No soy una defensora de la corrección porque sí. Para mí hay cosas más importantes, como la expresión o la comunicación. Mi interés está más centrado en la creatividad y tengo comprobado que el miedo a cometer errores puede volvernos demasiado prudentes y rígidos al escribir.
He experimentado lo mismo cuando comento algún escrito ajeno. Si esa persona que tengo delante -o al otro lado de la pantalla- está intentando mostrar su creatividad y compartirla con los demás, una crítica sobre su gramática, ortografía o estilo puede provocar su inseguridad y tener un efecto desastroso. Especialmente tratando con adultos, a quienes se les puede hacer sentir inadecuados, ineptos, un caso perdido… etc, etc…. (aquí los fantasmas de cada uno escriben la peli de terror particular).
Por eso, para alentar la escritura creativa, es preferible permitir que la persona conecte libremente con su imaginario y se exprese como pueda.
Pero, a medida que vamos avanzando y nos sentimos más segur@s, hay que empezar a prestar atención a este aspecto de la corrección y el estilo -que por cierto- son dos cosas distintas.
¿Por qué es importante (tratar de) escribir sin faltas?
To voy a dar mi principal razón y no es ni elitista, ni defensora de la pureza de la RAE. Más bien es una razón de fundamento y estrategia. ¿Estrategia? Sí. Te lo explicaré con un ejemplo de algo que me gusta mucho: el cine.
Cuando nació el cinematógrafo (unos 125 años atrás, si tomamos la famosa proyección de los Lumière como referencia), ya existía la fotografía y esta había empezado a satisfacer la necesidad de la representación realista, (más allá de la pintura). El cine, al añadir movimiento, supone un paso más allá. Y, aunque pronto traspasaría las barreras sociales, no hay que olvidar que surge de la mano de la burguesía y en pleno naturalismo.
La ambición naturalista fue captar la realidad, tal cual era y con una pretensión de objetividad. Por eso las primeras pelis (de apenas minutos de duración) tienen temáticas tan documentales como La salida de los obreros de la fábrica o La entrada del tren en la estación. Casi a la vez, por influencia del teatro, la novela y el vodevil, y por puro deseo humano de contar historias, empiezan las ficciones, cada vez más elaboradas. El cine, que se populariza como entretenimiento de masas, va encontrando su propia gramática de planos y montaje… y en pocos años se implanta el llamado por Nöel Burch, Modo de Representación Institucional, que no es otra cosa que el estilo canónico con todas sus convenciones técnicas, estilísticas y temáticas.
Pero a lo que voy: la pretensión de este cine normativo, es crear un efecto inmersivo. La pantalla es una ventana abierta al mundo y la historia aunque sea ficción, se experimenta como verdad mientras dura. Una de las maneras de lograr eso es a través de lo que se llama el borrado de las huellas de la enunciación… Esto es, eliminar el rastro de esa «voz-sujeto» que cuenta la historia, y esto para que el espectador no sea consciente de la cámara, de la construcción del relato, sino que se sumerja en la historia sin que nada lo saque de ella.
Así que nada de planos extraños o movimientos de cámara muy evidentes. La cámara omnisciente y el montaje, ayudan a «no ver» que hay un punto de vista y un encuadre. El espectador no piensa en esto, no lo necesita para disfrutar de la película. Es seducido por lo que sucede ante sus ojos y lo que los personajes dicen (incluso en cine mudo, con sus intertítulos, explicando y puntuando la historia).
¿Y qué tiene que ver esto con escribir bien o mal?
Tiene que ver que, cuando escribimos bien -muy bien- llevamos al lector al mundo que le hemos propuesto sin que apenas repare en que, en realidad, está leyendo signos impresos sobre un fondo blanco. Si hacemos nuestro trabajo bien, lo tenemos metido de lleno en la historia. Y es que lo estamos hipnotizando, ni más ni menos.
Es cierto que hay algunos autores que rompen este efecto de objetividad voluntariamente. Por ejemplo con un narrador muy presente, con algún artificio, con los juegos metaliterarios… Del mismo modo que el cine de las vanguardias rompía las normas del cine estándar para evidenciar el artefacto cinematográfico y reivindicar otro modelo social y artístico. Eso es otra cosa.
También es otra cosa muy distinta cuando un personaje se expresa mal porque no tiene formación o cuando el escritor, para captar mejor un grupo social, refleja un acento regional, unos modismos, registros etc…
Si hay algo que destruye el hechizo de una manera muy displacentera y que no tiene justificación alguna son las faltas o las expresiones torpes que no obedecen a ninguna intención expresiva. Esos errores -no intencionados- que sacan al lector de una bofetada. ¡Zasca!
De pronto, nuestro lector ya no está en el nivel de la historia, ha salido al de la escritura. Su ojo se centra más en esa frase que no entiende, en esa «h» de más que le confunde y horroriza, que en lo que se dice. Todo nuestro esfuerzo por llevarlo a nuestro terreno, por seducirlo… se va al traste. Hemos hecho añicos la ilusión por nuestra torpeza lingüística.
¿Sugerencias?
La buena noticia, es que, si detectamos que flojeamos en esto, hay mucho que se puede hacer. De hecho, es más fácil corregir la ortografía que dominar la técnica de narrar. Así que, mientras aprendemos lo segundo, tenemos que evitar los primero.
- La manera más sencilla y divertida que se me ocurre de mejorar la corrección gramatical, ortográfica, sintáctica y de ganar amplitud léxica… es leer. Sin más. Lo que te guste, lo que te apetezca. Tan solo intenta ponerte en buenas manos...
- Otra manera, compatible con la anterior, es consultando el diccionario. Ve a él cuando no sepas una palabra y cuando no estés segura de cómo se escribe otra…. Añade diccionarios de sinónimos, antónimos, palabras afines… Hay muchos recursos en Internet: La RAE, Fundéu, Word reference… A mí me encanta, por ejemplo, Wikilengua…
- Apúntate a algún curso, lee algún libro especializado, recíclate. Te puede sorprender la de cosas que aún podemos aprender sobre nuestra lengua. Yo doy clases de español a extranjeros y muchas cosas siento que las aprendo por vez primera con ellos. ¡Anda!, me digo, qué curioso esto… Me resulta apasionante y motivador lo que puedo mejorar aún.
- Lee poesía. Me parece ideal por su enfoque en el léxico, por la osadía con las imágenes, por el ritmo y musicalidad que otorga y el refugio que proporciona… porque, como dice Brines, «la poesía ayuda a pisar arena dentro del mar…» Y si no se te ocurre nada, esta semana precisamente te propongo un Brines.
En definitiva, no te atormentes. No se trata de sentirse examinad@, sino de tomar conciencia de que, cuando escribes, eres un ilusionista y tu magia puede ser aún más poderosa si te lo propones.