ir dando cuenta del personaje y que nos van a dar la clave para entender su situación actual.  Pequeñas cuentas que se van engarzando. Así, pronto vemos cómo la relación con su marido -Alec Baldwin en una especie de trasunto de Bernard Madoff- está marcada por el engaño y la ceguera de Jasmine. En efecto, una de las grandes preguntas que surgen es: ¿somos inocentes si miramos a otro lado, si no queremos ver? El engaño de Hal (el marido) no solo se compone de un buen puñado de infidelidades, sino que incluye operaciones financieras a nombre de Jasmine.  Pero claro, Jasmine no entiende de eso. Se limita a ponerse las pulseras de diamantes en la muñeca. Pronto descubrimos que entre las hazañas de Hal se encuentra el invertir, por sugerencia de Jasmine, el patrimonio de Ginger y su marido de entonces (que habían ganado la lotería) y dejarlos sin blanca. De nuevo, ¿quién es culpable? ¿el que nos estafa?, ¿el que nos convence para invertir? , ¿o nosotros por nuestra avaricia y nuestra pasividad? Cada cual que decida.

Y junto a Jasmine el retrato de un estafador.


Sin embargo, más importante es la manera en que cada personaje responde a la pérdida. Así, Jasmine intenta a toda costa volver a subirse al tío vivo. Con su marido muerto (se ahorcó en la cárcel), intenta encontrar a otro hombre a su altura para volver a empezar.
Todo personaje, aunque cometa errores, tiene derecho a la redención. Es justo. Así lo sentimos, porque Jasmine nos cae bien (nos da lástima de algún modo), a pesar de su superficialidad y sus desdenes. Woody nos sirve entonces un camino de redención, una vía de escape para Jasmine. Nos encuentra un guapo y anodino diplomático con dinero y que es perfecto para ella. Poco importa que ella le oculte quién es en realidad (la viuda arruinada de un estafador a gran escala). Pecata minuta. Jasmine merece ser feliz. Hay una oportunidad para todos. Y sin embargo, Woody Allen nos espera. Nos aguarda desde arriba con un enorme pedrusco para lanzárnoslo a la cabeza en cuanto pasemos. Así, cuando Jasmine va a entrar con su prometido en una joyería para elegir un diamante que certifique su unión, nos encontramos con el ex marido arruinado de Ginger, que está a punto de emigrar a Alaska como peón. Y es él quien desenmascara a Jasmine ante el estupefacto prometido que cancela el compromiso. Una fatal casualidad ese encuentro en la puerta de la joyería. Pero es que Woody Allen ya nos enseñó en Match Point que la suerte influye en nuestro destino.

Y si nos parece excesivo castigo nos enteramos que Jasmine en realidad denunció a su marido al FBI por despecho (él la iba a abandonar por una jovencita francesa). Cúlmen dramático, golpe de efecto total. Jasmine se lleva a sí misma a la destrucción por un rencor acumulado.

Entre tanto, los personajes que sí saben reaccionar se salvan de la quema. Ginger que, tras coquetear en un idilio con un hombre que cree (siguiendo los consejos de su hermana) mejor para ella y llevarse un desengaño, asume que su novio mecánico puede ser una buena opción. Ginger sí sabe conformarse. Y sí sabe ser feliz aun en las circunstancias que le ha tocado vivir. Absuelta. También así sucede con el hijo (no biológico) de Jasmine, que abandona Harward y se reinventa en una modesta tienda de música. Absuelto.

Y eso nos lleva a Jasmine. Jasmine es castigada (con un gran sentido de la tragedia). Acaba abandonada, desquiciada, con el pelo mojado y la chaqueta de Chanel que se ha salvado de su gran naufragio como símbolo de su caída. Allí se queda, hablando sola en la calle, perdida. Condenada.




Orange is the new black: como la vida misma

Una guionista de Orange is the New Black descubre que es lesbiana durante el rodaje de la serie. La escritora, que estaba casada, se ha divorciado de su marido y ahora sale con una de las actrices de la serie. Es una noticia de actualidad y, además de eso, me parece una historia fantástica (me pregunto si no será idea del departamento de marketing).

 

No es el cotilleo lo que me mueve al escribir un post sobre esta noticia, sino el interés por la ficción. Ese interés me hace estar atenta a todo lo que leo y veo. Nunca se sabe dónde hay una historia esperándote.

 

Sin ir más lejos, esta noticia me parece un buen detonante para una novela o película romántica. Una idea para desarrollar el clásico esquema chica conoce chica.

 

Imagino un día a día en el set y ese proceso de despertar de nuestra guionista. No me negaréis que hay posibilidades: la chica , un poco recatada pero brillante (yo la imagino así), escribiendo escenas lésbicas para esas estupendas actrices en esta serie rompedora y entre el cásting surge una actriz (que nos ocuparemos de hacer destacar, claro) que le hace replantearse todas sus creencias y sentimientos… Un poquito de chispa y…¡bum!

Tendríamos más tarde que poner algunos obstáculos a esta relación, por supuesto, pero hay un buen material para empezar a trabajar. Además, podríamos trabajar en el plano de la realidad del personaje y en el de la ficción de la serie que está escribiendo y ver cómo ambos se relacionan y se influyen.

Chica conoce chica
 

Hay que reconocer que la historia despierta interés, ¿verdad?

 

Si lo pienso, en mis creaciones a menudo hay un proceso similar de descubrimiento de un personaje que ve alterada su rutina por la irrupción de otro (no descubro América).

En mi guión de largometraje A contracorriente, Juana (metida en una relación no muy satisfactoria con un colega de trabajo) descubre poco a poco su fascinación por Ana, monitora de natación de la que está enamorado su hermano mellizo (¡conflicto asegurado!).

 

En Frío (de la que ya os iré hablando) hay algo parecido: dos personajes se encuentran en un resort caribeño de un modo inesperado… En definitiva, un esquema que me resulta familiar y apreciado.

 

Si estuviera en mis manos la historia de la guionista y la actriz de OITNB, le buscaría un tratamiento positivo y alegre y , sin duda, un buen final (un happy end en toda regla), aunque la semilla de esta historia también se presta al culebrón y a otros enfoques. Esa es la gracia y riqueza de la premisa chica conoce chica (y de todas las premisas en general).

 

A propósito de esto, cuentan que el genial guionista y cineasta Billy Wilder dormía con una libreta en la mesilla de noche por si se le ocurrían ideas mientras dormía. Una noche se despertó bruscamente iluminado por una genial historia que había entrevisto en sueños. Cogió la libreta y escribió en ella, medio dormido, medio despierto . Al día siguiente consultó con emoción y expectación sus notas. Estaba deseando leer cuál era esa fantástica idea que había iluminado su mente la noche anterior. Pues bien, la idea era esta: “Chico conoce chica”. 😀

 

Y es que ese es el núcleo de muchas historias. Simple pero eficaz.

 

 En todo caso, con la noticia que comentaba antes me viene a la cabeza eso de que la realidad supera a la ficción, aunque… en mi opinión, casi siempre podemos mejorar la realidad (¡en la ficción mandamos nosotr@s!)

Averiguando cómo compartirlo

Hace poco, en un libro sobre escritura llamado Write good or die, leí un consejo que no ha dejado de rondar por mi cabeza.

Venía a decir algo así como: “Escribe lo que te apasione. Después averigua cómo venderlo”.

Estoy totalmente de acuerdo con la primera afirmación. Esa es la parte fácil. La segunda es la que se me atraganta. Y, sin embargo, el lema ha detonado algo dentro de mí. Ha dado en la diana. Y aún antes de pensar en vender, yo me atrevería a proponer:

“Escribe lo que te apasione. Después averigua cómo compartirlo”.

Por eso, con una novela fresquita en el cajón y cuando ya estaba lanzada a un nuevo proyecto, me he obligado a parar. “Un momento, tengo que compartir esa novela. ¿No es ese el objetivo último de escribir?”

He comprendido que tengo que buscarle un espacio virtual, algo más amplio y generoso que mi disco duro.

Y esa es la razón por la que creo este blog. Puede decirse que, como escritora algo tímida y muy poco hábil en cuestiones de marketing he encontrado una motivación.
¿Y qué pretendo?
Idear una plataforma para poner mis creaciones a volar, básicamente. Pretendo compartir mis escritos. Deseo ofrecer un sitio donde intercambiar opiniones. Espero conocer gente (otr@s escritor@s , ojalá también lector@s con las que crecer).
En el camino (espero no desfallecer) puedo ayudar a otr@s a seguir escribiendo o quizá incluso solo a empezar a sentir el gusanillo. Se me da bien la motivación (tras años de aplicarlo sobre mí misma). Como mínimo, podemos divertirnos charlando de las cosas que nos apasionan.

De modo que esta mañana, dejo a un lado la escritura de Milford (así se llama de momento mi incipiente nuevo proyecto de novela) y me dedico a poner la primera piedra de este espacio.
Trataré de ofreceros buenos contenidos. Espero que perdonéis mis errores de bloguera novata y os pido que participéis en la medida de lo posible.

Así que:
Si te gusta escribir
Si adoras leer
Si te interesa la novela de género
Si buscas personajes y temas de literatura LGTB
Si quieres compartir tus opiniones

Entonces este puede ser también tu espacio. Espero que así sea.

Hace años trabajaba yo en una productora que estaba cerca de una frutería de barrio. La señora frutera era una curranta incansable. Siempre tenía ánimos, continuamente exhibía su buen humor (lloviera, hiciera frío o hubieran subido los impuestos). Cuando le hacías un pedido, invariablemente, iniciaba sus movimientos con un enérgico “¡Vamos allá!” y os aseguro que era una consigna llena de fuerza vital y determinación. Así que como decía la frutera: ¡Vamos allá!