L’inconnu du Lac

L’inconnu du lac (El desconocido del lago) es una peli francesa dirigida por Alain Guiraudie. Ganó el premio al mejor director y mejor película en la categoría Un certain regard de Cannes 2013. Llevaba tiempo queriendo verla y no me ha defraudado.

Se trata de un thriller de temática homosexual (masculina). La verdad es que es una película que engancha. Tiene un no sé qué fascinante. Os la recomiendo.

Ojo: Spoilers

Un cuento de deseo y muerte. Eros y Thanatos

La premisa es la siguiente: Frank un joven atractivo acude al lago, una playa nudista donde los hombres practican cruising. Allí se ve atraído por un misterioso hombre, Michel. Pero Michel ya tiene acompañante, Pascal. Una tarde, espiando a Michel, Frank observa como este ahoga a Pascal en el lago. A pesar de todo, continua la atracción. Cuando Michel, por fin, se fija en Franck, él no puede evitar ceder a su atractivo. Inician una apasionada relación sexual. Mientras tanto, se descubre el cuerpo y la policía comienza sus investigaciones. Franck encubre a Michel y se sumerge en la historia de sexo y deseo a pesar del peligro creciente. ¿Es Michel un peligroso psicópata?

La película cuenta una historia de suspense y de atracción, mientras explora el mundo del deseo masculino. Solo cuenta con una localización: El Lago. Allí vemos a  sus personajes -cuando llegan del trabajo o de la ciudad- y es en este contexto, el de la playa nudista, donde los hombres se muestran al desnudo, en el que toda la acción transcurre.  Dentro del espacio del Lago, está la playa, el lugar de mostrarse, y el bosque, donde los hombres se encuentran en privado.

 

La película tiene escenas de sexo explícito y es que el sexo es parte importante de la narración. De hecho, yo he visto esta película como una especie de fábula o de cuento. Frank es nuestro protagonista, que se ve atraído por un hombre oscuro, tan guapo como  peligroso (y que tiene un algo lupino, con ese bigote negro y espeso). Y ese deseo es el que conduce toda la película.

Muerte y sexo se confunden como pasiones entremezcladas y fuertemente relacionadas. La escena final tiene lugar en el bosque, al más estilo cuento infantil, con Michel (que ha desatado ya sus impulsos asesinos) llamando a Franck para que acuda a él. Es este del bosque un espacio muy simbólico, el más profundo, lo más prohibido. El final abierto y sobrecogedor de la película me dejó helada.

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Pierre Deladonchamps se llevó el César al mejor actor revelación.

Las escenas son largas y el tempo lento, subrayando la idea de voyeurismo, otra fuerte idea de la peli. No en vano, nosotr@s, como espectadores, nos convertimos en mirones, en testig@s de esta historia.

Se juega también con el día y la noche. Efectivamente, el transcurso de las horas avanzan hacia la oscuridad y convierten el Lago en un lugar amenazador y terrorífico. La ausencia de música te acerca a la historia de una manera muy poderosa.

He leído que alguien comparaba la peli con La ventana indiscreta. En algún aspecto, este del voyeurismo, en su intriga y su pulsión por mirar, pues sí hay parecido (especialmente en  ese estupendo plano de cuatro minutos en el que vemos -desde el punto de vista de Franck- como Michel ahoga a Pascal). Aunque a mí esta historia me trae un aire más de Higsmith que de Hitchcock. Tal vez entonces tengamos que buscar la alianza Higshmith-Hitchcock y  fijar el referente de la peli en  Extraños en un tren (con todo su contenido homoerotismo).

El desconocido del lago es, en definitiva, una película que atrapa y de la que no puedes apartar la mirada. Un cuento perfecto que os animo a ver.

Mädchen in Uniform

Después de ver Loving Annabelle (podéis leer mi opinión en el post anterior), me he interesado por la peli que la inspira: Mädchen in Uniform (1958). Esta es a su vez otro remake de una peli del mismo nombre rodada en 1931 (que espero ver próximamente y cerrar así el círculo). Os voy a contar mis impresiones:

Tengo que empezar con una alusión al título que se le dio a la peli en España. Mädchen in Uniform (esto es: muchachas de uniforme), pasó a ser Corrupción en el internado. En fin, ¿se puede ser más tendencioso con la elección? El título se convierte en un juicio de valor y una acusación clara. Afortunadamente, el tiempo deja en evidencia lo ridículo de la elección. Es mucho más acertado el título original, no solo porque no acusa, sino porque la peli es una crítica a las políticas de la educación en un internado (educación que se asemeja a la formación militar) y que hace que ser una chica de uniforme te convierta en parte del sistema.

Tengo que decir que si Loving Annabelle pretende ser una revisión de este título… lo es de una manera muy particular.  Y lo es porque se centra en la relación alumna-profesora de una manera más directa y explícita, pero se deja en el tintero la problemática base que se denuncia en la película del 58. Creo que pone el foco en otro aspecto, sin más. Lo cual es muy lícito y de hecho necesario (y más teniendo en cuenta, como os digo, que el componente lésbico es de algún modo minimizado, o mejor dicho desactivado, en la peli del 58).

Mädchen in Uniform cuenta la historia de una muchacha, Manuela Meinhardis (Romy Schneider), que acaba de perder a su madre, y es enviada a un internado para jóvenes de buena familia. Allí tiene que hacerse a la nueva y estricta vida que rige la institución. Entre las profesoras hay una que es diferente: la señorita Von Bernburg (Lilli Palmer): es una mujer joven, atractiva, interesante y justa y que tiene a todas las alumnas encandiladas. Vanessa no tarda en enamorarse de ella. Y ahí empiezan los problemas…

Tengo que dejar bien claro que el tema principal de la película de Geza von Radvanyi no es el amor lésbico y prohibido entre Meinhardis y la profesora Von Bernburg. De hecho, la profesora nunca muestra un interés romántico por la alumna. Simplemente, le ofrece su apoyo, su comprensión y su amor (pero un amor que no es sexual).  Porque aquí lo que se presenta en realidad  es la contraposición entre dos mundos: el de la férrea educación prusiana (encarnado por la directora del colegio y por su mano derecha) y el de la educación más moderna, joven y humana (representado por Von Bernburg y la profesora de inglés, la señorita Evans).

Son dos cosmovisiones que chocan de forma frontal y que orbital en torno a las alumnas. La lucha, en suma, entre la tradición y los nuevos aires. Entre el encierro y la apertura. Según la idea de la directora, el colegio es un centro que tiene la misión de formar a futuras «madres de soldados». Y en eso se las forma: cocina y matrimonio. El centro está lleno de consignas militares: las chicas marchan; recitan estrofas; pasan hambre y la disciplina es muy fuerte y represiva. En medio de ese panorama, la profesora Von Bernburg ofrece un camino de liberación. Una vía subversiva. Y es así donde se produce la mayor subversión de todas: que una alumna profese amor romántico por una profesora. Una amenaza a todo el sistema. No es gratuito que la declaración pública de amor de Meinhardis se produzca después de una representación de Romeo  y Julieta (ella es Romeo) y tras haberse emborrachado con el ponche en la fiesta posterior.
Sin embargo, como os decía, la peli no entra a fondo a explorar esa dimensión del amor lésbico, quedando en una tibia representación (ya que el amor pasional, la idealización, parte de la alumna).  A consecuencia de sus sentimientos, Meinhardis será reprendida, excluida y castigada. Y su pasión la llevará al borde de la muerte, con consecuencias también para la noble profesora. Hay que apuntar que, precisamente porque la película no acaba con un suicidio de la «pecadora», tal y como marcaba el canon americano, la película no se estreno en USA hasta 1965!

Aunque la peli no aborde la relación amorosa entre ellas, y se encargue de dejar claro que los derroteros no van por ahí, si hay bastante subtexto o contenido simbólico. Por ejemplo, el primer día, Meinhardis hereda el uniforme de una chica que ya se fue (la rueda de la vida) y ve que hay bordado un corazón con las iniciales de la profesora VB; por no hablar de  la escena en la que la profesora Von Bernburg va dando las buenas noches una por una a las chicas, que la esperan de pie junto a la cama, anhelando su beso; o cómo ella pasa lista antes de que se metan en las duchas; o la escena en la que Meinhardis, ensayando con el papel de Romeo con la profesora, la besa en los labios…
En otro momento (y será un hecho clave), la profesora von Bernburg le presta una camisa suya (que es una prenda íntima de ropa interior), para que Meinhardis pueda pasar una revisión con la directora. Esta es tomada como una prenda en el sentido romántico: un fetiche amoroso que simboliza la complicidad  y la unión entre ambas.

Por otra parte, esta es una película interpretada exclusivamente por mujeres. La atmósfera homoerótica queda bien dibujada («Aquí no entra ningún hombre vivo», se dice). De hecho una pareja de alumnas tienen una relación romántica (se escriben cartas de amor, se abrazan; siempre están juntas). Esta relación se cuela como normalizada (una fase, una amistad aún no puesta a prueba por la vida).  Se intenta presentar, en suma en un buen esfuerzo de puesta en escena, ese mundo de chicas aisladas y juntas y las diferentes relaciones entre ellas.

Todos estos elementos, no muy frecuentes en la época y en el cine de los años cincuenta (aunque esta es una producción europea que tomó parte en el octavo festival de Berlín), la hacen interesante y disfrutable.

Sin embargo, tengo entendido que la versión original, la de 1931, es más crítica y más atrevida. Y es lo que espero comprobar en breve.

Os dejo el trailer para l@s que no la conozcáis.


Loving Annabelle

Siguiendo con mi educación en cine LGTB, el otro día vi Loving Annabelle.
Vaya por delante la simpatía y respeto inmediato que siento por este nuestro cine, pero he decidido no casarme con nadie y ser crítica cuando haga falta.
Loving Annabelle es una película del 2006, pero al verla me parece más del 96. Se me queda un poco lejana en su inocencia y su contención. Se supone que el texto que la inspira es el film Mädchen in Uniform (versiones de 1931 y 1958 esta última con la gran Romy Schneider). No sé yo si el resultado final aporta mucho. Desde luego, queda espacio para otro remake.

Loving Annabelle presenta una historia del género «internados». Se centra en la arquetípica fascinación alumna-profesor (que en este caso trata de ser la concreta relación alumna-profesora). La distinción no es gratuita, pues esa diferencia, la «a» de profesora, es la que da sentido a esta historia. Lo importante es que la historia de amor sea lésbica. Bien. Aunque la teoría tiene sus riesgos. Y  la peli cae de lleno en la trampa de su propia propuesta.  El problema con Loving Annabelle es que el espectad@r tiene que empatizar más con sus experiencias y deseos que con lo que ve en la pantalla. Yo, por ejemplo, soy incapaz de ver esa fascinación que es el motor de esta historia de amor, en la película. El esquema de la historia es claro: Llegar de A a B en el contexto del internado. Pero es el desarrollo el que falla. Katherine Brooks (directora y guionista) falla en el intento de hacer avanzar esta historia y darle cuerpo. Están los elementos, pero no hay alma. La historia LGTB no es suficiente por sí misma para aguantar el viaje.
Tan insuficiente  como una cita de Proust si se usa solo como una mera cita.
«El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.»

Este lema, que se utiliza como símbolo de la complicidad entre las dos protagonistas, no es un principio-base de este film, que no alcanza en ningún momento a dar una nueva mirada a la historia de amor. No basta con citar, pues.
La película es honesta, de bajo presupuesto -aunque tampoco ínfimo- (900.000 dólares), con buenas intenciones (y, como decía, se ven los elementos), pero… a mí no me basta. Yo siempre exijo un último esfuerzo, un poco más de búsqueda; nuevos ojos. Tal vez, esta historia se hubiera podido mejorar desde el guión mismo. Tal vez quitando un poco de acartonamiento a una de sus protagonistas, Simone (Diane Gaidry). Tal vez repensando el final!

El final de la película me parece un tanto abrupto (clímax y punto final, de golpe y porrazo) y me parece, además, un poco puritano (¿es una injusticia social?; ¿es un castigo?). En cualquier caso, durante la peli, la diferencia de edad entre Simone y Annabelle, nunca ha sido cuestionada (y es un tema que también da para reflexionar).
A pesar de estos cabos sueltos, teníamos buenas secundarias y subtramas: los celos de la compañera de clase; el pasado de la protagonista (criada en el colegio católico y con una relación difícil  con su tía: la Hermana Inmaculada)… Todo ellos queda un poco diluido en el conjunto. La historia personal de Simone está bien esbozada, pero no creo que se le llegue a sacar punta. Tampoco a la supuesta represión de la educación católica, más allá de los símbolos y las formas. En fin, se pasa muy de puntillas por los puntos calientes de la historia.
En este sentido, yo prefiero otra película de internados: «Cracks». Tiene  más misterio y fascinación; más desquicie y un mejor casting (qué importantes son los buenos actores en el cine!)

Para cerrar el tema de Loving Annabelle: una pregunta planea por mi mente y me parece que es el lastre del filme. ¿Por qué ser una buena película, cuando puedes ser solo una película LGTB? And this is, Mesdames y Messieurs, la eterna cuestión…

¿Quién teme a Vagina Woolf?

Os voy a contar mis impresiones sobre una peli de temática LGTB que he visto recientemente. Se titula Quién teme a Vagina Woolf  y es una película de 2013, dirigida por la cubanoamericana Anna Margarita Albelo. Narra una historia personal de la autora que contó para el desarrollo del guión con Michael Urban.

Para empezar hay que aclarar que estamos ante un proyecto de bajo presupuesto. De los que florecen al margen de Hollywood (de hecho, es casi metafórico que la protagonista sea una directora de cine que vive en el garaje de una amiga en Los Angeles) . Como os decía, una pequeña peli «indie» de las que nos interesan a una minoría. ¡Bien!

La película cuenta la historia de Anna (interpretada por la propia Albelo), que al cumplir los cuarenta se da cuenta de que tiene que tomar las riendas de su vida. Y es que nuestra protagonista  vive en un garaje, no tiene trabajo (intenta escribir guiones mientras hace actuaciones disfrazada de vagina -sí, como lo leéis), no para de fumar y no tiene pareja.  Así que se marca unos nuevos objetivos claros: rodar una película; perder peso; encontrar novia. Un estilo a lo Bridget Jones: una antiheroína que busca su sitio en el mundo con humor y buen empeño. Un personaje  con quien puedes empatizar. Estamos pues ante una comedia romántica fresca, agradable y muy personal.

Un buen día, en una galería de arte donde Anna realiza algunas performances, esta conoce a  Katia: una chica inteligente, joven y deslumbrante (su interés romántico), que se declara, además, fan suya. Anna, encandilada con la que pasa a considerar su próxima musa, encuentra por fin la motivación para escribir su película. Su plan es darle uno de los papeles protagonistas a Katia con la esperanza de conquistarla (no olvidemos su intención de encontrar novia).

Como os decía, Anna empieza a poner en marcha su vida: primero escribe  sin descanso el guion de su futura película «Quién teme a Vagina Woolf», una historia que homenajea al clásico de Edward Albee y ofrece una versión lésbica cargada de buenas intenciones (nuestra prota tiene sus inquietudes intelectuales). Por cierto que el componente agridulce de la obra original ayudará a que en el rodaje se desaten también los conflictos personales.

Después de escribir la peli, Anna convence a sus  dos mejores amigas, que la apoyan desde el primer momento y se ofrecen a trabajar gratis para ella como actrices. Entre el equipo de gente que ayuda en la película está también Julia (interpretada por Agnes Olech, una chica con la que Anna tiene mucha afinidad, y que observa resignada cómo esta intenta conquistar a Katia -quien, por cierto, no parece hacerle mucho caso-…). Así que tenemos lío asegurado.
Mientras avanza el rodaje, la amistad y el amor se verán puestos a prueba. Y por tanto, las posibilidades de nuestra protagonista de ser feliz.

Además del amor, la historia también trata el tema de la amistad entre mujeres y de la familia. Tiene pinceladas (ligeritas) que tocan la identidad sexual, social y étnica (como os decía nuestra protagonista es hija de un cubano; Sus padres son latinos que viven en Miami y con ellos habla en español, marcando diferencias entre los contextos en que se mueve).

El reparto está bien y las actuaciones son correctas. La protagonista (que, como os decía es también la directora) tiene mucha personalidad, pero le falta un poco de fuerza como actriz. El casting cuenta con una cara conocida, Carrie Preston gran secundaria en True Blood. Destaca entre las actrices Guinevere Turner, que interpreta a Penelope, la mejor amiga de Anna. Carismática y convincente.
La peli es visualmente atractiva. Con un estilo informal, divertido y acorde al punto de vista particular de su protagonista: una creativa que trata de encontrarse a si misma.

Quién teme a Vagina Woolf es sencilla y sin pretensiones, pero también es coherente y bien trabajada. Cuenta una historia y la cuenta bien. Puede decirse que sus mayores virtudes también  suponen sus límite (pues la producción es pequeña y la historia es sencilla. Tampoco da para más. Simplemente, te ayuda a pasar un buen rato).

Lo de la protagonista vestida de vagina es un poco «boutade», porque la película no llega a ser subversiva ni gamberra, ni hacer particulares reflexiones sobre la condición de mujer. De hecho, no profundiza en nada particular. Incluso puede llegar a estar demasiado centrada en las obsesiones de la autora. Aún así, la peli tiene sus puntos a favor. Se agradecen este tipo de películas para nosotras ( y no solo para nosotras), centradas en universos LGTB con un argumento disfrutable.

Yo le pondría un seis y medio.
¿La habéis visto?

Halloween, miedo para todos los públicos

Esta semana tengo claro de lo que quiero escribir: Halloween.

Y es que me gusta esta fiesta. Sí, admito que también tengo mis reparos: es una americanada, y tiene el anzuelo consumista en su interior (basta pasarse por Mercadona, El Corte Inglés o Ikea), pero, aún así, el mes de octubre tiene un aliciente para mí. Y hay una explicación fácil: desde niña me han fascinado las películas y las historias de miedo (sí y me han asustado más de la cuenta).

Pertenezco a esa generación que se quedó traumatizada con aquella TV movie «El misterio de Salem’s Lot», en la que un niño, que ha sido asesinado (en realidad, ha sido vampirizado), se presenta de noche en la habitación donde está su hermano durmiendo y, levitando desde el exterior de la ventana, araña el cristal con un dedito para que este le deje entrar… Uff, cuántas malas noches pasé yo con la tontería.

https://youtube.googleapis.com/v/w1unHCE_Npw&source=uds

Sin embargo, a pesar de las noches en blanco, yo seguía hipnotizada con las películas de terror. Ya fueran alquiladas en esos videoclubs de los noventa («Noche de miedo»; «El terror llama a su puerta», «IT») o cazadas en la tele («Carrie», «El exorcista», «La profecía», «La semilla del Diablo», «El resplandor»). Como fuera, seguía buscándolas. Me metía tan dentro de esas historias que salía de la experiencia completamente agotada, con los músculos en tensión y sin uñas. Desde luego, la infancia es el mejor territorio para pasar miedo. El más puro e inocente y, como el paraíso perdido, no se puede recuperar, solo evocar. Han pasado los años y ya no creo que la muñeca de la cómoda tenga intenciones de asesinarme en cuanto cierre los ojos, pero aún tengo atracción por las películas de terror (y aún soy capaz de asustarme mucho).

Así que, aunque solo sea por el incremento de películas en la tele, o por el montón de información y curiosidades que, con motivo de Halloween, invaden la Red, yo disfruto de esta semana sin reparos.

Será porque pasar miedo de modo controlado es como disfrutar de una tormenta épica al abrigo de tu hogar. Mirando por la ventana cómo se cae el cielo, mientras tú te agarras a tu taza de cacao y le guiñas el ojo a uno de tus gatos que ronronea perezoso en el sofá. ¡Aja! No parece que tenga mucho mérito, pero reconforta.

Así que, para la ocasión es obligado hacer una selección de películas. Yo, desde luego, tengo mis favoritas. La lástima es que se me acaba el catálogo y quedan cada vez menos cartuchos para experimentar la sensación de un miedo inédito.

En todo caso, si tuviera que hacer un kit personalizado estas serían mis tres elegidas este año (selección que puede ser ampliada, pero no es el objeto del post):

«La noche de Halloween» (1978), John Carpenter. Ambientada (como su título indica) en la noche de Halloween, esta peli fue pionera del género y marcó el camino para el florecimiento del  «teensplotation» y los «slashers», películas protagonizadas por adolescentes que, básicamente, son carne de psicópata. Me gusta, en todo caso, por su clasicismo, porque Carpenter es un director que, en los márgenes del cine comercial, ha hecho cosas muy interesantes. También por Jamie Lee Curtis, que está genial en este debut en este papel protagonista, arquetipo de la heroína buena chica, seria y responsable. Me gusta además Michael Myers, ese malo sobrenatural (un psicópata que no es de este mundo), que encarna la maldad gratuita y carente de explicación. Ideal para pasar miedo en la víspera de Todos los Santos.

https://youtube.googleapis.com/v/-Hsy2xOdNvI&source=uds

«Pesadilla en Elm Street» (1984), Wes Craven. Otro clásico. Y otro director que me encanta. Lo de Pesadilla en Elm Street es una aproximación a los miedos más viscerales. ¿Qué hay más terrorífico que poder ser asesinado en una pesadilla? , ¿Cómo evitas quedarte dormido? Imaginemos el horror de verte atrapado en el peor de tus sueños frente a un despiadado y brutal asesino. La película explora los planos del sueño y la vigilia, lo que le permite además beneficiarse del onirismo para recrear escenas escalofriantes y cargadas de sugerencia. Contamos además con ese toque de erotismo tan del género y con un malo, Freddie, que es irónico, mordaz y… cortante.

https://youtube.googleapis.com/v/UDMdTTvoD5A&source=uds

«La noche del cazador» (1955), Charles Laughton. Rompe bastante con las dos anteriores. Una joya del cine americano, filmada en blanco y negro con fotografía expresionista. Una rareza en su día. Muy de autor y única película dirigida por el genial Charles Laughton. Es un cuento de miedo en toda regla. Pocos villanos me han puesto los pelos de punta como este Robert Mitchum con los puños tatuados y tarareando su siniestra cancioncilla.

https://youtube.googleapis.com/v/RULrJCWfJtg&source=uds

Puesto que estas películas (y muchas, muchas otras) ya las he visto, he de rastrear por la red en busca de nuevas candidatas, con el handicap de que me gustan mucho las películas por así decirlo antiguas, y eso es un recurso finito 😀

 En vistas a renovar mi listado ya he fichado una que promete (por varios motivos) y que no he visto:

The Slumber Party Massacre (1982). Esta peli tiene el aliciente de estar escrita por Rita Mae Brown, escritora y activista LGTB! Dicen las reseñas que es divertida y algo paródica del género (cosa que a mí me gusta). Además, las tres películas que componen esta franquicia, están dirigidas por una mujer. 🙂

Una fiesta de pijamas y un psicópata. Buena combinación

Y es que, echo de menos alguna película de miedo y con componente  y protagonismo lésbico.  Y no me vale lo último que he visto: «Lesbian Vampire Killers», y no porque no sea una parodia (un poco al estilo de Un hombre lobo americano en Londres, 1981) agradable y pasable, sino porque el lesbianismo es muy tangencial (y estoy siendo benévola) y no sale en absoluto victorioso. El arquetipo de vampira lesbiana es uno de los más trillados del género de los colmillos, bien sea explotando la sexualidad (frígidas o ninfómanas) o, bien como vampiras de la inocencia de jóvenes… heterosexuales. No obstante, buceando un poquito en Internet, he encontrado 15 sugerentes películas de terror con componente lésbico.

En todo caso, además de las películas, me gusta la iconografía propia de Halloween: fantasmas, zombis, esqueletos, murciélagos… Todo ello apela a un mundo de fantasía lleno de sugerencia. Precisamente porque permite dejar por unos instantes lo cotidiano a un lado. Y además nos anima a acercarnos a la idea de la muerte y del más allá, tal vez el terreno más misterioso que exista.

Hablando de símbolos de Halloween, me he informado sobre lo de las calabazas (siempre he pensado que era un tema de superproducción de vegetales de temporada o algo así), pero no exactamente. De lo que sí había excedente en su día era de manzanas, por eso se ofrecen manzanas de caramelo en esta fiesta. En todo caso, quien tenga curiosidad con el asunto de la calabaza aquí tiene la explicación.

En cuanto a la cocina y la decoración, ese es otro filón de infinitas posibilidades. No deja de sorprenderme la imaginación y el buen hacer de la gente, con todas las creaciones gastronómicas ad hocpara estos días. Yo no soy nada buena cocinera, aunque  siempre podría usar mi torpeza para intentar improvisar algunos horrores culinarios. Os admito que este año tengo claro mi antojo.

 

Salchimomias listas para el sacrificio

Por ir cerrando este repaso, confieso que los disfraces, otro elemento distintivo de la fiesta, no son lo mío, aunque les veo su gracia. En todo caso, aún no he aprovechado lo oportuno de vivir con un gato negro (Mich) y uno pardo (Conguito). Cada año, me propongo ambientar la noche de Halloween con su participación. Me tira mucho eso de un felino draculero (Catcula)… aunque sospecho que mis dignos compañeros no están por la labor de cumplir mis fantasías.

 

Una buena noche de Halloween necesita su gato negro

 

En todo caso, al final, y como siempre que hay una celebración, la felicidad es compartir el momento con la mejor compañía. Y eso el próximo viernes, junto a la peli, los dulces y las leds con forma de calabaza, lo tengo garantizado.

 

Lazos ardientes, una película para celebrar

Con este post quiero rendir un homenaje a la película Lazos ardientes (Bound; 1996).

El pasado 31 de agosto se cumplieron 18 años de su estreno, buena ocasión para recordarla.

Lazos Ardientes es la primera película de los hermanos Wachowski (que han dejado huella en la historia del cine por la archiconocida Matrix). A mediados de los noventa eran dos novatos interesados por los cómics y las películas de terror y habían escrito el guión de Asesinos (1995), que fue dirigida por Richard Donner.
Faltaba aún una década para que Larry Wachowski pasara a ser Lana Wachowski. Ignoro si en aquellos tiempos ya existía una sensibilidad de esta parte del tándem de los directores por los personajes LGTB. No es cuestión de hacer cábalas sin fundamento. Quedémonos con el hecho y ya está.

Volviendo a la película, Billy Wilder fue el gran inspirador de los Wachowski para este proyecto. Querían hacer una película de cine negro al estilo del maestro (pienso en Perdición, Días sin huella, incluso en El crepúsculo de los dioses). Casi nada 😉

Una peli a lo Billy Wilder, ese era el reto

No era algo nuevo eso de revisitar el cine negro. Sin ir más lejos, en 1994 había aparecido Pulp Fiction y La última seducción.  Lazos ardientes encaja como aquellas en la etiqueta «neo-noir». Entre otras cosas «neo» porque nos sirve una historia femenina en un género que no se caracteriza por ceder el protagonismo a las féminas. Y, entre otras, porque introduce una pareja de lesbianas como eje del argumento. 

La película trata de la alianza de dos mujeres que se acaban de conocer (la sensual Violet, novia-florero de un mafioso y Corky, ex presidiaria que trabaja de fontanera), para engañar a un grupo de poderosos mafiosos (para los que trabaja César, el novio de Violet) y robarles un botín de dos millones de dólares.
Todo ello servido con sus imprescindibles dosis de violencia y sexo. Atrevido, ¿no?

Jennifer Tilly y Geena Gershon son pura química.



Me gusta mucho esta película por varias razones (ojo, lo siguiente contiene spoilers).
Voy a dejar al margen su ingenioso guión, su brillante puesta en escena (low cost) y sus atrevidos planos (¿qué hay de ese recorrido a través del cable telefónico?). En esta ocasión, celebro el aniversario de Lazos ardientes por otros motivos:

  • Por se una película con una trama lésbica perfectamente encajada en la historia. De hecho, no es una película para el público LGTB, sino para el gran público. Una prueba de que podemos encontrar historias que nos representen e interesen a una audiencia amplia. Algunos pueden opinar que no hay una problemática lésbica expuesta en la película y que podría tratar de una pareja hétero y la historia sería la misma. Yo creo que, si esta peli la protagonizara una pareja hétero, perdería todo el carácter subversivo que pueda tener (y he leído sobre las dificultades por ejemplo para encontrar actrices que quisieran hacer el papel o el rechazo de productores a la relación sexual entre las dos protagonistas). Y a mí no me interesaría ni la cuarta parte. Además, considero que la normalidad es siempre un excelente camino.
  • Porque acaba bien (creedme, esta es una poderosa razón para mí). Cerca estuvimos de que acabara bien Thelma y Louise (1991), pero escapar pasaba por despeñarse por un barranco. No voy a repasar aquí cuántas películas LGTB tienen un final dramático (tal vez en otro post). Simplemente, me produce gran placer que las chicas se salgan con la suya 😀
  • Porque tiene lecturas feministas. Como iba diciendo antes, en esta peli triunfan las mujeres, cosa que no hay que dar por sentada y menos en un mundo tan opresor y machista como es el de la mafia. Y es que, en estas películas con argumento mafioso, las mujeres prácticamente siempre (agradeceré ejemplos que no sean así) son utilizadas como personajes secundarios, a menudo mujeres explotadas por su belleza. Aquí tenemos una alternativa. Me dio un gustazo parecido la película Byzantium, la última de Neil Jordan. En ella son dos mujeres (madre/hija) vampiras las que tienen que pelear por sobrevivir en una hermandad (tipo mafia) de vampiros. Recomendable también.
  • Porque juega con los estereotipos. Violet una mujer ultra femenina, de voz muy fina y novia de un gángster (la típica mujer florero) es en realidad una astuta mujer lesbiana. ¡Toma expectativas! Lazos ardientes escenifica en pantalla (y sin pretensiones) los roles Butch/femme. Yo no le pido peras al olmo, pero agradezco que un par de recién llegados como los Wachowski se empeñaran en conservar a sus protagonistas y su idea de película hasta el final.

Lazos ardientes es una película de las que me alegro que existan. Un buen ejemplo de cómo naturalizar una relación lesbiana y ofrecernos un entretenidísimo thriller noir. Así que celebremos su aniversario con un brindis (por Corky y Violet).



Blue Jasmine: no habrá paz para los codiciosos

No tengo información sobre el proceso creativo  de Woody Allen en Blue Jasmine. Le preguntaría mil cosas si tuviera la ocasión. Cómo surgió la historia, qué quería contar, cómo la fue desarrollando. De momento, tengo que quedarme con lo que la historia acabada me transmite: una enorme película.

Tampoco sé si Woody Allen creó esta historia con una actriz en mente, pero parece impensable imaginar ahora una Blue Jasmine que no sea Cate Blanchett. Inmenso es el trabajo de la actriz en este film. Un regalo para ambos. Un momento perfecto en el que se encuentran dos talentos.

Cate Blanchett ante uno de los papales de su carrera


Muchos son los que piensan que W. Allen nos ofrece en su filmografía una de cal y otra de arena. Y no es raro en alguien tan prolífico (me atrevería a decir que es lo normal, lo humano). Sea como sea, ahora nos ha tocado la buena, por así decirlo. Y hay que felicitarse por ello.

¿Por qué Blue Jasmine me interesa? Al margen de ofrecernos otra magnífica película de interiores (interiores humanos), consigue reflejar una época que a todos nos ha trastocado de algún modo (la crisis financiera). Una crisis económica y también de valores, que nos  pone a prueba a todos. Pero Woody Allen no escribe un panfleto moralista, sino que arropa su mensaje en torno a un personaje fascinante. Y a partir de él nos pone a todos en el punto de mira. Una genial idea.

Alerta: a partir de aquí spolilers

Jasmine es el eje central de toda la historia. El corazón de la metáfora. Una Jasmine que viaja desde Nueva York a San Francisco para instalarse en la casa de su hermana durante una temporada. Buen punto de partida. Una mujer elegante y distinguida que va a visitar a su hermana. Parece algo normal. Pero enseguida la escena chirría. Porque el personaje de Jasmine es como el de un edificio en ruinas con una hermosa fachada. Nada más aparecer vemos las muestras de desequilibrio o desquicio de Jasmine (su gusto por la bebida, su mirada,o esos tics faciales). Pero eso no es todo, Jasmine aterriza en casa de su hermana Ginger, una mujer vulgar y de clase baja que trabaja en un súper, mastica chicle, tiene un novio mecánico y dos hijos gordos y cargantes. Un choque total. Enseguida se nos formula la pregunta: ¿podrá Jasmine desenvolverse en este ambiente?

Hay alguien que no encaja en la foto


Sin embargo, W. Allen no se contenta con ofrecer una comedia con el argumento de «Pez fuera del agua». No. Él va a ser más corrosivo. Más devastador. Nos va a explicar la historia de Jasmine.

La relación con su hermana va a quedar expuesta desde el primer momento. Dos hermanas adoptivas (dato importante) que han corrido suerte dispar. Jasmine se casó con el rico. Ginger ha ido tirando. Además en la ecuación también está el cuñado de Jasmine, el novio de Ginger, que nos brindará ocasión de rastrear un guiño  a Un tranvía llamado deseo.

Pero, volviendo a nuestra historia, Jasmine no tiene ni un centavo. ¿Cómo ha llegado una mujer como ella a quedarse arruinada y sin un sitio en el que caerse muerta?
Una de las genialidades del guion es el modo en que se nos ofrece la información. Woody Allen escoge ofrecernos flashbacks cortos y sencillos que van a ir dando cuenta del personaje y que nos van a dar la clave para entender su situación actual.  Pequeñas cuentas que se van engarzando. Así, pronto vemos cómo la relación con su marido -Alec Baldwin en una especie de trasunto de Bernard Madoff- está marcada por el engaño y la ceguera de Jasmine. En efecto, una de las grandes preguntas que surgen es: ¿somos inocentes si miramos a otro lado, si no queremos ver? El engaño de Hal (el marido) no solo se compone de un buen puñado de infidelidades, sino que incluye operaciones financieras a nombre de Jasmine.  Pero claro, Jasmine no entiende de eso. Se limita a ponerse las pulseras de diamantes en la muñeca. Pronto descubrimos que entre las hazañas de Hal se encuentra el invertir, por sugerencia de Jasmine, el patrimonio de Ginger y su marido de entonces (que habían ganado la lotería) y dejarlos sin blanca. De nuevo, ¿quién es culpable? ¿el que nos estafa?, ¿el que nos convence para invertir? , ¿o nosotros por nuestra avaricia y nuestra pasividad? Cada cual que decida.

Y junto a Jasmine el retrato de un estafador.


Sin embargo, más importante es la manera en que cada personaje responde a la pérdida. Así, Jasmine intenta a toda costa volver a subirse al tío vivo. Con su marido muerto (se ahorcó en la cárcel), intenta encontrar a otro hombre a su altura para volver a empezar.
Todo personaje, aunque cometa errores, tiene derecho a la redención. Es justo. Así lo sentimos, porque Jasmine nos cae bien (nos da lástima de algún modo), a pesar de su superficialidad y sus desdenes. Woody nos sirve entonces un camino de redención, una vía de escape para Jasmine. Nos encuentra un guapo y anodino diplomático con dinero y que es perfecto para ella. Poco importa que ella le oculte quién es en realidad (la viuda arruinada de un estafador a gran escala). Pecata minuta. Jasmine merece ser feliz. Hay una oportunidad para todos. Y sin embargo, Woody Allen nos espera. Nos aguarda desde arriba con un enorme pedrusco para lanzárnoslo a la cabeza en cuanto pasemos. Así, cuando Jasmine va a entrar con su prometido en una joyería para elegir un diamante que certifique su unión, nos encontramos con el ex marido arruinado de Ginger, que está a punto de emigrar a Alaska como peón. Y es él quien desenmascara a Jasmine ante el estupefacto prometido que cancela el compromiso. Una fatal casualidad ese encuentro en la puerta de la joyería. Pero es que Woody Allen ya nos enseñó en Match Point que la suerte influye en nuestro destino.

Y si nos parece excesivo castigo nos enteramos que Jasmine en realidad denunció a su marido al FBI por despecho (él la iba a abandonar por una jovencita francesa). Cúlmen dramático, golpe de efecto total. Jasmine se lleva a sí misma a la destrucción por un rencor acumulado.

Entre tanto, los personajes que sí saben reaccionar se salvan de la quema. Ginger que, tras coquetear en un idilio con un hombre que cree (siguiendo los consejos de su hermana) mejor para ella y llevarse un desengaño, asume que su novio mecánico puede ser una buena opción. Ginger sí sabe conformarse. Y sí sabe ser feliz aun en las circunstancias que le ha tocado vivir. Absuelta. También así sucede con el hijo (no biológico) de Jasmine, que abandona Harward y se reinventa en una modesta tienda de música. Absuelto.

Y eso nos lleva a Jasmine. Jasmine es castigada (con un gran sentido de la tragedia). Acaba abandonada, desquiciada, con el pelo mojado y la chaqueta de Chanel que se ha salvado de su gran naufragio como símbolo de su caída. Allí se queda, hablando sola en la calle, perdida. Condenada.