Es conocida la frase que abre Ana Karenina en la que Tolstoi nos dice que “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Creo que esta cita sirve para reflexionar sobre cómo se idealiza esta felicidad.
No quiero decir que la felicidad familiar sea un mito inalcanzable, pero es indudable que la familia no es un espacio de perfección y armonía constante y creo que es más saludable aceptar la imperfección. Se ha representado muchas veces la familia como un retrato de grupo, como una instantánea en la que sus miembros posan sonrientes y todo el mundo encaja en su papel. Considerar de ese modo la familia, capturada en ese momento de felicidad, nos hace un flaco favor a tod@s, porque una familia no es una foto ni un símbolo, es algo vivo, en movimiento, desarrollo y como tal tendrá sus momentos de dicha y de infelicidad, desafíos, pérdidas, cambios, etc. Entenderla de modo vivo y cambiante nos deja mucho más espacio y posibilidades, responsabilidades y menos frustración.
La familia es una estructura muy importante, uno de los conceptos clave de nuestra sociedad, un pequeño cosmos que refleja (y reproduce) el fucionamiento social, que a su vez se extiende en comunidades, estados… Al ser uno de los grandes conceptos (como el de matrimonio) los ciudadanos tenemos la responsabilidad de tomar una posición activa en nuestra defensa y reivindicación de la familia, de una (o muchas) que nos represente a tod@s; que dé cabida a los valores en los que creemos; que esté sujeta a crítica, abierta a los cambios y a las necesidades de sus miembros.
Una de las ventajas de un mundo conectado a través de la tecnología es la apertura y la visibilidad de distintas opciones. El mundo es diverso y hay que celebrarlo… y la familia también tiene que reflejar esta diversidad. Durante demasiado tiempo el de familia ha sido un concepto que excluía o sancionaba todo lo que no fuera una unión heterosexual, mono-racial, refrendada por matrimonio religioso, con hijos propios…
Recuerdo que cuando era una cría y vi la peli Adivina quien viene esta noche (Stanley Kramer, 1967), no podía comprender por qué tanto conflicto. Se organizaba una cena para que los novios presentaran a sus respectivos padres. La hija de la familia, una chica blanca, tenía un novio negro y aquello era un drama para ambas familias. Pero ojo, que el novio era un guapísimo Sidney Poitier y encima era médico. Entonces ¿por qué lloraba todo el mundo?, ¿qué problema había?? Por mucho que me esforzara, no entendía nada, ni los lloros, ni todo el drama que se avecinaba para los futuros hijos de la pareja. Felizmente, la peli acababa con la aceptación familiar de unos y otros, pero ya sospechábamos que si tu propia familia tiene dificultades en aceptarte… imagina los vecinos, o los miembros de tu iglesia o los compañeros del trabajo, escuela… Agridulce.
El cine y la televisión ha sido un medio de perpetuar y difundir el ideal de familia, sobre todo a través de Hollywood y su Modo de Representación Institucional. También ha sido en ocasiones, —en el cine independiente; en propuestas más arriesgadas y menos comerciales—, un modo de mostrar el lado más oscuro y perverso de la familia. O simplemente de dar normalidad. El tema de la representación de la familia en el cine y la TV es muy amplio y no voy a centrarme en ello, pero frente a una Adivina quién viene esta noche, podemos disfrutar de una maravillosa Secretos y Mentiras (Mike Leigh, 1996) y seguro que nos quedamos tod@s mucho más content@s 🙂


En 2005 (en España), el matrimonio homosexual abrió también el camino a un nuevo tipo de familia diversa con nuevos modos de maternidad y paternidad y un espacio para repensar roles.
Eso, la diversidad, es lo que celebramos precisamente el domingo pasado en Marines, en la II Trobada de Famílies Diverses, organizada por la Asociación Mirall Camp de Túria y el Ayuntamiento de Marines. Un encuentro abierto a las familias de todo tipo, en la que se congregaron diferentes asociaciones LGTBI para compartir charlas, experiencias, actividades etc…
Allí, una madre compartió su experiencia de cómo tardó 11 años en aceptar a su hija lesbiana, y de cómo en ese tiempo ha tenido que desaprender muchos mitos sobre la (homo)sexualidad. Ahora es consciente de su homofobia y la violencia psíquica que ejerció sobre su hija cuando trataba de reconducir a la chica a la heteronormatividad. Un camino hasta la aceptación, una toma de conciencia y un relato sincero y valiente que muchos padres deberían escuchar.
También se explicó el camino hasta la aprobación de la Ley integral del reconocimiento del derecho a la identidad y a la expresión de género en la Comunidad Valenciana, conocida como ‘ley trans’, con una reflexión sobre la patologización que siempre ha acompañado a la transexualidad y cómo esto se puede combatir y los retos que aún presenta.
Desde Samarucs se habló de sexualidad y deporte, un ámbito que sigue siendo no solo homófobo sino tremendamente machista. También se denunció la serofobia (estigmatización y discriminación de personas con VIH) en el deporte.
Además, nos reunimos un grupo de autor@s con el orgullo de aportar visibilidad y variedad también en las historias y personajes que creamos.

Pero no quisiera centrar la diversidad familiar solo en las familias LGTBI. Monoparentales, homoparentales, con hijos adoptivos o biológicos, parejas mixtas, hijos de distintos matrimonios… amigos, uniones que no dependen de los lazos sanguíneos… Todas tendrán sus desafíos que afrontar. Una familia no es más feliz porque la hayan formado dos personas hetero u homo o porque todos sus miembros sean gitanos o payos, vascos, anglicanos o rubios… La familia debería promover la libertad, el desarrollo de los individuos, la felicidad y no como ideal, sino a través de la educación, del respeto, la sana convivencia y el amor. Y a partir de ahí, ya veremos.