Un arte, Elizabeth Bishop

Creo que ni Elizabeth Bishop ni su poema-emblema, un arte, necesitan muchas presentaciones. En general las explicaciones solo son ruido que nos distancia de la esencia del poema, limitando nuestra libertad, el encuentro sin intermediarios. Mejor abrirse a lo que el poema traiga sin ideas previas. Pruébalo ahora mismo… ábrete, lee y deja espacio, permite que llegue.

Para mí, un arte, tiene mucho sentido en estos momentos, pero no os preocupéis por mí , ni corráis a preguntarme «¿¿qué te ha pasado??», porque lejos de desanimarme, esta poesía me da paz. Thank you, Elizabeth!

 

UN ARTE

No es difícil dominar el arte de perder:
tantas cosas parecen llenas del propósito de ser perdidas,
que su pérdida no es ningún desastre.

Perder alguna cosa cada día. Aceptar aturdirse por la pérdida
de las llaves de la puerta, de la hora malgastada.
No es difícil dominar el arte de perder.

Después practicar perder más lejos y más rápido:
los lugares, y los nombres, y dónde pretendías
viajar. Nada de todo esto te traerá desastre alguno.

He perdido el reloj de mi madre. Y, ¡mira!, voy por la última
—quizás por la penúltima— de tres casas amadas.
No es difícil dominar el arte de perder.

He perdido dos ciudades, las dos preciosas. Y, más vastos,
poseí algunos reinos, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue ningún desastre.

Incluso habiéndote perdido a ti (tu voz bromeando, un gesto
que amo) no habré mentido. Por supuesto,
no es difícil dominar el arte de perder, por más que a veces
pueda parecernos (¡escríbelo!) un desastre.

Elizabeth Bishop; Traducción de D. Sam Abrams.

Publicado originalmente en la revista The New Yorker en 1976.

ONE ART

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

 

 

**imagen portada: Clothesline,Fairfield Porter

 

Luna en Brasil

Tenía yo  muchas ganas de ver Luna en Brasil y a la vez me la iba reservando, con un poco de temor. ¿Por qué? Porque aborda la vida de un autora que me es muy querida, la poetisa norteamericana Elizabeth Bishop (1911-1979). Su obra North and South, a Cold Spring (1956), premio Pulitzer de poesía, es uno de los referentes fundamentales en la tradición poética americana del siglo XX. Con Silvia Plath y Marianne Moore, que fue su mentora, forman parte de lo más importante de la poesía norteamericana contemporánea.

Elizabeth forma parte de un selecto grupo de mujeres que estudió en Vassar, una universidad privada neoyorquina, en los años 30. Allí coincidió con la también genial Mary Mccarhty, que se convertiría en una pensadora imprescindible para la izquierda americana. De ese grupo de mujeres que fueron formadas para cuestionarse el mundo en una sociedad que aún era muy rígida, queda registro en la fantástica El Grupo (obra de ficción sobre una pandilla de 8 amigas de Vassar), escrita por la propia Mccarthy y que fue un bestseller en los años sesenta. Aunque no se refiera a ella de modo explícito, siempre se ha sugerido que hay algo de Elizabeth Bishop en el personaje de Lakey, interpretado en el film por Candice Bergen. Al parecer, Bishop no estaba muy contenta con el retrato… pero dejemos eso para otra entrada…

Al margen de esto, el personaje en sí mismo de Elizabeth Bishop es fascinante. Se quedó huérfana de padre a los ocho meses y su madre fue internada en un psiquiátrico cuando ella tenía cinco años. Se crió con sus abuelos. Y no volvió a ver a su madre. La huella de esa ausencia y la presencia de la locura están bellísimamente registradas en el libro de relatos: Una locura cotidiana, editado en España por Lumen.

La película Luna en Brasil (2013), dirigida por Bruno Barreto, adapta el libro de Carmen Oliveira, Flores Raras y Banalísimas (-que ya está en mi lista de deseos-) y cuenta la historia de amor que vivió Elizabeth B. con la arquitecta brasileña Lota Macedo Soares, allá por los cincuenta. Bishop fue a visitar a una antigua amiga de Vassar (entonces novia de Lota) con la intención de pasar dos semanas y permaneció en Brasil quince años. Brasil, un país que en la peli se muestra alegre, optimista (quizá un poco inocente en lo político) y también exuberante y paradisíaco.

 

La historia pone en escena la personalidad opuesta y a la vez complementaria de estas dos grandes mujeres: una -Lota-, abierta, esponánea, vital y la otra -Elizabeth-, sensible, tímida, brillante. He quedado muy contenta con el resultado, porque la película de Barreto se aproxima al personaje de Bishop con mucha sensibilidad y acierto (aunque algunos críticos norteamericanos no estén de acuerdo). Un personaje que no es fácil de poner en imágenes. Los introvertidos son quizás los más difíciles de escribir, un auténtico desafío para el guionista.

Y la cinta lo consigue. Apoyada en buena parte por la pareja protagonista: Miranda Otto y Gloria Pires. Miranda Otto está, simplemente, espectacular. Desde la reservada Elizabeth del principio, a la entregada, pasando por los problemas de alcohol y depresión.
Gloria Pires, por su parte, nos acerca a la fascinante personalidad de la arquitecta que diseñó el Parque do Flamengo en Río (un referente de la ciudad). Tal vez un poco más desdibujada en la última parte de la película -en una evolución del personaje y un desenlace un tanto abrupto-.
Por su parte, completando el triángulo, Tracy Middendorf regala una muy buena secundaria, en una actuación con matices y contención.

En fin, Luna en Brasil, es muy recomendable para aproximarse a una creadora inmensa, a una mujer marcada por su infancia y sus inseguridades, pero también por su genialidad.