Todo lo bueno cuesta

Todo lo bueno es costoso, y el desarrollo de la personalidad es de las cosas más costosas que hay. Se trata de decirse sí a sí mismo —proponerse a sí mismo como la más seria de las tareas y permanecer continuamente consciente de lo que se hace y mantenerlo en todos sus aspectos dudosos siempre ante los ojos —, una tarea, en verdad, que llega a la médula. —El secreto de la flor de oro--Jung

En el Camino que cada uno transitamos como podemos yo reconozco mi necesidad de llegar a un compromiso entre el deseo constante de mejorar y alcanzar la mejor versión de mí misma (en todas las dimensiones que me componen) y el respeto y conciencia de mis límites y limitaciones.

Para desarrollar ambos aspectos –y también para conciliarlos–, preciso de una conciencia activa, receptiva, despierta. Cuesta, pero recompensa. Y –además–, no conozco otra vía.

Universos

«Sentado una noche al lado de un poeta amigo viendo la actuación de una gran ópera bajo una carpa iluminada, el poeta me tomó del brazo y apuntó a lo alto silenciosamente. Disparada desde la oscuridad, una enorme polilla cecropia atravesó volando de luz en luz por encima de la posición de los actores. “Ella no sabe” -murmuró
excitado mi amigo-, “que vuela por un universo extraño e iluminado pero invisible para ella. Se encuentra en otra obra; no nos ve. No sabe. Quizás nos está sucediendo eso ahora mismo a nosotros.”

Loren Eiseley, en «The inner galaxy»; The Unexpected Universe; 1964.