Castillos en la arena

Escribir es la obsesión por la forma, no solo del lenguaje, sino de la historia. Un intento de dar sentido al mundo. Y a veces un empeño muy obstinado de perdurar.
La narrativa está por todas partes, allá donde miremos… Los eventos, uno tras otro, son atrapados y reproducidos siguiendo una lógica de causa-efecto y así todo parece bajo control… ¿pero eso es así de verdad? Más bien hay algo en continuo despliegue -vida- y nosotros necesitamos imponer un orden. Entonces surgen (o más bien creamos) los patrones y los símbolos y empezamos a construir. Después esas construcciones son admiradas por una generación tras otra. Y algún día, alguien con toda su inocencia cree que ellas explican el mundo, que su solidez tiene un sentido, que su vigencia tiene que significar algo…
Son castillos en la arena.

Los castillos en la arena deberían construirse como lo hacen los niños. Juegan con ellos y después, cuando tienen que marcharse, les dan una patada y a otra cosa. O dejan que el mar se los lleve sin preocupaciones… Eso sí es un ejemplo de ars gratia artis

Cómo se construye un castillo

La mente asocia y luego petrifica y así también va a pasar con este post. Reflexionando sobre esto de lo efímero he recordado una peli antigua, de nombre Castillos en la arena (1965) y me ha hecho pensar en cómo se conforma un film (o cualquier historia) desde la nada hasta que se materializa y finalmente, con el tiempo, desaparece de la mente de las personas…

Puede resultar decepcionante para los amantes del mito, pero en definitiva la creación es muy caprichosa. No hay algo trascendente detrás. Se trata de un conjunto de decisiones -muchas veces azarosas-, miles de acciones encadenadas implicando a muchas personas y que acaban manifestando algo que, aunque en su momento parezca destinado a perdurar, es bastante efímero.

De qué va esta peli

Castillos en la arena cuenta la historia de Laura una pintora, madre soltera, que lleva una vida libre en California. Cuando su hijo se mete en problemas, un juez lo manda a un internado dirigido por un pastor episcopaliano, en teoría felizmente casado y padre de unos gemelos. Y bueno… surge la atracción entre dos personas radicalmente opuestas.

La visión de ambos sobre la moralidad, sobre las relaciones humanas, sobre Dios… no puede tampoco eclipsar que comparten algo que los une fuertemente.

se avecina el escándalo…

Sacar partido de la vida real

Se trata de un triángulo amoroso que explotaba el glamur, la fama y la escandalosa relación de Liz Taylor y Richard Burton. Al principio esta era una película pensada para Kim Novak (hubiera sido curiosa compararla con la mucho más represiva Strangers when we meet (1960)). Minnelli quería a Deborah Kerr y Burt Lancaster (protagonistas de De aquí a la eternidad), peo tampoco pudo ser (yo no me imagino mucho a D. Kerr en ese papel, hubiera sido totalmente distinto). Finalmente el proyecto llegó a los Burton.

Al parecer la idea era seguir sacando partido del adulterio y la química de los protagonistas (que se habían casado ese mismo año después de mantener una relación extramarital por ambas partes…). ¿Era puro morbo pensando en la taquilla o se trataba de ofrecer una experiencia para el espectador? «ven, acércate a la pantalla, métete dentro de esta historia, siente lo que esto significa. Escandalízate en la oscuridad de la sala…» No sé, no son dos cosas reñidas.

Lo interesante es que sin todas esas circunstancias (los actores que no pudieron hacerla, los que sí, sus vidas privadas…) esta peli no existiría como tal….

Esta fue la tercera de las once películas que Taylor-Burton hicieron juntos.

Buenos ingredientes

La historia de la película -el argumento- realmente no tiene mucha importancia aquí (aunque en el guión tenemos a Dalton Trumbo, víctima del macarthismo y su caza de brujas). Son otros elementos los que entran en juego, todos creando un producto muy particular… Una peli de los años sesenta, que por fin podía abordar temas prohibidos anteriormente por la censura, pero que era víctima de su propia -y también puritana época.

En el centro del cartel, como he comentado, unos actores en la cumbre de su estrellato, con la madurez y el atractivo en todo lo alto. Y para completar, una intérprete de gélida apariencia, Eva Marie Saint, como reflejo de la mujer perfecta, WASP y abnegada que, pese a ser el epítome de la perfección, no puede evitar que su marido caiga rendido ante el idealismo y rebeldía de Laura y que es, ella misma, prisionera y víctima de su rol social…

¿crees que te gusta en lo que me he convertido? con los chicos criados y que ya me no necesitan…?

Está también Vincent Minnelli en la dirección, que no es decir cualquiera y que, aunque algunos la consideren su peor película, siempre tuvo un toque especial para el melodrama, captando como nadie el sentimiento de personajes en contradicción o en un momento equivocado o atrapados en dilemas irresolubles.
La peli se vendióal mundo como «una historia de amor adulta, en Metrocolor».

Y eso parece ciertamente, aunque el tratamiento del tema ahora nos parezca pacato. El final… pues no es que sea moralista, yo creo que es más bien realista (y hasta aquí puedo leer).

Otros atractivos

Destacan las localizaciones en Big Sur, California. Las gaviotas, el mar color esmeralda… y hay una canción, The Shadow of your smile, que ganó el Oscar ese año y que es una balada que entona muy bien con el tema central de la peli…

escenarios así son un plus…


Quizá por eso, los distribuidores españoles eligieron el título de Castillos en la arena (con todas sus implicaciones). Pero en su versión original se llamó the Sandpiper, que es un tipo de pájaro (andarríos) y que simboliza la libertad y los valores del personaje de Laura.

En Latinoamérica se llamó Almas en conflicto, lo cual es otro punto de vista acertado, pues ciertamente es lo que sucede aquí: un conflicto que se resuelve como inevitable (quizá así es menos pecaminoso). Dos almas afines pese a sus enormes diferencias, irremediablemente (literalmente) atraídas.

Ese no se qué que resuena en cada espectador

Una vez echada a volar, cada obra de ficción toma unos vuelos. Y entran en juego las lecturas distintas, las vidas incluso, los momentos vitales, de las personas que se cruzan con ella. Son las interpretaciones. Tan libres como un andarríos…

Recuerdo que cuando yo vi esta película por vez primera, era adolescente. Me sorprendió la madurez de Liz Taylor- R. Burton (acostumbrada a ver clásicos anteriores) Era como si también Hollywood madurara, saliendo de las camas separadas a una historia más real. Pero a la vez parecía una trampa, porque el fatalismo de Hollywood, el dedo acusador, los remordimientos estaban siempre presentes, amenazado esa libertad (que simboliza el andarríos) y aquí se traducía en una relación natural entre dos personas que se encuentran en un momento de sus vidas (y que han de reconocer lo que hay)…

Yo sentía que había algo que -aunque me resultaba bastante fascinante- no estaba entonces a mi alcance: la complejidad de un problema que no podía entender; la belleza de una madurez plena, sin la ligereza de la juventud, pero con un peso y profundidad emocional que un corazón tierno no puede comprender.

Todo eso me atraía y a la vez me producía rechazo. El drama me era incomprensible, las gaviotas demasiado estridentes, el Metrocolor, poco brillante y la banda sonora demasiado sentimental…. Y sin embargo…me hipnotizaba, como si ellos supieran algo que yo no, como si algún día sería uno de los tres yo también.

El destino de un castillo de arena

Aunque mostraba apertura social y algunos destacan sus valores feministas, Castillos en la arena va quedando atrás, extraña y solitaria en un mundo totalmente transformado. Des su protagonistas solo queda Eva Marie Saint, que debe andar por los noventa y tantos…

Pero ahí sigue la película, siendo revisitada de vez en cuando, convertida en un clásico con sus partidarios y detractores, encontrando matices que pasaron por alto en su fecha de estreno o siendo denostada como un culebrón poco inspirado…. No tiene mucha importancia, porque cumple su ciclo y ya está.

En el fondo, ¿qué hay más natural y noble para un castillo en la arena que esperar la ola que se lo trague para siempre?

Recordando a Sal Mineo

El 12 de febrero de 1976 Sal Mineo murió asesinado cuando regresaba a su casa después de un ensayo. El hecho de que un actor homosexual muriera apuñalado en la calle y de noche dio luz verde a la prensa sensacionalista para conjeturar sobre las circunstancias de su muerte. Los prejuicios salieron a flote y toda serie de sórdidas especulaciones sobre su vida tuvieron lugar. ¿Hubiera sucedido lo mismo si el actor hubiera sido heterosexual?  Hay que tener en cuenta que escasos meses antes, el genial intelectual, cineasta y poeta, Pier Paolo Pasolini, había sido la víctima de un supuesto crimen sexual a manos de un joven buscavidas que, tras confesar, cumplió nueve años de cárcel (lo que verdaderamente ocurrió sigue siendo un misterio, pero se sospecha de un asesinato por motivos políticos en el que participaron varias personas).

El caso es que al parecer, simplemente, Sal tuvo la desgracia de cruzarse aquella noche con un ladrón que, en un acto delictivo de arbitraria violencia, acabó con su vida sin más motivos que robarle unos dólares. Tenía 37 años y estaba a unas semanas de estrenar su nueva obra de teatro Posdata, tu gato ha muerto.

Sal Mineo (Nueva York, 1939) era un intérprete serio, trabajador y competente que se enfrentó a varios límites en Hollywood. Un actor gay e italoamericano tenía pocas opciones de convertirse en una estrella y a pesar de eso, tuvo una destacada trayectoria profesional en cine, televisión y teatro.

Lo cierto es que si un actor o actriz pretendía hacer carrera en Hollywood debía someterse tanto física como sexualmente al ideal del WASP. Sal Mineo pudo conservar su nombre y apellido sicilianos, cosa que no era habitual en una industria empeñada en negar la diversidad de Estados Unidos. Sin embargo, por sus características físicas de joven aniñado de aspecto latino, así como por sus primeros papeles, pronto quedó encasillado en papeles secundarios de chico atormentado.

Por cuestiones prácticas, Hollywood estandarizaba a los actores según roles y tipos de físico. Pero no solo encasillaba a sus estrellas, sino que también reducía la vida misma a argumentos cinematográficos que encajaran en su visión de mundo.

magpage1Las películas de la industria eran mensajes de una cultura homogénea en la que cualquier disrupción era vista como una amenaza y por tanto expulsada (ya fuera con invisibilidad o con castigos moralizantes en las tramas). Por supuesto, al margen de la representación sesgada del cine con toda su carga ideológica; al margen de esa férrea construcción de una normalidad aceptable vehiculada por  la censura, los actores y actrices de Hollywood tenían sus vidas privadas (que los estudios también controlaban con perversa doble moral). También los espectadores llevaban sus vidas reales y diversas aunque no se vieran representados en las pantallas, ni en la cultura mainstream.

La carrera de Sal Mineo comenzó en lo alto, con dos nominaciones al Oscar en pocos años. Estas corresponden posiblemente a sus trabajos más emblemáticos: Rebelde sin causa (1955; Nicholas Ray) y Éxodo (1960; Otto Preminger). En ambas películas aparece  la cuestión homosexual ligada a su personaje (no de manera abierta, no de manera natural, pero aparece).

Rebelde sin causa es una película mítica por varios motivos, quizá el mas importante de los cuales sea la presencia carismática y mágica de James Dean. Coincidencias desafortunadas, los tres protagonistas de esta cinta —Natalie Wood, James Dean y Sal Mineo—,  sufrieron una muerte prematura y dramática. Como siempre, hay que valorar la película de Rebelde sin causa en su contexto. En esos años en Hollywood era imposible realizar un cine inclusivo, no había representaciones homosexuales de adolescentes, así que la peli de Ray, aunque no explícita, era valiente y rompía el conformismo de la época. Además, mostraba la inadaptación social y el fracaso de la comunidad en  educar jóvenes funcionales. Diferentes lecturas se pueden hacer de la relación de los tres rebeldes protagonistas, pero la de la atracción homosexual entre el personaje de Platón y el de Jim parece clara. Sin embargo, esta evidencia no era tal en la época y no debería darse por sentada. Platón era retratado como un niño desorientado que necesitaba una referencia masculina y la encontraba en Jim, quien le brindaba protección y ejemplo pero… estaba enamorado de una chica. En principio esta premisa podía ser aceptada por el bienintencionado Hollywood, siempre que se quedara ahí la cosa, claro.  De hecho, en la primavera de 1955, durante el rodaje de la película, Jack Warner recibió una nota de la oficina de censura recordándole que «Es por supuesto vital que no haya inferencias de una relación homosexual o cuestionable entre Platón y Jim«. Sin embargo, en algún momento, de forma inconsciente, el subtexto homosexual está ahí. Quizás eso explique por qué el «problemático» personaje de Platón ha de morir al final y así dejar vía libre a la pareja heterosexual.

Sal Mineo era un actor que se consideraba a sí mismo bisexual, pero no tenía miedo de ser de ser etiquetado como gay en una época en la que declararse homosexual era además un acto político, tan escandaloso como ser comunista o de izquierdas. Siempre fiel a sí mismo, en 1969 produjo y dirigió Fortune & Man’s Eyes, obra de teatro de John Herbert que cuenta una historia de homosexualidad y esclavitud sexual en la cárcel.

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Sal Mineo con Don Johnson

Con el tiempo, como muchos otros actores, Sal Mineo encontró en el teatro el medio perfecto para interpretar papeles de más profundidad y complejidad que los que el cine o la televisión (todavía más conservadora) permitían.

Muchas estrellas juveniles, al crecer se transformaban en trasnochadas parodias de sí mismas, pero Sal Mineo era inteligente, inquieto, creativo y valiente. No se limitó a ser una cara bonita de los cincuenta y sus proyectos así lo demuestran. Intervino en películas atrevidas como Who killed Teddy Bear (1965); quiso comprar los derechos del libro Cowboy de medinoche; le fascinó El Padrino; se hizo con los derechos de The Last Picture Show (que finalmente hizo Bogdanovich en 1971)… Desgraciadamente, jamás sabremos dónde le habrían llevado su talento y su trabajo en la madurez.

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Who killed Teddy Bear, de Josep Cates, abriendo el camino a Taxi Driver

Cuarenta y dos años después de su muerte podemos recordar su figura como actor, su dimensión humana más allá del celuloide y dedicar este post a su memoria.

*Para contaros esto me he inspirado en el libro Conversaciones secretas, Boze Hadleigh, 1986.*