Miss Lonelyhearts

Nueva York, 1930. Imagina a un hombre blanco, culto, 26 años… Todo un WASP.

Ese hombre entra a trabajar en un periódico y le asignan la columna de Miss Lonelyhearts (Srta. Corazones solitarios). Su trabajo consiste en contestar a las cartas que las lectoras (mayoría de mujeres) envían a Miss Lonelyhearts en busca de consejo. Al principio, todo es como una broma: corazones rotos, suspiros y esas tonterías. Pero esas cartas, día tras día, van pesando porque también muestran dolor. Son cartas sobre asuntos cotidianos, quizá no excepcionales y por eso mismo, son terroríficas. En ellas hay violencia doméstica, mujeres explotadas y desesperadas, abusos sexuales… hombres y mujeres llevando vidas desgraciadas. Miseria cotidiana pero también algún toque grotesco (el marido loco que se esconde bajo la cama esperando el momento de aterrorizar a su mujer; una adolescente sin nariz que anhela tener novio…).

Ante todo este dolor, Miss Lonelyhearts ha de ofrecer consuelo, esperanza. Una respuesta. Pero, ¿cuál es la respuesta?

Miss Lonelyhearts cree en Cristo como respuesta. Shrike, el editor jefe del periódico, un contrapunto irónico, para quien todo es una broma, habla de Cristo como el Miss Lonelyhearts de Miss Lonelyhearts. Pero Cristo calla y nuestro hombre ya no puede contestar las cartas. Se siente profundamente afectado por el sufrimiento que hay en ellas.

En su solitaria habitación, ante un crucifijo, Miss Lonelyhearts lee Los hermanos Karamazov (Dostoyewski no es casual aquí, claro). Su existencia es tan solitaria como vacía. Busca sentido bebiendo en licoreras clandestinas (la Ley Seca estuvo vigente hasta diciembre de 1933), en el sexo (que, o se le niega o no mitiga su frío), en el arte… Miss Lonelyhearts no es un santo. Hay violencia y crueldad en él (borracho, con sus amigos, sacrifica a un cordero vivo; maltrata a un anciano…).

Ante ese vacío que siente, podría casarse con Betty, una buena chica, y tal vez salvarse. Ella cree que la respuesta a su angustia es salir de la ciudad (y alejarse de lo mecánico, lo superficial), pero eso… tampoco funciona y Miss Lonelyhearts está cada vez más enfermo y desconectado de la realidad.

Tal vez la respuesta podría estar en el orden, en los patrones previsibles y en la perfección, o en la confianza que dan los números, pero… oh!, vaya, la vida tiende a la entropía a pesar de los esfuerzos de hombres y mujeres.

¿Qué tal la broma como defensa? Acaba siendo una mascarada que tampoco basta.

Y es que Miss Lonelyhearts es como un sacerdote del siglo XX, pero uno que no es capaz de dar consuelo.

El desenlace de la historia es trágico y absurdo (como si en el fondo la vida fuera una mala broma, sí). Recuerda al fatalismo que hay en El Gran Gatsby (1925). En ambos encontramos personajes sirviéndose highballs y tratando de encontrar un sentido a la existencia humana. Al fin y al cabo, Nathanael West, el autor de esta novela, también fue integrante de la Generación Perdida.

Es triste este pequeño libro. Al igual que El día de la langosta (considerada la obra maestra de West), Miss Lonelyhearts (1933) nos trae la amargura tras los felices veinte y el crack del 29, con el consiguiente vacío moral de la época. La Gran Depresión y… la Gran Decepcion. ¿Dónde está el sueño americano? O, sin ser tan abstractos, ¿qué hace una mujer cuando se acaban las promesas de la luna de miel y comprende que su vida va a ser cristiana, respetable y… desesperada?

Aunque intuimos que la fiesta no será eterna, en El Gran Gatsby encontramos quizá el alivio que da la mirada ponderada del narrador, testigo de la historia de Gatsby y que ofrece al lector un lugar donde posicionarse más cómodamente. Aquí estamos demasiado cerca de Miss Lonelheaerts y su dolor y queda poco consuelo.

Nathanael West (1903- 1940) fue íntimo amigo de Francis Scott Fitgerald. Murió en California, en un accidente de coche junto a su pareja, Eileen McKenny. Un día antes, Fitgerald había muerto de un ataque al corazón.

Dorotyhy Parker dijo una vez de él: «Salvajemente divertido, desesperadamente triste, brutal y amable, furioso y paciente, no hubo otro como Nathanael West».

**foto de Asheville Citizen-Times**

Autor: Marta Catala

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2 opiniones en “Miss Lonelyhearts”

  1. La época después de la crisis del 29 es fascinante intelectualmente, en realidad desde 1914 a 1945 todos los grandes poetas, escritores, filósofos e intelectuales parece que se pusieron de acuerdo, mientras el mundo decidía intentar el suicidio colectivo. Pero Francis Scott Fitgerald (autor que lo capta muy bien en el Crack-Up y los que le rodearon, fueron un caso interesante de magnífica literatura que deseaba seguir hablando de una época que se les escapaba de entre las manos. Son escritores que deberían ser releídos en este tiempo. Sobre todo cuando se apague la música otra vez.

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