El otro día soñé que alguien me revelaba que este mundo era el infierno, solo que no lo sabíamos. No que era una especie de infierno, no, no. Era el infierno, literalmente. Así que el temido averno no era un lugar fantástico (o imaginado), lejano y subterráneo. No, era nuestro mundo, una especie de lugar/dimensión al que cada uno habíamos ido a parar por méritos propios y que tenía apariencia de realidad (y que además contenía la idea de Infierno y Paraíso como algo distante). ¡¡¡¡Y no teníamos ni idea!!!
Pensé que, aunque yo me considero una buena ciudadana, seguramente habría hecho algo muuuuuy malo en otra vida si a la postre era una de las habitantes del mundo-infierno. Y lo peor, lo que más me chocaba, era no haber sospechado nada de todo eso.
Cuando me desperté me dije que este era un sueño muy estilo Philip K. Dick. Y llevo unos días preguntándome qué pensaría él de todo lo que estamos viviendo en estos tiempos en general y de este sueño en particular.
Alguien sensato me diría que el sueño refleja la tensión de nuestro momento actual (que yo vivo como un infierno). En cambio, él podría haber dicho (y argumentado) que el Espíritu Santo me había mandado un mensaje y que el tiempo, una de sus grandes obsesiones, se despliega de modo diferente al que pensamos. Y que la realidad no es lo que parece. Y a veces hay fisuras que nos dejan entrever esto, en sueños, por ejemplo.
Tengo mucho respeto por la obra y figura de P. K. Dick. Siempre me ha parecido una mente asombrosa y jamás lo ridiculizaré ni lo llamaré loco. Porque, aunque a veces es complicado aceptar algunas de sus teorías, él hacía filosofía (ingenua para el filósofo) pero muy profunda para el escritor medio. No necesitaba Internet, tenía la enciclopedia británica. Y una gran curiosidad. Si fuera amigo mío hablaríamos horas y horas sin parar y seguramente los dos seríamos tachados de paranoicos. A eso no le veo ningún problema.
Por ejemplo, PKD pensaba que tal vez había tantas realidades como subjetividades, así que quizá un esquizofrénico solo era alguien que vivía en otra realidad distinta a la nuestra. La falta de comunicación entre esa realidad suya y la nuestra (la incapacidad de explicarnos su realidad y por tanto la imposibilidad de entendernos), eso sería la enfermedad.
Han pasado casi 40 años desde que murió y el mundo cada vez se parece más a lo que él prefiguró en su obra de ficción. Es por eso por lo que cualquier adaptación, revisión y lectura de sus obras sigue teniendo tanto atractivo. Sueñan los androides con ovejas eléctricas, El hombre del castillo, Ubik…. Podemos rastrear la influencia que ha tenido en nuestra cultura y que va aumentando más y más con el tiempo. No habría Matrix sin Philip K. Dick. Y cuántas cosas no habría sin Matrix.
Una vez, en una conferencia en Francia, en 1977, dejó al personal a cuadros cuando dijo que él creía que vivimos en un mundo simulado por ordenador. A día de hoy, tal afirmación podría seguir pareciendo una locura, pero… menos que hace cuatro décadas.
¿Qué pensaría de Internet, de las pantallas, de la interacción virtual… en la que el ser humano se convierte casi en un signo, un avatar, una presencia diferida (que va perdiendo autenticidad)?, ¿qué pensaría de relacionarnos con interfaces, con algoritmos, con ceros y unos? Proyecciones a tope, relaciones entre etiquetas, no entre humanos. Todo eso ya está en su obra y también los recuerdos implantados, los hologramas, los lásers mortíferos, la inteligencia artificial y los hombres (y androides) que ignoran su naturaleza.
He dicho que PKD era un filósofo. Dos de las grandes preguntas de su obra son: ¿qué es la realidad? y ¿qué constituye al ser humano auténtico (qué es el hombre)? Por eso su obra resuena.
Una vez una estudiante le pidió una definición de la realidad en pocas palabras y él dijo: “La realidad es eso que, cuando dejas de creer en ella, no desaparece”.
Así que en él está siempre la idea y la contradicción entre un mundo cambiante, ilusorio y falso y una realidad por debajo de este mundo, inmutable y por tanto, real.
La verdadera realidad estaría debajo de la aparente realidad. Un concepto muy hinduísta, ¿no?
Por eso, para él, los mundos que se desmoronaban eran una oportunidad y el caos una brecha hacia el vislumbre de la realidad auténtica. Sus personajes afrontan las dificultades de vivir en un universo que se desmorona. En el desmoronamiento no acaba todo, sino que empieza la historia. Cuando todo se resquebraja, cuando caen los decorados, cuando las caretas del poder quedan al descubierto, ahí empieza individuo a tener una opción de ser un auténtico ser humano.
Philip K. Dick vivía muy cerca de Disneylandia y le maravillaba la idea de lo falso, tan evidente en los parques temáticos. Le preocupaba el control de las personas por el poder, la construcción de un mundo ficticio que pretende modelar nuestro pensamiento y nuestras percepciones. “Si ven el mundo como tú pensarán como tú”.
No es inocente lo de Disneylandia. Otra de sus ideas recurrentes es la de la falsificación, no solo de la realidad sino del propio ser humano. Si las noticias son falsas, la realidades son falsas. Y esas falsas realidades se venden a los humanos convirtiéndolos en falsificaciones de sí mismos.
Vamos, que habría flipado en esta época de Fake News y mundos que se desmoronan. En la visión de PKD, la realidad está en cuestión, pero también la identidad del hombre. No sabe quién es en realidad, se ha dejado hipnotizar por la ilusión. Y de repente, el orden se altera. Algo se mueve. No cuadra. Umheilich.
Para él, el hombre heroico no lleva a cabo grandes acciones ni acumula notoriedad, ni pasa a la historia para que le pongan su nombre a un estadio. En sus propias palabras, su mayor valor reside en “saber lo que no debe hacer, en decir “no” al tirano y con calma asumir las consecuencias de su resistencia”.
Un antihéroe. El que se resiste con una silenciosa negativa (muy gandhiano también).
En este último mes a veces me visualizo como en una encrucijada: a la derecha, distopia, a la izquierda, utopía. Ya no es solo saber qué camino tomar, ¿creer en el Apocalipsis o en un futuro mejor?, ¿en el cielo o en el infierno? Pero si ambas opciones pertenecieran a una realidad aparente, ¿entonces qué? No imporataría tanto el camino como quien lo emprende. Ser auténticamente humano (no una falsificación de sí mismo) sería vital entonces.
Creo que cuando alguien me vuelva a preguntar que porqué me gusta tanto Philip K. Dick le pasaré el link de este post. Has descrito a la perfección lo que la obra de este escritor significa para mí. Me ha gustado sobre todo esta frase: “Porque, aunque a veces es complicado aceptar algunas de sus teorías, él hacía filosofía (ingenua para el filósofo) pero muy profunda para el escritor medio”.
Tu sueño y algunas de las teorías sobre la realidad que expones en este libro me han hecho recordar un libro que leí hace ya un tiempo: “El Tercer Testamento” de Christopher Galt. No conozco tus gustos literarios, pero por este post intuyo que puede gustarte.
Me quedo por aquí.
¡Saludos!
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Chari, muchas gracias por tu comentario. Es que con PKD (o eso siento yo) te da la sensación de estar intuyendo algo más allá… y con el tiempo se hace más evidente.
No conozco a C. Galt pero me produce mucha curiosidad y te agradezco mucho la sugerencia.
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