Escribir todos los días

“Tengo que empezar a escribir para tener ideas”. Lo dijo Françoise Sagan y no puedo estar más de acuerdo. Muchas veces me he visto respondiendo eso -o algo parecido- cuando me preguntan “¿qué ideas tienes?, ¿qué se te ocurre?”. No es ganas de hacerme la misteriosa, lo juro, es la pura verdad. Hasta que no empiezo a escribir no lo sé. Puedo tener una idea o una sensación, pero necesito escribir para que empiece a desarrollarse. El acto mismo de ponerse a ello, arranca el mecanismo. La acción conlleva magia, gracia, poder, que decía Goethe.

Al fin y al cabo, escribir es una cuestión de práctica. Realmente es tan sencillo como eso. Y tan difícil. Decía Dorothy Parker -y es otra de las citas que empleo mucho-: “No me gusta escribir. Me gusta haber escrito”. ¿Se podría decir mejor?

Así pues, para llegar a haber escrito, lo primero es proponerse escribir. Todos los días. No hace falta estar escribiendo una novela, para considerarse escritor. Basta con adoptar el hábito de escribir diariamente.
¿Qué puedes escribir? un sueño, una frase que has oído por la calle y ha resonado en ti, una idea fugaz. Lo que has cenado… Puedes describir a alguien, o contar algo que te haya sucedido. Un pensamiento basta, un deseo, una lista de palabras. Las ideas para un poema, una canción. Cualquier cosa. Eso es escribir. Y es algo que tienes que hacer desde ya. No, no puede esperar.

No es de extrañar que algunos escritores sean tan fetichistas con el material de escritura. Plumas estilográficas, bolis de colores, cuadernos moleskine, aplicaciones para el ordenador… en el fondo, todo son pretextos para llegar a lo mismo: hacer especial el momento de escribir. Especial y deseable, así que corre, cómprate un cuaderno bonito si hace falta, un bolígrafo molón, lo que quieras, pero dedícalo a tu escritura diaria. Nadie se va a enterar. Esto es solo para ti. Realmente comprobarás que, escribiendo, empiezan a surgir ideas que de otro modo quedarían ocultas. Repite la frase anterior en voz alta, que es importante. Te prometo que escribir es una viaje lleno de revelaciones. Y aún no puedes ni imaginar nada de lo que eres capaz de escribir porque una de las características más seductoras de la creatividad es que sorprende al propio autor/a.

Voy a volver a mencionar por aquí a Julia Cameron y El camino del artista. Es un libro para despertar la creatividad, y en ese sentido, me gusta mucho. Ella propone dos herramientas como base de su sistema: las páginas de la mañana y la cita con el artista. Las páginas de la mañana consisten en escribir cada día tres páginas. Sin pensar, sin hacer un esfuerzo, simplemente una palabra tras otra de desvaríos matutinos. No tienes que escribir una historia, ni nada con sentido, solo sacar lo que pase por tu cabeza, sea lo que sea. No hay que leerlo después (ni en broma!), al día siguiente, repites. Y así, día tras día, se va poniendo algo en movimiento. Es un trabajo personal, meditativo, pero te recomiendo que pruebes. Como mínimo, te darás cuenta de lo repetitivos que son tus pensamientos.

La cita con el artista es una manera de alimentar la inspiración. Se trata de tomar un tiempo para ti, única y exclusivamente. Es decir que tú te llevas a ti misma a hacer lo que más te guste. Exposiciones, películas, teatro, deportes… lo que te motive. Quizá te parezca un lujo, pero encontrar esos momentos (y respetarlos) es algo fundamental para alimentar el fuego de lo que te apasiona.

Escribir, a fin de cuentas, es abrir los sentidos al mundo (exterior e interior). El escritor/a es como una esponja, está siempre trabajando. Siempre de guardia. Esta sensibilidad se trabaja diariamente. Es una actitud. Por eso es importante trabajar con tu cuaderno. Y por eso es fundamental mirar, escuchar, oler, desarrollar los sentidos.

Dicen que el neorrealismo italiano acabó cuando los directores dejaron de ir en metro. O lo que es lo mismo, cuando dejaron de mirar y escuchar. Pues claro que sí, porque la gente de verdad, con sus problemas y las historias que hay detrás de ellos, está ahí fuera. La torre de marfil está bien para trabajar, pero antes de eso, hay que entregarse al mundo y mezclarse con él.

Algunos se conocen de sobra como escritores, pero otros tienen que empezar a conocerse aún. La voz del escritor es como la huella dactilar y no es lo mismo que el estilo (que se trabaja). La voz se suele parecer a la manera en que hablas. La irás descubriendo. Si practicas, claro.

Mencionaba antes la importancia de los sentidos. Tendemos a dar primacía a la vista, pero en la vida oímos, olemos, degustamos, tocamos y todo enriquece nuestra escritura. La lleva a otro nivel. Nos hace “ver, oír, oler, sentir esa textura”. Y si nosotros la vemos, es probable que el lector también.

Pon tus sentidos en marcha, sal a pasear, a tomar algo…. Idealmente en un bar o café, o durante el paseo. En el súper o en la playa. Donde sea. Escribe un texto sobre eso. Puedes describir a un personaje, seguir una conversación, contar lo que te sugiere un olor…, a quién se parece ese extraño que ves. No vayas con ideas preconcebidas, ábrete y a ver qué sale.

Esto te dará una buena pista sobre si eres:

  1. Visual: necesitas apagar la radio en el coche para no distraerte de lo que miras. Eres muy observador y te vienen muchas imágenes a la mente.
  2. Auditivo: expresas pensamientos en voz alta, eres comunicativ@, y tienes dotes de expresión. Recuerdas muy bien las conversaciones.
  3. Kinestésico: eres muy emocional y recuerdas sensaciones. Tienes un gusto especial por lo manual, el tacto, el olfato, el gusto. Buscas contacto físico, la cercanía.

Generalmente, somos una mezcla, un poquito esto y un tanto de aquello, pero tenemos preferencias a la hora de procesar la información. Conocerlas te ayudará con tu escritura. También te puede estimular para desarrollar las partes que más te cuestan. Todo ello irá tomando forma palabra a palabra, así que -oh, sí, que pesada- ten a mano el cuaderno y el boli. Escribe.

Photo by Suzy Hazelwood from Pexels

Autor: Marta Catala

escribo, leo, comparto...

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