Cuando era niña tenía una imagen bastante estereotipada del bloqueo del escritor, porque -es un hecho- este asunto del bloqueo siempre ha estado presente en el imaginario colectivo en forma de cliché. Pues bien, si pensaba en eso que llamamos «bloqueo del escritor», lo que me venía a la mente era un hombre (¡sí, un hombre, aquí nadie hablaba aún de mujeres!), enfrentado a una máquina de escribir, fumando un cigarro tras otro, estirándose de los pelos, incapaz de continuar una frase, atascado en medio de una linea. Hay que precisar que no imaginaba a este pobre sufridor empantanado en un argumento o «peleando» con un personaje, sino inmóvil en pleno acto de escribir, precisamente como si se hubiera quedado paralizado. Y ahí permanecía el pobre hasta que llegara el remedio (si llegaba… Si no, siempre quedaba el whisky…). Además, sentía que eso del bloqueo era un mal bastante arbitrario. Me parecía como una gripe que acecha en otoño o una maldición. ¡Ay señor, líbrame del bloqueo! ¡Ay, doctor, deme una vacuna!
Después, con el tiempo, con la experiencia y con la propia vivencia, he llegado a considerar el bloqueo como algo totalmente diferente. Una parte de mí ve las cosas con mucha claridad; otra se queja un poquito. La parte que «ve» ha dictado sentencia: bloquearse no significa quedarse sin voz, sino sin deseo de hablar. Pero ¿qué dices?, si lo ansío con toda el alma, pero es que no me salen las palabras. No lo creo.
Vamos a ver, analicemos el asunto: no es que tu mente de pronto sea un inmenso páramo deshabitado. Por supuesto que en tu cabeza existen personajes; junto a ellos están la cantidad infinita de argumentos que te ofrece el mundo; la posibilidad a cada segundo de empezar a contar algo y sin embargo… todo eso no fluye. ¿Qué es lo que sucede? Hay un bloqueo en ti. El problema está en la conexión que tú tienes con la escritura. El bloqueo, a mi modo de ver, es de tu visión y por extensión de tu modo de ver el mundo. De repente, desconectas y empiezan las dudas. Porque escribir, y eso es algo también ya muy comentado, es un inmenso acto de fe. No solo párrafo a párrafo, sino como misión de vida. No hablo ahora de todos los asuntos prácticos que pueden desalentar a un aspirante a escritor profesional. En este instante estamos suponiendo que no te preocupa el dinero y que tu problema no se trata de la fe menor en producir algo monetizable. Lo devastador es cuando lo que está en juego es la Fe en que tu mensaje tenga sentido. El drama llega cuando te elude el convencimiento de que contar lo que tienes dentro es necesario. A fin de cuentas, ¿por qué rescatar esas imágenes, hacer el tremendo esfuerzo de llevarlas a lo real, materializarlas y ponerlas al servicio de alguien, compartirlas en definitiva, si crees que no merece la pena? Es ahí cuando surge el bloqueo y eso es lo peligroso: en el momento en que no crees, te has perdido a ti misma y caes en ese cenagoso desánimo. A la luz de eso, es evidente que resulta mucho más sencillo afrontar la dificultad para acabar una línea que enfrentarse a este inquietante dilema.
Por supuesto escribir bien es difícil, dominar el oficio exige esfuerzo. Requiere buena técnica enfrentarte a los problemas que surgen al tratar de traducir imágenes a palabras; al tratar de ver donde aún no hay nada. Pero cuando la oscuridad está en tus ojos, la técnica no sirve de nada. Cuando lo que está obstruido es tu corazón, lo demás es irrelevante. Por eso, como estamos hablando de una dificultad del corazón, hay que explorar dentro y buscar las razones de esa desconexión. En el interior está el problema y también la solución: sí, querid@, sugiero que busques de nuevo la sintonía con tu Esencia. Te escucho protestar, pero juro que ahora mismo intento ser más práctica que mística. Créeme: ahorrarás tiempo y frustración si empiezas por ahí.
La motivación se puede entender como la movilización de los recursos personales, en este caso para crear. Y para que tenga razón de ser precisa una dirección y sentido. Cuando no está claro el sentido, pierdes las ganas de acercarte al teclado y en realidad te dejas vencer por cualquier gratificación inmediata (por ver la televisión o alguna serie de moda, qué más da; por hablar por teléfono con alguien justo en ese momento; por salir a comprar cualquier cosa). En realidad, lo que está sucediendo es que no quieres afrontar lo que hay. La idea de abrir el documento de texto, te mortifica. Y no es para menos. Cuando te acercas al portátil y tus dedos se tensan sobre el teclado, en realidad no quieres ver lo que esa inquietud y ese deseo de salir corriendo te están diciendo. No es que no se te ocurra una frase. No es que no puedas escribir de repente, yo qué sé: «Y las nubes bajaban como dioses y se acercaban en paralelo a los mortales», por ejemplo. Vale, no es una línea nada inspirada, pero eso sería decir algo y acabamos de comprobar que es muy fácil. Pero lo que tú temes es de verdad afrontar esa duda que se esconde debajo. Esa duda es mucho más grande que una parálisis por no encontrar un sinónimo.
Por eso es difícil confiarse a remedios superficiales. Existen infinidad de libros sobre el bloqueo, con disparadores de la creatividad, rutinas, ejercicios y por supuesto todo eso está muy bien. Al fin y al cabo, se trata de ponerte en movimiento, de superar la inmovilidad. Poco a poco quizás comiences a rebajar las expectativas y la tensión acumulada que supone un bloqueo prolongado. Quizás empieces a crear, aunque sea por azar, como cuando acercas dos cables y salta una chispa después de tanto tiempo de dudas. Puede que, de manera casual, algo se encienda y retomes cierta confianza a través del placer que atisbas en esos momentos de conexión inesperada, pero todo eso solo son parches si no ahondas en el verdadero problema. Escribir exige una esperanza anticipada. Proviene de una necesidad y de una convicción.
Pienso de pronto en algunos escritores como R. Bradbury o Ursula K. Leguin, Asimov (¡qué sci-fi me he puesto sin querer!). En ellos se observa absoluta pasión. Puede que esto solo sea visible en un estado de gracia -en esos períodos en los que no les ronda el bloqueo-, pues creo que ningún escritor, en tanto que ser humano, está libre de las dudas en algún momento de su vida. Pero seguramente estarás de acuerdo conmigo en que, cuando ves a un autor en armonía con su propósito y con confianza, estás presenciando algo mágico.
Así que contra el bloqueo, my friend… cuida esa conexión. Si sientes que la has perdido, deja todo y lucha por reencontrarla.
Muy interesante y muy sentido cómo abordas el tema del bloqueo. Por supuesto, me he sentido muy identificada en la mayoría de los puntos y estoy de acuerdo en lo que dices.
De todas formas creo que cuando estamos bloqueados es necesario parar, pero parar sin mortificarnos (que es lo difícil). Salir, respirar, hacer de todo menos escribir (y tampoco pensar en escribir). Supongo que es un ciclo imposible de detener y, de vez en cuando, viene.
¡Ánimo! 🙂
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🙂 sí!, cambiar de perspectiva, de mindset y salir a tomar el aire (respirar!!!). Como tú dices, esto viene y va…
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Bueno totalmente de acuerdo. Lo que más gracia me ha hecho es que yo veía a los escritores en las mismas condiciones que tú, muy pocas veces imaginaba una escritora bloqueada ante su máquina de escribir.
Los bloqueos son complicados, pero creo que necesarios. De ellos aprendes que a pesar de no poder escribir por la razón que sea, tú lo único que quieres es seguir escribiendo porque es el motor de tu vida. Yo he tenido varios, algunos muy largos, pero en todo el recorrido siempre he sabido que había que respirar y esperar a que el corazón volviera a latir al pensar en una historia. Porque como dijo Whoopi Goldberg si te levantas por la mañana y piensas en escribir ¡eres escritor! (más o menos)
Un abrazo
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¡Hola, Marta!
No conocía este precioso rinconcito, pero las casualidades de la vida me han llevado hoy a descubrirlo y ha sido un gran descubrimiento. Me encanta el título, el diseño, el estilo que tiene y, lo más importante, lo mucho que logran transmitir tus palabras. No es nada fácil, en los tiempos que corren, llegar al lector de esa manera. Se nota que escribes desde el corazón y te lo agradezco mucho porque es un placer leerte.
Solamente me queda decirte, de nuevo, que ha sido un placer dejarme caer por aquí.
Espero pasar más a menudo por este lugar tan mágico porque merece la pena. Te dejo el enlace a mi blog por si quieres echarle un vistazo, pero vamos, que ninguna obligación: misspoessia.com. Yo, con haber pasado por aquí, ya estoy más que satisfecha.
¡Un abrazo enorme! ♥
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Ey, muchas gracias por tu generosísimo mensaje. Me alegro mucho de que la casualidad te haya traído por aquí. Eso va a permitir que yo, por mi parte, llegue a tu blog -claro que me voy a pasar!- y (en tu casa o en la mía) podremos seguir compartiendo este gusto por la escritura (y la lectura).
un abrazo!!!
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Gracias a ti por compartir tus letras, Marta. Un abrazo 😉
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¿Acercarte al teclado? ¿Abrir el documento de texto? ¿Soy la única persona que aún escribe a mano?
En todo lo demás concuerdo jeje. En mi caso personal, el bloqueo es sentimental, he llegado a la conclusión de que no quiero terminar el texto. Aunque suene absurdo en varios sentidos.
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Yo también escribo a mano! Compagino ambas cosas, con sus pros y sus contras. Pues eso que comentas de no querer terminar también es interesante y no me parece absurdo. Lo puedo entender, aunque me pasa más leyendo. Todo es parte del proceso creo yo…
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