Globalización, identidad y literatura

Cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando un suceso cualquiera sea rápidamente accesible en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera; cuando se puedan “experimentar”, simultáneamente, el atentado a un rey en Francia y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo solo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad, mientras que lo temporal entendido como acontecer histórico haya desaparecido de la existencia de todos los pueblos; cuando el boxeador rija como el gran hombre de una nación entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre, como fantasmas, las preguntas: —¿para qué?, ¿hacia dónde?, y ¿después qué?

Esto lo escribió Martin Heidegger -el filósofo más importante del siglo XX- en 1935. Y es innegable que ya estamos en ese escenario de conexión y simultaneidad, pero ¿qué efecto tiene?

A veces sucede que leo un relato justo en el momento en que una idea ya está en mi mente y esto actúa ampliando resonancias. El relato entonces me hace pensar más en esa cuestión (o de manera distinta), ilumina o simplemente levanta más incógnitas. Lo que al principio son dos procesos en paralelo se acaban superponiendo y fusionando.

Y es que, además de la cita que encabeza el post, esta semana he leído un relato de ficción llamado globalización de Suheil Kiwan en el que un hombre palestino, Abdul, necesita un trasplante de corazón urgentemente. Después de varios dilemas, le trasplantan el corazón de un chico danés, llamado Félix. Y esto lo transforma.

Se vuelve más amoroso, fanático de un equipo de fútbol danés, amante de la carne enlatada incluso fan de Eurovisión. Y esto también lo enfrenta a su familia y amigos (árabes partidarios de los movimientos de liberación, que están convencidos de que esta combinación de órganos, además de traidora, solo puede resultar en muerte). Pero Abdul no muere, sino que está más vivo que nunca.  Al final, a consecuencia de un accidente de coche, acaba necesitando múltiples trasplantes y recibe una garganta francesa, un par de ojos brasileños, unos brazos ingleses -con tatuaje incluido- unas piernas estadounidenses (que lo hacen más alto) y unos riñones indios. Se convierte en un hombre globalizado.

La identidad de Abdul se pierde, o más bien se transforma. Y al final, cada vez mas extraño entre «los suyos», solo responde al nombre Abdul Félix o Félix Abdul, una mezcla de su corazón europeo y su esencia árabe. El relato es humorístico y está lleno de ironía, pero toca temas importantes como ¿qué es lo que conforma la identidad?, ¿hay partes deseables de otros países, de otros modos de vivir que podrían integrarse en uno mismo? ¿Abrazar algo de una nueva cultura es abandonar la propia? ¿Cuál de las dos es más verdadera, la de nacimiento o la de adopción? ¿Se pueden conciliar? ¿A costa de qué? ¿Cómo debería ser el corazón de un hombre árabe?

¿Es el corazón la esencia?

¿Bendición o maldición?

Y todo esto conduce a la gran pregunta: ¿La globalización es buena o mala? Pues yo diría que igual que la tecnología -el corazón de la globalización-. Esta es una de esas cuestiones que no se resuelve con un sí o un no, sino más bien aceptando las luces y las sombras y siendo (muy) conscientes de ellas.

Siempre he creído que la literatura debe aspirar a ser universal, pero no al coste de convertirse en un mediocre estándar (cosa muy probable en la época de la dictadura de la publicidad que diría Heidegger) una creación para un consumo medio, homogeneizado, que iguala a hombres y mujeres en el peor sentido de la palabra, que los convierte en una masa consumada y consumista y que los lleva a un pensamiento único, a un mercado único, a un modo de ser único, cerrado y totalitario.

Occidental y accidental

Creo que no debemos tampoco aceptar un canon que no reconozca que no es más que la representación de una literatura occidental y de autores masculinos, blancos, hetero, una representación de una parte del mundo, que, al interconectarse con otras, precisamente desvela estas falsas percepciones…. No hay nada de malo en esta literatura (al contrario), pero la dignificamos si la entendemos como lo que es, si no la confundimos por lo Universal y si no pretendemos que sea la vara de medir de la excelencia o -peor aún- la única explicación y visión del mundo.

La vida no tiene dueños, ni marcas registradas. 

En la visibilidad y la representación de la diferencia hay riqueza y enriquecimiento. Y yo quiero un mundo diverso y solidario, variado y conectado. No quiero leer siempre la misma historia, escrita desde el mismo punto de vista y con los mismos acentos y colores.

Ni las mismas estructuras, ni las mismas palabras, ni la misma moraleja. Ni la misma identidad petrificada.

Y, si yo no soy capaz de salir de mi mundo, quiero que otr@s autor@s me abran ese mundo, aunque ponga a prueba mis ideas. 

Celebro lo local, la expresión de la individualidad de las personas, sea cual sea su procedencia o su propuesta. Decía Ortega y Gasset que “yo soy yo y mis circunstancias”. Y estas circunstancias son inseparables del modo de ser y conforman lo individual. También lo explican y le dan un contexto.

La literatura tiene que abrirse a diferentes lenguajes, si es preciso a diferente gramática, a diferentes formatos y a diferentes voces. Tiene que ayudar a que la identidad no sea una carga. Incluso abrirse a una polifonía dentro de la trayectoria de una misma persona, que dé cuenta de su proceso, que sorprenda y le permita ser.

Global no es universal

Pero no hay que perder de vista lo universal (y a lo mejor habría que debatir qué es eso) porque me refiero con ese concepto a un factor que nos une por encima de cualquier diferencia: la humanidad. Es eso lo que nos hace empátic@s, abiert@s, sensibles y solidari@s. Más allá de la identidad local, está la humanidad universal.

Diversos pero iguales. Esa es la paradoja (que no lo es si se entiende que somos distintos en apariencia pero iguales en esencia).

Yo sé que esto son obviedades, pero a menudo lo más obvio es lo más infravalorado.

No me interesa una literatura tan atomizada, tan solipsista, que acabe siendo un lenguaje cerrado incomprensible para el resto.

Desconfío de la literatura que responde a etiquetas. Tal vez sea imposible en un mundo marketizado en el que el consumo manda. Pero una cosa es la necesidad o utilidad de algo en un momento dado y otra es convertirlo en creencia.

Enciende todas mis alarmas aquella escritura que solo tiene el propósito de levantar muros. Que pretende crear (en el sentido más artificial y manipulador) una historia de superioridad (o de victimismo) y excluir al resto. No me interesan las doctrinas ni, por supuesto la literatura por encargo, aunque sirva a una buena causa. Porque las buenas intenciones acaban pervirtiéndose con fines utilitarios y porque la esencia se debe reflejar sin forzarla.

Conmigo o contra mí

Yo creo que las fisuras y la falsedad de este tipo de literatura -o de discursos en general- se detectan cuando el diálogo se hace imposible y cuando los muros se hacen evidentes. Entonces salen a la luz las agendas ocultas, los prejuicios y los intereses.

Fragmentar cada espacio en un mundo de especialización, perder la integridad o la sensación del todo… Acabar siendo la orgullosa y celosa representante de una Literatura de mujeres LGTB mediterráneas nacidas en los setenta. Y que nadie sospeche que podrías funcionar muy bien con un “corazón danés”….

Prefiero una escritura que nazca de la expresión sincera y transparente de un modo de ser. Sea como sea ese modo en cada momento. Uno que no se impone, sino que se propone. En la mirada inocente, desprejuiciada y que abraza la realidad en todas sus manifestaciones hay aún pureza. Y eso tiene un valor por sí mismo. No necesita validaciones ni la aprobación de un lobby o un comité de censura.

El resto es cálculo, estrategia y repetición. Es muerte.

Creo que fue Faulkner quien dijo que una literatura atenta a las cuestiones humanas nunca pasará de moda. Quizá porque ayuda a formularse (y responder) preguntas como para qué, hacia dónde y entonces qué…

Cineclub de verano: ÉL

Algo que asocio a las noches de verano en Jávea, además del perfume de los jazmines y de la loción antimosquitos, es escuchar la radio a la fresca y en la oscuridad. ¿A quién ha fichado el Valencia? solía ser la pregunta clave para empezar la sesión nocturna. La taula esportiva, de la extinta Ràdio 9 peleaba con la truculenta La rosa de los vientos por ganarse mi atención cada noche (¿fútbol o miedo?)…. Otra costumbre era ver clásicos en VHS, desde la terraza, a través de la ventana enrejada (nada fácil si necesitas gafas). «Rebobina»,y «¡¡no se oye!!», otras frases emblema de la teledistancia… Fuera cual fuera el programa estival, siempre había que incluir Tiburón y Perdición.

Bueno, ahora que el Valencia CF es una película de terror en sí mismo, -pero además de las malas-, es mejor volver a las clásicos. Ya no necesito el VHS, me apaño con Youtube ( o los miles de recursos gratuitos -legales- en la red para ver pelis clásicas).

Con el mismo ánimo cinéfilo-veraniego, esta semana vi Él, una película de Luís Buñuel, rodada en 1953. Pertenece a la maravillosa etapa mexicana y tiene muchas cosas que la hacen súuuper disfrutable.

Alerto de los spoilers… No los puedo evitar para entrar a fondo en la peli.

Cine y psicoanálisis

Reconozco que tengo cierta debilidad por esas películas que surgieron a partir del auge del psicoanálisis y su popularización. Género fascinante donde los haya. Recuerda (Hitchcock, 1945), El secreto tras la puerta (Fritz Lang, 1947) y La mujer pantera (Jacques Tourneur, 1942), están entre mis favoritas.

Aunque ahora nos parezcan ingenuas, trataban de explorar la mente y sus complejidades a través del medio cinematográfico. Es famosa la colaboración de Hitchcock con Dalí y Buñuel para la escena del sueño de Recuerda. En todas estas películas, la imagen (¡en blanco y negro!) potenciaba el significado expresivo-simbólico -y precisamente recordaban al movimiento expresionista (que antes del sonoro y el retroceso que significó por sus límites técnicos) había llevado al cine a un desarrollo formal sobresaliente…

Escena onírica de Recuerda (Spellbound)

Adaptación más toque de realidad

Para esta película, Buñuel adaptó el libro de la escritora canaria, también exiliada, Mercedes Pinto. Mercedes Pinto merece un post aparte por méritos propios. Mencionemos que fue desterrada en 1923, en la Dictadura de Primo de Rivera tras una conferencia polémica que llevaba por título El divorcio como medida higiénica. Y este podría ser un título perfecto para la adaptación de Buñuel. Porque, en efecto, aquí se nos cuenta la historia de un hombre celoso y paranoico y la de su mujer, atrapada en un matrimonio que es una auténtica condena. El divorcio se nombra repetidas veces como solución, tema que en el cine de Hollywood de los cincuenta, por ejemplo, era tabú.

Aunque Buñuel se inspiró también en las vivencias de su hermana con su paranoico marido y aunque el papel femenino (seguro que por obra de Pinto) nos muestra a una mujer que sabe sacar fuerzas de flaqueza y tomar decisiones, lo cierto es que la película se centra más en el personaje de él… Francisco, interpretado por un genial Arturo de Córdova (muy poco conocido en España, pero toda una estrella en México). En este personaje, en palabras de Buñuel, puso el director mucho de su propia persona….

La que te espera, Gloria….

Este modo de emplear un material externo de base y luego explorar todas las opciones desde un punto de vista totalmente personal fueron sellos muy propios de Buñuel /y Hitchcock). No hay que dejar de mencionar que el guion de la peli es de Luis Alcoriza, actor, director y guionista de gran talento (trabajaron juntos en 8 pelis).

Catálogo de trastornos mentales

Él es un tratado de la paranoia y celopatía masculina. No es de extrañar que, según dicen, Jacques Lacan la exhibiera en su clases para ilustrar la paranoia. Además, la historia se convierte en un caso de siniestra profecía autocumplida.

También es una muestra de los efectos represores/sofocantes de la religión, la abstención sexual sobre el individuo. Se juntan un cúmulo de circunstancias que conducen a la insania de este hombre, socialmente modélico, internamente perturbado.

Algunas clave de la peli nos van a llevar enseguida a Hitchcock (una relación Buñuel-Hitch que hay que explorar más).

Fetichismo

Empezamos en una iglesia. Como he comentado, nuestro protagonista es un hombre de buena posición, cristiano, estimado por la comunidad, importante, que trata de recuperar unos terrenos familiares en Guanajuato (y con ellos su nombre, su importancia). Madurito, soltero (y luego, sabremos, virgen) Importante dato para explicar el desequilibrio del personaje.

En la iglesia hay una escena en la que el padre Velasco está lavando los pies a los monaguillos y besándoselos en un plano ultralibidinoso (puro Buñuel!). Este plano encadena con los zapatos de tacón de la protagonista, Gloria (Delia Garcés), sentada en uno de los bancos de la iglesia… Y ahí se desencadena la obsesión de Francisco que decide que Gloria es la mujer que necesita.

Empieza la persecución de Francisco, tras la fascinación fetichista- a la que se vuelve repetidas veces a lo largo de la historia-, acompañada de la idealización de la mujer y de un sentimiento de derecho y predestinación. Necesita tenerla.

Los planos en los que la persigue (ella está prometida), la banda sonora, serán luego evocados en Vertigo (Hitchcoch, 1958). Y es que la obsesión por dominar, poseer y modelar enfermizamente a la mujer son puntos comunes en las dos pelis. El fetichismo aquí son los pies, en Vértigo es la ropa, el peinado (esos planos de la nuca de Kim Novak)…

Locura de amor

Nuestro protagonista no se detiene ante nada y en una artimaña (resulta que es amigo del prometido de Gloria) acaba seduciendo a la chica. En la cena que prepara para llevar a cabo su plan, las palabras de Francisco que explican su concepto del amor, son para salir corriendo y no mirar atrás y reflejan otro tema muy Buñuel/Hitchcock: l’amour fou… la pasión amorosa (en su aspecto de locura) que en algunos contextos se ha visto como un valor positivo.

Francisco: El amor surge de improviso, bruscamente cuando un hombre y una mujer se encuentran y comprenden que ya no podrán separarse.

Comensal: Bueno eso que tú dices es el flechazo. El amor que hiere como el rayo. Nada recomendable.

Francisco: El rayo no nace de la nada, sino de nubes que tardan mucho tiempo en acumularse. Ese tipo de amor se está formando desde la infancia. Un hombre pasa al lado de mil mujeres y de pronto encuentra una que su instinto le dice que es la única. En realidad, en esa mujer cristalizan sus sueños, sus ilusiones, los deseos de la vida anterior de ese hombre.

Padre Velasco: Bueno, hijo, pero el amor no siempre es recíproco. ¿Y si ella no te quisiera?

Francisco: (mirando a Gloria) Tendría que quererme.

La arquitectura como metáfora de una mente enferma

El expresionismo usó la arquitectura como una de sus recursos más eficaces. Escaleras de caracol, sótanos, azoteas… todos los elementos expresando planos mentales y emocionales. En el caso de Él tenemos una mansión enorme y retorcida(construida por el abuelo del protagonista), que amplía la soledad del personaje y nos habla de una mente torturada, compleja y oscura.

Esta comparación -tan propia de la narrativa gótica- se había empleado también en El secreto tras la puerta, en la que el marido de la protagonista, un arquitecto que colecciona y reproduce habitaciones marcadas por el horror, demostraba estar tan perturbado como sus estancias…

Al parecer la mansión de Francisco está inspirada en la casa de la infancia de Buñuel en Calanda, de estilo modernista.

Maltrato

Después de la cena en la que por fin Francisco conquista a Gloria (digamos que no le queda más opción), tenemos una elipsis magnífica (también hará uso de ella Hitch en Vertigo). En la siguiente escena, Raúl, el pretendiente abandonado, encuentra a Gloria por la calle y ella le confiesa que esos meses de casada han sido una tortura. Ha descubierto la verdadera cara de Él.

Aquí en flashbacks Gloria cuenta los primeras evidencias, ya en la luna de miel (bonitas escenas en Guanajuato), de la posesisividad, celos y manía persecutoria de Francisco, que desencadenan en varios terribles incidentes. Por cierto que esta parte de la película recuerda otra vez a El secreto tras la puerta, en los que la protagonista, precisamente tras una luna de miel en México, empieza a conocer de verdad a su marido.

Aquí empieza el infierno personal de Gloria, que va sufriendo, los celos, la injusticia, manipulaciones y todas las fases del maltrato: aislamiento, control, vejaciones, abuso mental y físico…

El secreto tras la puerta, también empleando los decorados y la deformación de los espacios como vehículo expresivo

Cuando Él es un santo…

Pero lo más frustrante es que a pesar de que Gloria tiene un comportamiento ejemplar, cuando trata de contar lo que le sucede, nadie la cree. Ni su propia madre que, pese a estar muy unida a su hija y a que ha visto cómo Francisco las separa, es también engañada por Él » Un hombre con lágrimas en los ojos no puede mentir… Te quiere…»

Tampoco el padre Velasco (Carlos Martínez Baena) será de ayuda porque tiene idéntica opinión de Él, un miembro ejemplar de la comunidad, su querido amigo…

Este es uno de os temas más fascinantes de la peli y que me parece muy bien trabajado en el plano simbólico y del propio material visual… porque Él, visto desde fuera, es bueno, cristiano, piadoso, justo. Pero Él cuando se convierte en Tú o en Yo es mezquino, maltratador, celoso, manipulador y mentiroso. Y ese el problema que tiene la protagonista, que no puede romper esa barrera.

Por suerte para ella, su antiguo prometido la cree y será su único apoyo frente a Francisco.

La espiral de la locura

Naturalmente, el estado de Francisco, que vacila entre el arrepentimiento y las crisis de paranoia, va empeorando. Gloria también se ve atrapada por la contradicción y la sincera compasión que siente por su marido… Hay momentos en los que le parece que Francisco se arrepiente o mejora y que ambos pueden tener un futuro juntos.

Pero, agravada la situación por sus pleitos y sus problemas para recuperar las posesiones familiares que tanto le obsesionan (y que son otro síntoma de su personalidad), las ideas paranoicas de Francisco van a más. Y aquí se escenifican en otro momento clave.

Para tratar de compensar a su mujer por los malos ratos pasados, la lleva a un sitio especial: a lo alto de un campanario de hermosas vistas. Claro que ahí se le va la pinza y una vez solos trata de lanzarla al vacío… Vale, Vertigo de nuevo. Resulta ya innegable la influencia de Buñuel en la peli más emblemática de Hitchcock y este momento lo ejemplifica cien por cien. Aquí está todo el simbolismo de la torre y lo masculino, un momento icónico que Hichcock elevaría a puro arte.

Fotogramas dislocados

La cosa sigue (Gloria ya al límite, ha conseguido huir de la casa) y en una bonita estructura circular volvemos a la Iglesia. Francisco allí sufre alucinaciones terribles, en las que ve a los feligreses toser (escena muy inquietante en la era Covid) y reírse de él. Por supuesto todo eso solo pasa en su cabeza.

Pero para ilustrar algo que solo esté en la mente del personaje, Buñuel hace algo que pocos directores clásicos se atreverían a hacer … pone al límite el modo clásico, mostrándonos a los personajes haciendo burlas (algo que solo está en la cabeza de Francisco) y después en su estado «real», duplicando los fotogramas para reproducir la alucinación (lo que Francisco ve) y lo que realmente pasa: nadie se burla, nadie se ríe…

La histeria de los fotogramas, acompasada con risas y toses, estalla con el intento de Francisco de estrangular al padre Velasco.

Esperpento

Al parecer, la película, en su día, no fue muy bien recibida. Aunque optó a la Palma de Oro de Cannes, cuentan que su pase fue un desastre… Y que en México se reían durante la proyección.

Y es que aquí tenemos momentos en los que sale el sentido defórmate y esperpéntico tan característico del genio de Calanda. Pero claro es un recurso muy a tono con todo el film. Sucede con los momentos fetichistas y también en los de delirio persecutorio… pero insisto, creo que dan un tono muy bueno, casi surrealista. Es un juego de deformación y pesadilla que se apoya en lo grotesco.

Oscuro Franciscano

Finalmente, Francisco acaba recluido en una comunidad religiosa en Colombia. Y esto es importante… Han pasado unos años, Gloria y Raúl han rehecho su vida y de paso por negocios en el país, van a ver a Francisco. Les acompaña un niño (de nombre también Francisco, elegante manera de explicar quién es su padre). Solo ven a Francisco de lejos, a través de una ventana… El Padre Superior les explica que ahora este es un hombre tranquilo, bueno y rehabilitado (de nuevo la visión de él santificada y engañando a todos).

Cuando la pareja y el niño se van, el Padre tiene unas breves palabras con Francisco, que ha visto al grupo de lejos. Al confirmar que les acompañaba un niño dice, muy seguro: «Esto prueba que yo tenía razón…» ¡¡¡Mmm, terrible deducción!!!

El plano final nos muestra a Francisco, solo, encapuchado, con su hábito, alejándose en un errático zigzag camino de una puerta tan oscura como su mente… Y, voilà!!! es justo en ese momento cuando por fin, desde la imagen, desde el plano cinematográfico, Él por fin, es visto como Él. Totalmente desenmascarado y sin redención posible.

¡Viva el cineclub de verano!

Mario Benedetti: El sexo de los ángeles

Me gusta mucho este microrrelato de Benedetti, porque, además de su sentido del humor y su originalidad, mezcla perfectamente narración y poesía…

La sugerencia del tema se suma a un empleo súperefectivo del lenguaje… Nada es casual y todo tienen intención.
Por poner un ejemplo, Estoque es una palabra que tiene un significado (espada estrecha y afilada en la punta) y además una sonoridad «dura» con la /K/… y una determinada evocación si estamos leyendo sobre un encuentro sexual… y eso en conjunto -las asociaciones, la forma, el sentido- es lo que trabaja silenciosamente en la mente de quien lee…

Las palabras son actuadas literalmente por los personajes… haciendo evidente ese poder de manifestación del lenguaje, el Verbo (aquí como sinónimo de palabra, no de tiempo verbal) porque Benedetti en su genialidad de poeta emplea sustantivos, palabras de esencia, pero mucho más pasivas… así que todo funciona por el propio significado y por la belleza de las palabras.
Y todo ese cortejo y ese intercambio ultrasignificativo (Cuenca, Manantial) va subiendo en intensidad de Cirros y Cúmulos hasta culminar en Rebato (golpe de campanas y por proximidad… arrebato).

Y, por si no fuera bastante, si haces el ejercicio de leer el texto en voz alta, te llevarás el bonus extra del ritmo y la musicalidad!

Además de deleitarnos en un ejercicio de voyeurismo angélico, esta composición nos recuerda que el amor por las palabras es mágico y sensual.

El sexo de los ángeles

Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.

Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.

Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.

Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: “Semilla”, Ángela, para atizarlo, responde: “Surco”. El dice: “Alud” y ella, tiernamente: “Abismo”.

Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.

Ángel dice: “Madero”. Y Ángela: “Caverna”.

Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.

Él dice: “Manantial”. Y ella: “Cuenca”.

Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.

Ángel dice: “Estoque”, y Ángela, radiante: “Herida”. El dice: “Tañido”, y ella: “Rebato”.

Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.


 

Castillos en la arena

Escribir es la obsesión por la forma, no solo del lenguaje, sino de la historia. Un intento de dar sentido al mundo. Y a veces un empeño muy obstinado de perdurar.
La narrativa está por todas partes, allá donde miremos… Los eventos, uno tras otro, son atrapados y reproducidos siguiendo una lógica de causa-efecto y así todo parece bajo control… ¿pero eso es así de verdad? Más bien hay algo en continuo despliegue -vida- y nosotros necesitamos imponer un orden. Entonces surgen (o más bien creamos) los patrones y los símbolos y empezamos a construir. Después esas construcciones son admiradas por una generación tras otra. Y algún día, alguien con toda su inocencia cree que ellas explican el mundo, que su solidez tiene un sentido, que su vigencia tiene que significar algo…
Son castillos en la arena.

Los castillos en la arena deberían construirse como lo hacen los niños. Juegan con ellos y después, cuando tienen que marcharse, les dan una patada y a otra cosa. O dejan que el mar se los lleve sin preocupaciones… Eso sí es un ejemplo de ars gratia artis

Cómo se construye un castillo

La mente asocia y luego petrifica y así también va a pasar con este post. Reflexionando sobre esto de lo efímero he recordado una peli antigua, de nombre Castillos en la arena (1965) y me ha hecho pensar en cómo se conforma un film (o cualquier historia) desde la nada hasta que se materializa y finalmente, con el tiempo, desaparece de la mente de las personas…

Puede resultar decepcionante para los amantes del mito, pero en definitiva la creación es muy caprichosa. No hay algo trascendente detrás. Se trata de un conjunto de decisiones -muchas veces azarosas-, miles de acciones encadenadas implicando a muchas personas y que acaban manifestando algo que, aunque en su momento parezca destinado a perdurar, es bastante efímero.

De qué va esta peli

Castillos en la arena cuenta la historia de Laura una pintora, madre soltera, que lleva una vida libre en California. Cuando su hijo se mete en problemas, un juez lo manda a un internado dirigido por un pastor episcopaliano, en teoría felizmente casado y padre de unos gemelos. Y bueno… surge la atracción entre dos personas radicalmente opuestas.

La visión de ambos sobre la moralidad, sobre las relaciones humanas, sobre Dios… no puede tampoco eclipsar que comparten algo que los une fuertemente.

se avecina el escándalo…

Sacar partido de la vida real

Se trata de un triángulo amoroso que explotaba el glamur, la fama y la escandalosa relación de Liz Taylor y Richard Burton. Al principio esta era una película pensada para Kim Novak (hubiera sido curiosa compararla con la mucho más represiva Strangers when we meet (1960)). Minnelli quería a Deborah Kerr y Burt Lancaster (protagonistas de De aquí a la eternidad), peo tampoco pudo ser (yo no me imagino mucho a D. Kerr en ese papel, hubiera sido totalmente distinto). Finalmente el proyecto llegó a los Burton.

Al parecer la idea era seguir sacando partido del adulterio y la química de los protagonistas (que se habían casado ese mismo año después de mantener una relación extramarital por ambas partes…). ¿Era puro morbo pensando en la taquilla o se trataba de ofrecer una experiencia para el espectador? «ven, acércate a la pantalla, métete dentro de esta historia, siente lo que esto significa. Escandalízate en la oscuridad de la sala…» No sé, no son dos cosas reñidas.

Lo interesante es que sin todas esas circunstancias (los actores que no pudieron hacerla, los que sí, sus vidas privadas…) esta peli no existiría como tal….

Esta fue la tercera de las once películas que Taylor-Burton hicieron juntos.

Buenos ingredientes

La historia de la película -el argumento- realmente no tiene mucha importancia aquí (aunque en el guión tenemos a Dalton Trumbo, víctima del macarthismo y su caza de brujas). Son otros elementos los que entran en juego, todos creando un producto muy particular… Una peli de los años sesenta, que por fin podía abordar temas prohibidos anteriormente por la censura, pero que era víctima de su propia -y también puritana época.

En el centro del cartel, como he comentado, unos actores en la cumbre de su estrellato, con la madurez y el atractivo en todo lo alto. Y para completar, una intérprete de gélida apariencia, Eva Marie Saint, como reflejo de la mujer perfecta, WASP y abnegada que, pese a ser el epítome de la perfección, no puede evitar que su marido caiga rendido ante el idealismo y rebeldía de Laura y que es, ella misma, prisionera y víctima de su rol social…

¿crees que te gusta en lo que me he convertido? con los chicos criados y que ya me no necesitan…?

Está también Vincent Minnelli en la dirección, que no es decir cualquiera y que, aunque algunos la consideren su peor película, siempre tuvo un toque especial para el melodrama, captando como nadie el sentimiento de personajes en contradicción o en un momento equivocado o atrapados en dilemas irresolubles.
La peli se vendióal mundo como «una historia de amor adulta, en Metrocolor».

Y eso parece ciertamente, aunque el tratamiento del tema ahora nos parezca pacato. El final… pues no es que sea moralista, yo creo que es más bien realista (y hasta aquí puedo leer).

Otros atractivos

Destacan las localizaciones en Big Sur, California. Las gaviotas, el mar color esmeralda… y hay una canción, The Shadow of your smile, que ganó el Oscar ese año y que es una balada que entona muy bien con el tema central de la peli…

escenarios así son un plus…


Quizá por eso, los distribuidores españoles eligieron el título de Castillos en la arena (con todas sus implicaciones). Pero en su versión original se llamó the Sandpiper, que es un tipo de pájaro (andarríos) y que simboliza la libertad y los valores del personaje de Laura.

En Latinoamérica se llamó Almas en conflicto, lo cual es otro punto de vista acertado, pues ciertamente es lo que sucede aquí: un conflicto que se resuelve como inevitable (quizá así es menos pecaminoso). Dos almas afines pese a sus enormes diferencias, irremediablemente (literalmente) atraídas.

Ese no se qué que resuena en cada espectador

Una vez echada a volar, cada obra de ficción toma unos vuelos. Y entran en juego las lecturas distintas, las vidas incluso, los momentos vitales, de las personas que se cruzan con ella. Son las interpretaciones. Tan libres como un andarríos…

Recuerdo que cuando yo vi esta película por vez primera, era adolescente. Me sorprendió la madurez de Liz Taylor- R. Burton (acostumbrada a ver clásicos anteriores) Era como si también Hollywood madurara, saliendo de las camas separadas a una historia más real. Pero a la vez parecía una trampa, porque el fatalismo de Hollywood, el dedo acusador, los remordimientos estaban siempre presentes, amenazado esa libertad (que simboliza el andarríos) y aquí se traducía en una relación natural entre dos personas que se encuentran en un momento de sus vidas (y que han de reconocer lo que hay)…

Yo sentía que había algo que -aunque me resultaba bastante fascinante- no estaba entonces a mi alcance: la complejidad de un problema que no podía entender; la belleza de una madurez plena, sin la ligereza de la juventud, pero con un peso y profundidad emocional que un corazón tierno no puede comprender.

Todo eso me atraía y a la vez me producía rechazo. El drama me era incomprensible, las gaviotas demasiado estridentes, el Metrocolor, poco brillante y la banda sonora demasiado sentimental…. Y sin embargo…me hipnotizaba, como si ellos supieran algo que yo no, como si algún día sería uno de los tres yo también.

El destino de un castillo de arena

Aunque mostraba apertura social y algunos destacan sus valores feministas, Castillos en la arena va quedando atrás, extraña y solitaria en un mundo totalmente transformado. Des su protagonistas solo queda Eva Marie Saint, que debe andar por los noventa y tantos…

Pero ahí sigue la película, siendo revisitada de vez en cuando, convertida en un clásico con sus partidarios y detractores, encontrando matices que pasaron por alto en su fecha de estreno o siendo denostada como un culebrón poco inspirado…. No tiene mucha importancia, porque cumple su ciclo y ya está.

En el fondo, ¿qué hay más natural y noble para un castillo en la arena que esperar la ola que se lo trague para siempre?