The Paying Guests

En Navidad me regalaron The Paying Guests, el último libro de Sarah Waters, fresquito y aún en inglés. Conseguí acabarlo el pasado lunes. Y estas son mis impresiones:

Pocas veces un libro me deja la sensación que he tenido al acabar The Paying Guests: perplejidad y, tengo que confesarlo, hartazgo.

El corazón dividido

Para mí nos fácil reseñar un libro de Sarah Waters cuando no he quedado contenta. Y es que yo admiro su proyecto literario. Ya tiene mérito posicionarse como una de las autoras inglesas más leídas en Reino Unido (5 best selles y un buen puñado de adaptaciones en la BBC), pero es que el mérito asciende a cotas de heroísmo cuando, además, lo hace con novelas protagonizadas (en  buena parte de su producción) por mujeres lesbianas. Me quito el sombrero. Es mucho lo que le debe la literatura LGTB a Sarah Waters.

Como os decía, estoy muy segura de mi estima por Sarah Waters. La admiro como autora (sin más etiquetas). La leería, aunque sus protagonistas fueran todos heterosexuales. Me gusta su consistencia, su manera de armar las novelas, su precisión y su prosa. De hecho, si he de elegir uno de sus libros, como lectora me quedo con El ocupante (que no tiene representación LGTB).

Esta vez, con su sexta novela, regresaba con una historia con contenido homosexual femenino. Una historia ambientada en la Inglaterra de los años veinte. La expectación era máxima.

Sarah Waters se inspira en un caso real que tuvo lugar en Londres en 1920. El caso Thompson-Bywaters (del que no puedo hablar sin destripar la trama). Una época nueva, un desafío diferente. Me frotaba las manos.

Pues bien, entre el momento en que iniciaba la lectura y el momento en que cerré el libro me he visto invadida por un malestar y un agobio que a duras penas podía resistir. Leer The Paying Guests ha sido un suplicio para mí. Un ejercicio continuo de fe. Agotador.

Ya desde el principio, tenía la sensación de que el libro y yo íbamos, por así decirlo, encontrados. La sensación de que luchaba con él, esperando que se acomodara a mis expectativas; que fuera más ágil cuando él se obstinaba en ser denso; que me proporcionara más aventuras cuando se encallaba en un episodio en concreto… Al final, me temo, hemos acabados cansados el uno del otro. Una mala experiencia, en definitiva.

Cuando el decorado lo es todo

Intento comprender qué es lo que me ha pasado con el libro, por qué se me ha hecho tan insufrible, especialmente teniendo en cuenta que trata temas que me interesan y que creo tener la sensibilidad necesaria para apreciar esta obra. Aquí va una posible causa: es un libro muy leeento. Supongo que es un efecto pretendido. Sarah Waters tiene un estilo descriptivo y minucioso. A veces haciendo un guiño a las novelas de Dickens, donde el retrato de Londres es fundamental. Este efecto, sin embargo, no molesta en su trilogía victoriana. El lustre de la Perla, por ejemplo, es una novela de iniciación que no te permite aburrirte. No sucede lo mismo aquí. El gran referente de fondo es esta vez Ana Karenina. Y veo que hay un trabajo de acumulación de detalles, de espacios que oprimen,  pero, a diferencia de lo que sucede con clásico de Tolstoi, este se hace muy monótono.

Una de las bazas de Sara Waters es su trabajo de recreación de épocas pasadas. Aquí nos traslada al Londres de 1922. Nos ofrece el retrato de una sociedad que está recuperándose de los efectos de la terrible Primera Guerra Mundial. Las secuelas son económicas y morales. En el centro de la historia nos encontramos con una familia, una madre y su hija de veintiséis años, que se han quedado solas (dos hijos jóvenes muertos en la guerra, un padre fallecido) y que pierden su posición económica. Recuerda esto al caso de El ocupante. Madre e hija tratando de sobrevivir tras perder sus privilegios. Para hacer frente a la situación, deciden -pese al sentimiento de pérdida- alquilar parte de la casa. Y es  la llegada de los nuevos huéspedes -el joven matrimonio Barber- la que dispara toda la acción. Como decía, el trabajo de recreación de la época y las reflexiones que aporta la galesa son muy buenos. Apuntaré dos ejemplos que me han gustado: el sentimiento de vacío moral tras la guerra, reflejado la pérdida inútil de los jóvenes y en el sentimiento de los hombres que vuelven de la guerra. Estos excombatientes no son asimilados. Por el contrario, se encuentran de vuelta en un país que no les devuelve el esfuerzo tras la traumática experiencia de la guerra. Sin empleo, deben luchar para volver a encontrar su sitio.

Por otro lado, la situación de una mujer  tampoco es fácil (aquí se plantean temas como la dependencia económica de las mujeres; el feminismo incipiente; el aborto, la libertad sexual, etc) y no es fácil especialmente para la mujer homosexual. En una palabra, comprobamos cómo el entorno condiciona a los personajes. Los condiciona, pero no  los ahoga. De hecho, también tenemos el ejemplo positivo de Chris, que, a pesar de los obstáculos, trabaja y vive con su novia en un piso. Y eso es posible porque los años veinte también son una época de apertura y cambio. Sin embargo, Frances es una mujer atrapada en sus creencias y su educación (capaz de renunciar a su deseo y su libertad por hacer lo correcto). En el mismo sentido que El ocupante, Frances es prisionera de su sentido del deber hacia su madre.

Como digo, el libro retrata bien la época y además, consigue que empaticemos con ella, porque nos habla también de problemas que se dan en esta época de crisis que  estamos pasando en Europa.

No puedo pasar por alto el símbolo de la casa como prisión. Sarah Waters nos brinda el retrato de la mujer encerrada en el hogar y además en un hogar que se vuelve tétrico y decadente. Un símbolo de estatus que acaba siendo una losa sobre los personajes.

Es muy interesante y valioso, además,  el trabajo que hace de homenajear la prosa femenina desde la esfera del hogar. Ahí tiene sentido el detalle, el vocabulario, las tareas que se vuelven obligación y castigo.

Sin embargo, por muy bien que esté una obra ambientada, por mucho que nos haga sentir la época, lo importante, a mi juicio, es conectar con los personajes. Y aquí veo otro gran escollo del libro. Yo no he conseguido engancharme a ellos. El libro está narrado en tercera persona con punto de vista limitado a Frances, la protagonista. Es a través de sus ojos que entendemos toda la acción. Y es a través de sus ojos que conocemos a Lilian Barber. Sin embargo, Lilian es un personaje diluido y que yo no he llegado a entender. (para mí es alguien que se pasa el libro diciendo » I’m sorry, Frances».)  La madre de Frances también es una figura borrosa (que recuerda demasiado a la de El Ocupante) y , si tal vez en su caso puede ser metáfora del estado de sonambulismo en que vivía la generación pre-guerra Mundial, ya no cuela con otros personajes. Por ejemplo, Leonard (el rival amoroso), mucho más vital y jovial, es bastante antipático desde el principio. No le veo matices.

Una historia que cambia de trayectoria

***A continuación hay spoilers.

El libro cuenta la historia de amor de Frances y Lilian, mujer casada (esto es novedoso en las historias de Waters). Pero lo que empieza como un romance clandestino, que nos hace preguntarnos, ¿cómo van a ser capaces estas dos mujeres de vivir este amor y librarse de ataduras y convencionalismos? Esto (a lo que ha costado muuuchas páginas llegar), pronto da un giro inesperado que lleva el libro por otros derroteros.

En una discusión con Leonard -marido de Lilian-, en la que también se ve envuelta Frances, Lilian  golpea a Len con un cenicero y el golpe resulta fatal.  Leonard muere. Aterradas, Frances y Llilian llevan el cadáver de Leonard a la calle para hacerlo pasar por accidente. A  partir de ahí, la policía lo descubre y empiezan las pesquisas. Tenemos ya otro libro y otra pregunta: ¿Cómo van a salir de esta Lilian y Frances?, ¿las descubrirán?

Aquí, Sarah Waters nos plantea temas muy interesantes. Por ejemplo, ¿cuánto puede durar el amor cuando se pone a prueba con circunstancias duras? También reflexiona sobre el absurdo de la muerte de Leonard, en una historia en la que todos los personajes esconden traiciones y secretos (y en las que nos muestra la hipocresía de nuestros acuerdos sociales). El matrimonio y el adulterio en el ojo del huracán.

Lejos de reforzarse, la relación de Frances y Llilian se deteriora y aniquila por los nuevos giros. Además, con su secreto destruyéndolas, sucede algo más. La policía detienen a un chico inocente (un chaval que era el novio de la chica con la que Leonard se veía a escondidas!). Pero, ¿serán capaces nuestras chicas de dejar que un inocente cargue con la culpa para salvar su pellejo? Tenemos todo el proceso judicial para comprobar la pasividad y el miedo de ambas. Todo sensaciones muy humanas que descubren la talla moral de los personajes. Finalmente, el chico se salva gracias al testimonio de un excombatiente que es vecino suyo y puede apoyar su coartada ( a pesar de que supone perder su empleo). Esto está lleno de simbolismo. Nos ofrece Waters una lección. Es este hombre, paria social, el más honrado y decente de todos los personajes.

El libro pues nos lleva de frustración en frustración, al menos en lo que se refiere a la relación sentimental entre las protagonistas. En este sentido, se parece a Afinidad, salvo que aquél, amargo también y cruel, a mí me encantó.

The Paying Guests también me ha recordado a un libro que leí recientemente. En el momento equivocado, de Louise Doughty. Se plantean temas comunes: la idealización del amor clandestino; la infidelidad y la traición y la puesta a prueba del amor por un terrible episodio. Y de nuevo, aquel libro me impresionó y me fascinó. Este no.

Supongo que, analizando todo en conjunto, a pesar de los elementos a favor; a pesar de mis ganas; The Paying Guests es un libro aburrido. Así de simple, Tal vez, con la mitad de extensión, mejoraría. Al menos, no te arrancaría suspiros de exasperación.

En alguna entrevista a Sarah Waters he leído que este libro le costó mucho trabajo. Escribió muchos borradores y se sintió perdida en muchas ocasiones. Lo que yo decía antes, para mí también ha sido una lucha leerlo.

En fin,  no siempre  un autor te da buenas obras (o, dicho de una manera más justa, no siempre una sabe apreciarlas). Espero que el siguiente me guste más.

Pese a todo, le deseo mucho éxito a Sarah Waters con el libro, ya que sus éxitos son los nuestros. En poco más de un mes sabremos si The Paying Guests va nominado al Man Booker International Prize.

¿Alguien tiene una opinión del libro?

Sue Grafton en Valencia

Ayer, martes tres de febrero, Sue Grafton estuvo en el Muvim (Museo Valenciano de la Ilustración). En cuanto me enteré de que venía a Valencia, corrí a verla sin dudarlo. Para quien no lo sepa, Sue Grafton es una de las autoras de novela negra más reputadas de Estados Unidos.  Bien conocida por su serie de libros protagonizados por Kinsey Milhone. Estos libros siguen la letra del abecedario en sus títulos. Allá por lo 80, la autora se impuso el reto de escribir un libro por cada luna de las letras. Comenzó en 1982 con A is for Alibi (A de adulterio, en español). Ayer presentaba W de Whisky. Así que va por buen camino.
A sus 75 años es una mujer llena de vitalidad. Amable y humilde, nos deleitó con inspiradoras historias sobre su propia carrera como escritora, así como sobre su visión de la novela negra.

Os dejo aquí un resumen elaborado de mis propias notas.

Primeros años

Fue su padre, el novelista C.W. Grafton, quien la animó a escribir desde que era joven. Una figura que ejerció de guía y que le ofreció valiosos consejos:

  • Mantén un lenguaje simple y funcional. El objetivo es transmitir una idea, no revolucionar el idioma. De este modo, siendo directa, el lector te entenderá mejor. Preocúpate por la corrección gramatical y ortográfica.
  • Presta atención a las transiciones entre las Grandes Escenas de tu novela. Las pequeñas escenas son tan importantes como necesarias y te ayudarán a crear un mejor clímax.
  • Aprende a aceptar el rechazo. Si te vuelves flexible y te balanceas con el viento, serás capaz de tumbarte y volver a enderezarte.
Sue Grafton lee en brazos de su padre

 

Sue fue a la Universidad, donde estudió Literatura Inglesa. Se casó y tuvo tres hijos. nunca perdió de vista su propósito de convertirse en escritora. Escribía mientras los niños dormían, a veces a las dos de la mañana.

Sus primeras tres novelas nunca fueron publicadas, pero le ayudaron a dominar la técnica y mejorar. La cuarta novela se publicó: Keziah Dane (1967) . Esto le provocó gran emoción, pero continuó adelante con la misma pasión y dedicación.

Trabajó en Hollywood durante 15 años. Escribía historias para serie de televisión. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el trabajo no le gustaba. Aprendió que no es una jugadora de equipo y que no es  buena en deportes. Esto quiere decir que a menudo salía enfadada de las reuniones con sus compañeros. Entendió que debía buscar otra cosa. Estuvo un tiempo compaginando el trabajo con otras cosas. Aunque le asustaba perder la seguridad económica se decidió a escribir por su cuenta. Y el tiempo le demostraría que fue una buena decisión.

Mientras estaba divorciándose de su primer marido (que ella llama el marido malo para diferenciarlo del actual), la tensión era tal entre los dos, que ella no cesaba de imaginar modos de matarlo. Como no era una idea razonable, decidió escribir un libro en vez de matar a su marido, o , mejor dicho, matarlo solo en la ficción. No le hubiera gustado ir a la cárcel. Fue todo un acierto y el modo en que todo empezó.

En aquella época no sabía nada de procedimiento policial ni de la legislación en California. Así que empezó a investigar. Sí que sabía algo más del hecho de ser mujer, así que ideo el personaje de una detective privado en una ciudad imaginaria de California: Santa Teresa.

La inspiración para escribir historias siguiendo el abecedario le vino de un ilustrador infantil, Edward Gorey. Su libro The Gashlycrumb Tinies, tenía una serie de 26 niños (y sus nombres siguiendo el alfabeto) que iban muriendo de maneras distintas. Sue Gratton decidió que escribiría  una serie de 26 novelas y se puso manos a la obra.

 

Ilustración de E. Gorey, la inspiración

 

Claves sobre la novela de Misterio

En esencia una novela de misterio trata sobre  matar a personas y atrapara al asesino.

Aunque pueda resultar sencillo, no lo es. En absoluto, Sue Grafton considera que los escritores de novela de misterio son los cirujanos de la literatura. Es muy difícil como forma, hay que ser muy hábil. por eso, aconseja a los principiantes que no debuten con novela de misterio. Primero deberían escribir otra cosa, después, unas cien novelas de misterio y varios libros sobre cómo hacerlo. Finalmente, podrían intentarlo.

Sue se documenta mucho para sus novelas. hace mucho trabajo de investigación. En parte, bromea, porque se le olvidan las cosas de una novela a otra.

La novela de misterio es un truco de magia puesto en escena ante el lector. El escritor le enseña el asesinato; le ofrece a su detective recogiendo las pistas. El cometido del lector  es averiguar cómo se hizo el truco.

La novela de misterio es tan popular porque a todo@s nos gusta que nos asusten. A Sue le interesa especialmente el lado oscuro del alma humana. Le deja absorta observar cómo algunas personas cruzan esa línea y trata de entender por qué lo hacen. No le interesa la política, le interesa el ser humano.

Además, en la ficción, podemos tener un sentido de justicia cumplida. En la realidad, no siempre se hace justicia. En una novela de misterio, hay un personaje que remueve cielo y Tierra para atrapar al malo. Además, los crímenes en ficción son elaborados por alguien motivado y que piensa los detalles de forma brillante. La vida real ofrece crímenes violentos, patosos y no meditados.

 

A de adulterio, la historia que lo empezó todo

 

Escribir como acto de valentía

Al hablar sobre su procedimiento al escribir, Sue cuenta que lleva un diario de cada novela que escribe (hay extractos disponibles en su página personal). Básicamente, explica que las entradas de estos diarios son lamentos sobre lo difícil que es escribir. En ese aspecto, y esto me encantó, admite que lo más valiente que hace es sentarse frente al ordenador y escribir. Su editor no le paga por escribir, le paga por acabar libros escritos. Esa es la  gran diferencia. Aunque intenta no meterse demasiada presión, la ansiedad la sobrecoge con cada nuevo libro.

Trata de no contar la misma historia dos veces. es un reto personal que mantiene para conservar el interés de los lectores. Por eso, busca ideas diferentes continuamente. Encuentra inspiración en el periódico y en las conversaciones del día a día. Pero no quiere perderse en la información previa. Descubrió que a veces utilizaba la investigación y documentación como una excusa para postergar la escritura. Así que ahora investiga mientras escribe. De este modo se asegura de ser productiva.

Otro impedimento en el camino del escritor suele ser el deseo de que todo lo que escribe esté perfecto. Eso puede paralizarnos a veces. Como norma, cuando está con una novela, escribe dos páginas diarias. A veces las escribe en veinte minutos, a veces le cuesta siete horas.

En cuanto al temido bloqueo del escritor, Sue Grafton tiene una personal y original manera de verlo. Cree que el bloqueo se produce cuando nuestro inconsciente nos está avisando de que hemos cometido algún error en el camino. Cuando eso le sucede, vuelve atrás y trata de averiguar donde está el error que la ha bloqueado. Entonces lo arregla y continúa adelante.  En ese sentido, considera que el bloqueo de escritor es un don que debemos apreciar y agradecer.

Otros grandes de la novela negra

Cuando se le pide que hable de sus favoritos, Sue admite que Raymond Chandler es su escritor predilecto. También admira a los americanos Ross McDonald y Dashiell Hammet. Lamenta no poder leer a más autores. Aunque confiesa que, después de treinta y cinco años escribiendo es difícil sorprenderla. Se sabe los trucos. De ahí que no siempre pueda disfrutar de la novela negra como lectora.

En el acto también se hizo entrega del II Premio Valencia Novela Negra. El ganador, Juan Ramón Biedma, recibió el galardón de manos de Sue Gratton. Su novela, «Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado», está ambientada en Londres en 1891. Edita Lengua de Trapo. J.R. Biedma es un exitoso autor que ya ha sido premiado en varias ocasiones y que demuestra que la cantera de autores españoles está en plena forma.

 

Sue Grafton junto a juan Ramón Biedma y autoridades de la Dipu.

 

Para acabar, podemos apuntar la nostalgia por los tiempos pretecnológicos de la escritora americana. Sue Grafton sitúa todas las novelas de la serie de Kensit Milhone en una época en que no había Internet ni teléfonos móviles y no se plantea a una Milhone digital. Kensit, a diferencia de Sue, apenas ha envejecido. Empezó su andadura con 32 primaveras y ahora tiene 38.  Mujer casada dos veces, pero sin pareja y sin hijos, es un modelo de heroína y un buen referente para las mujeres.

 

Sue Grafton aún en plena forma, afronta la última parte del reto. Tres letras para acabar de contar la historia de Kensit. X, Y, Z. Disfrutemos de lo que queda por venir.

 

101 Reikiavik

Esta vez, más que una reseña voy a hacer una reflexión que me ha venido a la cabeza tras visionar 101 Reikiavik. Metámonos en materia.

101 Reikiavik es una modesta comedia islandesa (en coproducción con Francia, Alemania y Escandinavia) del año 2000. Dirigida por Baltasar Kormákur y basada en un libro de  Hallgrímur Helgason escrito en 1996.

Reikiavik cuenta la historia de Hlynur, un rarito de veintilargos, sin oficio ni beneficio, que vive con su madre y que se pasa el día vagueando y bebiendo sin decidirse a hacerse cargo de su vida. La historia se anima cuando su madre invita por unos días (estamos en Navidad) a una amiga suya: Lola Milagros, profesora de flamenco (Victoria Abril). Lola -que es lesbiana- supone un soplo de aire fresco en la vida de  Hlynur. Le anima a hacer algo útil con su vida y no a dedicarse a vivir del Estado. En Año Nuevo, mientras la madre está fuera visitando a una pariente -y después de una noche de fiesta y excesos- Lola y Hlynur se lían. Cuando regresa, la madre le cuenta a Hlynur que está enamorada de Lola y que tienen una relación.  La cosa se complica cuando Lola anuncia que está embarazada y que va a tener el niño con la madre. Aunque Lola insiste en que ha recurrido a un donante, Hlynur está convencido de que el niño es suyo y se hace mil cruces mentales pensando en que su madre y él comparten a Lola… Finalmente, todo se arregla y Hlynur, al fin, madura. Por cierto, Lola se queda con la madre y todo el mundo contento.

Confieso que, dede hace tiempo, cada vez que veía el cartel de la peli, me resistía a verla. Pensaba que era un «truño» de esos con falso reclamo lésbico. Pero el otro día me dije «bah, voy a verla». Y me sorprendió encontrar una amable comedia de esas de veinteañero que no quiere crecer y que cuenta su vida en «off». No es la película que yo creía. Es mejor. Admito que mis prejuicios me engañaron.

 Sin embargo, aunque la peli está bien, me pareció que el conflicto central (esto es: «me gusta una mujer que está liada con mi madre!!!!!») se trataba de manera un poco… mojigata. O mejor dicho: de manera exótica. En la peli, el hecho de ser lesbiana es tan raro y sorprendente como ser una española profesora de flamenco en Islandia. Y es que Lola Milagros (ole con el nombre) es un choque cultural hecho carne y hueso. En ese aspecto, la película peca un poco de jugar con el cliché: Lola es una mujer alegre, pasional, que además de lesbiana es algo promíscua -ole, ole, ole-. El hecho de que la madre del prota sea lesbiana se plantea también como una extravagancia (no hay mucha naturalidad) y lo de que Lola y ella recurran a un donante para tener un hijo juntas tampoco se plantea con normalidad (de hecho, Hlynur está convencido, con esa presunción tan masculina, de que el niño es suyo). Pero, por otra parte, tampoco es una  película que censure esta relación entre mujeres. Se agradece que Hlynur lo acepte bien y que ellas acaben juntas. Se agradece que el protagonista se de cuenta de que no es el centro del Universo y se ponga, por fin, a trabajar. Y se agradece que Lola y la madre (perdonad, pero el nombre islandés es muy raro) cumplan su sueño de tener un hijo. No se aclara si el retoño es de Hlynuv. Al final, eso no es relevante (y eso también me gusta).

Si añadimos  que las interpretaciones están bien, la película gana enteros. Victoria Abril es un vendaval que destaca en el reparto (qué sosos son en Islandia, Jesús). Además, si ves la peli  en VOS te partes con Lola y sus expresiones en español.

Como decía, al principio toda la historia me pareció un poco «naïve», pero después medité. Han pasado 15 años desde el estreno. ¡Quince! ¿Qué hacíamos en España en el 2000? Faltaban cinco años para la legalización del matrimonio gay. La visibilidad LGTB estaba en pañales.

 Para que os hagáis una idea:

Estas son algunas de las producciones que, ese año, mostraban contenido LGTB:

Almejas y Mejillones: (ufff, chico enamorado de lesbiana y viva el tópico). Muy flojita.

Km Cero: varios personajes que buscan su sitio en el mundo, con historia Gay incluida.

Primera temporada de Hospital Central: marcaría en el futuro un hito en la visibilidad lésbica en la pequeña pantalla.

Supongo que lo que quiero decir es que han pasado los años y no han pasado en balde. Hemos ganado en derechos y en visibilidad. Y tenemos que valorarlo. Del mismo modo que tenemos que valorar los pequeños pasos que se daban en el cine.

Por cierto, para ir terminando, algunos datos más:

Las parejas de hecho del mismo sexo fueron reconocidas en Islandia en 1996. Estos derechos fueron ampliados en 2006 con el reconocimiento de la adopción conjunta, la paternidad y la inseminación artificial.

En 2009 la lesbiana Jóhanna Sigurðardóttir, fue elegida Primera Ministro, siendo Islandia el primer país del mundo en que una persona abiertamente homosexual ocupó la jefatura de gobierno.

En 2010 se legalizó (por unanimidad) el matrimonio homosexual.

Hay que juzgar siempre las pelis en el contexto de su producción. No todo es posible en todas las épocas.

Así pues, 101 Reikiavik (año 2000)  no está nada mal.