Ira

Hay una ira, la de Kali, que es destructiva, pero hermosa. Es la salvaje fuerza del agua y la implacable abrasión del fuego. Estallidos impersonales que preceden a una calma profunda.

Y está esa otra, que es solo rabia humana. Una hierba negra y crispada que no es amable con los sentidos. Una venganza que se expresa en un grito mucho más necesario que temible.

Explota esa ira, más íntima y vulgar, como una bomba cuya detonación fue hace tiempo anunciada por una cuenta atrás calculada y rigurosa.

Y presiento que, más allá de esa agresión desesperada, estallando dentro y fuera, barriendo el exterior y rompiéndome en incontables pedazos, está la paz que, a ciegas, busco.

Pero, ¿qué fragmento de mí, si yo me rompo, podrá contemplar el rostro de Kali transmutado en Shiva?