El proceso de escribir en tres fases

Escribiendo estos días he meditado sobre algo que -ya que se ajusta a mi experiencia- me parece útil compartir.

Tal vez a quien escribe con asiduidad esto le resulte obvio. En todo caso, nunca está de más motivarse con alguna idea o enfoque, así que allá va.

La escritura (en formato breve o largo) se puede abordar siguiendo una especie de adagio estructurado en tres partes:

«Dilo. Di lo que quieres decir. Dilo bien».

Miremos esto con detalle:

Fase uno: dilo

Lo más importante al principio es vaciar en la página todo lo que de otra manera se quedará en tu cabeza, o se perderá. ¿Elemental, no?

El tema es no dejarse intimidar por la empresa. No importa que las cosas aún no estén del todo claras y que las ideas sean vagas, con cabos sueltos.

Aquí no debe preocuparte nada más que sacar la historia (idea, post, relato…) fuera de ti. De verdad. Basta con que juntes las palabras como puedas. Una excesiva precaución nos paraliza.

Libérate de la necesidad o expectativa de expresarte de forma perfecta. Simplemente saca todo lo que tienes.

Te advierto que la facilidad de esta tarea es inversamente proporcional a la tensión que sientes y al miedo que tienes de escribir tonterías.

Mi consejo: no pienses y date prisa.

Fase dos: di lo que (de verdad) quieres decir

En esta fase en lo que has de centrarte es en llegar al núcleo de la cuestión. Sí, es el viaje al centro de la tierra, la exploración gozosa.

Hay que desvelar lo que solo ha quedado esbozado y expresarlo ahora de manera más clara. Se trata de darle forma al texto, tratando de que el resultado refleje tu intención (porque tienes una intención, ¿verdad?)

Muy a menudo sucede que al pasar por la primera fase y adentrarte en la segunda empiezas a ver el mensaje que estaba oculto, revelando de pronto un sentido más profundo… Es momento de centrarlo y eliminar ambigüedades.

Pregúntate: ¿qué tema emerge aquí? Qué quiero contar expresar, transmitir? ¿Lo estoy logrando?

En esta fase puedes disfrutar del asombro de la revelación que da más calado y resonancia a tu texto.

Por ejemplo, de repente te das cuenta de que, en lo que has escrito, hay algo que todos los personajes comparten: todos ellos creen que tendrán tiempo de resolver sus conflictos (pero no es así). Así que uno de los temas importantes que estás planteando es ese: que no habrá tiempo si posponemos mirar adentro….

En la primera fase probablemente no eras consciente de esto. No habías partido con la idea: «voy a escribir una historia sobre cómo hay que aprovechar el momento presente»… pero surge como tema dominante.

Una vez ves las cosas claras, concéntrate en decir lo que quieres decir.

Fase tres: dilo bien

Ahora -y solo ahora- es el momento de corregir y tratar por todos los medios de que tus palabras expresen con precisión y belleza tu mensaje.

Es el momento de sacar al crítico interno (que estará impaciente y renegón) y es sin duda la hora de borrar, tachar, reelaborar y esmerarse en que todo quede ajustado.

Disfruta con las palabras, con el ritmo y el tempo. Deléitate.

Ojo: hay un momento de parar de corregir y cesar de deleitarse o se nos caen los higos de la higuera mientras los observábamos embelesados… no queremos eso.

Cumplido el ciclo de las tres etapas es ideal (imprescindible) dejar reposar el escrito y abordar la siguiente relectura con ojos frescos.

Otra manera de resumir todo lo dicho es recordar que escribir es reescribir. Confiar en el proceso ayuda. Practicar, también.

Amarga victoria

Dejé la carta a un lado. Había que reconocer que Dios le había dado el don de la palabra. Por eso lo necesitaba tanto en mi vida. A fin de cuentas, ¿quién no necesita a un favorito del divino? Me sonreí ante la idea -que ahora se me presentaba como una evidencia- de que, aunque él se considerara muy atractivo, todo este tiempo en realidad yo había buscado más su verbo que sus manos, más los adjetivos que sus besos. ¡Los adjetivos!! Me excitaba el lenguaje, concebido en su mente, vibrando en su garganta y expelido por el aire. A mí nadie me había hablado así antes. ¡Nadie me había hecho el amor con palabras!

Cuando él hablaba de mis ojos no veía lo mismo que yo, sino un mar tranquilo justo en el momento previo a ser abandonado por el sol.

Cuando hablaba de mi cuerpo no lo observaba con el miedo con que lo hago yo, sino con la devoción del enamorado, con sustantivos rotundos como frutas maduras. Me pregunté si se habría reído de mis ocurrencias y mis metáforas maduras. “Cuidado con los clichés”, habría dicho acariciando mi cintura, encarnando él mismo sin pretenderlo el cliché de galante hombre de letras. Imaginé todas las respuestas que nunca le daría por no contradecir la imagen que tenía de mí. Supongo, querido, que aunque no lo sepas, soy una superficial ilustrada.

Pero ese diálogo imposible sucedía solo en mi cabeza y lo de encerrarme a solas con mis sensaciones por más tiempo estaba descartado. Juan Luis me estaba esperando abajo. Íbamos a cenar con su jefa de IBM y yo debía cumplir mi papel. No pude evitar reírme mientras me ponía los pendientes de oro (los del aniversario), ¿qué pensaría mi marido de esta carta? ¿Me vería reflejada en ella, se daría por aludido? ¿Se sentiría traicionado o comprendido (por fin alguien te ve tal como eres)? Lo más probable es que la destruyera y fingiera que jamás la había leído, que nunca había sido escrita.

Juan Luis tenía esa capacidad de borrar su disco duro. ¿Desea eliminar el archivo de forma permanente? Sí, gracias.

Pero yo sí la había leído y mientras perfumaba mi garganta todavía sentía los ecos invisibles delas sílabas colisionando en mí. Ponte sexy, había escrito él. Eso me molestó un poquito, lo noté como un rubor en la piel, no muy agradable.

Pero el resto, hasta lo de malcasada (¿a quién se le ocurriría emplear esa palabra?) me provocaba cierto placer. Y era así porque imaginaba cada letra de esa misiva dirigida a mí con el reproche de quien todavía desea, con el desdén herido de un hombre que me amaba… a su pesar.

Y no era una queja, sino la experiencia la que me hacía afirmar que Juan Luis jamás me escribiría nada, ni un WhatsApp, que no fuera una información relevante y precisa: cenamos a las ocho; los chicos vienen el fin de semana. Hay que pagar el gimnasio…

Escuché su voz proveniente de la escalera. Un grito rutinario, un tintineo de llaves: “En siete minutos nos vamos!”.

No en cinco, ni en diez, en siete minutos.
Justo en siete minutos, lo que se tarda en leer una carta, yo había llegado al éxtasis. Es lo único con lo que Juan Luís podría competir, con la velocidad. Siempre tuvo un procesador ultrarápido.

¡Qué amarga victoria! me dije mientras rompía la carta en pedazos.

*

Este es un texto creado para ilustrar un trabajo del taller de escritura.
Partimos de un texto, en este caso una poesía que podéis leer aquí. La tarea consiste en adoptar el punto de vista de un personaje descrito en el poema y darle una voz en primera persona.
Posteriormente, reescribimos lo mismo en tercera persona y observamos las diferencias y algunos límites del punto de vista en primera.
Como veis, así podemos trabajar construcción de personajes ( con el subtema: estereotipos sobre la mujer) y, por supuesto, el punto de vista.
😀

Yo me he mantenido en lo que apunta en el poema tratando de buscar algún punto de fuga entre el estereotipo y lo que podría haber más allá (si el personaje se dejara ver y no se empeñara también en interpretar un papel). Hay miles de opciones!!!!!

Preguntas y atención: mima un poquito a tus ideas


En cierta ocasión le preguntaron a Borges: ¿Qué es para usted la literatura?

Tantas cosas… Cuando estoy solo, continuamente estoy tramando poemas, cuentos, fábulas, porque tengo que poblar mi soledad. Y a mi edad es fácil estar solo. Por ejemplo, yo nunca busco temas, dejo que los temas me busquen y yo los eludo, pero si el tema insiste, yo me resigno y escribo. Hay que dejar a los temas elijan, pues cada tema sabe si quiere ser escrito en verso libre, en una forma clásica o en prosa. No pienso en la comunicación, yo escribo, corrijo los borradores mentalmente, desde que no tengo vista, y finalmente los publico.

¿Qué te parece la idea de que los temas nos eligen? ¿Alguna vez te has obsesionado con una idea (literariamente, claro)? Quizá es la idea la que se ha encaprichado de ti.
Esto te pasará más y más -si es que quieres que te suceda, claro- cuanta más atención prestes. Atención es la clave. La palabra más importante para una vida con sentido, me atrevería a decir. Para mí la atención está conectada con el amor. Centras tu mirada en algo y la sostienes para entregarte por completo a eso. Y para «escuchar», recibir lo que eso quiere comunicar.
La práctica de esto tiene que ser activa (como el amor debería ser activo). Y se activa el ojo, como órgano y como instrumento, el cerebro, haciéndolo trabajar, y todos los sentidos. Se activa el cuerpo. Hay autores extremadamente sensibles y corporales, me viene ahora a la mente Escrito en el cuerpo, de Jeanette Winterson. Otros más cerebrales, el propio Borges es un ejemplo. Tú decides cómo expresar lo que eres. Cuanto más seas, más expresarás.

Una y otra vez hemos de insistir en la práctica. Si partes de cero, lo primero es conectar con eso, con la observación o con el modo particular que tienes de entender el mundo. ¿Estás segura de que ves lo que hay alrededor? En lugar de ir ciegos por el mundo, hay que abrir los ojos. Goethe dijo, “El ojo es el órgano con el que concibo el mundo”. Y eso tiene más profundidad de lo que parece.

Aunque seamos principalmente visuales o auditivos, en realidad, las modalidades se combinan, pero es interesante conocer nuestras preferencias y sacarles partido, explorar sus límites también. Forma parte de lo mismo, de la apertura necesaria para empezar a Ver y escuchar. Repito: ¿crees que ves?

Borges fue un hombre solitario, y durante la mitad de su vida, ciego (literal), como otro gran escritor Aldous Huxley, pero eso no los mermó, ni a Beethoven cuando se quedó sordo, porque seguía «escuchando» en su mente. Quizá la falta de esa ventana al exterior, los hizo entrar más en el interior, atentos a ese mundo propio. Por cierto, Huxley escribió un libro muy interesante sobre un método para recuperar la visión… Otro día escribo sobre eso.
¿Qué más dijo Borges en esa entrevista, que tuvo lugar en 1983?

—¿Qué haría si pudiera volver a ver?
—Bueno, yo volvería a leer algunos de los pocos libros que hay aquí; quizás saldría a la calle a reencontrarme con algún recuerdo de Buenos Aires. Miraría al espejo para ver qué cara tengo. Aunque no, pienso que es una suerte para mí imaginarme con la cara que tuve a los 55 años.

Volvería a leer (era un hombre muy conectado a los libros), saldría a la calle, me miraría al espejo.

¿Y después de ser atrapado por una idea? ¿Qué haces? tienes estas impresiones, estos fragmentos en tu mente. Pues dejas que estén ahí en ti y que te comuniquen todo lo que quieran, un poco como decía Borges. O… si la idea es tímida, puedes interrogarla, hacer preguntas. Se trata de prestar atención a esa idea para que germine.

Inquirir siempre es un buen método para crear. Es a partir de esa voluntad de entender o de profundizar en algo que aún es difuso, que permitimos que tome forma. Las imágenes de tu mente te llevan (pregunta a pregunta) a ampliar esa intuición inicial.
A ver, ¿qué puedo hacer con esta idea, ¿puedo desarrollarla? , ¿es un personaje o una trama? Tal vez necesito algo con lo que combine. ¿Qué es lo que más me fascina de esta idea? ¿En qué tono vibra? A veces si siquiera es preciso formular las preguntas explícitamente, simplemente abrirse, permitir que todo venga. Y se produce de un modo muy natural.
Si no estamos muy acostumbrados a estos procesos creativos (aún), es útil escribir las preguntas y las respuestas que vengan.

Preguntar es excelente también para generar ideas. Es el famoso: «y si…», la generación de hipótesis. ¿Y si esa mujer estuviera loca? ,¿y si en realidad no es quien aparenta ser? ¿Y si resulta que es una espía? ¿Y si es la única cuerda de todo el hospital? ¿Y si el hospital es una tapadera para un negocio de juego? oh, eso es muy absurdo. O no…

También funciona como motor la lluvia de ideas o los mapas mentales. El brainstormig es efectivo cuando todo el mundo aporta sus ideas libremente y nadie censura, juzga o rechaza. Un escritor es alguien que se pasa el tiempo haciendo brainstormings a solas. Al principio, solo saldrán obviedades, pero poco a poco, cosas que parecen disparatadas quizá enciendan la chispa. Lo importante aquí es permitir esas ideas locas y suspender el juicio crítico.

Si no tienes ninguna idea y quieres activar un poco tu creatividad, puedes jugar a esto de vez en cuando. Escoge unas palabras al azar y prueba varias combinaciones como premisa para una historia:
Por ejemplo: biberón, policía, whisky, divorcio

  • Un policía bebe whisky y su mujer lo ha dejado (divorcio) porque se olvidó de dar el biberón a su hijo.
  • Ah, el policía bebe whisky en el biberón desde que se divorció, porque le parece muy cómodo y tierno.
  • No, no, una mujer llamó a la policía porque encontró un biberón con las iniciales de un niño secuestrado, pero, como tiene alucinaciones desde su divorcio y no para de llamar a la poli contándoles cosas raras, ellos creen que ha bebido whisky y la ignoran.

Después atrévete a escribir esa historia. Seguro que te sorprende.