Para este 14 de febrero de 2022 un poema de Ana Rossetti, una mujer que nunca quiso ser escritora, pero (por fortuna) se dejó llevar…
#elAmorComoUnEspejo.
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QUÉ SERÁ SER TÚ
Este es el enigma, la atracción sobrecogedora de conocer, el irresistible afán de echar el ancla en ti, de poseerte. Qué será la perplejidad de ser tú. Qué, el misterio, la dolencia de ser tú y saber. Qué, el estupor de ser tú, verdaderamente tú y, con tus ojos, verme. Qué será percibir que yo te ame. Qué será, siendo tú, oírmelo decir. Qué, entonces, sentir lo que sentirías tú.
Me gusta mucho este microrrelato de Benedetti, porque, además de su sentido del humor y su originalidad, mezcla perfectamente narración y poesía…
La sugerencia del tema se suma a un empleo súperefectivo del lenguaje… Nada es casual y todo tienen intención. Por poner un ejemplo, Estoque es una palabra que tiene un significado (espada estrecha y afilada en la punta) y además una sonoridad «dura» con la /K/… y una determinada evocación si estamos leyendo sobre un encuentro sexual… y eso en conjunto -las asociaciones, la forma, el sentido- es lo que trabaja silenciosamente en la mente de quien lee…
Las palabras son actuadas literalmente por los personajes… haciendo evidente ese poder de manifestación del lenguaje, el Verbo (aquí como sinónimo de palabra, no de tiempo verbal) porque Benedetti en su genialidad de poeta emplea sustantivos, palabras de esencia, pero mucho más pasivas… así que todo funciona por el propio significado y por la belleza de las palabras. Y todo ese cortejo y ese intercambio ultrasignificativo (Cuenca, Manantial) va subiendo en intensidad de Cirros y Cúmulos hasta culminar en Rebato (golpe de campanas y por proximidad… arrebato).
Y, por si no fuera bastante, si haces el ejercicio de leer el texto en voz alta, te llevarás el bonus extra del ritmo y la musicalidad!
Además de deleitarnos en un ejercicio de voyeurismo angélico, esta composición nos recuerda que el amor por las palabras es mágico y sensual.
El sexo de los ángeles
Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.
Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.
Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.
Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: “Semilla”, Ángela, para atizarlo, responde: “Surco”. El dice: “Alud” y ella, tiernamente: “Abismo”.
Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.
Ángel dice: “Madero”. Y Ángela: “Caverna”.
Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.
Él dice: “Manantial”. Y ella: “Cuenca”.
Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.
Ángel dice: “Estoque”, y Ángela, radiante: “Herida”. El dice: “Tañido”, y ella: “Rebato”.
Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.
Hoy viernes me reafirmo en que el chocolate cuenta como placer 😉
No se me ocurre mejor representación que la poesía de Gioconda Belli, con su evocación sensual de las llamadas cosas simples. Y desde ahí, trascendamos…
PLACER DEL CHOCOLATE
Un cuadrado oscuro de chocolate tiene para los dientes el mismo efecto sensual que el lodo en los pies traviesos de la niñez. En la lengua, la densa materia oscura suelta salivas en rojos cauces. El chocolate se disuelve en dulce espeso fango cuando lentamente se acarician los bordes hasta que la tableta en la cavidad cálida suelta aromas, recuerdos y flores en las distendidas papilas. Ríos de chocolate atraviesan encías e resquicios dentales y el placer – que uno sabe fugaz – da sus vueltas atrapado en la boca. Devoro chocolate ahora que no te tengo para, lícitamente y sin culpas, abandonarme al erotismo. Comiendo chocolate pienso en tu piel a mordiscos pienso en tus piernas tus pies pienso en los manjares suculentos de la vida.
Es viernes y hoy , más que la casa encima, se me viene encima este poema (sobre la casa encima).
La casa encima
Tantos siglos removiendo esta tierra
que ha pisado el ganado
y alimentado al ganado y a los hombres
que regaron esta tierra
con el cauce negro de su sangre
-la sangre cambia de color fuera del cuerpo-.
Tantos siglos alineando ladrillos,
aquí hubo un establo
sobre el que se construyó una iglesia
sobre la que se construyó una fábrica
sobre la que se construyó un cementerio
sobre el que se construyó un edificio
de protección oficial.
Tantas mujeres fregando sus baldosas,
pariendo en sus baldosas,
escondiendo la mierda debajo de las baldosas
que pisaron sus hijos ebrios
y sus santos maridos
que trabajaron y fornicaron
para bien de un país en el que no creían.
Tantos siglos para que yo,
miembro de una generación prescindible,
pierda la fe en la emancipación,
mire el techo de mi dormitorio
y se me venga la casa
encima.
Para estos días de cumpleaños, soledad y (falta de) contacto humano; para este marzo extraño, unos versos de Yeats (1865-1939) que iluminan nuestra experiencia.
Mi quincuagésimo año había ido y venido, Me senté, un hombre solitario, En una tienda atestada de Londres, Un libro abierto y una taza vacía Sobre el mármol de la mesa. Mientras estaba en la tienda y miraba la calle Mi cuerpo ardió de repente; Y casi veinte minutos después Mi felicidad parecía tan grande, Que yo estaba bendecido y podía bendecir.
——Vacilación, IV. William B. Yeats.———
My fiftieth year had come and gone,
I sat, a solitary man,
In a crowded London shop,
An open book and empty cup
On the marble table-top.
While on the shop and street I gazed
My body of a sudden blazed;
And twenty minutes more or less
It seemed, so great my happiness,
That I was blessed and could bless.
There is a solitude of space
A solitude of sea
A solitude of death,
but these Society shall be
Compared with that profounder site
That polar privacy
A soul admitted to itself —
Finite infinity.
(Emily Dickinson, poema 1695)
Precioso, ¿no? Si , como es posible que suceda, al leer este poema, comienzas a traducir en tu mente, estarás llevando a cabo, —en palabras de Gayatri Spivak—, el proceso de lectura más íntimo posible. Así lo hicieron también estos tres autores que te presento en sus correspondientes traducciones al español.
Lecturas diferentes y visiones distintas. Fidelidad en el caso de Silvina Ocampo, cambio y reinterpretación para adaptarse a la lengua castellana, en el de Arango y la postura intermedia (y más reciente) de R. Martín.
Hay una soledad del mar,
una soledad del espacio,
una soledad de la muerte.
Y no obstante parecen compañía
comparadas con esa más profunda
—intimidad polar,
Infinitud infinita:
La del alma consigo.
(Trad. José Manuel Arango)
* Hay una soledad del espacio
una soledad del mar
una soledad de la muerte, pero éstas
sociedades serán
comparadas con ese más profundo sitio
con ese polar aislamiento
un alma que admite a ella misma—
delimitada infinidad.
(Trad. Silvina Ocampo)
*
Está la soledad de los espacios, la soledad del mar, la de la muerte, pero todas parecen multitud si se comparan con ese emplazamiento más profundo; la intimidad polar del alma como huésped de sí misma— finita infinitud. (Trad. Rubén Martín)
Para los interesados en traducción de poesía, hay un breve ensayo chulísimo de Jairo Hoyos en el libro Poéticas de la Traducción, Ediciones Uniandes-Universidad de los Andes, 2012. En él, precisamente analiza las versiones de este poema de Ocampo y Arango. Muy inspirador.
Y en cualquier caso, una vez que la traducción ha cumplido su función de vehículo —del latín traducere, “pasar de un lado a otro”—, volvamos al poema.
Ahí cada uno se sumerge ya a su modo, con sus expectativas y experiencias, con su idea de espacio, mar y soledad… Que su lectura nos lleve a ese sitio más recóndito y profundo, nuestra intimidad polar. Y allí quedémonos un rato…
Dorothy Walters (EEUU, 1928) es una profesora retirada, escritora y poeta. En 1981, cuando contaba 53 años tuvo un despertar espontáneo de energía Kundalini (experiencia para la que ella no tenía nombre entonces, pues su formación era exclusivamente Occidental). Perpleja ante lo que le sucedía y sin referencias o maestros, comenzó a escribir un diario que luego sirvió de base para su libro Unmasking the rose . Posteriormente ha escrito muchísimo sobre su vivencia. El éxtasis, el rapto divino, la presencia energética de lo que ella identifica como Dios o Diosa interior -the Beloved within- son temas que desarrolla en su poesía, el vehículo ideal para tratar de atrapar con palabras una parte inefable, pero por otra concreta y vivida en el cuerpo.
Con 91 años, está llena de vitalidad, lucidez, energía, sentido del humor y sabiduría. Si tenéis curiosidad os recomiendo una entrevista muy reciente en el programa Budda at the gas Pump Fliparéis.
Como mejor muestra de la fuerza vital que hay en esta mujer, comparto un poema de su blog Kundalini Splendour. Pensaba traducirlo al español, pero es sencillo y además en español tendríamos el dilema de tener que dar un género al Unseen one (el invisible), the secret lover, the nameless… y creo que el inglés permite sortear eso perfectamente…. y no hacerlo ni masculino ni femenino, sino ambos. Shiva/Shakti.
The Secret Lover
Oh, friends,
here I am in my nineties
and still making love
with the unseen one.
Sometimes in the kitchen,
sometimes at my desk,
it doesn’t seem to matter.
Always the nameless
discovers me,
wherever I am.
I know it is that one,
who has been here
many times before.
I recognize this energy
of my familiar love presence.
Always it is like kisses,
here and there,
inside and out,
never touching.
Some call it Krishna
playing his flute,
in the distance or nearby.
I just name it
the one who comes,
never mind the looks
or appellations.
I wonder what I did
before I had this lover
in my life.
I don’t know whether
to talk about it
or keep it a secret
from the world.
Líbrame del desgaste de los días de la repetición muerta,
de la duda,
del dejar pasar lo que acontece por la promesa de otra cosa, algo que brilla más, algo con otro sabor.
Líbrame del miedo al miedo y
del miedo a librarme del miedo
y del deseo de ser otra,
diferente y mejor. Llévate la esperanza, el mañana será otro día y el tiempo todo lo cura. Sálvame de las promesas y de las flores ciegas de sol Retira mi mano del rostro, invítame a mirar, lo que sea, lo que hay. Déjame solo el presente y ninguna elección.
Creo que ni Elizabeth Bishop ni su poema-emblema, un arte, necesitan muchas presentaciones. En general las explicaciones solo son ruido que nos distancia de la esencia del poema, limitando nuestra libertad, el encuentro sin intermediarios. Mejor abrirse a lo que el poema traiga sin ideas previas. Pruébalo ahora mismo… ábrete, lee y deja espacio, permite que llegue.
Para mí, un arte, tiene mucho sentido en estos momentos, pero no os preocupéis por mí , ni corráis a preguntarme «¿¿qué te ha pasado??», porque lejos de desanimarme, esta poesía me da paz. Thank you, Elizabeth!
UN ARTE
No es difícil dominar el arte de perder:
tantas cosas parecen llenas del propósito de ser perdidas,
que su pérdida no es ningún desastre.
Perder alguna cosa cada día. Aceptar aturdirse por la pérdida
de las llaves de la puerta, de la hora malgastada.
No es difícil dominar el arte de perder.
Después practicar perder más lejos y más rápido:
los lugares, y los nombres, y dónde pretendías
viajar. Nada de todo esto te traerá desastre alguno.
He perdido el reloj de mi madre. Y, ¡mira!, voy por la última
—quizás por la penúltima— de tres casas amadas.
No es difícil dominar el arte de perder.
He perdido dos ciudades, las dos preciosas. Y, más vastos,
poseí algunos reinos, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue ningún desastre.
Incluso habiéndote perdido a ti (tu voz bromeando, un gesto
que amo) no habré mentido. Por supuesto,
no es difícil dominar el arte de perder, por más que a veces
pueda parecernos (¡escríbelo!) un desastre.
Elizabeth Bishop; Traducción de D. Sam Abrams.
Publicado originalmente en la revista The New Yorker en 1976.
ONE ART
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.