Buscadores (espirituales y de Google)

El origen de este post está en una búsqueda (de las pequeñas, con b minúscula). Partí de la pregunta: ¿qué decía exactamente en sus enseñanzas Ramana Maharshi sobre la reencarnación y las vidas pasadas? Y entonces , con esa formula simple de Google (x +y), que sirve para que devoremos el mundo, me encontré inesperadamente con un artículo muy chulo sobre la visita que Mercedes de Acosta hizo a Ramana en 1938. Y aquí tomé el desvío sugerido y, como suele pasar, dejé en espera mi búsqueda inicial.

Wow, ¿Mercedes de Acosta? ¿De verdad? ¿Aquella mujer famosa por ser amante de Greta Garbo, Marlene Dietrich (e Isadora Duncan, Tallulah Bankhead, Eva le Galienne…)? ¿Esa Mercedes de Acosta estuvo en Tiruvannamalai con mi admirado Bhagavan?

Vale la pena leer el artículo, que está basado en la narración de la propia Mercedes de Acosta, incluida en su libro Here lies the heart, una controvertida (¿puede ser de otro modo?) biografía que publicó en los años sesenta, movida por la necesidad económica.

Por supuesto, además del relato de su encuentro con Ramana en la India, me ha gustado la anécdota -tan visual- de su parada en Egipto y su visita a la gran pirámide de Gyza. Anochecía y se decidió a subir, peldaño a peldaño. Casi no había gente y la luz menguaba. En la cima sufrió un ataque de pánico y terribles vértigos. Sentia que iba a morir allí y el terror le impedía acometer el descenso. En esa situación absolutamente desesperada le dio fuerzas el recuerdo de Ramana y entonces por fin vio a unos hombres a los pies de la pirámide, consiguió pedir socorro y la rescataron, ayudándola a bajar con ayuda de unas cuerdas. Después supo que, en el antiguo Egipto, subir a la Gran Pirámide era una especie de test del miedo que los aspirantes debían superar antes de ser iniciados en los misterios de la religión.

Intrepida, Mercedes, ¿acaso no va eso en el pack con lo de lesbiana?

Es curioso que la identidad pueda ser reivindicación o prisión. Cuántas veces se usó la orientación sexual de esta mujer para marginarla o reducirla con desdén a conquistadora lesbiana. Y cuántas veces se querrá utilizar como orgulloso símbolo de visibilidad lgtbi. Y no dejarían de ser más que puntos de vista. Pero resulta que Mercedes de Acosta era más cosas (naturalmente). Por ejemplo…

Escritora (¿y con qué faceta nos quedamos… la de poeta, guionista, dramaturga, biografa, novelista?)

Diseñadora de ropa

Mujer casada (con pintor homosexual) sin hijos. Divorciada desde 1935.

Neoyorquina

Cubana/española

Famosa de Hollywood

Piscis 😉

Buscadora Espiritual

Viajera

¿Cuál de esas cosas la definía? ¿Todas? ¿Ninguna? ¿Una suma de ellas? ¿Una resta? Hay una categoria que debamos situar por encima del resto? Quizá la de mujer (y esa también es problemática sin duda), o mejor su procedencia o la de sus padres?

¿Acaso una foto la define? ¿Cuál en ese caso? ¿Una de joven, una en su madurez? Bueno pues añadamos un poco de movimiento… ¿Un video? ¿Una grabación con su voz, un poema? ¿Una relación romántica? ¿La riqueza de los inicios o la pobreza en que murió?

Sin darnos cuenta, creamos un personaje (atributos, rasgos fisicos, cuatro aspectos del carácter) y luego perpetuamos una versión (muy) parcial de la historia a base de repetirla una y otra vez… escritora lesbiana, escritora lesbiana, escritora lesbiana.

Al final, nos pasa lo mismo a tod@s, atrapados en esta o tal identidad. En ocasiones luchando hasta la muerte por ella, pero sorprendentemente sobreviviendo (si se da el caso) a la perdida de todo eso por lo que nos definimos. Lo cual nos debería hacer pensar… ¿quién soy yo de verdad?

Nada de eso eres tú, diría Ramana, ni siquiera tu cuerpo, ni pensamientos, ni tus cambiantes emociones. Así que vuelve al interior, autoindaga y busca la fuente de ese yo. El verdadero Self. Ese viaje sí vale la pena.

La identidad es necesaria políticamente y para jugar en el teatrillo del mundo. Ahora me pongo esta mascara, mañana esta otra y desempeño mis roles, en el mejor de los casos sin identificarme con ellos. No llevar el juego muy lejos sería lo sensato. Reírse un poco, moverse en la foto, no dejarse etiquetar, no tomarse tan en serio. Y sobre todo sin convertir mis máscaras en excusa para el odio.

Y aquí se va acabando el desvío de mi búsqueda original, aunque… me he enterado de que ese mismo año, 1938, meses antes de la llegada de De Acosta, Somerset Maugham estuvo en el ashram de Ramana Maharshi y de buen seguro se inspiró en este viaje para escribir la preciosa El filo de la navaja (pero eso da para otro post!!!)

De postre os dejo un poema de Mercedes de Acosta sabiendo que (las mías, las suyas, las nuestras) son solo palabras.

Palabras

Palabras, palabras.
¿Por qué estás siempre usándolas como espadas?
Y si tienes que hacerlo,
¿acaso no puedes usar algo más que palabras?
¿Te acuerdas de anoche?
Hablamos tan atolondradamente
—de nuevo las palabras,
y entonces más palabras—.
Parecía todo una enmarañada red de palabras.
Tú tratabas de convencerme de algo
(sólo Dios sabe)
y yo, de responder con inteligencia
al defender mi opinión.
Pero repentinamente, de alguna forma,
nuestras palabras significaron muy poco;
entonces, te inclinaste
y tu rodilla tocó la mía
y después de eso mis pensamientos se empañaron
y nuestras palabras no significaron nada.

La sílaba justa

Dime qué te da miedo
Intuyes un espacio
al que no quieres darte
apagadas, las luces
te desnudan despacio

sin pedirte permiso
sobreviene una sombra
que azul la piel eriza
mientras tú serpenteas
deseando escaparte

Suelta, suelta ya suelta
la batalla abandona
¿qué podría pasarte?
el encuentro esperado
¿eso podrá matarte?

Asómate al vacío…
las palabras de fondo
no son las importantes
‘Yo’ será lo que digas
y con eso es bastante

Incluso quieta y muda
abierta, vulnerable
y sin garganta que hable
habrás dicho la sílaba
justa para salvarte

Líbrame

Líbrame del desgaste de los días
de la repetición muerta,
de la duda,
del dejar pasar lo que acontece
por la promesa de otra cosa,
algo que brilla más, algo con otro sabor.
Líbrame del miedo al miedo y
del miedo a librarme del miedo
y del deseo de ser otra,
diferente y mejor.
Llévate la esperanza,
el mañana será otro día y el tiempo
todo lo cura.
Sálvame de las promesas
de las flores ciegas de sol
Retira mi mano del rostro,
invítame a mirar, lo que sea,
lo que hay.
Déjame solo el presente
y ninguna elección.

Un arte, Elizabeth Bishop

Creo que ni Elizabeth Bishop ni su poema-emblema, un arte, necesitan muchas presentaciones. En general las explicaciones solo son ruido que nos distancia de la esencia del poema, limitando nuestra libertad, el encuentro sin intermediarios. Mejor abrirse a lo que el poema traiga sin ideas previas. Pruébalo ahora mismo… ábrete, lee y deja espacio, permite que llegue.

Para mí, un arte, tiene mucho sentido en estos momentos, pero no os preocupéis por mí , ni corráis a preguntarme «¿¿qué te ha pasado??», porque lejos de desanimarme, esta poesía me da paz. Thank you, Elizabeth!

 

UN ARTE

No es difícil dominar el arte de perder:
tantas cosas parecen llenas del propósito de ser perdidas,
que su pérdida no es ningún desastre.

Perder alguna cosa cada día. Aceptar aturdirse por la pérdida
de las llaves de la puerta, de la hora malgastada.
No es difícil dominar el arte de perder.

Después practicar perder más lejos y más rápido:
los lugares, y los nombres, y dónde pretendías
viajar. Nada de todo esto te traerá desastre alguno.

He perdido el reloj de mi madre. Y, ¡mira!, voy por la última
—quizás por la penúltima— de tres casas amadas.
No es difícil dominar el arte de perder.

He perdido dos ciudades, las dos preciosas. Y, más vastos,
poseí algunos reinos, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue ningún desastre.

Incluso habiéndote perdido a ti (tu voz bromeando, un gesto
que amo) no habré mentido. Por supuesto,
no es difícil dominar el arte de perder, por más que a veces
pueda parecernos (¡escríbelo!) un desastre.

Elizabeth Bishop; Traducción de D. Sam Abrams.

Publicado originalmente en la revista The New Yorker en 1976.

ONE ART

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

 

 

**imagen portada: Clothesline,Fairfield Porter

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama

A veces me parece que en la poesía están contenidas todas las repuestas y también todas las preguntas que el mundo suscita.

Cualquiera que sea el tema, siempre se encuentra algo apropiado: una visión, un vislumbre, una perspectiva… Y, característica esta de la poesía, ese algo no limita, sino que abre espacios…

En los últimos días, varias cosas me han traído a la cabeza el poema que comparto hoy aquí.

Todo empezó con la visibilidad lésbica y su pertinencia; continuó cuando alguien habló de nuevas masculinidades; se mantuvo con el clima político pre y post electoral y siguió resonando en un post de mi compañera de letras, A.M. Irún

Y Cernuda venía y venía, como un soniquete… «Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera decir lo que ama…»

Vale, acepto la llamada, pero primero me voy a poner la venda antes de la herida: sí, visibilidad lésbica y yo traigo a colación un poeta y un verso que dice… «si el hombre… bla bla bla…». Uhmm… ¿en serio?

En mi defensa admitiré que tengo la costumbre de acoger las cosas que resuenan en mí, independientemente de quién las haya formulado (de su aspecto, género, condición, origen y a veces, si alcanzo, de su idioma), así que consentid que persevere en mis hábitos una vez más.

Me gusta mucho Luis Cernuda porque hizo de la vocación una palabra con pleno sentido. Si entendemos por ésta la voz interior, ¿qué hay más noble o admirable que seguir los dictados de esa voz, pase lo que pase?

Por encima de los laureles, por encima de las épocas o las generaciones, Cernuda fue un poeta absolutamente fiel a sí mismo y quizá por eso solitario, exiliado (no por eso) y que no encajó bien ni aquí ni allí.

Pero el tiempo hizo justicia demostrando que las modas pasan y la esencia permanece.

Veréis que en este poema, publicado en 1931 (qué mal se iba a poner la cosa unos años después), Cernuda reivindica una libertad que nos puede parecer muy humilde, muy poco heroica: la de que un hombre pueda decir lo que ama. Sin más.

Obviamente, si ese hombre es homosexual, se va comprendiendo la dificultad de ejercer un privilegio que es dado sin reserva a un hombre (o mujer) heterosexual.

Yo quisiera centrar la cuestión en que el poeta aquí nos dice que, precisamente, es el deseo y el amor lo que forman la identidad esencial de un individuo. Aquello que revela la verdad de un@ mism@.

En este sentido, reclamar la libertad de revelar eso es mucho más importante de lo que parece.

En tiempos inciertos, queda la poesía para iluminarnos el camino.

***

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

 

Los placeres prohibidos (1931)

La malcasada, Luis Alberto de Cuenca

Me dices que Juan Luis no te comprende,
que sólo piensa en sus computadoras
y que no te hace caso por las noches.
Me dices que tus hijos no te sirven,
que sólo dan problemas, que se aburren
de todo y que estás harta de aguantarlos.
Me dices que tus padres están viejos,
que se han vuelto tacaños y egoístas
y ya no eres su reina como antes.
Me dices que has cumplido los cuarenta
y que no es fácil empezar de nuevo,
que los únicos hombres con que tratas
son colegas de Juan en IBM
y no te gustan los ejecutivos.
Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?
¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?
¿Que dé un golpe de estado libertario?
Te quise como un loco. No lo niego.
Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo
era una reluciente madrugada
que no quisiste compartir conmigo.
La nostalgia es un burdo pasatiempo.
Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,
píntate más, alisa tus arrugas
y ponte ropa sexy, no seas tonta,
que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,
y tus hijos se van a un campamento,
y tus padres se mueren.

 

Luis Alberto de Cuenca (España, 1950)

Media hora al día

Si no hay nada que añadir, ya estamos hablando demasiado.

El mundo se ha convertido en una charla banal

Big data y anuncios de El Corte Inglés.

«Media hora de poesía al día y nos iría mejor»

se lo escuché a Jodorowski hablando de psicomagia

claro que los chilenos llevan el ADN escrito en verso

Aminoácidos y esdrújulas les dan vida por igual.

Contemos sílabas y algo florecerá, pero ¿qué?

An apple a day, keeps the doctor away.

¿La poesía es una invitación o una orden?

¿Cómo voy a saberlo yo, que ni manzanas ni poemas?

Pensamientos rotos en líneas, eso es lo que parecen

y sin embargo, ¿lo notas tú también?, hay algo más

que solo existe en la suma de esto, más eso, más aquello

es decir, que en realidad, no existe. No es.

Acaso como un vehículo que se desvanece cuando te lleva allí.

¿Allí, dónde?

Imagino la carroza de Cenicienta, volatilizándose

y ella perpleja: «¿Me he dejado el chal dentro?»

Los que estuvieron aquí hace muchos años

(apenas segundos, según se mire)

ya traían el runrún de todo esto y tuvieron el detalle

de escribir poemas y ya está

«No dejaremos de explorar

y el fin de nuestra experiencia

será encontrar el punto de partida

y conocer el lugar por primera vez».

Qué travieso, T.S. Eliot.

Pues venga va, empecemos, acabemos, empecemos.

Sin quitar, sin añadir. Ahora.

Sobre las ventajas de soñar

Para dar la bienvenida al nuevo año, os dejo un inspirador poema de G. Belli.

¡Feliz 2019!

***

SOBRE LAS VENTAJAS DE SOÑAR

Soñar no cuesta nada.
Contrario a cuanto ejercicio hoy se nos recomienda,
no requiere de zapatos, ni ropa adecuada.
No nos pide sudar o quemar calorías.
Ni calcular el posible daño o provecho
para nuestra salud.
No es tampoco un hábito
cuya repetición pueda conducirnos a cáncer de pulmón
o de cualquier otra parte del cuerpo.

Soñar no daña la ecología,
ni atenta contra la capa de ozono.
No aumenta el colesterol,
ni fomenta la crueldad contra los animales.
Soñar no afecta los reflejos,
ni causa daños congénitos.
No es dañino para las mujeres embarazadas,
ni inhibe la lactancia materna.
Soñar es un deporte barato.
No requiere de equipo sofisticado,
ni de constante y agotado entrenamiento.

No se puede decir, sin embargo,
que no cause riesgos al corazón.
Sin embargo, hasta el momento,
no se ha encontrado base científica para
contraindicar los sueños,
aunque los argumentos a favor de su extinción
se fabrican a diario.

Yo sostengo que soñar continúa siendo una práctica
subversiva,
con una deliciosa, pero lícita, peligrosidad;
un hábito difícil de erradicar,
cuya ternura y perseverancia
sigue teniendo la innata capacidad de conmover
y abrir ranuras, por pequeñas que sean,
en corazas bien armadas y aparentemente impenetrables.

Si quiere practicar una actividad de bajo costo,
bajo riesgo, y sin ninguna susceptibilidad a las altas y bajas
del mercado,
le aconsejo soñar,
y no permitir que nadie lo convenza
de que no sigue usted siendo dueño, al menos,
del inmenso poder de su imaginación.

EPIC FAIL

 

Hablemos de aquella vez
en que metiste la pata.
Te bañaste y vestiste
con la pompa de un monarca
lleno de pretensiones
vacío de nobleza.
Ya era sospechoso 
que tuvieras que ir a Zara
pero nadie lo quiso decir.
Admitamos que lucías
aunque el tuyo fuera el brillo
del oro mal chapado o mejor… del amarillo
Si nadie te daba la vuelta
bastaba.
Y ese perfume…
efectivo diez segundos
-antes de que Gaultier se transformara en Autan-
Todo era necesario
visualizaciones, rituales
automotivación,
rígidos preparativos.
El deleite diferido
del triunfo domesticado,
los laureles ya encargados
¿Cómo ganan los campeones?
“sí o sí, sí o sí, sí o sí”.
Estabas dispuesto a seducir
Era arrogante la idea.
La victoria ni nos miraba
le importábamos un carajo
especialmente tú
pero eso te daba igual.
Estabas convencido
de que ella te deseaba.
No es tu culpa, muchacho.
En determinadas latitudes
vencer es un derecho
si cumples los requisitos.
Al resto tú le llamas Voluntad
y yo, partido amañado.
Pero hay veces que no toca y
no atraes lo que piensas
por mucho que lo digan
tus cien libros de coaching
y tus tazas de Mr. Wonderful
Afirmaciones positivas
para desayunar
Repite conmigo, chaval:
Puedo lograr todo lo que 
me proponga.
Puedo lograr todo lo que 
me proponga
lo que me proponga
proponga.
Pro-pon-ga.
Irritabas a los vecinos
con tu optimismo neoliberal.
¿El ascensor estropeado?
Negatividad en la comunidad
¿El mundo se cae a pedazos?
Los más fuertes sobrevivirán.
Piensa en grande 
aunque seas pequeño…
Si midieras cuatro centímetros más
dirigirías una empresa.
Pero por dentro es distinto
algo te delata
la tensión
los puños cerrados
tu adicción al Duphalac
y sobre todo
esa sospechosa necesidad 
de ganar a toda costa.
O todo o nada
o seis cifras o ninguna
o Porsche o autobús
o top model o soltero
o triunfo o amargura.
Y fue lo segundo
A tu minuto de gloria
le sobraron segundos
Ella dijo que no.
Quería atrevimiento
y percibió cobardía,
ese aire puritano
del que mira de reojo
anuncios de lencería.
Te levantaste de un salto
pero en la sonrisa de tonto
faltaba algún diente ya.
Escupiste el polvo
y en ese momento
tuviste la oportunidad
de ser humilde y persona.
Muy poca expectación.
Esa mueca desquiciada
y la respuesta preparada
“Esa no está a mi altura”.
Sí, querido,
último recurso del triunfador:
desprecia con convicción
lo que no puedas tener.

Oda a las cosas rotas

Se me ha roto el móvil y el módem wifi… y mi taza favorita, pero nada de esto será un desastre mientras tengamos el mar…

ODA A LAS COSAS ROTAS
Se van rompiendo cosas
en la casa
como empujadas por un invisible
quebrador voluntario:
no son las manos mías,
ni las tuyas,
no fueron las muchachas
de uña dura
y pasos de planeta:
no fue nada y nadie,
no fue el viento,
no fue el anaranjado mediodía
ni la noche terrestre,
no fue ni la nariz ni el codo,
la creciente cadera,
el tobillo,
ni el aire:
se quebró el plato, se cayó la lámpara,
se derrumbaron todos los floreros
uno por uno, aquél
en pleno octubre
colmado de escarlata,
fatigado por todas las violetas,
y otro vacío
rodó, rodó, rodó
por el invierno
hasta ser sólo harina
de florero,
recuerdo roto, polvo luminoso.
Y aquel reloj
cuyo sonido
era
la voz de nuestras vidas,
el secreto
hilo
de las semanas,
que una a una
ataba tantas horas
a la miel, al silencio,
a tantos nacimientos y trabajos,
aquel reloj también
cayó y vibraron
entre los vidrios rotos
sus delicadas vísceras azules,
su largo corazón
desenrollado.
La vida va moliendo
vidrios, gastando ropas,
haciendo añicos,
triturando
formas,
y lo que dura con el tiempo es como
isla o nave en el mar,
perecedero,
rodeado por los frágiles peligros,
por implacables aguas y amenazas.

Pongamos todo de una vez, relojes,
platos, copas talladas por el frío,
en un saco y llevemos
al mar nuestros tesoros:
que se derrumben nuestras posesiones
en un solo alarmante quebradero,
que suene como un río
lo que se quiebra
y que el mar reconstruya
con su largo trabajo de mareas
tantas cosas inútiles
que nadie rompe
pero se rompieron.

Pablo Neruda