A veces, en el transcurso de la lectura de un libro, encuentras inspiración. Antes de despedirme definitivamente del de Milan Kundera y de su La insoportable levedad del ser, he querido dejar aquí un fragmento que refleja de una manera muy interesante lo que hace un escritor. En el pasaje que comparto, en medio de la acción, el narrador nos brinda una digresión a propósito de uno de sus personajes:
«Y vuelvo a verlo tal como apareció ante mí no bien empezaba la novela. Está de pie junto a la ventana y mira, a través del patio, la pared del edificio de enfrente.Esa es la imagen de la que nació. Como dije ya, los personajes no nacen como los seres humanos del cuerpo de su madre, sino de una situación, una frase, una metáfora en la que está depositada, como dentro de una nuez, una posibilidad humana fundamental que el autor cree que nadie ha descubierto aún o sobre la que nadie ha dicho aún nada esencial».
Esto es una de las maneras en que se dispara la imaginación de un escritor y su impulso creativo. Una imagen, una escena en la que reside la semilla de algo importante. El autor, naturalmente ignora, en un principio, a dónde va a ir a parar. Todo tiene que averiguarse mientras escribe. Entonces, las preguntas acerca de su «visión» se suceden: ¿Quién esa persona? Por qué está en esa situación? ¿Cuáles son sus miedos? ¿Con qué sueña por las noches?
Milan Kundera prosigue:
«¿Acaso no es cierto que el autor no puede hablar más que de sí mismo? Mirar con impotencia el patio y no saber qué hacer; oír el terco sonido de las propias tripas en el momento de la emoción amorosa; traicionar y no ser capaz de detenerse en el hermoso camino de la traición; levantar el puño entre el gentío de la Gran Marcha; hacer exhibición de ingenio ante los micrófonos secretos de la policía; todas esas situaciones las he conocido y las he vivido yo mismo, sin embargo de ninguna de ellas surgió un personaje como el que soy yo, con mi currículum vitae. Los personajes de mi novela son mis propias posibilidades que no se realizaron. Por eso les quiero por igual a todos y todos me producen el mismo pánico: cada uno de ellos ha atravesado una frontera por cuyas proximidades no hice más que pasar».
Aquí Kundera apunta una paradoja llena de sentido: independientemente de las escenas que surjan en su mente y lo desconectadas que puedan parecer del mundo del autor, todo eso ya le pertenece. El escritor en ese sentido jamás podrá huir de hablar de sí mismo, incluso aunque cuente una realidad nunca vivida. Pero a la vez que se crean en él, los personajes de la historia lo llevan más allá de si mismo, a un lugar en el que nunca ha estado, lo aproximan a descubrir las posibilidades que nunca se realizaron.
Y después matiza:
«Es precisamente esa frontera (la frontera tras la cual termina mi yo), la que me atrae. Es más allá de ella donde empieza el secreto por el que se interroga la novela. Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo. Pero basta. Volvamos a Tomás…»
La novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre la vida humana. Por eso, escribir es buscar sentido. Sentido en lo fácil y en lo difícil; en lo ligero y lo pesado; en lo imaginado y en lo nunca imaginado…
Tengo mal recuerdo de ese libro. No me gustó nada, pero sí recuerdo un pasaje muy parecido a los que señalas que decía algo así como que un autor trabaja los «y si…», como mundos paralelos del propio autor.
Cabe la posibilidad de que me confunda de libro xD
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jaja, cabe la posibilidad de que te confundas? eso nos llevaría a otro universo paralelo!!!
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