El 12 de febrero de 1976 Sal Mineo murió asesinado cuando regresaba a su casa después de un ensayo. El hecho de que un actor homosexual muriera apuñalado en la calle y de noche dio luz verde a la prensa sensacionalista para conjeturar sobre las circunstancias de su muerte. Los prejuicios salieron a flote y toda serie de sórdidas especulaciones sobre su vida tuvieron lugar. ¿Hubiera sucedido lo mismo si el actor hubiera sido heterosexual? Hay que tener en cuenta que escasos meses antes, el genial intelectual, cineasta y poeta, Pier Paolo Pasolini, había sido la víctima de un supuesto crimen sexual a manos de un joven buscavidas que, tras confesar, cumplió nueve años de cárcel (lo que verdaderamente ocurrió sigue siendo un misterio, pero se sospecha de un asesinato por motivos políticos en el que participaron varias personas).
El caso es que al parecer, simplemente, Sal tuvo la desgracia de cruzarse aquella noche con un ladrón que, en un acto delictivo de arbitraria violencia, acabó con su vida sin más motivos que robarle unos dólares. Tenía 37 años y estaba a unas semanas de estrenar su nueva obra de teatro Posdata, tu gato ha muerto.
Sal Mineo (Nueva York, 1939) era un intérprete serio, trabajador y competente que se enfrentó a varios límites en Hollywood. Un actor gay e italoamericano tenía pocas opciones de convertirse en una estrella y a pesar de eso, tuvo una destacada trayectoria profesional en cine, televisión y teatro.
Lo cierto es que si un actor o actriz pretendía hacer carrera en Hollywood debía someterse tanto física como sexualmente al ideal del WASP. Sal Mineo pudo conservar su nombre y apellido sicilianos, cosa que no era habitual en una industria empeñada en negar la diversidad de Estados Unidos. Sin embargo, por sus características físicas de joven aniñado de aspecto latino, así como por sus primeros papeles, pronto quedó encasillado en papeles secundarios de chico atormentado.
Por cuestiones prácticas, Hollywood estandarizaba a los actores según roles y tipos de físico. Pero no solo encasillaba a sus estrellas, sino que también reducía la vida misma a argumentos cinematográficos que encajaran en su visión de mundo.
Las películas de la industria eran mensajes de una cultura homogénea en la que cualquier disrupción era vista como una amenaza y por tanto expulsada (ya fuera con invisibilidad o con castigos moralizantes en las tramas). Por supuesto, al margen de la representación sesgada del cine con toda su carga ideológica; al margen de esa férrea construcción de una normalidad aceptable vehiculada por la censura, los actores y actrices de Hollywood tenían sus vidas privadas (que los estudios también controlaban con perversa doble moral). También los espectadores llevaban sus vidas reales y diversas aunque no se vieran representados en las pantallas, ni en la cultura mainstream.
La carrera de Sal Mineo comenzó en lo alto, con dos nominaciones al Oscar en pocos años. Estas corresponden posiblemente a sus trabajos más emblemáticos: Rebelde sin causa (1955; Nicholas Ray) y Éxodo (1960; Otto Preminger). En ambas películas aparece la cuestión homosexual ligada a su personaje (no de manera abierta, no de manera natural, pero aparece).
Rebelde sin causa es una película mítica por varios motivos, quizá el mas importante de los cuales sea la presencia carismática y mágica de James Dean. Coincidencias desafortunadas, los tres protagonistas de esta cinta —Natalie Wood, James Dean y Sal Mineo—, sufrieron una muerte prematura y dramática. Como siempre, hay que valorar la película de Rebelde sin causa en su contexto. En esos años en Hollywood era imposible realizar un cine inclusivo, no había representaciones homosexuales de adolescentes, así que la peli de Ray, aunque no explícita, era valiente y rompía el conformismo de la época. Además, mostraba la inadaptación social y el fracaso de la comunidad en educar jóvenes funcionales. Diferentes lecturas se pueden hacer de la relación de los tres rebeldes protagonistas, pero la de la atracción homosexual entre el personaje de Platón y el de Jim parece clara. Sin embargo, esta evidencia no era tal en la época y no debería darse por sentada. Platón era retratado como un niño desorientado que necesitaba una referencia masculina y la encontraba en Jim, quien le brindaba protección y ejemplo pero… estaba enamorado de una chica. En principio esta premisa podía ser aceptada por el bienintencionado Hollywood, siempre que se quedara ahí la cosa, claro. De hecho, en la primavera de 1955, durante el rodaje de la película, Jack Warner recibió una nota de la oficina de censura recordándole que «Es por supuesto vital que no haya inferencias de una relación homosexual o cuestionable entre Platón y Jim«. Sin embargo, en algún momento, de forma inconsciente, el subtexto homosexual está ahí. Quizás eso explique por qué el «problemático» personaje de Platón ha de morir al final y así dejar vía libre a la pareja heterosexual.
Sal Mineo era un actor que se consideraba a sí mismo bisexual, pero no tenía miedo de ser de ser etiquetado como gay en una época en la que declararse homosexual era además un acto político, tan escandaloso como ser comunista o de izquierdas. Siempre fiel a sí mismo, en 1969 produjo y dirigió Fortune & Man’s Eyes, obra de teatro de John Herbert que cuenta una historia de homosexualidad y esclavitud sexual en la cárcel.

Con el tiempo, como muchos otros actores, Sal Mineo encontró en el teatro el medio perfecto para interpretar papeles de más profundidad y complejidad que los que el cine o la televisión (todavía más conservadora) permitían.
Muchas estrellas juveniles, al crecer se transformaban en trasnochadas parodias de sí mismas, pero Sal Mineo era inteligente, inquieto, creativo y valiente. No se limitó a ser una cara bonita de los cincuenta y sus proyectos así lo demuestran. Intervino en películas atrevidas como Who killed Teddy Bear (1965); quiso comprar los derechos del libro Cowboy de medinoche; le fascinó El Padrino; se hizo con los derechos de The Last Picture Show (que finalmente hizo Bogdanovich en 1971)… Desgraciadamente, jamás sabremos dónde le habrían llevado su talento y su trabajo en la madurez.

Cuarenta y dos años después de su muerte podemos recordar su figura como actor, su dimensión humana más allá del celuloide y dedicar este post a su memoria.
*Para contaros esto me he inspirado en el libro Conversaciones secretas, Boze Hadleigh, 1986.*