Veinte mil leguas de viaje submarino

20.000 leguas de viaje submarino, (1870), unos de los libros más conocidos de Julio Verne, pertenece a la primera etapa del autor, llamada por algunos críticos literarios como de los Descubrimientos.

El libro, además de un relato de aventuras, es un compendio de conocimiento marino, que abarca todos los océanos y los dos polos y que hace uso de la exhaustiva descripción en el inventario riguroso de especies y peces.

Para ello, Verne se sirve del personaje del profesor Aronnax, del Museo de historia natural de París, un erudito estudioso de los mares, personaje narrador y punto de vista principal de la novela. Junto a su fiel ayudante Conseil y el valiente arponero canadiense, Ned Land, los tres son rescatados por el Nautilus (o deberíamos decir secuestrados?) y se embarcan en ese viaje de 20.000 leguas.

El otro gran recurso narrativo es alimentar y gestionar el misterio que plantea el personaje del capitán Nemo: hombre fascinante, misterioso, sabio, sensible pero también renegado, misántropo y justiciero cuyo secreto y motivaciones propulsan la trama hasta la revelación final (aunque nunca lleguemos a conocer del todo).

Importante también es, cómo no, el papel del propio Nautilus, ese fantástico submarino, prodigio tecnológico construido por El Capitan Nemo, infinitamente más rápido que una ballena, que desafía las leyes naturales y que protagoniza las más maravillosas aventuras en este intrépido viaje marino.

En definitiva la obra de Verne nos ofrece una mezcla de anhelo explorador y conocimiento científico que, aunque es un reflejo de las ambiciones y gustos del siglo XIX, sigue conquistando a tantos lectores a través de las generaciones.

Se ha catalogado muchas veces a Julio Verne como autor juvenil pero yo creo que 20.000 leguas es un libro difícil para los jóvenes de hoy por su amplio vocabulario y sus descripciones enciclopédicas. Un libro sin embargo que todo lector puede disfrutar, si se enrola en el Nautilus y se sumerge en la aventura con curiosidad y sentido de la aventura.

Miss Lonelyhearts

Nueva York, 1930. Imagina a un hombre blanco, culto, 26 años… Todo un WASP.

Ese hombre entra a trabajar en un periódico y le asignan la columna de Miss Lonelyhearts (Srta. Corazones solitarios). Su trabajo consiste en contestar a las cartas que las lectoras (mayoría de mujeres) envían a Miss Lonelyhearts en busca de consejo. Al principio, todo es como una broma: corazones rotos, suspiros y esas tonterías. Pero esas cartas, día tras día, van pesando porque también muestran dolor. Son cartas sobre asuntos cotidianos, quizá no excepcionales y por eso mismo, son terroríficas. En ellas hay violencia doméstica, mujeres explotadas y desesperadas, abusos sexuales… hombres y mujeres llevando vidas desgraciadas. Miseria cotidiana pero también algún toque grotesco (el marido loco que se esconde bajo la cama esperando el momento de aterrorizar a su mujer; una adolescente sin nariz que anhela tener novio…).

Ante todo este dolor, Miss Lonelyhearts ha de ofrecer consuelo, esperanza. Una respuesta. Pero, ¿cuál es la respuesta?

Miss Lonelyhearts cree en Cristo como respuesta. Shrike, el editor jefe del periódico, un contrapunto irónico, para quien todo es una broma, habla de Cristo como el Miss Lonelyhearts de Miss Lonelyhearts. Pero Cristo calla y nuestro hombre ya no puede contestar las cartas. Se siente profundamente afectado por el sufrimiento que hay en ellas.

En su solitaria habitación, ante un crucifijo, Miss Lonelyhearts lee Los hermanos Karamazov (Dostoyewski no es casual aquí, claro). Su existencia es tan solitaria como vacía. Busca sentido bebiendo en licoreras clandestinas (la Ley Seca estuvo vigente hasta diciembre de 1933), en el sexo (que, o se le niega o no mitiga su frío), en el arte… Miss Lonelyhearts no es un santo. Hay violencia y crueldad en él (borracho, con sus amigos, sacrifica a un cordero vivo; maltrata a un anciano…).

Ante ese vacío que siente, podría casarse con Betty, una buena chica, y tal vez salvarse. Ella cree que la respuesta a su angustia es salir de la ciudad (y alejarse de lo mecánico, lo superficial), pero eso… tampoco funciona y Miss Lonelyhearts está cada vez más enfermo y desconectado de la realidad.

Tal vez la respuesta podría estar en el orden, en los patrones previsibles y en la perfección, o en la confianza que dan los números, pero… oh!, vaya, la vida tiende a la entropía a pesar de los esfuerzos de hombres y mujeres.

¿Qué tal la broma como defensa? Acaba siendo una mascarada que tampoco basta.

Y es que Miss Lonelyhearts es como un sacerdote del siglo XX, pero uno que no es capaz de dar consuelo.

El desenlace de la historia es trágico y absurdo (como si en el fondo la vida fuera una mala broma, sí). Recuerda al fatalismo que hay en El Gran Gatsby (1925). En ambos encontramos personajes sirviéndose highballs y tratando de encontrar un sentido a la existencia humana. Al fin y al cabo, Nathanael West, el autor de esta novela, también fue integrante de la Generación Perdida.

Es triste este pequeño libro. Al igual que El día de la langosta (considerada la obra maestra de West), Miss Lonelyhearts (1933) nos trae la amargura tras los felices veinte y el crack del 29, con el consiguiente vacío moral de la época. La Gran Depresión y… la Gran Decepcion. ¿Dónde está el sueño americano? O, sin ser tan abstractos, ¿qué hace una mujer cuando se acaban las promesas de la luna de miel y comprende que su vida va a ser cristiana, respetable y… desesperada?

Aunque intuimos que la fiesta no será eterna, en El Gran Gatsby encontramos quizá el alivio que da la mirada ponderada del narrador, testigo de la historia de Gatsby y que ofrece al lector un lugar donde posicionarse más cómodamente. Aquí estamos demasiado cerca de Miss Lonelheaerts y su dolor y queda poco consuelo.

Nathanael West (1903- 1940) fue íntimo amigo de Francis Scott Fitgerald. Murió en California, en un accidente de coche junto a su pareja, Eileen McKenny. Un día antes, Fitgerald había muerto de un ataque al corazón.

Dorotyhy Parker dijo una vez de él: «Salvajemente divertido, desesperadamente triste, brutal y amable, furioso y paciente, no hubo otro como Nathanael West».

**foto de Asheville Citizen-Times**

Lucharon por la patria

Hace unos meses, cuando mi vida era más tranquila, cayó entre mis manos un libro de que parecía perseguirme. Me lo encontraba aquí y allá y por fin decidí hacerle caso. Pero, más allá de captar mi atención por sus reiteradas apariciones… ¿me iba a enganchar un librito bélico escrito en los años cuarenta? Empecé como se empieza todo, por la primera línea y … no me arrepentí. 
Hoy he vuelto a pensar en él, tal vez porque estoy leyendo de manera muy dispersa últimamente, quizá por aferrarme a un buen recuerdo, no sé… 

Os cuento:
Lucharon por la patria (1942) del premio nobel M. Sólojov cuenta la historia de un grupo de soldados que lucharon contra los alemanes en el Frente Oriental (en Rusia) durante la Segunda Guerra Mundial. Aquella fue una fase decisiva de la contienda que acabaría con la rendición de Berlín en el 45. Pero, en los años que narra este libro, la situación era dramática (veintisiete millones de soviéticos perdieron la vida en la 2GM) y Sólojov escribe un libro dedicado al heroísmo de las gentes que defendieron la patria.

No soy yo de heroísmos y patrias, pero es difícil no sentirse conmovida por este libro. Y es que  Lucharon por la patria es una novela hermosa, lírica y poderosa.

El libro aborda la cuestión central desde una perspectiva naturalista. Es un canto a la patria, en el que la tierra (en sentido amplio) se hace muy presente, párrafo a párrafo. Por ejemplo, los soldados son un ingeniero agrónomo; un minero; un tractorista… La contienda se lleva a cabo atravesando granjas del koljós; defendiendo el río Don en el avance de los fascistas hacia Stalingrado. En todo momento, la naturaleza es marco presente y ausente de la historia, como si no entendiera lo que los humanos, esos seres frágiles y de paso, están haciendo. Ese distanciamiento es bellísimo porque refleja vida y muerte a la vez.

Hay sencillez en el estilo de Sólojov y cierta ingenuidad. No es un libro cruento, pese a la dureza de los hechos. No se recrea en los aspectos más morbosos. Siempre hay una pincelada de belleza y perplejidad (recuerdo a un personaje observando un cadáver sobre el que ha caído una lluvia de pétalos de margarita…). También hay momentos cómicos y todo ello contribuye a dar más fuerza y humanidad al relato.

El libro se vale de varios personajes para dar una visión de la guerra como situación colectiva. No solo exalta el valor de los soldados. También encontramos a médicos que trabajan incansablemente; a ancianas que resisten; a jóvenes mujeres que ponen en peligro su vida… todos ellos y ellas ejemplarizan al pueblo y son llamados a la acción. Quiero desacatar que Sólojov ofrece unos personajes femeninos fuertes y valientes y en ese aspecto, para ser escrito además en los años cuarenta es un libro a reivindicar. 

Me atrevería a decir que, el que emplea Sólojov, es un modo muy ruso de abordar una narración. Ese que va de lo individual a lo colectivo, en el que el individuo es una pieza de algo más grande. Del mismo modo, los grandes  momentos históricos (la 2GM en este caso), están animados por algo que no siempre se ve ni atrae los grandes titulares; algo que está debajo y es anónimo: la vida de la gente común y corriente. Creo que Unamuno llamó a eso intrahistoria…

 Es cierto que Sólojov era un escritor muy alineado con el Partido Comunista y con una visión pro soviética muy marcada, pero, a pesar de eso, el libro envía su mensaje y sigue funcionando sin parecer un panfleto. Y yo me pregunto por qué. Supongo que acierta en apelar a un valor universal: el de la unión de todo un pueblo contra el enemigo.

 Dejo un fragmento que captura bien la esencia del libro:

«Poco después Sviaguintsev sintió cómo, primeramente la cabeza y luego todo el cuerpo, resbalaban hacia abajo. Se dio un golpe fuerte contra algo duro y de nuevo perdió el conocimiento. Se recobró  nuevamente y sintió en su rostro el contacto de una mano ancha y pequeña. Le estaban limpiando cuidadosamente la cara y los ojos con una gasa húmeda. Por un instante pudo ver una mano femenina, diminuta, y una vena azul en una muñeca blanca; después le acercaron a los labios el cuello de una botella tibia y un chorro fino de vodka le abrasó la garganta y la laringe. Tragó lenta y confusamente.

Cuando le retiraron la cantimplora de los labios, aún hizo tres veces más como si tragara, pero en el vacío, como un ternero cuando le apartan las ubres. Tras lamerse los labios resecos, entornó los ojos. El rostro de una muchacha desconocida se inclinaba sobre él. estaba pálida y se le notaban las pecas a pesar de su tez morena. Un gorrito militar descolorido cubría sus rizos de color rojizo. Su rostro no era muy agraciado, se trataba de una muchacha rusa sencilla y chata.

Sin embargo, había en sus rasgos cierta bondad profunda y sincera y una inquietud honda; sus ojos, amables y grises parecían sentir tanta compasión que Sviaguintsev necesitaba esos ojos, casi imprescindibles para su existencia, como si sobre él se hubiera abierto un cielo interminable, con una sucesión de nubes en lo alto»


Aquí tenemos el realismo de la escena, el impresionismo (la vena azul en una muñeca blanca) y el anonimato de personajes que actúan como ejemplo («se trataba de una muchacha rusa sencilla y chata»).

Y el ejemplo trasciende, porque al final son esos personajes, sencillos, rusos, humanos, los que hacen que este libro permanezca muy vivo.

Carol: Patricia Highsmith entre el amor y la vergüenza

Estos días estoy leyendo Patricia Highsmith (The Talented Miss Highsmith; 2009), biografía a cargo de Joan Schenkar. Estoy disfrutando mucho la lectura, aunque mi primera conclusión mientras paso páginas, es que Schenkar no tiene una visión muy positiva de la escritora. Tiempo habrá de comentar esto más adelante. De momento, me hace pensar sobre el papel que adoptan los biógrafos a la hora de abordar un personaje (¿se apartan y ceden el protagonismo o comentan y se hace presentes?) Ciertamente, a mí Joan Schenkar y su visión del personaje se me está imponiendo mucho (demasiado). Nos ofrece una Patricia H. difícil de estimar (de acuerdo, no tenemos por qué apreciarla), pero me pregunto hasta qué punto es válido opinar sobre todo (que vestía de forma muy masculina; que era tacaña; que tenía un carácter desagradable; que bebía mucho; que era egoísta, neurótica, anoréxica; incluso que tenía mala caligrafía!!!). No soy partidaria de hacer hagiografía con las biografías, pero tampoco de condenar de manera tan partidista…

Pero este post no está destinado a escribir sobre este libro (insisto, que, pese a todo, me está encantando), sino a hacer una reflexión sobre algo que he leído a propósito de uno de mis libros favoritos de Highsmith: Carol.
Recordemos que la novela se había publicado en 1952 con el título de El precio de la sal y el pseudónimo de Claire Morgan.
El 4 de abril de 1978, en Londres, Patricia Highsmith concedió una entrevista a Chris Petit, un joven periodista admirador de su obra que había conocido en Berlín.
y cito a Joan Schenker:

«(…) en esta mañana de primavera de 1978, dice Christopher Petit, Pat «me reconoció al final de la entrevista que ella era la autora de Carol». Y a continuación le hizo pasarse  «unos quince minutos prometiendo que no lo mencionaría en la entrevista ni le atribuiría la autoría a ella».

¿No es asombroso que una obra de la que estamos tod@s tan orgullos@s le causara tanta tribulación? Hasta ahora poco había leído sobre el proceso de creación de Carol. Sí había leído el prólogo de la propia Highsmith, escrito en 1989. En ese estimable texto ella justifica el uso del pseudónimo (sus editores habían rechazado la novela por su contenido) y ella, que empezaba a ser considerada una autora de suspense tras «Extraños en en un tren» no quería que la etiquetaran como una escritora de «libros de lesbianismo».

En el prólogo Pat Highsmith también explica la génesis autobiográfica de la historia (el periodo que pasó en la Navidad del 1948 trabajando en unos grandes almacenes de Manhattan y cómo allí atendió a una elegante mujer que fue a comprar una muñeca para su hija. De ese breve encuentro, nació la novela…). Al final habla del impacto positivo que su historia (un historia de amor homosexual que no acaba en tragedia) había tenido en muchas lectoras y lectores -de los cuales había recibido muchas cartas de agradecimiento-. Sin embargo, con su toque un tanto «desapegado» concluye:

«Las cartas fueron llegando durante años, e incluso ahora llegan una o dos cartas de lectores al año. Nunca he vuelto a escribir un libro como éste. Mi siguiente libro fue The Blunderer. Me gusta evitar las etiquetas, pero, desgraciadamente, a los editores estadounidenses les encantan».

Un poco frío, ¿no? No se puede considerar la defensa más orgullosa que esta novela merece, lo que me cuadra con lo que cuenta Joan Schenken:

«A Pat siempre le había preocupado que la relacionaran con Carol y el tema la tuvo muy «atormentada» (la expresión es suya) antes y después de publicar el libro. Ahora, a menudo menospreciaba el libro, atacaba a su madre por haber contado que Pat era la autora (Mary Highsmith se lo había revelado a su pastor en Texas) y sólo muy a regañadientes permitió que se publicara  con su propio nombre en Inglaterra en 1990″.

Solo cuatro años antes de escribir el prólogo que he comentado, Patricia aún se sentía incómoda con la  novela:»En 1985, mantuvo un tenso intercambio con Alain Oulman, de la editorial parisina Calmann-Lévy, sobre la seguridad de su pseudónimo, Claire Morgan, ya que pensaba que en Francia se había filtrado que el libro era suyo. (No era el caso, pero los críticos encontraron «un toque Highsmith» en la novela). Cuando por fin la editorial Bloomsbury publicó Carol en Londres en 1990 con el nombre «Patricia Highsmith» en la cubierta, le cambiaron el título. Parece que siempre tenía que haber alguna parte de Carol que quedara disfrazada.»

Yo creo que está muy bien que tengamos estas informaciones y conozcamos estos detalles para valorar bien lo difícil que ha sido escribir y publicar novela lésbica (o no normativa en general).
Siempre he agradecido que Carol exista. Más de medio siglo después, además de un gran libro es una película de éxito internacional, avalada por la crítica, respaldada por el público y protagonizada por dos actrices de renombre.
Aún así, no debemos dormirnos. Recordemos qué tiempos difíciles fueron aquellos que llevaron a Patricia Highsmith  a  sentirse avergonzada de un libro que, en 1952, en su diario describía así:

«Ahora, ahora, ahora, enamorarme de mi libro… el mismo día que he decidido no publicarlo, no por un tiempo indefinido. Pero seguiré trabajando en él en la próximas semanas, puliéndolo, perfeccionándolo. Me enamoraré de él ahora, lo amaré de una forma distinta a como lo amaba antes. Este amor es eterno, desinteresado, altruista, impersonal incluso».

Un amor así merece el mejor de los destinos…

Libros que transforman

La buena literatura te cambia. Y no se vosotr@s, pero yo he comprobado que no es un tópico. La buena literatura te lleva a un sitio distinto del tuyo, te enseña que otros mundos son posibles y no siempre para bien.

Es una revelación entonces comprender lo azaroso de nuestra propia existencia (o lo entretejido entre causas y efectos). ¿Por qué en este país?, ¿por qué con este sexo? ¿Por qué en esta década, en este siglo? Y eso (un poco de eso) te ayuda a entenderlo la buena literatura. Porque a través de la existencia de otros, arrojas luz sobre la tuya. Porque los personajes bien construidos, las atmósferas vivas, las frases acertadas, pueden ser reveladoras.

Leyendo La vista desde Castle Rock, de Alice Munro me pongo en la piel de unos colonos escoceses que, a principios del XIX, se embarcan a la aventura del nuevo mundo en una travesía de seis semanas. Pero no sólo eso. Lo más importante es que me hago preguntas. ¿Cómo sería si me hubiera criado en Canadá, rodeada de nieve, en una granja, con los recursos básicos, y con el sentido del trabajo duro grabado en la mente y el corazón? Si mis padres hubieran criado zorros plateados para vender sus pieles, sería posible tal como soy yo, con mi amor por los animales, con mi sensibilidad cuando siento el dolor ajeno? ¿Hubiera podido ver y sentir aquello como un hecho natural, incuestionable, tan solo como la manera de ganar el sustento de mi padre? ¿Habría sido yo capaz de construirme mi casa desde los cimientos, solo con mis manos? ¿Hubiera podido contemplar un bosque nuevo y virgen y ver allí mi futura tierra de labranza? ¿Tendría valor para empezar una nueva vida, dejando atrás mi casa?

Eso es creo lo que dicen los expertos cuando hablan de la empatía. Los libros nos llevan al terreno del otro y nos invitan a quedarnos allí mientras dura la lectura. Pero con los buenos, además, la sensación es tan vívida que el efecto perdura.

Y todo eso te hace valorar tu existencia desde otro punto de vista. Entonces pasas a preguntarte también, ¿cuál es mi relación con el entorno en el qué he nacido?, ¿qué me define a mí?, ¿qué personas, qué hábitos, qué tradiciones han dado forma a mi carácter? Lo mágico es que con estas lecturas, que no hablan de mí, pero que me alcanzan, yo comienzo a valorar mi propio paisaje como único.

No pretendo ir de profunda, pero, por otro lado y vista la amplitud de las vivencias que se presentan a  nuestros ojos, ¿qué importancia real tiene la nuestra propia? No exageremos con nuestros problemas. No nos sintamos el ombligo del mundo. En lugar de eso, salgamos a conocer otras realidades. Otras personas. Otros libros. Transformémonos.

Libro-blogs, creatividad y literatura LGTB

Es una verdad como un templo que me apasiona leer ficción. Amontono libros en casa y, por más que acuda a mi cita lectora a diario, nunca tengo tiempo material para abordar todo lo que llama mi atención. Sumemos a eso esa inmensa ventana que es Internet. ¡La oferta es tan grande y nuestra capacidad física tan pequeña! No sé votos@s, pero yo me vuelvo loca.
Lo cierto es que, aunque disfruto leyendo en todas las plataformas, suelo leer muy poco offline. Aún así, mi último descubrimiento -y sé que llego tarde-, son los libro-blogs. Me refiero a los blogs que nos ofrecen de forma seriada capítulos de una historia de ficción. Periódicamente se publican los contenidos y así, post a post, vamos adentrándonos en nuevas y atrapantes historias.
Me gustaría dedicar este modestísimo post a los libro blogs de autoras de ficción lésbica. Me parece un síntoma de la buena salud de nuestra ficción nacional. Existen muchos modos de difundir un trabajo literario hoy en día y no todos han de pasar necesariamente por la publicación tradicional. La autopublicación seriada (que no excluye otros medios de difusión posteriores) es tan buena como otra. Y además es una contribución gratuita y abierta de modo directo a l@s lector@s. Las fórmulas son variadas, pero siempre redundan en el beneficio de l@s consumidor@s de ficción.
 Las cualidades para mí más destacables de estos libro-blogs son la frescura; la facilidad de lectura (siendo esta entendida como una virtud); y la capacidad de mantener la intriga. Retomamos aquí uno de mis recursos favoritos: la mecánica del serial y el folletín, que pretendía (y conseguía) dejar a los lectores con ganas de más y que, a través de la prensa escrita, consiguió fidelizar a miles de personas en el siglo XIX. ¿Qué sería de los culebreen sin estos precedentes?
También quiero destacar la desenfadada puesta en escena de estas propuestas. Son relatos sinceros, bien construidos y en absoluto pretenciosos. Tienen lo más importante. CONECTAN.

 

Posiblemente ya estáis al tanto, pero, por si queda alguien aún despistad@ y en busca de lectura para estos días, os indico los ejemplos que yo conozco (que no soy ninguna entendida):
Historias cotidianas, intensas, narradas en primera persona. Prolífica con sus relatos de cincuenta capítulos. Una hormiguita de las letras que ya ha sido reconocida como una de las mejores aportaciones al universo blog lésbico.
A. M. Irún está detrás de esta historia, que, tras su éxito como libro-blog, va a publicar ahora en formato digital (sale el próximo mes). Espero que le vaya muy bien. Yo me lo pido.
Eley está en estado de gracia y aquí se apunta a las historias seriadas en colaboración con la estupenda revista MiraLes. Engancha desde el principio. Dinámica y adictiva.
El interesantísmo esfuerzo colaborativo de un grupo de mentes creativas -y mi más reciente descubrimiento-. Os podéis enganchar ya mismo al relato erótico «Según lo pactado». Lleva cuatro capítulos y ya esta encendiendo la blogoesfera,
En fin, como os decía, lo que más me gusta es ver cómo bulle la ficción… casi, casi  en directo. La inmediatez de estos relatos me maravilla. Sé que ahora mismo, en universos paralelos, cada una encerrada en su mundo, nuestras autoras están escribiendo algo para nosotr@s.
¡A seguir!

The Paying Guests

En Navidad me regalaron The Paying Guests, el último libro de Sarah Waters, fresquito y aún en inglés. Conseguí acabarlo el pasado lunes. Y estas son mis impresiones:

Pocas veces un libro me deja la sensación que he tenido al acabar The Paying Guests: perplejidad y, tengo que confesarlo, hartazgo.

El corazón dividido

Para mí nos fácil reseñar un libro de Sarah Waters cuando no he quedado contenta. Y es que yo admiro su proyecto literario. Ya tiene mérito posicionarse como una de las autoras inglesas más leídas en Reino Unido (5 best selles y un buen puñado de adaptaciones en la BBC), pero es que el mérito asciende a cotas de heroísmo cuando, además, lo hace con novelas protagonizadas (en  buena parte de su producción) por mujeres lesbianas. Me quito el sombrero. Es mucho lo que le debe la literatura LGTB a Sarah Waters.

Como os decía, estoy muy segura de mi estima por Sarah Waters. La admiro como autora (sin más etiquetas). La leería, aunque sus protagonistas fueran todos heterosexuales. Me gusta su consistencia, su manera de armar las novelas, su precisión y su prosa. De hecho, si he de elegir uno de sus libros, como lectora me quedo con El ocupante (que no tiene representación LGTB).

Esta vez, con su sexta novela, regresaba con una historia con contenido homosexual femenino. Una historia ambientada en la Inglaterra de los años veinte. La expectación era máxima.

Sarah Waters se inspira en un caso real que tuvo lugar en Londres en 1920. El caso Thompson-Bywaters (del que no puedo hablar sin destripar la trama). Una época nueva, un desafío diferente. Me frotaba las manos.

Pues bien, entre el momento en que iniciaba la lectura y el momento en que cerré el libro me he visto invadida por un malestar y un agobio que a duras penas podía resistir. Leer The Paying Guests ha sido un suplicio para mí. Un ejercicio continuo de fe. Agotador.

Ya desde el principio, tenía la sensación de que el libro y yo íbamos, por así decirlo, encontrados. La sensación de que luchaba con él, esperando que se acomodara a mis expectativas; que fuera más ágil cuando él se obstinaba en ser denso; que me proporcionara más aventuras cuando se encallaba en un episodio en concreto… Al final, me temo, hemos acabados cansados el uno del otro. Una mala experiencia, en definitiva.

Cuando el decorado lo es todo

Intento comprender qué es lo que me ha pasado con el libro, por qué se me ha hecho tan insufrible, especialmente teniendo en cuenta que trata temas que me interesan y que creo tener la sensibilidad necesaria para apreciar esta obra. Aquí va una posible causa: es un libro muy leeento. Supongo que es un efecto pretendido. Sarah Waters tiene un estilo descriptivo y minucioso. A veces haciendo un guiño a las novelas de Dickens, donde el retrato de Londres es fundamental. Este efecto, sin embargo, no molesta en su trilogía victoriana. El lustre de la Perla, por ejemplo, es una novela de iniciación que no te permite aburrirte. No sucede lo mismo aquí. El gran referente de fondo es esta vez Ana Karenina. Y veo que hay un trabajo de acumulación de detalles, de espacios que oprimen,  pero, a diferencia de lo que sucede con clásico de Tolstoi, este se hace muy monótono.

Una de las bazas de Sara Waters es su trabajo de recreación de épocas pasadas. Aquí nos traslada al Londres de 1922. Nos ofrece el retrato de una sociedad que está recuperándose de los efectos de la terrible Primera Guerra Mundial. Las secuelas son económicas y morales. En el centro de la historia nos encontramos con una familia, una madre y su hija de veintiséis años, que se han quedado solas (dos hijos jóvenes muertos en la guerra, un padre fallecido) y que pierden su posición económica. Recuerda esto al caso de El ocupante. Madre e hija tratando de sobrevivir tras perder sus privilegios. Para hacer frente a la situación, deciden -pese al sentimiento de pérdida- alquilar parte de la casa. Y es  la llegada de los nuevos huéspedes -el joven matrimonio Barber- la que dispara toda la acción. Como decía, el trabajo de recreación de la época y las reflexiones que aporta la galesa son muy buenos. Apuntaré dos ejemplos que me han gustado: el sentimiento de vacío moral tras la guerra, reflejado la pérdida inútil de los jóvenes y en el sentimiento de los hombres que vuelven de la guerra. Estos excombatientes no son asimilados. Por el contrario, se encuentran de vuelta en un país que no les devuelve el esfuerzo tras la traumática experiencia de la guerra. Sin empleo, deben luchar para volver a encontrar su sitio.

Por otro lado, la situación de una mujer  tampoco es fácil (aquí se plantean temas como la dependencia económica de las mujeres; el feminismo incipiente; el aborto, la libertad sexual, etc) y no es fácil especialmente para la mujer homosexual. En una palabra, comprobamos cómo el entorno condiciona a los personajes. Los condiciona, pero no  los ahoga. De hecho, también tenemos el ejemplo positivo de Chris, que, a pesar de los obstáculos, trabaja y vive con su novia en un piso. Y eso es posible porque los años veinte también son una época de apertura y cambio. Sin embargo, Frances es una mujer atrapada en sus creencias y su educación (capaz de renunciar a su deseo y su libertad por hacer lo correcto). En el mismo sentido que El ocupante, Frances es prisionera de su sentido del deber hacia su madre.

Como digo, el libro retrata bien la época y además, consigue que empaticemos con ella, porque nos habla también de problemas que se dan en esta época de crisis que  estamos pasando en Europa.

No puedo pasar por alto el símbolo de la casa como prisión. Sarah Waters nos brinda el retrato de la mujer encerrada en el hogar y además en un hogar que se vuelve tétrico y decadente. Un símbolo de estatus que acaba siendo una losa sobre los personajes.

Es muy interesante y valioso, además,  el trabajo que hace de homenajear la prosa femenina desde la esfera del hogar. Ahí tiene sentido el detalle, el vocabulario, las tareas que se vuelven obligación y castigo.

Sin embargo, por muy bien que esté una obra ambientada, por mucho que nos haga sentir la época, lo importante, a mi juicio, es conectar con los personajes. Y aquí veo otro gran escollo del libro. Yo no he conseguido engancharme a ellos. El libro está narrado en tercera persona con punto de vista limitado a Frances, la protagonista. Es a través de sus ojos que entendemos toda la acción. Y es a través de sus ojos que conocemos a Lilian Barber. Sin embargo, Lilian es un personaje diluido y que yo no he llegado a entender. (para mí es alguien que se pasa el libro diciendo » I’m sorry, Frances».)  La madre de Frances también es una figura borrosa (que recuerda demasiado a la de El Ocupante) y , si tal vez en su caso puede ser metáfora del estado de sonambulismo en que vivía la generación pre-guerra Mundial, ya no cuela con otros personajes. Por ejemplo, Leonard (el rival amoroso), mucho más vital y jovial, es bastante antipático desde el principio. No le veo matices.

Una historia que cambia de trayectoria

***A continuación hay spoilers.

El libro cuenta la historia de amor de Frances y Lilian, mujer casada (esto es novedoso en las historias de Waters). Pero lo que empieza como un romance clandestino, que nos hace preguntarnos, ¿cómo van a ser capaces estas dos mujeres de vivir este amor y librarse de ataduras y convencionalismos? Esto (a lo que ha costado muuuchas páginas llegar), pronto da un giro inesperado que lleva el libro por otros derroteros.

En una discusión con Leonard -marido de Lilian-, en la que también se ve envuelta Frances, Lilian  golpea a Len con un cenicero y el golpe resulta fatal.  Leonard muere. Aterradas, Frances y Llilian llevan el cadáver de Leonard a la calle para hacerlo pasar por accidente. A  partir de ahí, la policía lo descubre y empiezan las pesquisas. Tenemos ya otro libro y otra pregunta: ¿Cómo van a salir de esta Lilian y Frances?, ¿las descubrirán?

Aquí, Sarah Waters nos plantea temas muy interesantes. Por ejemplo, ¿cuánto puede durar el amor cuando se pone a prueba con circunstancias duras? También reflexiona sobre el absurdo de la muerte de Leonard, en una historia en la que todos los personajes esconden traiciones y secretos (y en las que nos muestra la hipocresía de nuestros acuerdos sociales). El matrimonio y el adulterio en el ojo del huracán.

Lejos de reforzarse, la relación de Frances y Llilian se deteriora y aniquila por los nuevos giros. Además, con su secreto destruyéndolas, sucede algo más. La policía detienen a un chico inocente (un chaval que era el novio de la chica con la que Leonard se veía a escondidas!). Pero, ¿serán capaces nuestras chicas de dejar que un inocente cargue con la culpa para salvar su pellejo? Tenemos todo el proceso judicial para comprobar la pasividad y el miedo de ambas. Todo sensaciones muy humanas que descubren la talla moral de los personajes. Finalmente, el chico se salva gracias al testimonio de un excombatiente que es vecino suyo y puede apoyar su coartada ( a pesar de que supone perder su empleo). Esto está lleno de simbolismo. Nos ofrece Waters una lección. Es este hombre, paria social, el más honrado y decente de todos los personajes.

El libro pues nos lleva de frustración en frustración, al menos en lo que se refiere a la relación sentimental entre las protagonistas. En este sentido, se parece a Afinidad, salvo que aquél, amargo también y cruel, a mí me encantó.

The Paying Guests también me ha recordado a un libro que leí recientemente. En el momento equivocado, de Louise Doughty. Se plantean temas comunes: la idealización del amor clandestino; la infidelidad y la traición y la puesta a prueba del amor por un terrible episodio. Y de nuevo, aquel libro me impresionó y me fascinó. Este no.

Supongo que, analizando todo en conjunto, a pesar de los elementos a favor; a pesar de mis ganas; The Paying Guests es un libro aburrido. Así de simple, Tal vez, con la mitad de extensión, mejoraría. Al menos, no te arrancaría suspiros de exasperación.

En alguna entrevista a Sarah Waters he leído que este libro le costó mucho trabajo. Escribió muchos borradores y se sintió perdida en muchas ocasiones. Lo que yo decía antes, para mí también ha sido una lucha leerlo.

En fin,  no siempre  un autor te da buenas obras (o, dicho de una manera más justa, no siempre una sabe apreciarlas). Espero que el siguiente me guste más.

Pese a todo, le deseo mucho éxito a Sarah Waters con el libro, ya que sus éxitos son los nuestros. En poco más de un mes sabremos si The Paying Guests va nominado al Man Booker International Prize.

¿Alguien tiene una opinión del libro?

Las mujeres de Sara

Esta semana, que voy liada en mil asuntos (creativos y mundanos) he podio, entre trayecto y trayecto de tren, leerme el libro Las mujeres de Sara, de Eley Grey.
Lo tenía pendiente desde que lo compré el día de su presentación en Bartleby , allá por finales de octubre (por cierto, gran presentación de la mano de las chicas de De aquí al Pans y de la propia Eley).

Siento una simpatia especial por Eley, aunque apenas la conozco. Y la siento porque  compartimos coordenadas geográficas,  personales (creo que es un poco más joven que yo) y pasión por escribir desde la perspectiva que nos da nuestro género y orientación.  Por todo esto, tenía ganas de leer su libro.
Uhm, como siempre que leo un libro, me surgen miles de cuestiones que desearía poder debatir con el autor/a. De tú a tú. ¿por qué has hecho esto aquí?, ¿cómo se te ocurrió aquello?
Pero, en la soledad de este post, voy a intentar dar algunas pinceladas.
Cuidado con los posible spoilers!!! Trataré de evitarlos.
Para empezar, Las Mujeres de Sara transmite el entusiasmo y  la alegría vital de la propia Eley.
Esta es su primera novela publicada, de la mano de la también entusiasta editorial La Calle. Buen tándem. Me alegra mucho que nuestro catálogo colectivo de libros LGTB aumente. Es una ocasión de sentirse feliz: más historias, más personajes y más autoras con talento nuevo. Bravo 😀
Vamos con los puntos fuertes:
Las Mujeres de Sara es un libro que se lee muy fácilmente. Tiene mucha legibilidad: esa cualidad que te hace querer seguir leyendo. Y eso es sinónimo de las cosas bien hechas. La historia de Sara nos interesa y queremos saber más.
La estructura del libro me encanta. Es ambiciosa. Está estructurada en partes con nombre bíblico, pues la historia tiene una trama de crímenes con ritual religioso. Y, además, la intolerancia, los fanatismos y los sentimientos de culpa derivados de los prejuicios religiosos están bien presente. También buena parte de los personajes tienen nombres bíblicos. Y es que, en cierto sentido, asistimos  al viacrucis, muerte y resurrección del personaje principal.
La historia de la protagonista está narrada en varias líneas temporales (para entender su pasado y su presente). Con esto quiero decir que hay un esfuerzo por parte de Eley de ofrecernos una historia bien pautada y con sentido. Además, pone en acción a una galería de varios personajes y eso también tiene su enjundia y dificultad.
Ante todo, Las mujeres de Sara es un libro de descubrimiento personal. Lo que nos interesa es cómo va a reaccionar Sara a algo que sucedió en el pasado y que le causó mucho dolor. Qué decisiones va a tomar y si va a poder coger por fin las riendas de su vida y su identidad sexual. Una historia de descubrimiento y aceptación personal. De independencia y madurez.
Porque el de las elecciones personales en otro tema importante aquí. Varios personajes viven hechos traumáticos (abandono, rechazo, incomprensión) y cada uno reacciona de un modo. Es importante entonces entender que somos libres de tomar un buen camino personal o no. Eso me gusta.
Pero esta historia de descubrimiento, además está mezclada con una trama de suspense y asesinatos en un pueblecito de montaña en el que la protagonista se ha refugiado para reflexionar tras el abandono de su ex. La tensión aumenta cuando la propia Sara empieza a ser amenazada de muerte. A mí me ha gustado mucho esta parte y se me ha hecho muy corta.
Otro punto que quiero destacar es el retrato de personajes muy de España y locales (de los pueblos de interior de Alicante en este caso). Personajes que viven condicionados por sus vivencias y por sus limitaciones. Y como esa represión genera en ocasiones los frutos de la intolerancia. Yo estoy más acostumbrada a leer literatura anglosajona y me ha gustado que Eley sitúe la acción en localizaciones y contextos reconocibles. El tipismo, por así decirlo, me ha gustado.
Son bastantes cosas a favor.

En cuanto a los puntos menos fuertes…
Se nota que Eley es una escritora novel (y lo noto yo porque muchas veces me identifico en algunos titubeos) y tiene mucho camino aún para crecer y mejorar (y estoy segura de que lo hará). A mí me da la sensación de que, con la buena y sólida base que ha construido (es una historia que funciona perfectamente con el esquema : encuentro-separación-reencuentro), con esta base decía podría haberlo trabajado más aún. Yo, de haber sido Eley, me hubiera quedado el manuscrito un poco más para darle alguna vuelta.  Echo de menos un poco de profundidad en las historias de Jonás y de Ester (necesito conocerla un poco más). Además, hubiera reforzado la historia de Sara-Sofía. Un primer amor (desde mi perspectiva) es fuerte, arrebatador y muy intenso. Y a mí me falta un poco de fuerza (ya desde los primeros encuentros).
Por último, hubiera repasado el estilo para quitar alguna descripción que ralentiza y para ser más concisa en las frases. Pero esto es cuestión de repasar y repasar y repasar, algo con lo que yo tengo mucha obsesión… Siempre quiero sacar más.

Sin embargo, pesan más en la balanza los puntos fuertes. Estamos ante un libro positivo y alentador. Y ante una autora con mucho potencial. !Qué bueno que viniste, Eley!