Acabo el año con libro nuevo

Quisiera poner la guinda a un año bastante prolífico en lo creativo con el lanzamiento de mi próximo libro, que será el tercero que autopublique este 2021.

Si todo va como espero, la semana que viene La estúpida idea de querernos estará ya disponible en Amazon. Lo cierto es que me apetece aprovechar las navidades para lanzarlo en sociedad. Parece que es un tiempo propicio para ilusionarse con lecturas y con historias de ficción y de ahí que haya pisado el acelerador, contagiada por la magia de esta época del año.

Este libro tiene algo distinto del resto que he escrito hasta la fecha. Nació, en su germen, como una historia a cuatro manos que emprendí, allá por el 2017, junto a Emma Mars.

En aquellos tiempos, aunque las dos nos compenetramos de un modo muy fluido y fue superfacil escribir juntas, nuestra historia literaria no acabó de funcionar. Ahora comprendo que, en realidad y pese al sentimiento de bluf, hicimos un gran trabajo, pero solo alcanzamos a crear un esbozo. Nos faltaba trabajo para conseguir el libro redondo que proyectábamos. Después de un veredicto unánime y desfavorable de las lectoras beta, nos desanimamos, perdimos la motivación y la historia pasó al cajón de «Necesita madurar». Y ahí se quedó.

Hace unos meses, un poco medio en broma, medio en serio, hablé con Emma de la posibilidad de revisar esa historia y Emma me dio su permiso y bendición para hacer lo que quisiera con ella. Si era capaz, claro.

Al principio no tenía ninguna expectativa clara. Es más, tenía bastante resistencia. Cuesta regresar (y varios años después) sobre algo que se ha quedado en tu memoria como un proyecto a mejorar. Aunque es cierto que también vuelves con otra mirada, con más herramientas (y madurez), necesitas comprometerte y sentir que tiene sentido.

Tenía claro que debía encontrar algo que me motivara lo suficiente como para justificar la estúpida idea de intentar revivir La estúpida idea… en lugar de centrar mi atención y energía en las otras cosas que tenía (y tengo) entre manos.

Pero se dio. De hecho, y aunque no tenía planes exactos de qué hacer, en esa segunda lectura, hubo muchas cosas de la historia que me gustaron y que me indicaban, de algún modo, que valía la pena hacer un esfuerzo por el libro. Veía en aquellas páginas chispas de fuerza muy atractivas para mí. De no ser así, lo hubiera descartado por completo.

También, y era lo temido, conecté con todas las debilidades que nos lastraron en nuestra primera aventura: una segunda parte que se cae por completo; un personaje central y poderoso que necesita más atención; un final fácil y muy apresurado que restaba fuerza a todo… Vaya, que no iba a ser un paseíto por las nubes el pasar de borrador interesante pero incompleto a libro redondo.

Apostar por algo o no apostar, he ahí la cuestión que se nos plantea a menudo. En este caso, aposté y, haciendo acopio de ilusión y energía, me puse manos a la obra. Me encomendé al corazón que latía en el primer borrador como guía para iluminar el camino.

Aún así, una de las trampas que mas a menudo me tiendo a mí misma es decirme que lograré hacer algo sin apenas trabajo. Mentira. Cuando me meto, me meto, y al final, lo que iba a ser un «vamos a dejarlo decente», «bah, solo necesita un poco de coherencia», se convierte en un montón de horas de dedicación y una exigencia cada vez más grande (Agh, ¿de qué va este libro en realidad?, ¿qué me está pidiendo, qué le falta?). Pero a esas alturas ya era imposible dejarlo a un lado. Y es que, como digo, la historia ya me había atrapado, los personajes centrales eran tan importantes para mí que no podía fallarles con un apaño para cubrir el expediente. Ahora debía escucharles. Tenía que sacar a la luz todo lo que estaba potencialmente insinuado.

En el solitario mundo de la publicación independiente, una amigo es un tesoro. Gracias a Patricia Reimóndez (compañera de blogosfera y de letras) y que estuvo leyendo el nuevo manuscrito y dándome su valiosa opinión, conseguí no bajar el listón cuando alguna tentación de abandonarme al resultado fácil me acechaba o me entraban las dudas (mi clásico: «¿por qué hago esto?, por qué no me dedico a plantar bonsáis»). Ella confirmó las cosas que yo pensaba (o sabía) que no funcionaban, destacó las que sí y me alentó con su entusiasmo y fe en la historia para poner toda la leña en el fuego en mi misión.

De modo que, a grandes rasgos, esta es la historia del libro. La semana que viene os explico más detalles.

Nuevo libro: un pueblo tranquilo

En este prolífico verano, acabo de lanzar otro libro y en esta entrada os cuento alguna cosa sobre él.

¿Y cómo otro libro tan rápido? He llegado a la conclusión de que, en esto de escribir, todo se puede simplificar en algo tan sencillo como: escribe, publica, repite.

Siguiendo esta iluminación, en lugar de pensármelo tanto, avanzo y ya los libros irán contando por sí mismos el resto de la historia.

Así que allá vamos.

El referente

Un pueblo tranquilo es una historia a lo Agatha Christie, es decir: un policiaco agradable, de esos que no te perturban demasiado (no por su violencia, al menos) y estimulan a pensar. De hecho, la gran pregunta que siempre hay detrás de las historias detectivescas es: ¿quién lo hizo? Y eso, independientemente del género que una escriba, es magia para impulsar una narración o una lectura, porque resulta que los lectores somos muy, muy curiosos.

Agatha Christie es una autora que podría ser fácil denostar como escritora de género (esto es, literatura con ele minúscula), pero la reina del crimen sigue generando muchas adaptaciones televisivas, cinematográficas y teatrales. Sus libros son auténticos superventas casi 100 años después de que empezara a escribir. Por algo será.

En sus historias lo importante es la trama o el enigma y los personajes son funcionales, pero no es que los descuide porque, con pocas pinceladas, consigue dotarles de personalidad y viveza. No solo hace esto con los personajes centrales, como Poirot, Miss Marple o el coronel Rice, sino con cada uno de ellos. Además de su habilidad como creadora de tramas, demostraba un excelente y agudo sentido del humor, la ironía y la observación. Y ya sea en los pueblos de la campiña inglesa o en lejanos escenarios exóticos y variados, en sus libros también había perversidad, trapos sucios, pulsiones latentes y mucha ira contenida amenazando con desbordarse.

Una de las razones por las que resulta satisfactorio leer una historia suya es porque proporciona un sentido de orden y de completitud. Una y otra vez, en las historias que vemos y leemos, buscamos un principio que organice y dé sentido a la vida (tan caótica y compleja). Queremos una explicación a la violencia, un punto final a una historia abierta por un crimen. Un culpable que nos deje respirar por fin.

Además sus novelas y relatos son muy entretenidos (de nuevo, gran mérito que no hay que subestimar) y llaman a la participación del lector, al que se invita a descifrar el enigma junto al investigador. En una época previa a la interactividad y a la Web 2.0 este era un valor muy interesante que le valió legiones de fans.

¿De qué va el libro?

Inspirada en esos relatos detectivescos, mi nueva historia trata de un crimen que sucede en un pueblo encantador y bastante cerrado, en el que nunca ocurre nada malo (aparentemente). El inspector Bierzo tiene que hacer frente a una investigación que le incomoda. Acusar a sus vecinos e interrogarlos es demasiado. Claro que es mucho peor admitir que su pueblo no es tan idílico como parece o cuestionarse su propia y acomodada vida.

Pero todo el mundo tiene un ángel de la guarda y en esta ocasión, una extraña llega de fuera para ayudar al jefe de policía. Se trata de un personaje muy opuesto a él, una joven oficial de la capital, de presencia inmensa y que casi siempre exhibe una calma total. Unos ojos foráneos y un buen corazón, justo lo que Bierzo necesita.

Además de ellos dos, en Un pueblo tranquilo hay un montón de personajes. Esto me ha divertido mucho. Quería crear una red entre todos ellos y lograr por acumulación un efecto: que el lector sienta que está en una comunidad pequeña en la que, poco a poco, va conociendo a todo el mundo… Por lo menos la parte de ellos que quieren mostrar, porque, desde luego, casi todo pasa bajo la superficie.

Sobre el proceso

Una historia policíaca no es precisamente el mejor lugar para dejarse llevar y escribir a ciegas. Buena parte del éxito se basa en la construcción de la historia, que debe funcionar como un reloj suizo. No obstante, no quería tenerlo todo tan cerrado que me resultara un ejercicio tedioso. Así que seguí una técnica mixta: dirección en lo fundamental, libertad en el resto.

Al principio no sabía bien a dónde iba, de repente tenía esta situación inicial: una muerte durante un espectáculo teatral en directo… Ignoraba el resto, de modo que me tomé un tiempo para entender qué es lo que había ocurrido. Tuve que ir al final, por así decirlo y «ver».

Era muy importante que supiera cuál era el núcleo y el enigma que sujetaría todo el engranaje de este libro. Ideé concienzudamente sobre el papel este punto. Pensé en el cómo, en el por qué y en el quién. Miraba a todos mis personajes, ideados y apenas esbozados en ese momento, y me preguntaba, quién de vosotros ha sido???? ¡Decídmelo!

Cuando eso ya estaba claro, fue muy sencillo avanzar, siguiendo la lógica de cada personaje. Tenía que tener en cuenta cómo se relacionaba cada uno con los demás, qué subtramas surgían y que líneas se desplegaban. Aprendí a amarlos a todos, incluso a los más odiosos (y mira que son mayoría). En el caso de los protagonistas, que son el inspector Bierzo y la oficial Violeta Tap, debía permanecer atenta a sus propios problemas y necesidades.

Los temas

Casi sin proponérmelo, todos esos asuntos que me interesan, como son las relaciones entre las personas, las apariencias, el miedo al otro, los prejuicios, el aislamiento, las dinámicas madre-hijo, fueron surgiendo solos. No pretendía meterme en complejidades psicológicas, pero alguna chispa sale.

Por ejemplo, me he permitido una licencia. Aunque suene raro, yo reflexiono a menudo sobre la ficción y la importancia (o no) de esta en nuestras vidas. ¿Por qué creamos ficciones?, por qué hemos inventado las novelas, el teatro, el cine, la televisión? Yo creo que hay un juego de espejos, una necesidad explicativa de nuestra existencia, más allá de lo obvio. ¿Y qué es lo obvio? pues la historia que cuenta esa ficción particular, el argumento y la moraleja. No es que esto sea desdeñable. Qué maravillosas parábolas modernas son las novelas y los libros. Pero no son solo enseñanzas, modelos de comportamiento o muestrarios de personalidades. Eso es quedarse en la superficie.

Las ficciones también son tratados de metafísica, si atendemos a su simbolismo profundo. Parece que la existencia es como una gran juego o representación (metáfora parecida a la del sueño y que viene a poner de manifiesto la irrealidad de esta). Tenemos en ella una alegoría del papel de creadores y criaturas, de la relación con lo trascendente o simplemente de cómo somos (o parecemos ser) personajes de una misteriosa trama que se despliega sobre una pantalla y que al parecer ha sido escrita antes de nuestra participación en ella.

Enseguida nos preguntamos por cosas como, ¿entonces nuestro destino es inalterable?, ¿siempre seré un pringado? Por supuesto, las decisiones de los personajes, en cada momento, pueden alterar ese destino inicial (y en algunos casos, impedir la fatalidad). En otros, ya lo sabia Shakespeare, no hay nada que hacer.

En el libro hay un personaje especial, una autora, Aurora Mist, que me ayuda a jugar, sin pasarme de mística, con esa idea del creador/sustentador, de modo que sea una sugerencia para el lector y que a mí me permita explorar las cosas que me interesan, incluso en una historia policiaca.

Una historia universal

En Un pueblo tranquilo, no hay una trama LGTB especifica, como en otros libros míos anteriores, pero sí que hay un personaje, Violeta, que es lesbiana (bueno, estoy hablando en su nombre, ella no me ha dicho cómo se define, es lo que da a entender). Sin embargo, su identidad no está descrita por este hecho en concreto en exclusiva (al menos en esta historia en particular). Ella es mucha más cosas y ninguna de ellas. Me gusta su sencillez, su ausencia de complejidad o tortura. También su fortaleza e inocencia. Y eso es lo más importante en esta ocasión, porque las historias son icebergs, pequeñas instantáneas que dejan intuir una vida más allá… Ahí la lectora o lector participa también, evocando o uniendo los puntos. Como hacemos en la vida real.

Qué diferente es Violeta del atormentado y sensible Bierzo, un hombre que se ahoga en un vaso de agua y vive atrapado en el pueblo de sus amores (aunque eso suponga una amenaza para su vida amorosa). Me ha encantado contraponerlo con la interesante doctora Giménez (ay, la atracción irresistible de los personajes diferentes).

Estoy convencida de que, si una historia es buena o despierta interés, puede iluminar aspectos de nuestra humanidad, sea quien sea el protagonista y sea como sea. Parte de eso consiste en aceptar también las limitaciones y puntos ciegos de los personajes, sean solitarios, incapaces de emocionalidad o mezquinos. Todos hacen lo que pueden y algunos luchan por su felicidad.

Por encima de todo, y esto sí es muy importante e innegociable, está el intento de conectar con el lector/a… de conmoverle, picar su curiosidad… despertar sus ganas de pasar las páginas.

Superando resistencias y perfeccionismos

Este proyecto lo tuve guardado mucho tiempo en un cajón, porque me parecía que no estaba suficientemente bien y, mucho tiempo después, y con una visión más compasiva, me di cuenta de que era ágil, divertido, muy sólido y que merecía mucho la pena estar en el mercado. ¡Caray es que estaba muy bien! Y no, no necesitaba tantas cosas, o más bien una sola: seguir adelante y culminar.

Para mí, que sufro a veces de perfeccionismo un poco demente, conectar con cariño con esta historia me ha resultado balsámico.

La autopublicacion, de hecho, es otra manera excelente de entrenarse en controlar el perfeccionismo. Si lo haces todo tú sola (y no es la única opción, por supuesto),tarde o temprano tienes que aceptar los límites técnicos, de habilidades y capacidades y aceptar un resultado que te parezca digno. Y a veces eso solo puede ser más desafío que crear una trama compleja.

La buena noticia es que se puede. Hay que priorizar lo que es más importante para ti en cada momento. En mi caso, lo más necesario era lanzarlo, sin esperar a mejores condiciones.

Para eso fue fundamental conectar con el deseo de que este libro estuviera ahí fuera en la mejor manera posible (aceptando incluso lo que no es posible).

Ese deseo es el que de verdad impulsa hacia adelante, el que te permite escribir y continuar. Y al final este es el resultado.

Espero que lo disfrutéis y me mandéis vuestros comentarios.

Ah, si os interesa, esta disponible en Amazon. Contactad conmigo si no os sirve esta opción.

Libro nuevo y macguffins

Ayer por fin le di al botón de «publicar» de Amazon. Era algo que no sucedía desde finales de 2018, por lo que es una buena noticia.

Bien sabe cualquier autor independiente que esto de autopublicar (sin presupuesto) no es otra cosa que el arte de llevar el do it yourself hasta las últimas consecuencias. Escribe tú, edita tú, maqueta tú, diseña tú…. Lo positivo es que se puede (cada vez hay mejores herramientas) y no se precisan permisos ni aprobaciones. Lo negativo, que se pierden los filtros de calidad y -si no inviertes algo de dinero- prescindes de servicios muy profesionales y deseables que pueden llevar el libro al siguiente nivel. Pero bueno, suplo esto último con mi autoexigencia y -por lo demás- me quedo con la satisfacción de haber logrado culminar el hito en la medida de mis posibilidades.

la mujer orquesta en tares de creación de portadas

¿Por qué un libro?

Bueno, como dice alguien que conozco… más bien, ¿por qué no?

Escribí Madame Tutú y la urna funeraria en primer lugar y ante todo como un entretenimiento para mí misma. En estos meses tan densos y pesados quería sentir el soplo fresco de la ficción. Y para mí era importante reconectar con la ficción con mucha humildad y sin pretensiones.

Es lo que siempre recomiendo cuando alguien me cuenta que se siente bloqueado… Empieza sin más, diviértete un poco y ya.
Yo quería eso: volver a escribir una historia de principio a fin, crear un mundo y sus personajes.

Es cierto que ya había hecho esto con tres obras de teatro en este tiempo (que me han dado mucha satisfacción y oxígeno), pero deseaba regresar a la novela breve. La novela implica otros desafíos, no tiene limitaciones argumentales y se puede compartir con más gente.

En esta ocasión quería hacer algo del tipo de sus películas británicas: evasivo y dinámico. Me apetecía muchísimo inventar una historia con MacGuffin.

¿Y de dónde vino la idea? Hitch, always.

Como digo, la mía es ante todo una historia ligera y (espero) divertida. Como he expresado ya más de una vez, Hitchcock es uno de mis directores clásicos favoritos. Sus películas me han inspirado, entretenido, asustado, y seducido desde la infancia y forman parte de mi imaginario.

Un MacGuffin es, por así decirlo, una excusa argumental que no es lo más importante, pero permite que toda la historia avance y exista. Como ejemplos, es lo que sucede con La organización criminal “39 escalones” en 39 escalones, la melodía que es una fórmula secreta en Alarma en el expreso; El uranio en Encadenados, el abrigo y el cinturón en Inocencia y juventud; el microfilm en Con la muerte en los talones etc, etc.

Estos son los pretextos para que Hitch se despliegue y ponga en marcha su maquinaria.

¿MacQué?

Hitchcock explicaba en sus famosas conversaciones con Truffaut la historia que da origen a este gracioso nombre:

”La palabra procede de esta historia: Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro “¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?”. El otro contesta: “Ah, eso es un McGuffin”. El primero insiste: “¿Qué es un McGuffin?”, y su compañero de viaje le responde: “Un MacGuffin es un aparato para cazar leones en Escocia”. “Pero si en Escocia no hay leones”, le espeta el primer hombre. “Entonces eso de ahí no es un MacGuffin”, le responde el otro”.

Kiss, Kiss, bang, bang!!

Bueno, pues ese espíritu de la historia que transcurre en exteriores, con aventuras, peripecias y enredos es el que quería capturar yo. Supone un reto de creación de la trama y después de mantenerse en un código ligero, con humor, acción y ritmo.

No en vano, otra de las grandes referencias para mí ha sido el Pulp. Es un género que me encanta por estética y frescura… me gustan los toques exóticos en las historias… apellidos franceses, dragones chinos, urnas misteriosas…

Veréis que Madame Tutú es como una película, porque yo soy muy visual escribiéndo (quizá es que no lo sé hacer de otro modo). Por eso la portada también parece de una peli con fotogramas.

La premisa de mi novela es un encargo que se complica. Una misteriosa mujer con la pierna escayolada, Madame Tutú, contrata a la protagonista para que la lleve hasta Bretaña en coche a depositar las cenizas de su madre en el panteón familiar. A partir de ahí… comienza la aventura.

Me gusta pensar que a Hitchcock le hubiera divertido algo así (más aún con su humor tan negro 🙂).

¿Qué más?

En cierto modo era consciente de que estaba reinterpretando algunos temas de Vendrá la noche (el viaje en coche, dos desconocidas, la seducción y el peligro), pero esta vez era en otro registro muy distinto, así que eso también ha sido divertido… como las variaciones musicales que te ayudan a disfrutar un tema desde distintos ángulos.

Otro de los retos (y creo que con este libro me planto) ha sido el de emplear el punto de vista limitado a un solo personaje. Escojo esto cuando quiero subrayar el misterio y que el lector acompañe en primera persona al personaje que sostiene el punto de vista (Jata). Es limitante para todos, pero también estimulante y cumple su papel (espero).

Una fuerte necesidad interior era tener localizaciones en exteriores, mucho aire libre y cero restricciones pandémicas. En mi historia, que es contemporánea, no existe ninguna emergencia sanitaria, aunque el mundo sufre las mismas desigualdades y retos que el nuestro. Simplemente, no quería ese engorroso tema en mi libro. Al fin y al cabo, se trataba de evadirme, ¿no?

En el libro, todo sucede en tres días primaverales. Partimos de Alicante y pasaremos por Navarra, Biarritz y Londres. Aire libre, luz mediterránea y atlántica y gente que no sabe qué significa la distancia social. Y por supuesto… giros, villanos y sorpresas.

He aprovechado además para meter los coches y moda retro, que me gustan tanto…. Un Mercedes rojo R107 y una autocaravana Hymer de los setenta. Mi imaginación es muy vintage.

Una de las pelis más fricochas en las que sale el R107, el giallo de Lucio Fulci Las puertas del infierno (1989)

Pues esos básicamente son los elementos de partida. A partir de aquí, ojalá la historia llegue a más gente y amplíe su resonancia. Eso ya no depende de mí y es lo bonito de escribir: el espacio imprevisible que se abre a partir de un texto dado.

Mi trabajo está hecho de momento.

Si te apetece leerlo, lo encuentras aquí.

https://amzn.to/2SozANA