Se acaba el año y os deseo a tod@s Felices Fiestas. Espero que vengan tiempos de armonía y creatividad, de lecturas, conversaciones y felicidad. Días de apostar por nuestra esencia y de atrevernos a compartir.
Sin mucho más rollo os iba a dejar un poema de Neruda que tenía aquí ya preparado, pero, cuando estaba ajustando el formato, de pronto he sentido una voz… «Chica, va, venga, no me utilices a mí…. estás hablando de creatividad y atrevimiento… deja mi poesía en paz un ratito y regala algo tuyo… Ah, ¿que tú no escribes poesía? A mí qué me cuentas, insisto, estás hablando de creatividad y atrevimiento, pues eso… algo tuyo»
Y así me he quedado con Neruda congelado y pensando… vale, y si fuera algo mío…?
¿Y si fuera algo mío
qué pasaría?
algo que sin pensar
cayera aquí ante vosotr@s
que se atreviera a ser, a mostrarse
¿Y si fuera algo que insinuara el alma
que no dejara dudas, que inocente apuntara
con el dedo de un ángel o la espalda de un diablillo?
una traviesa ocurrencia de más de seis diferencias, puntos
que sueñan ser algo, no sé si abeto o pluma, solo escondida figura
No es lo habitual, pero aquí va una historia real esta vez… Era 23 de mayo de 2016 y a mi compañera Amparo y a mí nos quedaba una semana para —laboralmente hablando…— acabar en la calle. Eran días difíciles y desagradables, de los que ponen a prueba tu estado de ánimo, de esos que no elegirías para ir al dentista…
Esa mañana, atravesando el aparcamiento al aire libre, de camino al café, entre los coches, vi a un pequeño gato atigrado encogido justo en el rectángulo que proyectaba un rayo de sol. No era novedad, porque en el aparcamiento y los jardines de alrededor había una colonia de gatos, sucios y malvividos, pero dignos. Sin embargo, ese que veía parecía muy pequeño y vulnerable, tenía los ojos cerrados y, a diferencia del resto, no se movía de su sitio.
Cuando regresamos del cortado (me encontré con Amparo en el bar y le hablé del gato), él seguía allí, en la misma posición, ajeno a todo lo que pasaba alrededor.
—Ese gato está enfermo —me dijo mi amiga con su ojo clínico.
—Es muy canijo, debe de ser un cachorro —aventuré yo.
Preocupadas, decidimos comprarle una lata de comida para que repusiera fuerzas. Nuestra esperanza era que pudiera integrarse en la comunidad con un poco de empuje. Un rato después, ya con la lata de Felix, nos acercamos al gato y entonces nos dimos cuenta de que su estado era mucho más preocupante de lo que parecía en la distancia. Por un resfriado, tenía los ojos y la nariz completamente cubiertos con una costra y estaba tan escuálido que se le adivinaban todos los huesos. Sabíamos que estaba vivo por el ruido que hacía tratando de respirar. Le dejamos la lata al lado y aguardamos su reacción, pero el gato, aun desnutrido y deshidratado, no se movía de su sitio. Era evidente que ni veía ni olía la comida. Se la intentamos aproximar a la boca, pero, a ciegas y asustado, se alejaba al sentir algo cerca, para volverse a tumbar unos metros más allá. Nos quedamos desoladas. Si no podía alimentarse, si apenas tenía fuerzas, ¿cuál era el destino de ese animal?
—Solo está esperando morirse al sol…
Estuvimos toda la mañana trabajando en silencio. El ambiente era más sombrío de lo habitual en la oficina. Cuando ya era hora de acabar la jornada, le dije a Amparo:
—No me quito a ese gato de la cabeza.
—Yo tampoco.
Nos miramos. ¿Y bien, qué hacemos?
En este punto hay que decir que yo ya tenía dos gatos y Amparo una (que no acepta compañeros), pero aquello era una emergencia que no admitía más reflexión. Quedamos en que, si el gato seguía allí, lo cogeríamos y si no…
Cargadas con una caja de folios vacía a la que le habíamos hecho unos agujeros, anduvimos hasta el aparcamiento, que se quedaba desierto a esas horas.
El sol se había retirado y… el gato también. ¿Dónde lo íbamos a encontrar?
Echamos una mirada al amplio terreno… podía haberse escondido en cualquier parte.
—¡Está aquí! —me dijo Amparo que con instinto se había asomado a un arbusto muy bien podado—. Se ha metido dentro el tío.
El plan era simple. Tres pasos: abrir, meter, cerrar. Yo sostuve la caja y Amparo sacó al gato, que bufó y se revolvió un poco, pero las fuerzas no le daban para más resistencia. Cerramos la caja.
Vale, ahora ya lo teníamos.
—Ah, pues muy bien —valoré yo—, aquí estamos, con el movidón que tenemos sobre la cabeza y en tareas de rescate. ¿No crees que vamos a parecer de esas mujeres locas que como están deprimidas recogen gatos abandonados?
—Sin duda.
Pero había más gente dispuesta a ayudar. Alfonso, pareja de Amparo, nos recogió en coche y nos llevó a nuestra clínica de confianza, en la otra punta de la ciudad.Yo de vez en cuando echaba un breve vistazo a nuestro pasajero. Cada vez que lo mirabas se te encogía un centímetro el alma.
La cara de Bea, la veterinaria, cuando abrí la caja ante ella no me hizo sentir mejor:
—Vaya tela —dijo—. No sé si vamos a llegar a tiempo. Esto está muy mal.
Lo examinó y empezó a limpiarle la cara. El gato respiraba con mucha dificultad.
—Es muy pequeño, ¿no?
—No —examinó sus dientes—. Tiene la dentadura ya definitiva, lo que pasa es que está tan desnutrido que parece pequeño o pequeña, porque… no se puede saber qué es.
—¿Qué hacemos? —preguntó la veterinaria— Lo digo porque va a requerir cierto coste y sus opciones son muy escasas…y tienes que saberlo.
—Lo intentamos —La decisión estaba tomada desde que habíamos cogido la caja de folios—, que tenga una oportunidad. Hasta donde él aguante.
Yo sabía que con Bea, profesional sensible y competente, estaba en las mejores manos. Para pode seguir adelante, lo primero era descartar que el gato estuviera infectado con leucemia felina (lo cual hubiera sido una sentencia definitiva). Miramos con inquietud las tiras del análisis. Negativo. ¡Primer match ball salvado!
Urgentemente necesitó unos goteros para recibir hidratación y los primeros cuidados, pero esa noche me lo debía llevar para devolverlo de nuevo a la clínica por la mañana.
En casa, Arantxa, a la que yo había contado la historia, no protestó (aunque ya teníamos dos gatitos), pero cuando el acogido salió del transportín, tambaleándose con sus frágiles patas, y ella lo vio con sus propios ojos, también puso esa cara del que se acerca a algo que da miedo, lástima y es difícil de mirar.
Dejamos al nuevo en una habitación aparte. Era preocupante estar a cargo de ese ser que se escondía y bufaba y que parecía cualquier cosa menos un gato.
—¿Y si se muere?
—Habrá tenido una oportunidad
Arantxa ya no pudo dormir. Le obsesionaba la idea de que aquel gatito se muriera de repente.
—Al menos, no se va a morir en la calle, solo.
El día siguiente fue crítico. El gato era tan pequeño que no retenía el calor y sufría hipotermia. Estuve toda la mañana, inquieta, pendiente del teléfono pensando que me iban a llamar para decirme que no había aguantado más.
—¿Por qué nos complicamos así la vida? —le pregunté a Amparo ante la máquina de café.
—Pues no lo sé.
Pero ese día aguantó y los siguientes. Fueron jornadas de visitas diarias al veterinario (que estaba kilómetros de mi casa). Yo lo dejaba a primera hora en casa de mis padres (muy cerca de la clínica), mi hermana se lo quedaban en el transportín hasta que abrían y lo llevaba a las vets, donde permanecía hasta la tarde. Había que obligarle a comer una cantidad determinada de comida proteica al día, pero el bicho no estaba por la labor. Mi hermana lo alimentaba con una jeringuilla, “Hale, a lo bruto. Tiene que comer”. Mi padre preguntaba por él todos los días: “¿Y el orejas?”. “Bien, bien, sigue vivo”.
De vuelta a casa, al finalizar el día, Arantxa se quedaba haciéndole compañía todas esas noches que el gato estaba en la habitación naranja mientras nuestros otros dos gatos se quedaban tras la puerta tratando de saber qué pasaba allí dentro, por qué tanto misterio, tanta ida y venida.
—Está bien —le decía yo—, olvídate un poco.
—Está muy solito —decía ella— Y he descubierto que le gusta La embajada.
Aunque se notaba una mejoría, la veterinaria aún se mantenía escéptica y el gato no se movía mucho, respiraba con ronquidos y no paraba de estornudar. Entraras cuando entraras a la habitación, siempre lo encontrabas en la misma posición, pero sus ojos turbios iban cogiendo algo de brillo, revelando un bonito color verde, el de la esperanza.
Pasaron las semanas… los meses…
Decididamente, en ese año han sucedido muchas cosas (vida, muerte, cambios, desafíos… libros!!!).
Pero hoy es 23 de mayo otra otra vez.
Ese gato que Bea, la veterinaria, con cierta guasa compasiva bautizó como El Chanca y que luego pasó a llamarse Man… ha salido adelante gracias a la ayuda y fe de las personas que he nombrado aquí. Ahora es un gato cariñoso, bueno, dulce, simpático y juguetón. Come por tres, “habla” bastante y disfruta de una vida de burgués. Para ser un callejero sin socializar es de lo más enrollado. Le gusta saludar a los humanos dando cabezazos y basta con que le apuntes con el dedo sobre la frente para que se ponga a ronronear. Es un tío feliz.
De aquel pasado suyo en el abismo solo persisten los estornudos y una respiración un tanto peculiar (Darth Vader style).
Seguramente, esta historia no tiene importancia. Hay tantos gatos abandonados y animales que sufren, tanta injusticia en general. No podemos estar recogiendo gatos en apuros todos los días y no siempre las condiciones o el momento lo permiten. Sé que podríamos haber pasado de largo y el gato habría desaparecido de nuestra vista -y con él nuestro sentimiento de incomodidad-. Creo que habría muerto de forma discreta y anónima…, pero ese 23 no pasamos de largo. Aquello no fue heroísmo, solo fue compasión.
La semana pasada quedé con Amparo para comer. Nos lamentamos de muchas situaciones de aquella última etapa en aquel trabajo… ¡cuántas cosas habríamos hecho de manera diferente! Solo hay una que no nos hace dudar y que nos arranca una sonrisa… una de la que no nos arrepentimos.
Sí, lo habéis adivinado… la única cosa que estamos seguras de haber hecho bien es haber recogido a Man del aparcamiento. Por eso, aún celebramos ese día desesperado en que estuvimos de acuerdo en que aquel pobre gatito que a nadie importaba merecía una oportunidad…
«Por favor, no te hagas el muerto cuando duermes…»Y esto es lo que se consigue con un año de mimos y amor
No sé a vosotr@s, pero a mí a veces me llegan datos de aquí y allí que leo/oigo de manera casual y que, sumando sumando, resultan con el tiempo en un amplio catálogo de curiosidades. Estos imputs aumentan dada mi afición al cine y la literatura. Así pues, activando el filtro lésbico (uno tan bueno como otro cualquiera), he descubierto un buen número de anécdotas rescatadas del torrente informativo general y he decidido ponerlas en común. Unas serán conocidas, otras no tanto. La mayoría me las encuentro en la periferia de otra cosa, sin buscarlas. Y son las que más me gustan, claro está.
Y aquí va la primera:
La Reina de las espinas y la traumatizada por los tabloides:
Ahora que está abierta de nuevo la temporada de Juego de Tronos, con la legión de fans soñando con las tierras de Poniente y de Invernalia, creo que podría empezar por aquí…
L@sseguidor@s más entregados, seguro que conocen a un personaje que, de momento, aún no ha aparecido en la quinta temporada, pero que, por lo que sé, va a ganar de nuevo en importancia en breve. Se trata de una mujer sabia y con mucha clase y carácter. Hablo de la abuela de Margaery Tyrell (muchacha esta última que ahora es reina por haberse casado con el hijo de Cersey Lannister…) ¿Nos situamos?
Pues bien, la abuela de Margaery es Lady Olena Redwyne, alias la Reina de las Espinas. Y de aquí quiero partir. Este papel tan interesante y carismático lo interpreta Diana Rigg.
Diana Rigg es una conocida y popular actriz británica que fue muy habitual entre los telespectadores de los sesenta por su papel de Emma Peel en la serie Los Vengadores.
Pues bien, no sólo es una gran actriz si no que tiene una hija, también actriz, de nombre Rachael Stirling (1977). Pues bien, esta chica empezó a hacer sus pinitos en el cine, tratando, como buena hija de famoso, de no permanecer a la sombra de su madre. A los 25 le llegó la oportunidad de volar. En 2002 le ofrecieron un proyecto ambicioso. Una miniserie de la BBC algo atrevida por su contenido. Pero la cosa no funcionó. Lejos de eso, fue un absoluto desastre. Los tabloides, con muy mala leche, le pegaron un tremendo «chorreo», burlándose de sus condiciones como actriz, de sus aptitudes para el desnudo y de sus escenas lésbicas. La pobre chica dejó de actuar por un tiempo y acabó sirviendo copas.
La serie de la que hablo es, nada más ni nada menos que la adaptación televisiva de El lustre de la perla, de Sarah Waters.
Independientemente de su convicción en el papel y de la calidad de la adaptación, no hay que subestimar a los periódicos sensacionalistas cuando encuentran un filón. Tampoco hacerles mucho caso, claro, en su lectura heterosexista y sesgada.
Afortunadamente, años después, Rachael se ha centrado en el teatro y, de momento, ha conseguido dos nominaciones a los prestigiosos premios Olivier.
¿Os acordáis de Expediente X? ¿Recordáis que Mulder y Scully, episodio tras episodio, y a pesar de lo que se espera en toda serie con un hombre y una mujer trabajando juntos, nunca llegaban a «cruzar la línea» en su relación personal? Y eso que parecía que había algo flotando en el aire. ¿O no?, ¿era solo afinidad?, ¿compatibilidad profesional?, ¿atracción por lo inexplicable? En cualquier caso, a ese común tira y afloja romántico-sexual entre protagonistas de series pronto se le bautizó como Tensión Sexual No Resuelta. Desde Luz de Luna a Castle, pasando por Bones la TSNR es un ingrediente de lo más efectivo para enganchar a la audiencia, y es que, si se hace bien, nos aseguramos tener a la grada impaciente, expectante, esperando el acercamiento de los protagonistas.
Rizzoli and Isles, la química no pide permiso
Rizzoli and Isles es una serie estadounidense en emisión, (va por la quinta temporada) que me recuerda a la expectación que os comentaba. Está protagonizada por una policía y una médico forense. Juntas, aunando esfuerzos, tienen que hacer frente a un peligroso asesino en serie. Jane y Maura, dos atractivas, resueltas, independientes y competentes… amigas. En la ficción, a menos que se diga lo contrario, a los personajes se les asume firmantes gustosos del contrato de heterosexualidad obligatoria (que diría Monica Wittig). Y sin embargo, Rizzoli and Isles está considerada como una serie criptolésbica. Cripto lésbica. Me interesa el concepto.
Rizzoli & Isles, ¿amistad o algo más?
Como se puede deducir del nombre, esto quiere decir que es lésbica de forma oculta o secreta. Así, la relación de estas dos mujeres puede ser leída en clave homosexual. Si bien es cierto que nada sucede entre ellas (de momento), es innegable que hay una química especial. Hay… algo. Esta percepción está tan asumida que existe incluso un hastag #Gayzzoly, que, semana tras semana, interpreta los elementos gays ocultos en cada capítulo. Además, la teoría ha llagado a oídos de la creadora y las intérpretes de la serie. La autora niega que, de entrada, los personajes sean lesbianas, pero no le disgusta la idea. Una de las intérpretes deja en el aire el cariz que puede tomar la relación en el futuro. Nada se puede descartar. Incluso la cadena responsible de la serie está jugando con la ambigüedad en sus promos más recientes. Y es que, la historia de estas dos mujeres interesa al público, independientemente de su condición sexual. Pura TSNR.
Todo depende del color con que se mire
Antes de indagar por Internet, había un capítulo de Rizzoli al azar (uno que emitieron en Calle 13 una tarde cualquiera), y al instante percibí ese rollito ( “love les is in the air”). Por supuesto, no esperaba que los personajes fueran lesbianas (eso es mucho pedir en las series mainstream, incluso hoy en día), pero, desde luego, eso se filtraba en la serie . Se escapaba al control. Fluía.
Cualquier persona homosexual (creo yo) está acostumbrada a descodificar textos heteros. Acostumbrad@ a leer entre líneas y a captar segundas intenciones (voluntarias o no, insisto). Cuando la representación en la ficción de personajes LGTB, era una quimera, tenías que estar al quite, dispuest@ a captar ese gesto, esa mirada, esa frase banal. Afortunadamente, cuando el espacio textual se abre a la interpretación, se dispara en caminos insospechados, tan personales como espectadores hay. Y eso es algo que no puede evitar ni la censura más férrea.
Algunos Criptoejemplos
Siempre me ha gustado el cine clásico americano. Me encantaban las películas de Bette Davies, Joan Crawford, Katahrine Hepburn, Barabara Stanwick. Actrices todas ellas que brindabas heroinas fuertes, independientes, susceptibles en mi mente de protagonizar historias criptolésbicas. Simplemente por su carácter, por su falta de convencionalismo ofrecían una puerta abierta a mi imaginación. Yo no pedía mucho. En última instancia, ya me podía montar yo la película. Pero había ocasiones en que las cosas se me hacían más evidentes. Voy a poner algunos ejemplos de mi experiencia como espectadora, películas en las que yo veía algo más sin que se explicitara nada. Algunos ejemplos son sutiles y otros… Damas del teatro (1937), Gregory La cava. Una residencia de aspirantes a actriz con sus sueños, ideales y cuitas. Katharine Hepburn y Ginger Rogers. La nueva compañera de habitación. Intelectual Vs listilla. Chispa, diálogos ingeniosos. Complicidad… Rivalidad pero también solidaridad femenina.
Esposadas
Damas del teatro, universo femenino
The Haunting (1963) : varios personajes con poderes psíquicos son reunidos por un doctor para llevar a cabo una serie de experimentos en una casa encantada. Entre el grupo, la tímida, hipersensible Nell y la segura y espontánea Theo, que, en el libro que inspira la película, comparte apartamento con una mujer. Hay algo (solo entre líneas). Yo prefiero la versión de Robert Wise. Hay un consenso casi universal por el que se considera un auténtico bodrio. Aún así, continúa fluyendo el elemento criptolésbico y se da un paso más, explicando la condición de bisexual de Theo (protagonizada aquí por Katherine Z. Jones).
Lo paranormal es no ver que aquí hay tomate
Siete mujeres (1966) . Última película del gran John Ford. Un western protagonizado por mujeres. Anne Bancroft como médico líder de la misión en Manchuria. Una mujer que fuma, bebe whisky, y lleva los pantalones. Entre las siete mujeres que lidera la doctora Cartwright (ocho con ella) está Agatha (Margaret Leighton) que tiene una buena cripto-fijación con la dulce y joven Emma (Sue Lyon), que, a su vez, admira a la doctora… Todas tendrán que enfrentarse a un tirano brutal. 7 mujeres es considerada una película menor del maestro irlandés, pero yo la tengo en mi altar.
Una perfecta tomboy
Ricas y Famosas (1981) Jacqueline Bisset y Candice Bergen. Una amistad a través de los años, con rivalidad, celos. Es un remake de la película Old acquaintance (1943), protagonizada por Bette Davies y Miriam Hopkins. La nueva versión fue dirigida, además, por G. Cuckor, un director maestro en la dirección de actrices y… homosexual que despidió su impresionante carrera con esta joyita. Curiosamente, la crítica acusó a la película de tener una sensibilidad gay, pero no en el sentido que yo propongo. Por lo visto la promiscuidad hetero del personaje de Jacqueline Bisset les parecía a algunos más propia un de hombre gay que de una mujer. Toma ya.
Trama heterosecual, subtexto homosexual
Tomates Verdes fritos (1991). Probablemente, la película criptolésbica por excelencia. Dos mujeres viviendo juntas, criando a un hijo. Una relación más ambigua en la peli que en el libro, es una alianza femenina a la que solo le falta la alianza 😉
Tomates Verdes Fritos, todo un clásico
Showgirls (1995): tendría que dedicarle un post entero a esta película, dada mi predilección por ella. Mientras ese día llega, la pongo en esta lista. Si la relación pasión, rivalidad, provocación y chispas es entre Nomi y la todesexual Cristal, yo quiero poner el foco en la pareja Nomi-Molly. Molly recoge a Nomy en las Vegas, cuando a ella, recién llegada, le han robado la maleta (todo lo que tiene en la vida). La amistad se sella al instante. Y la lleva a su casa. «¿No querrás ligar conmigo?» pregunta Nomi. No, dice Molly. Y, aunque en efecto, entre ellas solo hay una casta amistad… pues… ¿qué queréis que os diga? Si Cristal es el fuego, Molly es la ternura y mueve a Nomi más que nadie. De hecho, en el musical Showgirls de Broadway se parodia la relación entre ellas y su subtexto lésbico. Nada que objetar.
Nomi y Molly, amistad a primera vista
Por cierto, y para cerrar este post, en la octava temporada de Expediente X, cuando la serie ha dado ya más vueltas que una noria, aparece en escena la agente Mónica Reyes. Admira mucho a Scully y pronto se hacen muy buenas amigas y… ¿ya estoy viendo cosas otra vez? Bueno, como toda buena amante de esta gran serie sabe, La verdad está ahí fuera…
Una guionista de Orange is the New Black descubre que es lesbiana durante el rodaje de la serie. La escritora, que estaba casada, se ha divorciado de su marido y ahora sale con una de las actrices de la serie. Es una noticia de actualidad y, además de eso, me parece una historia fantástica (me pregunto si no será idea del departamento de marketing).
No es el cotilleo lo que me mueve al escribir un post sobre esta noticia, sino el interés por la ficción. Ese interés me hace estar atenta a todo lo que leo y veo. Nunca se sabe dónde hay una historia esperándote.
Sin ir más lejos, esta noticia me parece un buen detonante para una novela o película romántica. Una idea para desarrollar el clásico esquema chica conoce chica.
Imagino un día a día en el set y ese proceso de despertar de nuestra guionista. No me negaréis que hay posibilidades: la chica , un poco recatada pero brillante (yo la imagino así), escribiendo escenas lésbicas para esas estupendas actrices en esta serie rompedora y entre el cásting surge una actriz (que nos ocuparemos de hacer destacar, claro) que le hace replantearse todas sus creencias y sentimientos… Un poquito de chispa y…¡bum!
Tendríamos más tarde que poner algunos obstáculos a esta relación, por supuesto, pero hay un buen material para empezar a trabajar. Además, podríamos trabajar en el plano de la realidad del personaje y en el de la ficción de la serie que está escribiendo y ver cómo ambos se relacionan y se influyen.
Chica conoce chica
Hay que reconocer que la historia despierta interés, ¿verdad?
Si lo pienso, en mis creaciones a menudo hay un proceso similar de descubrimiento de un personaje que ve alterada su rutina por la irrupción de otro (no descubro América).
En mi guión de largometraje A contracorriente, Juana (metida en una relación no muy satisfactoria con un colega de trabajo) descubre poco a poco su fascinación por Ana, monitora de natación de la que está enamorado su hermano mellizo (¡conflicto asegurado!).
En Frío (de la que ya os iré hablando) hay algo parecido: dos personajes se encuentran en un resort caribeño de un modo inesperado… En definitiva, un esquema que me resulta familiar y apreciado.
Si estuviera en mis manos la historia de la guionista y la actriz de OITNB, le buscaría un tratamiento positivo y alegre y , sin duda, un buen final (un happy end en toda regla), aunque la semilla de esta historia también se presta al culebrón y a otros enfoques. Esa es la gracia y riqueza de la premisa chica conoce chica (y de todas las premisas en general).
A propósito de esto, cuentan que el genial guionista y cineasta Billy Wilder dormía con una libreta en la mesilla de noche por si se le ocurrían ideas mientras dormía. Una noche se despertó bruscamente iluminado por una genial historia que había entrevisto en sueños. Cogió la libreta y escribió en ella, medio dormido, medio despierto . Al día siguiente consultó con emoción y expectación sus notas. Estaba deseando leer cuál era esa fantástica idea que había iluminado su mente la noche anterior. Pues bien, la idea era esta: “Chico conoce chica”. 😀
Y es que ese es el núcleo de muchas historias. Simple pero eficaz.
En todo caso, con la noticia que comentaba antes me viene a la cabeza eso de que la realidad supera a la ficción, aunque… en mi opinión, casi siempre podemos mejorar la realidad (¡en la ficción mandamos nosotr@s!)