Escritores Brújula y Escritores Mapa

En el mundo de la escritura, hace ya tiempo que se han popularizado dos enfoques creativos que dividen a los escritores de ficción en dos bandos: los escritores Brújula y los escritores Mapa. Estas dos categorías delinean diferentes enfoques hacia la creación literaria pero también revelan la riqueza de la diversidad de los autores. En este post, nos aventuraremos en el universo de los Escritores Brújula y Escritores Mapa, explorando sus características distintivas y desafíos. Veremos que no hay un enfoque superior al otro, sino un amplio y maleable espectro que acoge infinitas variantes.

Escritores Brújula: navegando con la intuición

Por definición, los Escritores Brújula son aquellos que comienzan su viaje creativo con una dirección en mente, pero sin una ruta definida. Siguen el impulso de la intuición, la emoción y la chispa de inspiración que puede surgir en cualquier momento. Estos escritores tienen un gran sentido de la aventura y el descubrimiento y confían en la capacidad de su intuición para guiarlos en medio de la incertidumbre. Sus historias toman giros inesperados y, a menudo, sorprenden incluso a su creador. Los Escritores Brújula abrazan la espontaneidad y se aventuran en territorios desconocidos, permitiendo que la trama y los personajes se desenvuelvan de manera natural.
Para ellos, la escritura es descubrimiento o no es.

Características de los Escritores Brújula:

  • Intuición como brújula: se dejan llevar por su voz interior y permiten que la historia fluya de manera orgánica.
  • Flexibilidad: están dispuestos a adaptarse a los cambios y desviaciones que surgen durante el proceso de escritura.
  • Sorpresa constante: tanto el autor como el lector experimentan giros y revelaciones emocionantes a medida que la historia avanza.
  • Creatividad desinhibida: no temen explorar ideas audaces y revolucionarias, ya que su enfoque es más experimental y fluido.

🤯 Desafíos Para los Escritores Brújula

Siendo navegantes audaces en el vasto océano de la creatividad, los Escritores Brújula enfrentan ciertos desafíos intrínsecos a su enfoque espontáneo. Aunque su intuición los guía valientemente, esta ruta también presenta algunas aguas turbulentas que pueden convertir la travesía en una odisea. Veamos algunos de los inconvenientes que pueden encontrar en su viaje:

Falta de Estructura Definida: la espontaneidad puede llevar a la falta de estructura en la narrativa. Los Escritores Brújula podrían encontrarse con desafíos para mantener la coherencia y evitar subtramas desconectadas o carentes de tensión. La libertad creativa puede dar lugar a una obra desorganizada.

Dificultad para Finalizar Proyectos: el proceso impulsivo puede llevar a la proliferación de ideas en lugar de un enfoque dedicado en un proyecto. Esto puede resultar en una serie de obras inacabadas. La falta de una dirección clara podría dificultar concluir lo que se ha empezado.

Bloqueos Creativos y Frustración: la ausencia de un plan definido puede llevar a bloqueos creativos. Cuando el instinto no ofrece una dirección clara, los Escritores Brújula podrían sentirse atrapados en un mar de indecisión y frustración.

Coherencia de Personajes y Trama: la narración espontánea puede llevar a inconsistencias en los personajes y la trama. Los Escritores Brújula podrían luchar por mantener la fidelidad de los personajes y la lógica interna de la historia a medida que evolucionan de manera impredecible y desconcertante.

Satisfacción a Largo Plazo: si bien la emoción inicial es fuerte, los Escritores Brújula podrían encontrarse cuestionando la satisfacción a largo plazo de sus obras. La falta de planificación podría resultar en obras que carecen de profundidad y madurez.

Afrontando los Desafíos: Superar estos desafíos requiere un enfoque equilibrado. Los Escritores Brújula pueden beneficiarse al combinar su intuición con cierta planificación. Aprovechar momentos de inspiración, pero también reservar tiempo para la reflexión y la estructura, podría ayudarles a navegar estas aguas complicadas. La práctica en el arte de tejer espontaneidad con orden puede transformar estos inconvenientes en oportunidades para un crecimiento literario significativo.

Escritores Mapa: diseñando el camino

Por otro lado, los Escritores Mapa son meticulosos planificadores. Antes de pasar al papel, trazan una hoja de ruta detallada para su obra. Cada personaje, escena y giro argumental están previamente estructurados en su mente o en sus notas. Para estos escritores, la planificación previa es esencial para mantener la coherencia y la estructura narrativa a lo largo de su obra y es el secreto de su éxito.
Para ell@s, la escritura es coherente o no es.

Características de los Escritores Mapa:

  • Planificación exhaustiva: cada detalle está delineado antes de comenzar la escritura, lo que facilita mantener la cohesión y la lógica interna.
  • Eficiencia: al tener una guía clara, pueden evitar bloqueos y pérdida de tiempo durante el proceso de escritura. Las obras funcionan con precisión.
  • Control sobre la trama: pueden manipular los elementos de la historia para crear efectos emocionales específicos y mantener el enfoque deseado.
  • Menos sorpresa, más estructura: los lectores pueden experimentar un sentido de anticipación, ya que la narrativa sigue una trayectoria preestablecida.

🥱 Los Obstáculos Que Enfrentan los Escritores Mapa

Los Escritores Mapa, dotados de planificación y meticulosidad, también encuentran su camino marcado por ciertos obstáculos en el sendero de la creación literaria. Aunque sus mapas detallados les proporcionan dirección, estos caminos trazados pueden presentar desafíos propios. Vamos a explorar algunas de las dificultades que podrían surgir en su travesía:

Limitación Creativa por la Planificación: la rigidez de la planificación puede restringir la libertad creativa. Los Escritores Mapa pueden sentir que sus personajes y trama están constreñidos por los esquemas predefinidos, dificultando la incorporación de nuevas ideas impulsivas y originales.

Bloqueos al Adaptarse a Cambios: si una parte del plan no funciona como se esperaba, los Escritores Mapa pueden experimentar dificultades para adaptarse. Cambiar un elemento en el mapa podría afectar toda la estructura y requerir un esfuerzo adicional para ajustarse.

Perderse en los Detalles: el enfoque minucioso en la planificación puede llevar a perderse en los detalles. A veces los Escritores Mapa gastan tiempo valioso en aspectos menores, perdiendo la visión general y la fluidez narrativa.

Falta de Espontaneidad: la meticulosa planificación puede disminuir la capacidad de sorprenderse a sí mismos y a los lectores. La ausencia de giros inesperados podría hacer que la narrativa resulte predecible y carente de emoción.

Presión por Cumplir con el Plan: la presión de seguir un plan definido puede generar estrés. Los Escritores Mapa podrían sentir que deben cumplir con cada detalle planificado, incluso si la historia parece pedir un enfoque diferente.

Superando las Dificultades: Superar estos desafíos implica encontrar un equilibrio entre la planificación y la flexibilidad. Los Escritores Mapa se beneficiarán si permiten momentos de improvisación dentro de su estructura prevista. Abrazar giros inesperados y ajustar el plan en lugar de adherirse rígidamente a sus esquemas previos puede enriquecer su narrativa.

En última instancia, la clave reside en comprender que la planificación es una herramienta poderosa, pero no debe ser una cadena. La combinación de la meticulosidad con la adaptabilidad les permitirá superar estos obstáculos y crear obras que sean tanto estructuradas como estimulantes y vivas.

Celebrando la Diversidad Literaria y Superando las Etiquetas

El debate sobre si es preferible ser un Escritor Brújula o un Escritor Mapa es tan absurdo como discutir si el océano es más fascinante que el cielo. Dependerá del momento, la situación y la persona. Es fundamental recordar que estas categorías no deben encasillarnos ni reducirnos. No somos solo brújulas o mapas; somos creadores con infinitas posibilidades.

No hace ninguna falta encajar en una etiqueta particular. Lo que verdaderamente importa es reconocerse como creador y explorar lo que mejor funciona para una misma. Tod@s poseemos inclinaciones naturales que nos permiten disfrutar más de un estilo de escritura espontáneo o bien meticulosamente planificado. Las pasiones y el enfoque pueden variar, y eso está bien.

Además, estas categorías no son compartimentos estancos. Los grados y las combinaciones son infinitos. No existe una única forma correcta de abordar la escritura.

Como creador@s necesitamos explorar más allá de las etiquetas, divisiones o debates. El acto creativo es intrínsecamente sorprendente y no debe limitarse por reduccionismos. Es preferible jugar con estas ideas, experimentar y desafiar los límites, con curiosidad y apertura. Cada uno de nosotros somos una combinación única y compleja, capaz de trascender cualquier categoría predefinida y nos hallamos en continua evolución.

¿Hoy brújula y mañana mapa? ¡Por qué no!

Las críticas que ayudan

Cuando escribimos y compartimos nuestro trabajo, la crítica es inevitable. Es una respuesta natural (y deseable) a lo que hemos lanzado al mundo. El término «critica» tiene una connotación peyorativa, pero en realidad no es más que una reacción a lo que hemos escrito y -como tal- es muy valiosa. El silencio, el vacío son más perturbadores.

Me gusta una máxima de la PNL (programación neurolingüística) que dice: «no hay fracaso, solo feedback». Me parece un enfoque muy positivo. En realidad el fracaso es una percepción subjetiva de no haber alcanzado un ideal (ideal que puede no ser realista). Es una expectativa no cumplida, pero, en sí mismo, el fracaso no conduce a nada, es como un callejón sin salida. En cambio, interpretar el fracaso -o la crítica- como mero feedback (es decir respuesta que nos llega de vuelta) nos ofrece un panorama lleno de posibilidades. Porque ahí el fracaso -o la crítica- nos está mostrando también la clave para corregir o mejorar: vemos el camino.

Aclaración: vale, de acuerdo, hay críticas destructivas/faltonas y de las que poco se puede deducir (salvo quizá la bajeza o la escasez de población neuronal de su emisor). Como todo modo de expresión en clave «odio», esto hay que ignorarlo por completo. De hecho, puede ser muy peligroso y tóxico enredarse en las garras virtuales (o físicas) de un crítico troll. Su único objetivo es conseguir energía con nuestra emoción. Descartado.

Pero, aunque no sea muy agresiva, y más allá de la falta de gusto disfrazada de honestidad espontánea que se lleva tanto hoy en día, de poco nos sirve una crítica como: «Una mierda de libro, una basura y una bazofia…..». En fin, aquí solo hay un dato útil: no ha gustado. La intensidad de ese disgusto ya no añade nada más y puede en algunos casos deberse incluso a factores ajenos al libro (animadversión personal, odio al mundo, antagonismo ideológico, etc.). Del mismo modo, una crítica como: «maravilloso, genial, fantástico», tampoco ofrece muchas pistas de qué exactamente hemos hecho bien.

En cambio hay críticas negativas que son oro puro, si sabemos leer y dejamos los egos al margen. Por ejemplo: «este libro es totalmente tonto, la protagonista es ridícula y reacciona en plan: me enfado y no respiro; el libro lo cuenta todo deprisa y corriendo, con mucha superficialidad, y encima está lleno de faltas de ortografía…» Bueno, pues aunque no sea muy agradable, en realidad (¡y gratis!) nos han dado varias informaciones importantísimas: el desarrollo del personaje no es el mejor y quizá no he trabajado bien sus motivaciones/reacciones; he abusado del resumen en lugar de escenificar partes importantes de la trama; no he cuidado el aspecto ortográfico. Si me tomara el tiempo de revisar alguna de esas cosas (o, idealmente, las tres) mi libro mejoraría sustancialmente. Por el contrario, la opción de sentir que tod@s los lector@s son tont@s y no valoran mi evidente genialidad es bastante estúpida. Independientemente de los gustos, preferencias o inclinaciones de quién nos lee, creo que todos sabemos cuando una crítica es solo una opinión aislada (y quizá sin fundamento) y cuando esa valoración está conectando con algo que tiene sentido y por tanto, debemos atender. Desarrollar ese criterio quizá es una de las cosas más valiosas.

Así que, resumiendo: ofrecemos algo al mundo, escuchamos su reacción, descartamos el ruido pero nos quedamos con los que nos puede ayudar. Y seguimos.

En realidad, el proceso creativo funciona así (o el mío en particular). Es un continuo refinado. Produzco sin censura, evalúo con crítica y perspectiva, corrijo lo necesario y comienzo otro ciclo. Y por el camino, aprendo.

ESTO ES LO QUE PIENSO

Una parte de las dificultades de escribir tiene que ver con la técnica, con lo que se llama oficio. Y esa parte -que es muy importante- hay que dominarla a base de práctica constante. Esto por lo general no es doloroso (o solo tanto como ir al gimnasio). Consiste en una acumulación de pequeñas pruebas de creciente dificultad que hay que pasar. Además, del mismo modo que el ejercicio físico, los avances van siendo evidentes lo que produce satisfacción y alimenta las ganas de más. Esto es bonito.

Pero no era eso de lo que quería escribir hoy.

Hay otro aspecto difícil que vamos a tener que afrontar tarde o temprano. Y ese es mucho más transversal, permea nuestra vida y para prevenir sus efectos hacen falta otras herramientas. Me refiero a los miedos, inseguridades, complejos y falta de confianza que emergen cuando uno se abre al mundo y escribe. Y los efectos de estas sensaciones tan incómodas son evidentes: ocultarse, sabotearse, procrastinar, silenciarse o refugiarse en una versión empequeñecida de una misma. Esa que puede encajar, que no causa problemas. Esa que nunca dice lo que piensa de verdad. Esa que puede sobrevivir a la crítica porque no ha dicho ni escrito nada que se pueda criticar.

Seguramente haya escritor@s que no sufran esto con tanta fuerza (de hecho, el narcisismo es un buen aliado del escritor), pero creo que es un poco inevitable. Viene con el lote y es bueno saberlo. Generalmente aparece cuando estás avanzando en la buena dirección. Al ser este más un aspecto relacionado con la personalidad o las experiencias propias, el enemigo adquiere diferentes fisonomías. Nos enfrentamos a un monstruo de varias cabezas y a cada uno de nosotros se nos aparece y nos acecha con un siniestro y distintivo rostro.

Para mí por ejemplo, está el monstruo de la exposición, que a veces actúa sobre mí en forma de nube maligna parlante. Incluso aunque escriba ficción, el escritor o escritora siempre tienen que dar algo de sí mismo y mostrarlo. Y precisamente esa capacidad de exponerse y dar algo valioso o difícil está en relación directa con la profundidad o resonancia de la historia. Porque son esos detalles difíciles, esas emociones descubiertas, las vulnerabilidades del ser humano, con su vergüenza, sus contradicciones, sus aspiraciones no confesadas, su anhelo de amor o su miedo lo que hacen que un escrito tenga poder y una ficción, alcance.

Yo ni siquiera tengo que estar mostrando eso que llamaríamos episodios vergonzosos o íntimos para sentirme tremendamente vulnerable. Poco importa lo que haya escrito. Da igual que me refugie en las almas de mis personajes. Me va a pasar en cuanto publique este post. Aparece el monstruo. Es como si -al hacerlo público- del texto recién escrito o publicado emanara una vibración que queda resonando en el aire y gritando: «mira las estupideces que escribe esta mujer». Y yo estoy ahí esperando a que esa nube maligna y parlante -mezcla de mensaje negativo lanzado a los cuatro vientos y sensación física- se acalle y se disuelva y de nuevo el aire se vuelva respirable, limpio. El objetivo es superar el ataque de vergüenza. Y seguir viva.

Claro, en mi caso, la angustia ante el monstruo de la exposición produce efectos que en principio tratan de contrarrestarlo (pero que también lo refuerzan) y que podría resumir en exceso de perfeccionismo y una tendencia a la invisibilidad. La escritora que no quiere ser leída (¿Cómo???????)

Claro que quiere ser leída, la criatura. Claro que quiero ser leída (nótese la tercera persona como recurso para esconderse). Lo que no quiero es sentir la nube maligna. Lo que no quiero es exponerme a la muerte por vergüenza.

Pero ya sabemos cómo funciona esto, ¿no? Cuanto más temes a la nube maligna, más fuerza adquiere, cuánto más la combates, peor. Si tratas de ignorarla, persiste (porque solo es y tu intento de combatirla de manera pasiva). Y si cometes la estupidez de planear tu vida en función del parte meteorológico acabas por perderte todas las fiestas.

No es que tenga yo la receta mágica antimonstruos. A veces basta con encender la luz o confiar en que -por malvada que sea- toda nube viene y va y fracasa siempre ante la evidencia de un cielo azul que nunca puede ser negado.
Sí sé muy bien que lo que no funciona es conformarse con esa versión pobre de ti misma (de mí misma) temerosa de expresarse o limitar tu rango de experiencias para sentirte segura. Así que respira (respiro) y solo empieza (empiezo) por esta frase: ˝Esto es lo yo que pienso». Y sigue (sigo). No te vas a morir.

Bad choices make good stories

No hay nada como salir a pasear para desterrar la saturación mental que produce trabajar horas ante el ordenador. Y esto se vuelve especialmente placentero si, como es mi caso, tienes el privilegio de pasear junto al mar. Entonces parece que todo compensa (o que al menos aguarda un premio al finalizar la jornada).

No solo el cuerpo se vigoriza y la mente se expande al salir al aire libre, también -si no cometes el error de aislarte enchufándote a un móvil- aparece la inspiración. Puede esta venir en imágenes, pensamientos o estímulos directos de tu entorno (si miras alrededor, claro).

El otro día en mi paseo vespertino, mis ojos se posaron en una chica que cruzó en dirección al mar por delante de mí. Lo que me había llamado la atención en esa ocasión era el mensaje que llevaba estampado en su sudadera: «Bad choices make good stories».

Lo primero que pensé: vale, a otra a la que le gusta el drama, pero luego tuve que sonreír ante la especie de verdad contenida en ese lema. Esta sentencia no es solo un estímulo a tomar riesgos (o dejar de obsesionarnos por nuestros errores), algo sin duda útil para muchos de nosotros en algún momento. Es también muy relevante para quien -como a mí- le gusta escribir.

Y es que es algo que no paro de repetir: aunque en la vida, aburrirse suele ser señal de que todo va bien, en la ficción necesitamos sobresaltos, problemas y sí: malas decisiones. Para ser más precisos: nosotros como escritores tenemos que tomar la buena decisión de ayudar a que nuestros personajes tomen malas decisiones.

Tomar malas decisiones en ficción es solo una de las maneras de pavimentar el camino del personaje principal de emocionantes y terribles problemas que anticipan una lucha o un esfuerzo por superarlos. Y en ese sentido, cuantos más problemas y obstáculos, mejor.

Hay que aclarar que el personaje principal puede (y debe) tomar malas decisiones o hacer malas elecciones (por ejemplo cuando se enamora de quien no debe o cuando decide que es buena idea readmitir a un ex que le ha traicionado)…. , pero hemos de asegurarnos de dejar bien claro que son elecciones equivocadas, sí, pero muy compatibles con la premisa principal de que, en términos generales, nuestra protagonista es buena, íntegra o amable (en el sentido de fácil de amar).

Entonces y solo entonces le perdonamos esas meteduras de pata y le damos secretamente las gracias porque su odisea personal -oh, sí- nos va a hacer disfrutar.

En revisión…. ✍️

Estoy revisando la que será mi próxima novela.

Cuando comienzo a escribir algo nuevo, llegar a este paso es una meta lejana que anhelo alcanzar. En la parte más rutinaria y obrera de la creación, cuando voy construyendo el muro con mis pequeños ladrillos -la suma de palabras y párrafos, el vertido de acciones y descripciones- mi preocupación se centra en mantener en pie el muro (o en no perder las ganas de seguir poniendo ladrillos).

Ahí de pronto pueden pasar dos cosas: o bien me vuelvo vacilante (¿Estaré levantando una casa bonita o se me va a hundir el chiringuito con el próximo bloque?) o bien vuelo, inconsciente, explorando sin pensar eso que se llama La Zona, hipnotizada y raptada por el proceso creador que dirige mi mente y mis manos…

En todo caso, cuando soy expulsada de la zona, en los momentos de desmayo, me digo que cuando ya esté todo medio atrapado en la página, sujeta la imaginación con los alfileres de las palabras, ahí es donde disfrutaré de verdad y  el sentido de la novela empezará a emerger y cada vez será más perfecto y podré extasiarme en los detalles. Será el momento de complacerme por haber escrito. 

Pero… ¡Qué va! Llegada por fin a este punto ya quisiera estar en otro nuevo. Tendré que asumir que -lejos de las argucias que uso para motivarme- cada parte tiene su dificultad y hoy me siento como alguien que recoge vasos de agua en el océano. Estoy perdida en el pulido de una palabra, de una frase, de una escena, de un capítulo, de un libro….

Supongo que el truco es estar en lo macro y lo micro a la vez, continuar adelante y mantener la confianza en la energía del proyecto, ayudar a realzar el impulso creativo original y minimizar la neurosis del perfeccionismo. Disfrutar, sí: trabajar y gozar.

Y después soltar.

Lección de estructura en un telefilm

Las películas comparten con las novelas el elemento narrativo, así que aprendemos de construcción de historias cuando leemos y cuando vemos una película. Y no importa que no sea muy buena, porque la estructura sigue existiendo y de todo se aprende. Y ese es el punto: abrir los ojos para fijarnos en como se cuentan las historias.

Y esto puede pasar viendo una peli se sobremesa. Ya sabemos en qué consisten: argumentos sencillos, domésticos y repetitivos, personajes estereotipados y tramas previsibles. Es lo que una espera (y busca) cuando ve un telefilm. Algo sencillo que te permita planchar o descansar la mente, o reírte o hacer la siesta 😀

Algunos antecedentes previos

Recuerdo el tiempo en que se estrenaron Mujer blanca soltera busca (1992) y La mano que mece la cuna (1992). Ambas fueron éxitos comerciales que tenían castings potentes. Se representaba ya en ellas el personaje de la mujer que (por motivos muy distintos y casi siempre un poco patológicos) quería arrebatar la vida (y la identidad) de la protagonista. Venganza o pura obsesión, se trataba de una verdadera pesadilla para la espectadora familiar media (estas pelis, dirigidas al público femenino, ponen sobre la mesa una amenaza sobre el estilo de vida de la clase media y sus valores tradicionales, pero esa es otra historia…) Si completamos estas dos películas con la previa y mítica Atracción fatal (1987) tenemos la trilogía fundacional del telefilm doméstico.

Años después, en pleno 2022, estas pelis se han alejado más del cine (con excepciones) y se consumen en su versión para la televisión. Son productos baratos y rentables que han acabado casi por parodiar aquellos primeros personajes, a fuerza de repetición y clichés. Pero no olvidemos que el objetivo es precisamente ofrecer siempre variaciones del mismo argumento (y de la misma amenaza) que -importante- siempre acaban con la amenaza neutralizada y la «buena» recuperando su vida y a su familia. Porque nadie quiere planchar y sentirse enmalrrolada mientras ve la peli, ¿no?

¿Qué nos puede enseñar un telefilm?

En las clases de escritura vemos algunos conceptos muy básicos de estructura (bueno, la confusión existente entre trama y estructura la dejamos para otro día). Una novela comercial estándar o una peli comercial suele seguir una estructura de tres actos. Pero aún podemos resumir mucho más esto en varios pasos sencillos que nos dan una idea general:

  • Inicio con el incidente incitador o detonante: tenemos al personaje en su vida ordinaria y de repente algo sucede que precipita la acción.
  • Complicaciones crecientes: básicamente se trata de problemas encadenados que se van haciendo más difíciles para el protagonista, en un claro crescendo.
  • Clímax: llegamos al punto álgido de la peli, donde la tensión llega al punto máximo.
  • Resolución: rápidamente, tras el clímax, la tensión baja y la historia se soluciona y la peli (o novela) concluye.

El interés de todo esto para el que escribe no es hacerse experto en narratología, sino entender algunos mecanismos simples que funcionan. Por eso, a mí en las clases me interesa que, ante todo, las personas interesadas en escribir ficción tengan un sentido dinámico de la historia. Una historia es movimiento y cambio. Es como la señal que marca un corazón cuando el protagonista está en el hospital, pi, pi, pi…. nadie quiere un pitido plano… Y para la historia que escribimos (sea cual sea) esa línea plana que podíamos representar en un gráfico es igual de letal… No podemos dejar que la historia transcurra de forma plana o nos la cargamos. Por eso necesitamos giros, cambios de dirección (cambio en la fortuna del héroe) y necesitamos problemas crecientes y cada vez más agobiantes o importantes o significativos. Problemas que hacen avanzar la historia y que ayudan a ver las agallas del personaje protagonista.

Más clarito, agua

La villana de la peli de Atresmedia del otro día (Reencuentro con el pasado) me proporcionó un ejemplo muy claro. Sabemos que las malas de estas pelis se caracterizan por su determinación y perseverancia. Pues bien, nuestra antagonista tenía una pizarra en su casa donde apuntó todos los pasos que quería dar en su maléfico plan:

  • Hacerse amiga
  • Trabajo
  • Hija
  • Carrera
  • Rob (marido de la protagonista)
  • Graduación

Y aquí teníamos delineadas de forma muy clara las complicaciones crecientes, pues cada ítem de su lista era un paso argumental (que seguramente se parece mucho al esquema del guionista de la peli). Desde hacerse amiga de la protagonista, conseguir empleo en su floristería, acercarse a su hija adolescente, sabotear su carrera profesional, dejar fuera de combate al marido… y -el plan final era ese-: matar a la hija de la protagonista en la graduación del instituto. Tachán!

Aquí tenemos un abrazo muy sincero y nada sospechoso de la villana de Reencuentro con el pasado

En efecto, la graduación era el clímax de esta historia (el momento de mayor tensión. Y es que ahora la vida de la hija de la protagonista está en juego). Con este último paso concluía la historia de forma circular, pues la peli empezaba precisamente en la graduación de la protagonista y la villana, -20 años antes- y que (tras una accidente que ella misma se busca) supuso el inicio del odio ciego-vengativo de la mala.

Después de este clímax (fallido para la villana) la resolución es muy rápida: la mala vuelve a fracasar (y a revivir su accidente), acaba en la cárcel medio trastornada y la protagonista buena y virtuosa recupera a su familia y es más feliz que nunca. Y el resto de espectadores podemos despertarnos de la siesta o planchar sin congoja 😀

Y tras superar el clímax de este post, resuelvo yo también de manera presta yéndome a preparar la cena. ¡Hasta la próxima!

Consejos para empezar a escribir microrrelatos


Un microrrelato es, como su nombre indica, un relato muy corto. No hay un acuerdo sobre cuántas palabras exactamente constituyen un relato breve, todo depende siempre de con qué comparamos. Una historia de 1.000 palabras es breve comparada con la de 5.000 y larga si la medimos con una de 100. Esto que parece una perogrullada, no lo es tanto. Al final, todo es cuestión de situarse en un espacio y ajustarse a los límites (las palabras). Hay historias que «piden» más y otras que encuentran su más bella expresión en la brevedad. Nombres hay muchos… microrrelato, microficción, microcuento, nanoficción, flas-fiction, ultrabreve, hiperbreve…. etc etc… pero siempre hablamos de lo mismo: una historia muuuy corta, pero potente, con sentido autónomo y autoconclusiva.

Si queremos hacer la explicación más breve aún: microrrelato= concisión + narratividad.

A mí me gusta trabajar con microrrelatos de entre 1 y 150 palabras. Ahí tenemos muchas posibilidades de experimentar y aprender.

Aunque puede parecer fácil, en realidad, el microrrelato exige precisión y dominio del lenguaje. Es este sentido emparenta con la poesía y el aforismo. La historia breve se apoya también en imágenes poderosas, evoca o provoca, dispara significados. Pero, diferencia de la poesía o la anécdota, tiene la voluntad de narrar algo (por pequeño que sea el incidente en el que fija el autor su atención).

Hay mucha info en la red sobre cómo escribir microficción, pero yo hoy me centro en algunas interesantes sugerencias del autor de microrrelatos David Gaffney. Serán útiles para todo el que quiera probar a desarrollar su creatividad con este apasionante formato.

  • Empieza en el medio: si la brevedad es un valor tan cotizado, es comprensible que lo mejor es empezar la narración en medio de una escena o situación (no tenemos tiempo para contar antecedentes). Hay que ir al grano y de manera inmediata.
  • Usa pocos personajes: por razones obvias, cada personaje necesita su espacio de presentación y desarrollo para producir un impacto. El microrrelato es como un zoom potente, ¡nada de fotos de grupo!
    Del mismo modo, limitar los escenarios también es buena idea.
  • Asegúrate de que el final no está al final: según apunta Gaffney, en la microficción existe el peligro de que mucha parte de la implicación con la historia tenga lugar cuando el lector ha parado ya de leer. Para evitar esto, sugiere situar el final en el medio de la historia. Así das tiempo al lector, mientras se desarrolla el resto del texto, a considerar la situación junto al narrador.
    Esta me parece interesante para no caer en que todo sea un final efectista, un truco, un chiste… porque eso nos puede llevar a una especie de fórmula y a veces no es sostenible. A pesar de lo dicho, recordemos que en creatividad y escritura no hay normas fijas. Esto es una sugerencia, pero es interesante y lo podemos experimentar. ¿Cómo cambia el texto si pongo el final al final o antes….?
  • Suda el título: dale vueltas y vueltas y prueba con varios hasta acertar.
    Súper de acuerdo con este punto. El título es algo que -si no somos practicantes avezados de microficción- solemos infravalorar (y por tanto desperdiciar). Hay miles de efectos posibles: ironizar, explicitar algo, completar, contrarrestar, provocar… El título juega con el texto y lo hace mucho más potente. Diríamos que es un arte en sí mismo.
  • Haz que tu última frase resuene con una campana: la última frase no es necesariamente el final. Pero la historia debería dejar al lector con algo que siga resonando dentro de él/ella cuando el relato ha acabado. La última frase debería llevarnos a un lugar diferente del que partimos, donde podamos continuar pensando sobre la historia, como un bello enigma.
    En efecto, es la resonancia de la última frase, la evocación o la sugerencia que lanza lo que hace que el relato se convierta en algo memorable.
  • Hazlo largo y después recorta: empezar ya en modo telegráfico no nos ayuda. Al principio no te preocupes demasiado por la brevedad. Primero crea un bloque de piedra del que vayas retirando lo que sobra para crear tu escultura final.

Algunas dificultades al escribir relatos muy breves

Y a continuación os comparto algunos problemas que he identificado cuando comento microrrelatos con otros autores o estudiantes.

Cuando todo es demasiado sutil: 😶‍🌫️A veces, aunque tenemos muy clara la idea nuestra cabeza, no conseguimos transmitir esa claridad en el texto. Como la microficción es el arte de la sutileza, y de la evocación,-también de la ambigüedad-, tenemos que verificar que las pistas que damos o las explicaciones son las justas y necesarias para que la situación se entienda. Lo mejor para comprobar esto es dar a leer nuestro relato a más de una persona. No suele fallar.

Cuando todo es complejo y telegráfico: ⁉️Otro problema que podemos tener es que nuestra historia era demasiado grande como para encajarla con comodidad en 100 palabras. Damos mucha información, pero, como tenemos que abreviar, empezamos a parecer redactores de telegramas. La sensación es de tener algo muy comprimido que podría estallar en cualquier momento.


En ese caso lo mejor es prescindir de algún aspecto, reducir y cerrar un poco el foco o bien comprender que necesitamos escribir un relato más largo porque nuestra historia nos lo pide.

Cuando no pasa nada:🥱 un microrrelato, aunque breve, siempre debe de contar una historia. A veces nos limitamos a describir unos hechos y sí, escribimos cien palabras pero no contamos ninguna historia. Casi siempre, esto se arregla buscando el conflicto o el cambio. Para que el relato sea dinámico y no estático es muy necesario que se produzca algún cambio en el tono emocional o en la situación que se plantea. Lo que empieza bien acaba mal y al revés, hay alguna sorpresa… un enigma o una sugerencia…. En definitiva, siempre hay un viaje, un recorrido, aunque sea pequeño. En los relatos cortos, lo pequeño se hace significativo y trascendente.

Cuando nos liamos con la voz del narrador o el tiempo:🤯 en un espacio tan corto, es preciso ser riguroso y coherente en el empleo del punto de vista (en primera o tercera la mayoría de las ocasiones) y el tiempo escogido (presente o pasado, la mayoría de las veces). Si no somos coherentes con esto confundimos al lector. ¿Cuántas personas hay en este relato?, ¿quien es quien?, ¿pero eso a quién le pasa? Parece una tontería, pero estos despistes son muy habituales.

Un truco para darle fuerza a nuestros microrrelatos

En todo microrrelato hay también una estructura: planteamiento, nudo y desenlace. De momento son conceptos que tenemos interiorizados y que de alguna manera ya estamos respetando casi todos al escribir y sin reflexionar sobre ello.

De todas maneras, si todo esto de la estructura nos es un poco complejo, vamos a prestar especial atención a:
La primera frase
La última frase
El título
La primera frase es la puerta de entrada al mundo que proponemos. Marca el tono y las intenciones. La última frase es aquella campana que queremos que siga resonando.

Si trabajamos con atención estos tres elementos vamos a mejorar la calidad y potencia de nuestro relato con muy poco.

Sugerencia de tarea: 100-50-25

La práctica hace al maestro. Y este es un ejercicio que yo suelo proponer en clase (variando la consigna inicial).
A modo de ejemplo:

a) Escribe un microrrelato de 100 palabras que empiece con esta frase: cuando despertó, el dinosaurio se había marchado…
b) Ahora escribe el mismo microrrelato en 50 palabras.
c) Y ahora, ve un paso más allá y déjalo en 25 palabras manteniendo toda su esencia.

De este ejercicio salen siempre interesantes revelaciones.

Se trata además de practicar la concisión y cortar el texto sin matar la esencia. Como decía Ray Bradbury, en esto de cortar para mejorar un texto hay que ser muy hábil con el escalpelo. Al fin y al cabo queremos curar, pero ante todo, debemos mantener al paciente con vida…

Aprender de Leonardo da Vinci para ser más creativos

Seguramente en nuestra mente Leonardo da Vinci (1452-1519) se perfila como uno de los genios más grandes de la historia. Representa uno de los ideales de lo que se ha llamado el hombre total del Renacimiento: polifacético, multiversado, un auténtico polímata. Leonardo desarrolló sus facetas de científico, inventor, constructor, ingeniero militar, pintor, escultor y arquitecto, demostrando una destreza excepcional en cada cosa que emprendía. Además de artista fue un pionero en los campos de la anatomía, botánica, geología y la física. Este gran hombre, lleno de pasión y energía, prolífico hasta lo infinito, creativo y atrevido como pocos, sigue siendo una figura llena de atractivo, misterio y poder de fascinación.

Pues bien, en 1998 Michael J. Gelb escribió un libro que tuvo un éxito inmediato: Cómo pensar como Leonardo da Vinci (1998). En este libro el autor desgrana las bases sobre las que se sustenta el método creativo de Leonardo da Vinci. En sus diarios el genio de Florencia dejó un registro de su filosofía, su forma de trabajar y su método.

Siempre es interesante asomarse a la mente y corazón de personajes históricos excepcionales que nos inspiran, pero no se tata de fomentar una curiosidad pasiva y menos en este caso. Lo cierto es que podemos aplicar las ideas de Leonardo para impulsar y refrescar nuestra propia creatividad. El libro de Gelb está lleno de ideas y sugerencias para poner en práctica el modelo de Leonardo.

Los siete principios de Leonardo

1. Curiosità

Abordar la vida con insaciable curiosidad y un deseo incansable de seguir aprendiendo.

Ninguno de los logros de Leonardo sería posible sin esta cualidad motriz. La curiosidad y el deseo de saber y aprender como una constante a lo largo de la vida. Desde niño a Leonardo le fascinaban la naturaleza, las matemáticas, el dibujo… Y de adulto continuó mostrando un amplio interés por todos los aspectos de la vida sin limitarse a una sola categoría o ajustarse a los confines de unos estudios formales.

Nosotros también debemos abrir nuestra mente más allá de nuestro campo de especialización. Podemos elegir mantener una curiosidad vibrante que nos ayude a hacernos preguntas inéditas, a seguir fascinándonos por lo que pasa a nuestros alrededor y a querer saber siempre un poco más.

El arte y la escritura nacen muchas veces de un deseo de averiguar más, de entender algún aspecto en profundidad (ya sea la naturaleza humana o una época). Y todo empieza con un espíritu vivo y curioso.

Llevar un diario, apuntarse a clases novedosas, aprender algo cada día, leer libros alejados de nuestra formación y nuestros géneros favoritos. Relacionarnos con personas de diferentes orígenes y culturas. Hacernos preguntas continuamente. Éstas son algunas de las cosas que podemos hacer para impulsar nuestra creatividad.

Estudio de pájaros voladores. Leonardo

2. Dimostrazione

Comprometerse a poner a prueba el conocimiento a través de la experiencia, la persistencia y la voluntad de aprender de los errores.

La mejor manera de aprender es a través de la propia experiencia y la puesta en práctica de los conocimientos que adquirimos. No nos hemos de limitar a absorber teoría sin experimentar porque entonces no se produce el aprendizaje, sino la acumulación de información. Parece una obviedad, pero la pasamos por alto muchas veces.

Leonardo encontró un gran campo de experimentación en el estudio del maestro pintor y escultor Andrea del Verrocchio, del cual fue aprendiz. Allí entró en contacto directo con los materiales, tanto de pintura como de escultura. Pero este es solo un ejemplo de su periodo formativo que se convirtió en un modo de proceder. Cada cosa que quería entender la probaba. Para estudiar geología iba a las colinas de Lombardía, para aprender anatomía diseccionó cuerpos humanos y animales. Su método era 100% empírico.

Leonardo no se limitaba a la enseñanza contenida en los libros, sino que desafiaba la tradición poniendo a prueba las cosas. Esto le valió una gran independencia y es una de las bases de su genialidad y visión únicas.

En escritura esto pasa mucho. Nos hacemos dependientes de libros y de ideas ajenas y acabamos con una mentalidad informada pero chata. Podemos leer muchos libros de teoría, seguir talleres o cursos pero no hay ningún aprendizaje comparable a nuestra propia práctica y reflexión. Con los errores, los desafíos, los tropiezos y también con los aciertos aprendemos y encontramos nuestro camino. Así evitaremos que los prejuicios se instalen en nosotros sin ser cuestionados.

Para practicar esto podemos hacer una lista de nuestras creencias y desafiar su verdad, una a una (¿es esto cierto?). También podemos comprometernos a aprender de nuestros errores como una maravillosa fuente de información y feedback.

3. Sensazione

Un continuo refinamiento de los sentidos, especialmente de la vista, como un medio de hacer vívida la experiencia.

Los sentidos son sin duda la puerta de entrada a la experiencia. Para Leonardo era de especial importancia el sentido de la vista y uno de sus lemas era: Sapere vedere (saber ver).

Muy a menudo, salvo que tengamos alguna condición que nos limite, damos por hecho que percibimos con normalidad. Creemos que vemos, escuchamos, oímos, saboreamos y tocamos pero, con mucha probabilidad, nuestros sentidos no están afinados y es que hay un rango muy grande de desarrollo y debemos tener el propósito específico de explorar y ampliar nuestro repertorio sensorial.

Michael J Gelb nos recuerda que en su Códice sobre el vuelo de los pájaros, Leonardo registró con minuciosidad los movimientos de las plumas y la alas durante el vuelo con un detalle que no ha sido apreciado en su totalidad hasta la aparición de imágenes en Slow Motion. ¡Pero esto Leonardo ya lo veía!

Desde luego, escribir es una manera de ver el mundo y, cuando decimos esto, no es una frase hecha porque es con la percepción y la mirada donde empieza todo. Con la capacidad de ver detalles, matices, texturas. Pero no solo ver objetos, también ver a las personas, sus reacciones, sus palabras (aquí escuchamos también). Creo que se puede ver con todo el cuerpo. Este trabajo de sensibilización se amplía a cada uno de los sentidos. Leonardo también fue un músico brillante y sus biógrafos dicen que vestía tejidos siempre agradables, se rodeaba de perfumes y flores y estaba interesado en la gastronomía.

Podemos empezar a entrenar nuestros sentidos haciendo prácticas de observación descripción (¿tenemos palabras para todo lo que percibimos?). También tenemos a nuestra disposición otros recursos, tan variados como estimulantes: ejercicios para descansar nuestros ojos, meditaciones escuchando música (o escuchando el silencio), catas a ciegas, un curso de aromaterapia, describir objetos solo con la ayuda del tacto, etc.

Admito que para mí también tiene mucho peso la visión y considero que practicar y mejorar la visualización (esto es, la que vemos en nuestra mente) nos puede ayudar mucho como escritores. Pero esto mejor lo dejo para otro artículo.

4. Sfumato

Abrazar la ambigüedad, la paradoja y la incertidumbre.

Lo que se pretende expresar con esta palabra es la voluntad o disposición de abrir la mente y afrontar lo desconocido, siendo este uno de los métodos más poderosos para potenciar la creatividad.

La pintura de Leonardo siempre ha tenido una característica misteriosa y esa cualidad como difuminada hecha a base de capas de pintura. También empleó mucho la oposición, la tensión y el contraste en sus composiciones.

Uno de los ejemplos más notables de este misterio es la enigmática sonrisa de la Mona Lisa, en palabras de Gelb: una sonrisa en la cúspide del bien y el mal, la compasión y la crueldad, la seducción y la inocencia lo fugaz y lo eterno.

Freud vio en ella una mezcla de «la reserva y la seducción, la devota ternura y la sensualidad que, despiadada y desafiante, devora al hombre como si fuera un extraño».

Como artistas o personas creativas nos beneficiaríamos mucho de tolerar la incertidumbre, la ambigüedad y lo desconocido. En lo conocido solo hay repetición y no hay lugar para el descubrimiento. Aceptar la paradoja es fundamental y saludable porque, en materia de creación, lo que hoy es verdad mañana puede no serlo y si buscamos certezas incuestionables nos bloqueamos y frustramos. ¡La vida es mucho más amplia que nuestras certezas!

Podemos entrenarnos en observar las contradicciones de las situaciones que presenciamos y de las personas que nos rodean. De hecho, en creación de personajes, encontrar el contraste nos ayuda a hacerlos mucho más ricos y con matices. Además de esto, aprender a confiar en nuestra intuición también es una gran habilidad a desarrollar cuando la información nos abruma. Puede constituir nuestra guía infalible.

5. Arte/Scienza

Equilibrar la ciencia y el arte, la lógica y la imaginación—pensar con todo el cerebro.

Aquí abordamos la familiar discusión sobre el lado izquierdo y derecho del cerebro. El lado izquierdo es el lógico, lineal, secuencial y el que domina en el lenguaje. Normalmente es el que tenemos más desarrollado en nuestra sociedad. El lado derecho trabaja con imágenes, asociaciones y no se expresa de manera verbal ni lineal. Privarnos de uno de ellos nos limita en nuestra creatividad.

En las primeras fases de creación es más aconsejable centrarse en el lado derecho: sin censura nos abrimos a imágenes, asociaciones e intuiciones. Posteriormente aplicar nuestra mente lógica y analítica garantiza el resultado perfecto.

Esta dicotomía entre lado derecho e izquierdo se refleja también en la división artificial entre el arte y la ciencia. Leonardo nos demuestra que no solo son disciplinas compatibles, sino además complementarias. Sin duda es un ejemplo del pensador de cerebro completo. No sabríamos decir si Leonardo era un artista que estudiaba ciencia o un científico que estudiaba arte. Lo era todo. Y es que, según afirmaba Leonardo en su Tratado de pintura, aquellos que se enamoran del arte sin previamente aplicar el estudio diligente del aspecto científica del propio arte se comparan a los marineros que se lanzan al mar en un barco sin brújula ni timón y que por tanto no han de llegar a buen puerto.

Una técnica muy útil para empezar a emplear los dos lados del cerebro para escribir es el uso de los mapas mentales. Con ellos jugamos con las asociaciones que las palabras despiertan y las imágenes arbitrarias que vienen a nosotros. Después descubrimos que hay un patrón de significado y algo emerge que nos empuja a escribir con un enfoque más abierto y novedoso (y menos lógico, ya que lo lógico se basa en el conocimiento previo y, por tanto, nunca puede sorprender).

6. Corporalità

Cultivar la gracia, la forma física, la ambidestreza y el equilibrio.

Mucha gente vincula el desarrollo intelectual con el descuido o desdén por el cuerpo y viceversa. De nuevo vemos la dicotomía social entre el enclenque ratón de biblioteca o el descerebrado mazas de gimnasio. Pero lo cierto es que Leonardo le daba mucha importancia a la forma física y al cultivo de un cuerpo saludable.

Leonardo tenía fama de grácil y era un gran atleta, así como un buen jinete y dicen que su fuerza era legendaria. Algunos estudiosos de su obra consideran que, de hecho, su pasión por la anatomía era un reflejo de su extraordinario físico.

Leonardo se interesó por el mundo externo y el interno; por el cosmos y por el hombre.

En realidad esto es muy interesante. Parece haber un tópico sobre los escritores y los artistas que proyecta una imagen de hábitos poco saludables, comportamientos autodestructivos, adicciones diversas, relaciones tóxicas, etc. Lo cierto es que para producir al más alto nivel hemos de cuidar nuestro cuerpo y nuestra salud. Además, el ejercicio favorece las conexiones neuronales, mejora el estado de ánimo y nos refresca y tonifica. Una dieta alimentaria equilibrada también está vinculada a un mejor desempeño mental. Adquirir mayor conciencia corporal o postural también puede brindarnos beneficios insospechados que, a priori, puede que no relacionemos con la creatividad.

Por último, y no podía ser menos en una personalidad tan integral como la suya, Leonardo estaba convencido de que adquirir la habilidad de ser ambidiestros (por tanto, estimular ambos lados del cerebro) era fundamental para el desarrollo de nuestras capacidades.

7. Connessione

El reconocimiento y la apreciación de la interconexión de todas las cosas— pensamiento sistémico.

Para el maestro florentino el mundo mostraba siempre patrones y conexiones. Por ejemplo: del mismo modo que una piedra en la superficie del agua causa círculos que se van haciendo más y más grandes hasta que se disipan, de la misma manera el aire despliega un movimiento de ondas circulares. De ese modo, nadar en el agua le enseñaba también cómo los pájaros vuelan en el aire.

Otra aspecto destacado de su manera de crear era su incansable creatividad y su práctica de combinar y conectar elementos dispares para formar nuevos patrones. La conexión y combinación empezaban en el estudio de la naturaleza pero se aplicaba también a su estudio de la anatomía humana y animal. El cuerpo humano era estudiado como un sistema completo, un patrón coordinado de relaciones interdependientes.

En este punto estamos ante una de las piedras angulares de la creatividad, que muchas veces se define precisamente como la capacidad de encontrar nuevas combinaciones o de crear algo nuevo a partir de la superposición, yuxtaposición, combinación, sustracción, adición, etc. de elementos previos. Además, la búsqueda de patrones también ayuda a crear obras con un significado más profundo puesto que apelan a mecanismos subyacentes y potentes que todos compartimos (y a veces desconocemos).

Si nos lanzamos a la divertida actividad de jugar a combinar, lo aconsejable es que nos forcemos a ir un poco más allá de las primeras ideas o de la lógica más evidente. Precisamente la capacidad de conectar avanza a través de lo más obvio hasta las revelaciones insólitas. Si nos damos cuenta también es eso lo que se busca cuando se hace una lluvia de ideas, por tanto es esencial no censurarnos. Abordar todo esto con un espíritu lúdico y de juego da siempre los mejores resultados.

Por supuesto también hay una visión espiritual en la contemplación y la relación entre el microcosmos y el macrocosmos y el lugar del hombre dentro de este. Muchas veces una mayor apertura espiritual es el producto de empezar a admirar sin juicios la vida y sus conexiones. Así una cosa lleva a la otra de manera natural e inevitable.

Como conclusión y en definitiva, parece evidente que, además de enorme talento, Leonardo tenía un enfoque integral de la vida y de la creación que tienen plena vigencia. Por eso, hoy en día, su visión y su pensamiento nos siguen inspirando y mostrando un camino de experimentación y plenitud.

fuente: Think like Da Vinci: 7 steps to boosting your everyday genius, Michael J. Gelb

Encuentra tu propio camino

Escribir es como cualquier otra práctica. Hay un momento en el que se parte de cero. Surgió una chispa de algún lado y empezó la combustión. A lo mejor empezaste a sentirte fascinado al leer un libro o quizá escribiendo fragmentos de tu experiencia. Sientes una afinidad creativa con las palabras, te planteas que podría gustarte escribir y te lanzas a ello. Entonces te fijas en tus autores o autoras favoritos.

Cuando estás empezando, tienes dudas y buscas referencias. Esa referencias las constituyen todos los escritores y escritoras recogidos en el canon de tu época y todos sus libros (por tanto hay un componente muy cultural y generacional en esto). Las historias que leíste despertaron algo en ti. Algo que tú también quieres despertar en otra persona algún día. Tu modelo a seguir son los libros que te inspiran.

Más allá del contenido de lo que escriben esos autores, tal vez empieces a interesarte por el cómo lo hacen. Te asomas entonces a lo que se llama el oficio y quizá surge un interés por la dimensión psicológica del escritor: cómo su personalidad ha determinado lo que escribe y qué cualidades le ayudan a realizar con éxito su tarea. Podemos considerar aquí la perseverancia, el compromiso, la tolerancia al fracaso, la rebeldía y la genialidad, etc.

Digamos que no nos hemos dejado convencer por esa idea de que la genialidad es un don que se tiene o no se tiene y por tanto seguimos adelante. Investigamos con la esperanza de conseguir lo mismo que nuestros maestros.

Una de las preguntas que más se repite a los escritores en los manuales es: ¿cuál es su método? Aquí entran cosas tales como: cómo surgen sus ideas, quién inspira a sus personajes y qué rutina emplea. Entonces llenamos nuestra cabeza de los modos de hacer de otra persona, porque al principio es todo lo que tenemos. Aún no conocemos nuestro propio sistema y camino.

Teniendo esto en cuenta, por supuesto que es muy valioso contar con esas referencias que te guían. Se ha utilizado desde siempre lo que se llama el modelado o imitación de modelos de comportamiento ideales. Si tengo la sensibilidad de Virginia Wolf, su compromiso, si tengo la fuerza de Hemingway, si tengo la vulnerabilidad de Kafka… La admiración nos hace perseverar, nos estimula.

El peligro es cuando hacemos de eso un ídolo o lo cristalizamos en un dogma. Creamos mitos, auras y pensamos que, para escribir y tener éxito, hay que ser superdotado, ultrasensible, místico, atormentado, tener una terrible vida amorosa, ser un solitario empedernido… (crea tu propia lista).

Hacemos lo mismo con los procesos o hábitos de trabajo: escribir a las 6:00 de la mañana, escribir por la noche, escribir de pie o tumbados en la cama, planificar mucho, no planificar nada. Vivir experiencias intensas, encerrarnos en la torre de marfil, consumir drogas o ser vegetariano, etc. En realidad, todas estas cosas le han funcionado a alguien, así lo demuestra la historia de la literatura, pero podría ser que ninguna te sirviera a ti.

¿Hay algo malo en ti?: no

Copiar las condiciones ideales de otras personas no es una garantía de éxito. Tampoco lo es el desanimarte y pensar que eres un caso perdido que no tiene nada que aprender de nadie. En cambio, con paciencia, dedicación y tirando al principio sobre todo de tu ilusión y tu placer, debes analizarte, empezar a entender qué funciona para ti y qué no.

Para ello, cuanto más experimentes, mejor. ¿A qué hora eres más productivo?, ¿a qué hora te sientes más creativo? ¿Tienes una mente muy analítica o quizá más intuitiva y visual? ¿Cómo piensas? ¿Qué cosas te motivan a seguir adelante y escribir? ¿Qué cosas te desconectan? ¿Qué podrías aprender aún o probar que pudiera marcar una diferencia? ¿Cuáles son tus éxitos y en qué condiciones se produjeron?

Identifica y repite lo que funciona, descarta lo que no. Irá emergiendo tu sistema. En el camino, ten siempre en cuenta que todo es revisable y modificable.

Es quizá aconsejable tomar notas o registrar este proceso. Puedes llevar un diario o simplemente empezar a ser muy consciente. Comprométete a fondo con tu propia experiencia y extrae tus conclusiones.

A través de una continua indagación sobre ti misma encontrarás tu manera única. Y quizá puedas advertir al futuro escritor que te admira que él o ella también deberán encontrar la suya.

Acabo el año con libro nuevo

Quisiera poner la guinda a un año bastante prolífico en lo creativo con el lanzamiento de mi próximo libro, que será el tercero que autopublique este 2021.

Si todo va como espero, la semana que viene La estúpida idea de querernos estará ya disponible en Amazon. Lo cierto es que me apetece aprovechar las navidades para lanzarlo en sociedad. Parece que es un tiempo propicio para ilusionarse con lecturas y con historias de ficción y de ahí que haya pisado el acelerador, contagiada por la magia de esta época del año.

Este libro tiene algo distinto del resto que he escrito hasta la fecha. Nació, en su germen, como una historia a cuatro manos que emprendí, allá por el 2017, junto a Emma Mars.

En aquellos tiempos, aunque las dos nos compenetramos de un modo muy fluido y fue superfacil escribir juntas, nuestra historia literaria no acabó de funcionar. Ahora comprendo que, en realidad y pese al sentimiento de bluf, hicimos un gran trabajo, pero solo alcanzamos a crear un esbozo. Nos faltaba trabajo para conseguir el libro redondo que proyectábamos. Después de un veredicto unánime y desfavorable de las lectoras beta, nos desanimamos, perdimos la motivación y la historia pasó al cajón de «Necesita madurar». Y ahí se quedó.

Hace unos meses, un poco medio en broma, medio en serio, hablé con Emma de la posibilidad de revisar esa historia y Emma me dio su permiso y bendición para hacer lo que quisiera con ella. Si era capaz, claro.

Al principio no tenía ninguna expectativa clara. Es más, tenía bastante resistencia. Cuesta regresar (y varios años después) sobre algo que se ha quedado en tu memoria como un proyecto a mejorar. Aunque es cierto que también vuelves con otra mirada, con más herramientas (y madurez), necesitas comprometerte y sentir que tiene sentido.

Tenía claro que debía encontrar algo que me motivara lo suficiente como para justificar la estúpida idea de intentar revivir La estúpida idea… en lugar de centrar mi atención y energía en las otras cosas que tenía (y tengo) entre manos.

Pero se dio. De hecho, y aunque no tenía planes exactos de qué hacer, en esa segunda lectura, hubo muchas cosas de la historia que me gustaron y que me indicaban, de algún modo, que valía la pena hacer un esfuerzo por el libro. Veía en aquellas páginas chispas de fuerza muy atractivas para mí. De no ser así, lo hubiera descartado por completo.

También, y era lo temido, conecté con todas las debilidades que nos lastraron en nuestra primera aventura: una segunda parte que se cae por completo; un personaje central y poderoso que necesita más atención; un final fácil y muy apresurado que restaba fuerza a todo… Vaya, que no iba a ser un paseíto por las nubes el pasar de borrador interesante pero incompleto a libro redondo.

Apostar por algo o no apostar, he ahí la cuestión que se nos plantea a menudo. En este caso, aposté y, haciendo acopio de ilusión y energía, me puse manos a la obra. Me encomendé al corazón que latía en el primer borrador como guía para iluminar el camino.

Aún así, una de las trampas que mas a menudo me tiendo a mí misma es decirme que lograré hacer algo sin apenas trabajo. Mentira. Cuando me meto, me meto, y al final, lo que iba a ser un «vamos a dejarlo decente», «bah, solo necesita un poco de coherencia», se convierte en un montón de horas de dedicación y una exigencia cada vez más grande (Agh, ¿de qué va este libro en realidad?, ¿qué me está pidiendo, qué le falta?). Pero a esas alturas ya era imposible dejarlo a un lado. Y es que, como digo, la historia ya me había atrapado, los personajes centrales eran tan importantes para mí que no podía fallarles con un apaño para cubrir el expediente. Ahora debía escucharles. Tenía que sacar a la luz todo lo que estaba potencialmente insinuado.

En el solitario mundo de la publicación independiente, una amigo es un tesoro. Gracias a Patricia Reimóndez (compañera de blogosfera y de letras) y que estuvo leyendo el nuevo manuscrito y dándome su valiosa opinión, conseguí no bajar el listón cuando alguna tentación de abandonarme al resultado fácil me acechaba o me entraban las dudas (mi clásico: «¿por qué hago esto?, por qué no me dedico a plantar bonsáis»). Ella confirmó las cosas que yo pensaba (o sabía) que no funcionaban, destacó las que sí y me alentó con su entusiasmo y fe en la historia para poner toda la leña en el fuego en mi misión.

De modo que, a grandes rasgos, esta es la historia del libro. La semana que viene os explico más detalles.