Una enseñanza de Buda para escritores

Hay muchos principios que funcionan tanto en la vida cotidiana como en la escritura (o en el desempeño artístico en general).

Hoy me he fijado en un consejo de Buda, que, como veréis, es muy aplicable al oficio de escribir.

Decía Buda que un moje dedicado al adiestramiento mental más alto debía prestar atención de vez en cuando a tres cosas. De vez en cuando a la concentración; de vez en cuando al esfuerzo enérgico; y de vez en cuando a la ecuanimidad. Ese reiterado»de vez en cuando» es importante, porque resalta que las tres cualidades han de vigilarse y alternarse. Favorecer una en detrimento de las otras nos desequilibra, cultivar las tres nos da armonía.

Pero a ver cómo aplicamos esto a la escritura…

El esfuerzo

Para empezar, tal vez sería interesante desmontar el mito de la escritura fácil. Escribir requiere esfuerzo. En la concepción, en el desarrollo, en la edición y en la postproducción (si te autoeditas). En suma, es una actividad que implica dedicación, continuo aprendizaje y la evaluación de nuestros errores y aciertos. Pero ¿qué hay de malo? Nada, a mi modo de ver.

El esfuerzo puede medirse por el sacrificio que lleva asociado (tiempo, relaciones con los demás, actividades alternativas…), pero también nos obliga a ofrecer lo mejor de nosotros. Cuando estamos demasiado relajados, podemos ser autocomplacientes, indolentes y poco productivos. Mejorar implica apretar.

Que escribir sea una actividad trabajosa no impide que, por momentos, nos brinde deleite y que nos divirtamos. De hecho, es bueno divertirse. Yo me divierto! (a veces :D) pero tampoco hay que tener temor de consagrarse a una afición que conlleva esfuerzo y gasto de energía. La recompensa ha de ser más satisfactoria también.

La atención

Escribir es un acto de atención sostenida, pero no solo mientras se escribe. Hay una fase de atención pasiva, que puede estar en marcha todo el día 😉 Cuando el escritor o escritora habita su mundo ordinario, es en cierto modo, una esponja. Allí todo puede ser inspirador y todo merece nuestra atención (la gente, los escenarios, los diálogos). Prestar atención puede ser muy provechoso y en cualquier momento se puede encender la chispa creativa.
A veces, cuando entro en un espacio nuevo, me pregunto ¿cómo describiría este lugar si tuviera que escribir de él? Y eso me ayuda a fijarme en cosas que me pasarían desapercibidas (si no estuviera atenta…).

Después, en el escritorio, escribir es concentrar la atención y teclear. ¡Nada más y nada menos! No hace falta que diga que, en estos nuestros tiempos, sostener la atención puede convertirse en una heroicidad. Internet, nuestro gato, nuestra pareja, el vecino… hay tantas opciones de distracción… Y, sin embrago, el mérito está en volver a la página, continuar un poco más; no ceder. Puede ayudar pactar contigo mismo@ en que alcanzarás ese número de palabras o acabarás esa escena antes de… poner la lavadora o irte a patinar 😀 Esto también requiere su entrenamiento, pero se puede conseguir.

La mente ecuánime

Bien sabe el que se dedica a esto que escribir es una tarea solitaria que tarda en dar sus frutos (si los da). Nuestras metas pueden ser pequeñas (escribir un relato de 500 palabras; desarrollar una sinopsis para un futuro) o más grandes (ese concurso al que nos hemos presentado; la publicación que tenemos entre manos o una colaboración especial ante nuevos lectores…). Lo importante es mantener el equilibrio mental y anímico.
Invariablemente, habrá días en que nos sentiremos en la cima, en los que veremos nuestra creatividad fluir o recibiéremos ese buen feedback que nos suba la moral, pero habrá otros muchos en los que no veamos avances; días en que nos sintamos miserables y nos preguntemos qué hacemos perdiendo el tiempo encerrados entre garabatos que no forman nada con sentido y a quien a nadie importan.
La actitud más útil en cada caso sigue siendo el equilibrio y la ecuanimidad. Es tan loable aguantar los días malos como mantenerse tranquilo en las épocas de bonanza. Hay que mantener un ánimo sereno y sosegado, confiar en el camino y persistir.

Aunque nada nos garantiza los resultados que queremos, con esfuerzo, atención y ecuanimidad tenemos una referencia interna muy buena. El resto consiste en seguir trabajando y esperar. Fácil, ¿no? 😀

Autor: Marta Catala

escribo, leo, comparto...

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