Si no hay nada que añadir, ya estamos hablando demasiado.
El mundo se ha convertido en una charla banal
Big data y anuncios de El Corte Inglés.
«Media hora de poesía al día y nos iría mejor»
se lo escuché a Jodorowski hablando de psicomagia
claro que los chilenos llevan el ADN escrito en verso
Aminoácidos y esdrújulas les dan vida por igual.
Contemos sílabas y algo florecerá, pero ¿qué?
An apple a day, keeps the doctor away.
¿La poesía es una invitación o una orden?
¿Cómo voy a saberlo yo, que ni manzanas ni poemas?
Pensamientos rotos en líneas, eso es lo que parecen
y sin embargo, ¿lo notas tú también?, hay algo más
que solo existe en la suma de esto, más eso, más aquello
es decir, que en realidad, no existe. No es.
Acaso como un vehículo que se desvanece cuando te lleva allí.
¿Allí, dónde?
Imagino la carroza de Cenicienta, volatilizándose
y ella perpleja: «¿Me he dejado el chal dentro?»
Los que estuvieron aquí hace muchos años
(apenas segundos, según se mire)
ya traían el runrún de todo esto y tuvieron el detalle
de escribir poemas y ya está
«No dejaremos de explorar
y el fin de nuestra experiencia
será encontrar el punto de partida
y conocer el lugar por primera vez».
Qué travieso, T.S. Eliot.
Pues venga va, empecemos, acabemos, empecemos.
Sin quitar, sin añadir. Ahora.