¿Crees que la imaginación es un lujo?, ¿algo que- aunque quizá deseable- solo es útil para el poco útil trabajo del artista? ¿Preferirías ser cinco centímetros más alt@, que imaginativ@?
La imaginación es muy poderosa. El año milagroso de Einstein lo debemos a su uso de la imaginación desde la oficina de telégrafos y patentes. En su mente supo reunir las condiciones necesarias para dar ese salto mental-intuitivo tan inmenso que derivó en la teoría de la relatividad.
Pero aunque no seamos Einsteins, yo creo no deberíamos renunciar a la imaginación tan fácilmente ni relegarla a lo recreativo o fantasioso, sino considerarla vital. Tu derecho y el mío.
Tan cerca, tan lejos
Aquí donde lo vemos, este de la imaginación es un asunto que ha sido muy relevante para grandes pensadores del siglo XX: Wittgenstein, Heidegger, Gaston Bachelard, Henri Corbin, Simone Weil, Cornelius Castoriadis, Jean Paul Sartre, Gilles Deleuze… y por supuesto, Hannah Arendt. Para ella la imaginación era una facultad muy necesaria para la vida política.
Está totalmente fuera de mi alcance escribir sobre el concepto de imaginación en la obra de esta filósofa y teórica de la política, pero propongo realizar aquí un movimiento que puede parecer contradictorio: por una parte desbanalizar y darle un estatuto serio a la imaginación y por otra parte apoderarnos del concepto en la medida de nuestras posibilidades (aunque no seamos intelectuales). Tú eres tu propia autoridad en esta materia.
¿Cómo construir un mundo mejor si no eres capaz de imaginarlo?
A primera vista se me ocurre una manera en que la falta de imaginación nos puede perjudicar. Un orden económico mundial que lo vuelve todo uniforme requiere que nuestra imaginación esté bajo mínimos. Porque lo que nos da precisamente la imaginación es amplitud de miras y discernimiento. Nos ayuda a fortalecer nuestro juicio y nos hace más abiertos.
Aunque no quiero igualar imaginación con creación literaria, es un mal síntoma social cuando la ficción de una época es yerma, complaciente y tonta. Cuando la aldea global convierte todas las historias en clichés o cuando hay muchísima oferta pero poca originalidad.
Pero esto no es una conspiración (en principio). Aun con las mejores intenciones, para los creadores también es todo un reto salirse del circuito del que todos nos alimentamos y tratar de ver con ojos nuevos la realidad. Pero la imaginación nos tiene que ayudar a pensar otras (y nuevas) posibilidades.
La pereza no puede ganar la partida.
Para mí al imaginación se relaciona con la elección. Se ejercita eligiendo, descartando y decidiéndose por una posibilidad entre varias, incluso creando una donde no había ninguna. Así que, cuanta más capacidad de decidir perdemos (o cedemos), más se nos atrofia la imaginación -y viceversa.
Aquí se abre el abanico a todas las esferas de nuestra vida. Si podemos integrar puntos de vista diferentes, acoger perspectivas potenciales, si podemos imaginarlas, vamos a sentar las bases de una vida más empática y plural.

Estoy en la terraza de un bar, suena una música ambiental de éxitos en español de los años noventa. Antonio Flores, Maná, la primera Shakira…
Hay una mesa de gente joven detrás de mí. La dueña del bar se acerca a saludar y una chica le pide la playlist que está sonando. La dueña le dice: “Mira, no te la voy a dar porque la he hecho yo y es mía”. Sorprendentemente, logra decir esto de manera muy enrollada y la chica no se molesta por este ataque de posesividad, pero se decepciona visiblemente… ¿Y ahora qué? El verdecito es inapelable: se queda sin esa música tan chula…
Y yo me pregunto: ¿¿¿quién necesita que le den una playlist??? ¿no consiste eso precisamente en crear una lista de canciones que se guardan porque te gustan a ti? ¿Y no se desarrolla este gusto escuchando, descubriendo, decidiendo?
Entiendo que una parte del descubrimiento consiste en escuchar sugerencias de otras personas, compartirlas, etc., pero creo que aquella chica no estaba considerando la opción de elegir por sí misma. Y me pregunto por qué esta opción -la de elegir- no fue la primera que le vino a la cabeza. Supongo -y a nadie hay que culpar- que muchas veces nos vendemos por la comodidad y esta deviene a la larga en hábito…
Sí, admito que -salvo cuando es irritante- es cómodo que nos lo den todo hecho, sugerencia de vídeos, de series, de libros que te podrían gustar (según el análisis de tu perfil…), de personas con las que podrías tener una cita, y así de manera muy plácida y dócil nos acostumbramos a no elegir.
¿O elegimos no elegir?
He visto por ahí (Google considerará que lo necesito) un anuncio de una plataforma de ropa online que escoge para ti (y por ti) cinco prendas de vestir (seleccionadas según un análisis de tus gustos) y te las manda a casa… tú solo tienes que pagar. Vale, no hay que dramatizar, pero mi imaginación me hace vislumbrar que dentro de algunas generaciones tal vez se haya perdido por completo esa costumbre (esa habilidad) de decidir. ¿Y cómo seremos?
Que no cunda el pánico. Si nos déjaramos llevar por esta tendencia sin cuestionarla, el mundo no se pararía. Seguiríamos viendo anuncios personalizados, comprando productos sugeridos, siguiendo dietas recomendadas, escuchando noticias que nos van a interesar (u horrorizar), llevando una vida predecible y -oh, surprise- manipulable.
Salir de los círculos de siempre, de las conversaciones de siempre, del vocabulario de siempre (pocas palabras=poca imaginación), del paisaje, la opinión de siempre… imaginar otras posibilidades, cuestionar las tradiciones, las asunciones, todo eso es posible (y deseable) con imaginación.
Nadie lo puede ni debe hacer por ti
Por otro lado, para mí la imaginación se relaciona con la confianza propia y la independencia de criterio. Hay muchas personas que sabotean sus opciones creativas con el -poco cuestionado- eslogan: “Yo es que no tengo imaginación”. Y esto para mí es como decir “yo no sé caminar solo”. O “no sé hacerme una ensalada solo…”
El que imagina necesita confiar en su capacidad porque pone sus pies sobre el abismo (un abismo en el que finalmente, lejos de caer, acaba sobrevolando). El primer paso es incierto pero nace de una certeza: la de que algo irá surgiendo.
Por otro lado, la independencia de criterio se requiere porque, para imaginar, hay que transitar caminos solitarios, precisamente debido a que es una tarea creativa y personal (aunque se pueda abrir al colectivo).
Quien se acostumbra a no decidir también es candidat@ a ponerse en manos de otras personas (o instituciones, autoridades…) para que estas le digan cuál es su mundo soñado o qué debería imaginar. De este modo solo se pueden recorrer lugares ya explorados, lugares comunes. Quizá, en el mejor de los casos, lugares imprescindibles y necesarios, pero, desde luego, nunca lugares genuinos.
Dejo a la imaginación de cada un@ el escoger cómo podría poner más en práctica esta bendita cualidad.
Dijo Thoreau que, aunque suene lenta y remota, cada persona debería marchar al son de su propia música (y yo añado: y de su propia playlist!).