Cuando se trata de escribir una obra de ficción, especialmente cuando es larga, vamos a ir cumpliendo varias etapas (sembrado, planificación, escritura, edición…), que a la vez se pueden subdividir en otras tantas tareas.
En conjunto, el proceso requerirá de nosotros distintas habilidades (incluso distintos hemisferios cerebrales), pero, si me preguntaran qué ingredientes considero necesarios -sí o sí- para escribir una obra de ficción, yo me quedaría con cuatro.
Paciencia
Fe
Ilusión
Compromiso.
Desde luego no es una respuesta muy técnica y puede sonar decepcionante. Incluso podría aplicarse a muchas cosas que no son la escritura (aunque eso no debería servir para invalidarla, sino para hablar de la escritura como algo humano). Esta selección se aleja de la jerga del escritor. No estoy hablando de trama, de personajes, de musicalidad en el diálogo, de perfección ortográfica ni de ritmo en la prosa. No estoy hablando de contenidos, ni de plantillas o esquemas. Parece que falta algo.
Y además, ¿puede ser una cualidad (a priori intangible) un ingrediente? Sí, en tanto a que no son meros elementos auxiliares, sino que van a ser las emulsoras de todo lo demás. Para mí son centrales. Y si te fijas, más allá de lo aparentemente banal, pueden marcar un progreso desde la A a la Z.
Solo has de dejar que te guíen.
Una lleva a la otra y todas se alimentan entre sí. La fe ayuda a mantener la paciencia, la paciencia es necesaria para que florezca la fe. La ilusión es la parte lúdica del compromiso, que, por su parte, aporta la disciplina necesaria para llevar a buen fin nuestro soñado quehacer.
Y a partir de ahí, a volar.

1. Paciencia
Cuando se está gestando una obra hay que tener paciencia ate todo. Es algo que no se debe forzar. Bueno, vale, los plazos editoriales, las expectativas e incluso el ritmo natural de publicación (¿qué es eso?) podrían imponer límites a esta etapa retozona. Pero, más allá de eso, la paciencia de la que hablo, consiste en permitirse un tiempo para ir sacando de fuera todo lo que se está moviendo. Sin prisa, sin prejuicios, sin querer saber más que la propia (y latente) historia, dejando que esta se exprese de la manera que prefiera. En esta fase lo que se recopila son cosas inconexas, imágenes, frases, impresiones, divagaciones… pero hay que ir recolectándolas pacientemente y hacer acopio de todo. ¡Aquí no se tira nada!
2. Fe
No mucho más tarde, va a ser imprescindible la fe. ¿Por qué? Porque probablemente aún no eres capaz de ver hacia dónde va todo eso que estás sacando de ti. No ves un argumento, no ves una coherencia, hay muchos agujeros… Y te puedes preguntar si no estarás desvariando o perdiendo tu tiempo o si no te vas a meter en un pantano o si tiene algún sentido todo eso que estás haciendo. Esto es especialmente cierto para las obras de ficción, en las que no hay necesariamente un plan o unos contenidos marcados por un campo o una línea de investigación. Hay un sentir y punto.
En nuestro caso todo está por hacer y del mismo modo, todo es posible.
Y claro, aquí hay mucho espacio para las dudas. Pero no te asustes. Como estás demasiado cerca de lo que va surgiendo, y como la creación tiene ese componente tan juguetón y maravilloso que es la sorpresa, debes apelar a la fe para continuar, sabiendo que el camino aparecerá ante ti porque aquello de “caminante no hay camino, se hace camino al andar” ilustra perfectamente este caso.
3. Ilusión
Este ingrediente no es menos necesario que los anteriores. Es el movimiento y el motor. Básicamente, es lo que te permite continuar con un trabajo de tanto esfuerzo como es escribir. Si quieres que tu proyecto se vaya materializando, vas a tener que atravesar la fase de ordenar, organizar, dar un sentido y poner por escrito físicamente -y de un modo atractivo y poderoso- todo lo que antes eran retazos inconexos. Eso supone un esfuerzo que se puede mantener con ilusión. La ilusión por escribir tu libro, tu obra de teatro, conjunto de poemas o lo que sea. Sin ella puede que no tengas ni energía ni motivación para seguir adelante. Y ahí se mueren muchos proyectos.
¿Es falta de talento? A veces es solo falta de ilusión. Así que no pienses en el reconocimiento, piensa en lo único que está (literalmente) en tu mano: escribir ese libro. Mola!
4. Compromiso
Aunque puede parecer similar a la ilusión, el compromiso es el firme propósito que te haces de acabar ese escrito o proyecto. Esto es importante no solo porque si no acabas, no hay libro -y es que este oficio es de «o todo o nada»-. También es vital porque se aprende haciendo y repitiendo, empezando y culminando. Quizá una de las cosas que te pueden ayudar más a progresar como artista sea la sencilla (y a veces heroica) determinación de acabar todo lo que empiezas.
Terminarás tu primer borrador si te has comprometido contigo mismo de manera explícita o implícita. Y este compromiso es solo contigo, no se trata de agradar a nadie, ni deberle nada a nadie. En momentos de flaqueza (y siempre los hay) te puedes agarrar a este pundonor y recordarte que te prometiste a llegar hasta el final y escribir la palabra “FIN” en la última página. Bien o mal, de manera brillante o torpemente, pero llegarás hasta el final.
Te aseguro que la conquista de este afán, puede ser el momento más satisfactorio del proceso de crear.
¿Y después?
Después de todo esto tendremos un primer borrador y aún quedará bastante trabajo por delante (me temo que sí), pero también habrá mucho ganado y podremos empezar a hablar de la siguiente y apasionante fase, la de revisión.
De momento, quedémonos con la esencia, que es una manera de simplificar las cosas a sus componentes más elementales y tengamos en cuenta que más allá del conocimiento, los diplomas, y la formación académica, hay cuatro cualidades, no ya deseables sino necesarias que te pueden iluminar el camino. Te aseguro que funcionan.
Cuéntame tu experiencia!