ESTO ES LO QUE PIENSO

Una parte de las dificultades de escribir tiene que ver con la técnica, con lo que se llama oficio. Y esa parte -que es muy importante- hay que dominarla a base de práctica constante. Esto por lo general no es doloroso (o solo tanto como ir al gimnasio). Consiste en una acumulación de pequeñas pruebas de creciente dificultad que hay que pasar. Además, del mismo modo que el ejercicio físico, los avances van siendo evidentes lo que produce satisfacción y alimenta las ganas de más. Esto es bonito.

Pero no era eso de lo que quería escribir hoy.

Hay otro aspecto difícil que vamos a tener que afrontar tarde o temprano. Y ese es mucho más transversal, permea nuestra vida y para prevenir sus efectos hacen falta otras herramientas. Me refiero a los miedos, inseguridades, complejos y falta de confianza que emergen cuando uno se abre al mundo y escribe. Y los efectos de estas sensaciones tan incómodas son evidentes: ocultarse, sabotearse, procrastinar, silenciarse o refugiarse en una versión empequeñecida de una misma. Esa que puede encajar, que no causa problemas. Esa que nunca dice lo que piensa de verdad. Esa que puede sobrevivir a la crítica porque no ha dicho ni escrito nada que se pueda criticar.

Seguramente haya escritor@s que no sufran esto con tanta fuerza (de hecho, el narcisismo es un buen aliado del escritor), pero creo que es un poco inevitable. Viene con el lote y es bueno saberlo. Generalmente aparece cuando estás avanzando en la buena dirección. Al ser este más un aspecto relacionado con la personalidad o las experiencias propias, el enemigo adquiere diferentes fisonomías. Nos enfrentamos a un monstruo de varias cabezas y a cada uno de nosotros se nos aparece y nos acecha con un siniestro y distintivo rostro.

Para mí por ejemplo, está el monstruo de la exposición, que a veces actúa sobre mí en forma de nube maligna parlante. Incluso aunque escriba ficción, el escritor o escritora siempre tienen que dar algo de sí mismo y mostrarlo. Y precisamente esa capacidad de exponerse y dar algo valioso o difícil está en relación directa con la profundidad o resonancia de la historia. Porque son esos detalles difíciles, esas emociones descubiertas, las vulnerabilidades del ser humano, con su vergüenza, sus contradicciones, sus aspiraciones no confesadas, su anhelo de amor o su miedo lo que hacen que un escrito tenga poder y una ficción, alcance.

Yo ni siquiera tengo que estar mostrando eso que llamaríamos episodios vergonzosos o íntimos para sentirme tremendamente vulnerable. Poco importa lo que haya escrito. Da igual que me refugie en las almas de mis personajes. Me va a pasar en cuanto publique este post. Aparece el monstruo. Es como si -al hacerlo público- del texto recién escrito o publicado emanara una vibración que queda resonando en el aire y gritando: «mira las estupideces que escribe esta mujer». Y yo estoy ahí esperando a que esa nube maligna y parlante -mezcla de mensaje negativo lanzado a los cuatro vientos y sensación física- se acalle y se disuelva y de nuevo el aire se vuelva respirable, limpio. El objetivo es superar el ataque de vergüenza. Y seguir viva.

Claro, en mi caso, la angustia ante el monstruo de la exposición produce efectos que en principio tratan de contrarrestarlo (pero que también lo refuerzan) y que podría resumir en exceso de perfeccionismo y una tendencia a la invisibilidad. La escritora que no quiere ser leída (¿Cómo???????)

Claro que quiere ser leída, la criatura. Claro que quiero ser leída (nótese la tercera persona como recurso para esconderse). Lo que no quiero es sentir la nube maligna. Lo que no quiero es exponerme a la muerte por vergüenza.

Pero ya sabemos cómo funciona esto, ¿no? Cuanto más temes a la nube maligna, más fuerza adquiere, cuánto más la combates, peor. Si tratas de ignorarla, persiste (porque solo es y tu intento de combatirla de manera pasiva). Y si cometes la estupidez de planear tu vida en función del parte meteorológico acabas por perderte todas las fiestas.

No es que tenga yo la receta mágica antimonstruos. A veces basta con encender la luz o confiar en que -por malvada que sea- toda nube viene y va y fracasa siempre ante la evidencia de un cielo azul que nunca puede ser negado.
Sí sé muy bien que lo que no funciona es conformarse con esa versión pobre de ti misma (de mí misma) temerosa de expresarse o limitar tu rango de experiencias para sentirte segura. Así que respira (respiro) y solo empieza (empiezo) por esta frase: ˝Esto es lo yo que pienso». Y sigue (sigo). No te vas a morir.